Tratada como una delincuente en el Centro Italiano Venezolano de Caracas

Esto es lo único que me faltaba en la vida: ser tratada como una completa delincuente, además por personal de vigilancia del Centro Italiano Venezolano (CIV) donde mi familia ha sido socia desde que estaba en construcción, prácticamente desde que se creó en el año 1964, cuando yo tenía apenas trece años de edad. Saquen ahora la cuenta.

El hecho es que estoy cediendo nuestra acción a mi sobrina quien acaba de tener una niña, mi sobrina nieta, a la cual deseo los mismos disfrutes de la niñez de mis hijos ahora ya adultos. En un lugar seguro, acogedor, familiar, pues se describe, justamente al CIV como un lugar donde tener un espacio para que las familias de origen italiano se reuniesen, donde compartir tradiciones, mantener nuestra cultura, el lenguaje y disfrutar de actividades recreativas.

Apreciados lectores, de alguna manera, considero que este centro de recreación también debe haber sufrido al inicio de la debacle, (2014-2022) de las consecuencias de las sanciones económicas al país por parte de Estados Unidos, y seguramente por la misma Italia que forma parte de la Unión Europea. La única ayuda que dieron, en algún momento muy puntual, fue la entrega gratis de medicamentos a los socios. Programa que duró lo que se demora un helado en derretirse.

Luego, a pesar de que no cesaron las sanciones, el panorama económico comenzó a cobrase enteramente sobre los socios, incrementando mes a mes el monto, en dólares, de la mensualidad para el mantenimiento. Y no solo.

Al morir mi querido esposo, mi otro hijo y yo le cedimos la acción al mayor, pero cada vez que quería pagar los gastos de traspasos de padre a hijo, estos se incrementaban de manera delirante. Así que mi hijo mayor no logró acceder a su herencia de la acción, debiendo optar por pagar durante años las mensualidades que iban in crescendo (como la Novena Sinfonía de Beethoven) únicamente para que su madre pudiese ir al club SOLA. Básicamente a caminar en la pista de las canchas de futbol, hecho que prefiero pues las últimas vueltas las hago descalza sobre la grama como manda el sentido común, a fin de eliminar la estática del cuerpo, con tantas radiaciones que sufrimos a diario. Mi hijo mayor que usó de pequeño el club para natación y tenis, no así para futbol, pues era estudiante esmerado de piano. Se le niega a mi hijo menor que pasaba tardes practicando futbol en sus canchas, con grupos de compañeros en el mismo centro. Claro, hasta que tuvieron la edad de ser expulsados, por adultos, lo cual significaba para su ingreso, pagar invitaciones como para cualquier conocido extraño. Ni siquiera al morir su padre, cuando el grupo familiar eran apenas tres (y formamos la sucesión), permitieron el ingreso de la familia toda. Los reglamentos siempre por delante.

En definitiva, no pudo mi hijo seguir costeando las crecientes mensualidades que exigía la Directiva, cada año más altas, ¡solo para yo caminar descalza! Teniendo además un parquecito cerca de mi casa que me invita a caminar y seguir la necesaria rutina de la tercera edad. Como señalo con frecuencia: si no camino con cierta rutina inter diaria, me tendrán que comprar en breve una silla de ruedas. Noooo, ¡la polizia noooo!

El Centro Italiano Venezolano tiene cuatro mil socios que forman parte de esa asociación civil. Actualmente la mensualidad para cubrir el mantenimiento está en ciento veinticinco dólares americanos, al cambio del BCV. Un pequeño rápido cálculo nos indicará que se esperan, cada mes, la cantidad de aproximadamente quinientos mil dólares americanos, para cubrir los gastos de mantenimiento. Eso sin contar los cobros por publicidad, vallas en los campos de futbol, y publicidad gigantesca perenne sobre toda la estructura del edificio principal donde antaño ponían un mensaje para desearnos BUON ANNO, hermoso mensaje que se veía desde la autopista.

Ciertamente el club posee varias piscinas, varias canchas de tenis, varios campos deportivos de futbol, así como parque de diversiones, avenidas internas, y extras jardines que, leo por internet, cubren un área total de doscientos setenta y seis hectáreas.

¿En verdad necesita la junta directiva del CIV disponer, cada mes de esa importante cantidad?

Lo pregunto porque hace pocos días hoy, con mi sobrina heredera elegida de nuestra acción, quisimos pasar a las oficinas a fin de entregar toda la documentación requerida, (luego de pagar un traspaso aproximado de dos mil dólares americanos) y no nos permitieron la entrada por estar insolventes al no estar cancelados los últimos dos meses, junio y julio.

Apreciados lectores: primero pagar y después entrar. Ahhh, si no marcamos cita con la oficina de registro y control, tampoco podremos pasar por esos lares. A pesar de los funcionarios fijos en dichas oficinas.

El personal de vigilancia de la entrada quería incluso retener mi carnet y la cédula de mi acompañante. Al yo iniciar a caminar una empinada subida que tomé con ánimo visto mi fortaleza física, los vigilantes me corrían detrás, y cada vez que pasaba por un espacio con vigilante, ya ellos estaban notificados que debían detenerme y lo intentaban. Al llegar al edificio central igualmente me abordó el vigilante y una señora desde la terraza, preguntándome ¿para donde yo iba? Y uno de los vigilantes de la primera alcabala subió hasta el lugar para notificar que yo no tenía permiso de ingresar al club, ¡ni siquiera a pie! El hombre me persiguió hasta las mismas oficinas de registro y control, y no se marchó hasta que la funcionaria le hizo una seña.

Apreciados lectores: ¿no es eso tratarme como delincuente? ¿Perseguirme literalmente por todo el club o casi, como alguien que va a cometer un delito y debe ser detenido? Con seguimiento estrecho y amenazada públicamente de que me abran, además, ¡un procedimiento disciplinario de desacato! ¿A qué autoridad?

Añoré mucho la presencia de alguno de los amigos de Diosdado que hoy llamamos la polizia. Precisamente, en son de broma, de analogía con el terror, en italiano (ni más ni menos) NOOOO, LA POLIZIA NOOOOO. Funcionarios de este tipo en ese club para proteger a los ciudadanos, mucho más a una dama como yo de la tercera edad, de buena presencia, alta, hermosa a pesar de la edad (o por lo menos eso me creo). Y no vigilantes "majunches" por no estar preparados ni educados, que no entienden lo que es el respeto, la ética, la reflexión sobre unos reglamentos y las personas, la situación particular sobre lo que se viene a realizar en el club. No iba yo a mi rutina de caminar, mucho menos lanzarme a la piscina, ni a jugar tenis, ni a llevar a mi nieta al parque de diversiones. Iba a un trámite administrativo. No hay derecho pasar por esa indignación.

Al final, para tranquilidad de todos no saqueé las cajas del dinero queriendo apoderarme de un poquito de esos quinientos mil dólares, no encañoné a nadie, me senté a explicar nuestra situación con una persona amable que, al parecer entendió. A menos que no haya pensado, a los locos déjenlos tranquilos hasta que llegue la ambulancia. Eso sí, yo tenía dos años sin llorar y este hecho logró que se me soltaran todas las lágrimas retenidas. Por la indignación de ser perseguida como un delincuente.

Triste experiencia que quisiera reportar a alguna autoridad que haga justicia. Esos abusos a socios, de un club que se supone un espacio para el encuentro familiar, amigos, conocidos, no deben permitirse y deben sí evitarse a toda costa.

Adiós sin tristeza, Centro Italiano Venezolano, a pesar de mis padres italianos que quisieron adquirir la acción y confiar en los paisanos. No me apoyaron al morir mi esposo, para traspasar la acción a nuestro primogénito. No me apoyaron bajando las cuotas de mantenimiento cuando era yo sola el grupo familiar. Me obligaron a despedirme. No me ayudaron a ser tratada como una persona decente y honorable.

Me quedo con mi parquecito que atiende la alcaldía de Baruta sin cobrarme un centavo. Adiós a su continua demanda de aumentos en las cuotas, volviendo difícil, prácticamente imposible, costearlas, a menos que se gane un muy buen sueldo (difícil en estos días) y se hagan sacrificios. Mucho menos con una jubilación universitaria.

¿Será que, de alguna manera, el Centro Italiano Venezolano estaría comportándose como el gobierno italiano? ¿Ahora tan fascista apoyando al sionismo y el genocidio en Palestina? ¿Será que al formar Italia parte de la Unión Europea debe agachar la cabeza ante las barbaridades que ahora mismo ocurren? Creo es una buena reflexión que ahí les dejo, además de mi triste percance de hoy. Gracias por la paciencia en leerme. Siempre es una necesaria catarsis y un modo para informar.



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Flavia Riggione

Profesora e investigadora (J) Titular de la UCV.

 flaviariggione@hotmail.com

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