La historia contemporánea de Venezuela se ha visto atravesada por una constante: la amenaza externa como instrumento de presión política. En los últimos años, esta amenaza ha adquirido un carácter particularmente inquietante, alimentada por las ambivalentes declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump, quien ha jugado con la idea de una intervención militar como si se tratara de un recurso retórico más en su arsenal discursivo. "Hoy no, pero mañana puede ser", "muy pronto", "en cualquier momento" son frases que, repetidas en distintos escenarios, han configurado un clima de incertidumbre que se convierte en arma psicológica contra la soberanía nacional.

La guerra mediática y la ultraderecha venezolana

No es casual que estas declaraciones encuentren eco inmediato en la ultraderecha política venezolana, que ha convertido las redes sociales en un campo de batalla simbólico. Allí se difunden rumores de inminentes desembarcos, supuestas operaciones encubiertas y conspiraciones que, según ellos, se materializarán "hoy", "mañana" o "muy pronto". Esta estrategia no busca informar, sino desestabilizar emocionalmente a la población, sembrando miedo y desconfianza en las instituciones nacionales.

La guerra mediática se convierte así en un mecanismo de desgaste: no se trata de la invasión real, sino de la invasión imaginada, del rumor que paraliza, que erosiona la confianza en la capacidad del Estado para defenderse. Es un rumor macabro porque juega con la angustia colectiva, con la idea de que la soberanía puede ser vulnerada en cualquier instante, sin previo aviso.

El rumor como arma psicológica

El rumor, en este contexto, no es un accidente comunicacional, sino una estrategia deliberada. La ambivalencia de Trump (decir y desdecirse, insinuar y luego negar) responde a una lógica imperial: mantener a Venezuela en un estado de alerta permanente, sin certezas, sin estabilidad. La ultraderecha local manipula esta lógica, convirtiéndose en caja de resonancia de un discurso que busca fracturar la cohesión interna.

La psicología social enseña que el rumor es más efectivo que la noticia confirmada, porque se alimenta de la imaginación y del miedo. Al no tener límites claros, se expande como una sombra que cubre todos los espacios. En este caso, el rumor de la invasión se convierte en un dispositivo de control: no invade físicamente, pero invade mentalmente, coloniza la percepción de la realidad.

La soberanía como resistencia

Frente a esta ola de rumores, la respuesta no puede ser únicamente militar o diplomática. La defensa de la soberanía exige también una batalla cultural y comunicacional. Es necesario desmontar la lógica del miedo, evidenciar la manipulación y fortalecer la conciencia crítica de la ciudadanía.

La soberanía no se reduce a la defensa territorial; es también la capacidad de un pueblo de resistir la colonización simbólica. En este sentido, el rumor macabro de la invasión se convierte en una prueba de la fortaleza del proyecto nacional: ¿somos capaces de distinguir entre la amenaza real y la amenaza fabricada? ¿Podemos construir un discurso propio que neutralice la narrativa imperial?

La macabra ola de rumores

La amenaza de invasión, repetida como un mantra por Trump y amplificada por la ultraderecha venezolana, no es más que un instrumento de guerra psicológica. No se trata de tanques ni de aviones, sino de palabras que buscan paralizar. La verdadera invasión ocurre en el terreno de la percepción, en la mente de quienes se dejan arrastrar por la ola de rumores.

Por ello, el desafío para Venezuela es doble: resistir la presión externa y, al mismo tiempo, desmontar la maquinaria interna que reproduce el miedo. La soberanía se defiende con armas, sí, pero también con ideas, con conciencia crítica, con la capacidad de reconocer que el rumor macabro no es más que eso: un rumor, diseñado para debilitar, pero incapaz de derrotar a un pueblo que se reconoce dueño de su destino.