Insistimos aunque se nos pueda tildar de ultranacionalista: debemos elevar la conciencia por nuestra Patria y labrarnos, en lo interno y en lo externo, en lo individual y en lo colectivo, un concepto de VENEZOLANIDAD más profundo y elevado para los retos que nos plantea un mundo cada vez más alienante y una realidad que, poco a poco y casi imperceptiblemente, va diluyendo lo que somos como sociedad, como cultura y como pueblo definido históricamente por su gallardía, valentía y altísima dignidad.
Habernos gastado 1.800 mill. $ en el primer trimestre del 2015 en “cupos viajeros” es, sin lugar a dudas, una desoladora realidad y un indicador más de desamor por este país de un significativo número de venezolanas y venezolanos. Nos produce mucha pena y dolor observar estas debilidades en gran parte de nuestra población. Fueron capaces de desangrar al país y crear tremenda inestabilidad macroeconómica con tal de “rebuscarse” y ganarse unos “realitos” extras, mientras mafias organizadas se enriquecen enormemente con la acción de millones de personas que, con poca conciencia, hacen un uso inadecuado del derecho que tienen al acceso a nuestras divisas.
Ninguna de las personas que “raspó su cupo” resolvió su situación económica individual, pero los que organizaron las campañas que indujeron a esta práctica, si hicieron el gran negocio de su vida. ¿Quién salió afectado de esta locura masiva con los dólares viajeros? Todas y todos. El país, su economía, su educación y sus servicios en general.
Esa cantidad de divisas es el presupuesto de 2 años, por situado constitucional, de todas las gobernaciones juntas. Ahora bien, ¿Conocerá la historia universal el caso de algún país, en que sus habitantes realicen prácticas ilegales tan masivas? ¿Qué hay detrás de estos comportamientos? ¿Cuáles son nuestras debilidades estructurales –psicológicas y culturales- para hacer de estas acciones conductas generales sin la debida desaprobación de nuestra sociedad?
Entre “bachaqueros” y “raspa cupos” está la verdadera guerra económica, pero frente a ella tenemos una sociedad incapaz de hacer una resistencia moral y un rechazo público a estas aberraciones, al contrario lo asume con naturalidad, como una moda o costumbre. Las venezolanas y venezolanos debemos darnos cuenta que la guerra económica nos utiliza como tontas y tontos útiles. Hacen que convirtamos el ejercicio de un derecho –acceso a los bienes y a las divisas- en un desequilibrio macroeconómico que nos perjudica a todos en general.
Es urgente superar estas debilidades como sociedad. No seamos “vivos pendejos” es vital, para nuestra supervivencia como nación, comportarnos a la altura de una herencia histórica de orgullo a nivel universal. Ya basta que nos caractericen en el exterior como un pueblo que utiliza la riqueza petrolera sin responsabilidad. Dejemos de enriquecer a las mafias, tanto internas como externas, que además de beneficiarse apuestan a la desaparición del Estado venezolano, a través de la destrucción de su economía.
También es prioritario que el Estado identifique, localice, neutralice y castigue a los que están detrás del estímulo, organización y ejecución de estas sofisticadas operaciones de desestabilización económica y financiera. Debemos adelantarnos a ellos con el correspondiente y permanente análisis situacional.
En el ínterin, es prioritario fortalecer la conciencia de nuestro pueblo a través de la educación, de campañas concientizadoras, en fin, de estrategias creativas y alternativas que nos hagan amar, de verdad, a esta República Bolivariana. No es cuestión de chavistas u opositores, es cuestión de una venezolanidad que debe ser rescatada sin dilación alguna.
