La verdadera causa

La agonía del café

Con las sucesivas devaluaciones del bolívar a partir del año 1983, la caficultura nacional comenzó la lenta agonía que la coloca en la postración en que hoy se encuentra. En la caficultura no hay mecanización posible. Predomina la mano de obra que - en más del 70% - venía de Colombia, por cuanto la convertibilidad de la moneda era muy favorable (llegó a cotizarse a 17 y 20 pesos por bolívar). A este factor económico se une la guerra de más de cien años de la oligarquía, que surte de mano de obra a los sectores de mayor bonanza económica, como, la ganadería o la horticultura. A Venezuela han llegado unos cuatro millones de desplazados por la violencia.

El segundo factor en la agonía del café lo aportan las enfermedades y plagas que atacan el cultivo: la roya y la broca, cuyo combate requiere de mano de obra vigilante y permanente durante todo el año. Lo cual eleva los costos de producción.

El tercer y demoledor factor que aceleró la agonía a partir de 1992 - con el neoliberalismo.- y durante los últimos diez años, el haber destruido la organización creada por los caficultores y surgida con motivo de haber sido prohibido el intermediario en la comercialización (Decreto oficial 1974), con lo cual, los caficultores crearon las cooperativas, las Paccas y el Fondo Nacional del Café.

El fin de la intermediación no fue un regalo del gobierno de turno. Fue una conquista conseguida a sangre y fuego. Las guerrillas estaban aposentadas en las zonas cafetaleras desde La Azulita a Chabasquén, Sanare, El Charal, Biscucuy y el Oriente del país. La pacificación de Caldera (entrega incondicional de la izquierda), la ratificó el gobierno de CAP por la concesión a los caficultores de la comercialización sin intermediarios. Ese cambio en las relaciones de producción constituyó un impulso renovador, por cuanto los organismos creados por los caficultores (cooperativas y Paccas), garantizaban el precio fijado por el gobierno, la correcta clasificación del grano, ejecutaban las políticas de crédito, asistencia técnica, y los remanentes que se producían por la diferencia de precio en la Bolsa de Nueva York, los percibía el caficultor. Para 1992 la producción nacional alcanzó el millón seiscientos mil quintales, la más alta en toda la historia de la caficultora nacional. Resulta paradójico que con la Revolución Bolivariana, no sólo no se restituyó la eliminación del intermediario, sino, que las empresas de los caficultores fueron casi todas desmanteladas.

El 27 de febrero de 1989, el furor por muchos años contenido de las masas ¡estalla! con inusitada violencia, y provoca el fenómeno social conocido como el “caracazo”, que no fue tan espontáneo y localista como suele decirse, por cuanto estuvo precedido por una gran movilización campesina de caficultores, (30 de enero), en todo el país. Y del 1º al 20 de febrero, con la toma del edificio del Ministerio de Agricultura y Cría en Barquisimeto, el edificio del Fondo Nacional del Café (Foncafé) en San Cristóbal y dependencias de éste en poblaciones cafeteras del país.

La movilización de los caficultores durante 20 días, en la misma fecha de la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez, fue la clarinada de lucha que, siete días después (27 de febrero), encendió los ánimos para el levantamiento popular en Caracas, San Felipe, Chivacoa, Marín, Urachiche, Yaritagua, Camunare y otras poblaciones del país.

Si los campesinos caficultores tomaron la iniciativa y bajaron de la montaña a protestar, a reclamar sus derechos; las barriadas populares aguijoneadas también por la pobreza no podían permanecer tranquilas. Es así, como, se produce la rebelión popular, el “caficaracazo".

Que en el caso de los caficultores fue ¡organizado y planificado! Pero en el caso de las barriadas populares, ¡espontáneo! sin dirección, sin control.

Los caficultores bajaron a la ciudad, libraron su lucha y ordenadamente se retiraron a sus campos. ¿Qué hubiera ocurrido si los caficultores permanecen siete días más en la toma; o la rebelión popular en las ciudades se adelanta siete o catorce días?

En este caso, necesidad y casualidad no se juntaron.

El estallido popular del “caficaracazo” tuvo su vanguardia en los campesinos caficultores de todo el país.

¿Por qué?

Porque contaban con una organización estructurada, engranada, entrenada durante años y atenta al acontecer político nacional (La Federación de Cooperativas de Caficultores de Venezuela, FECCAVEN).

Como fecha para la movilización, escogieron el 30 de enero, dos días antes de la II toma de posesión de Pérez.

¿Por qué esa fecha?

Porque, con la presencia de treinta y cinco presidentes invitados para la “coronación”, agencias de noticias, corresponsales y periodistas extranjeros, sería muy mal visto reprimir a campesinos pobres que reclamaban sus derechos.

En un principio la policía se lanzó con toda su furia represiva, pero, los caficultores la enfrentaron. Ante el arrojo de los caficultores por defender la toma del edificio (sede del Ministerio de Agricultura en Barquisimeto), con todo el personal de empleados adentro, los policías recibieron la orden de retirada.

Asociaciones, gremios, organizaciones confesionales, medios de comunicación hablados y escritos, sindicatos de Barquisimeto, brindaron apoyo irrestricto a los caficultores con alimentos (panaderías, carnicerías, Mercabar), medicinas, médicos que brindaron asistencia a los tomistas, delegaciones que iban de visita a expresar su respaldo. Una mujer campesina, participante de la toma, dio a luz y el niño recibió el nombre de Tomasito. Aquellas manifestaciones de solidaridad eran signos muy evidentes de la tensión, la expectativa que había en el país, ante las políticas neolibareales anunciadas por Carlos Andrés Pérez. Los medios de comunicación locales (El Informador. El Impulso, las emisoras del Palacio Radial), abundaron en la difusión de la lucha de los caficultores.

Al escribir la historia de los hechos del 27 de febrero de 1989, debe figurar - la lucha de los caficultores entre el 30 de enero al 20 de febrero - como la clarinada que motivó, alentó el estallido popular conocido como el “caracazo”.

¿Por qué la acción organizada de los caficultores en todo el país fue la clarinada del 27 de febrero de 1989?

Por una razón elemental.

Las barriadas populares de ciudades y pueblos están formadas por campesinos venidos de todas las zonas rurales del país. Entre ellos se mantienen vínculos familiares estrechos y en la mayoría de los casos, existe el intercambio económico de ayudas mutuas entre el campesino de la ciudad y el campesino de la zona rural. Es la forma de sobrellevar la existencia.

Los medios de comunicación hablados y escritos, más la comunicación propia entre el campesino de las barriadas pobres y el campesino de la zona rural, alimentó las contradicciones que encontraron salida en el estallido violento del “caracazo” o “caficaracazo”.

¿Por qué la protesta de masas comienza en el campo y no en la ciudad? Por cuanto el campesino siente primero y con mayor dureza las situaciones económicas: la escasez, la carestía, la pobreza, por su aislamiento, por su condición de consumidor de muchos productos y productor de uno sólo, en este caso: café, que extiende su área de producción por todas las cordilleras del país, desde Delicias en el Táchira, hasta Irapa en el Estado Sucre. El campesino, más que productor es un gran consumidor, de allí la importancia que tienen los planes y acciones dirigidos a fomentar y proteger la agricultura, base fundamental de cualquier economía.

Los hechos del 27 de febrero de 1989, tuvieron su origen en la gran movilización campesina de los caficultores: “el caficaracazo”. Acción que queda registrada para la Historia de las luchas campesinas en nuestro país.

En la actualidad hay escasez de café, por cuanto no hay producción. En las principales zonas cafeteras andinas el café ha sido extirpado de raíz. Petróleo y caficultura son incompatibles. El café, en pocos años, se sumará a la lista de importaciones.


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León Moraria

Nativo de Bailadores, Mérida, Venezuela (1936). Ha participado en la lucha social en sus diversas formas: Pionero en la transformación agrícola del Valle de Bailadores y en el rechazo a la explotación minera. Participó en la Guerrilla de La Azulita. Fundó y mantuvo durante trece años el periódico gremialista Rescate. Como secretario ejecutivo de FECCAVEN, organizó la movilización nacional de caficultores que coincidió con el estallido social conocido como "el caracazo". Periodista de opinión en la prensa regional y nacional. Autor entre otros libros: Estatuas de la Infamia, El Fantasma del Valle, Camonina, Creencia y Barbarie, EL TRIANGULO NEGRO, La Revolución Villorra, los poemarios Chao Tierra y Golongías. Librepensador y materialista de formación marxista.

 leonmoraria@gmail.com

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