Una luz en Nueva York

El 1 de enero de 2026 Nueva York tendrá, por primera vez en toda su historia, un alcalde que se define como socialista. Zohran Mamdani, joven (34 años), musulmán y miembro de Demócratas Socialistas de América (DSA), tomará ese día posesión de su sillón. El pasado martes, Mamdani vencía sin paliativos en las elecciones municipales de la ciudad más importante de los EEUU, la que vio nacer a Trump.

La victoria de Mamdani no puede entenderse sin la enorme movilización social sobre la que se ha asentado; tampoco sin su esqueleto: la incansable labor organizativa de los miembros de DSA. Recuperar la ciudad para la gente y hacerla vivible exigía la implicación de sus habitantes. Dan fe de ella las cifras de votación, las mayores en unas municipales desde la década de los 60 del siglo pasado, los casi cien mil voluntarios organizados y una financiación sostenida con donativos menores de 100 dólares.

La campaña no ha resultado nada sencilla. Por una parte, ha logrado movilizar a una franja amplia de una sociedad tan altamente compleja y fragmentada como la neoyorquina y, por otra, para conseguirlo, ha tenido que saber identificar con sabiduría y valor a los verdaderos "enemigos del pueblo": los millonarios rentistas y empresarios que controlan la urbe. Gentes que, de la mano de Trump, el partido republicano y la mayor parte del partido Demócrata (a la que Mamdani ganó en las primarias), no han dejado de incendiar la prensa, la televisión y no pocas redes sociales con discursos racistas, cargados de miedo y de acusaciones que presentaban dicha candidatura como el peor de todos lo males.

Esta ilusionante victoria no oculta a nadie, para empezar a Mamdani y los suyos, que si ganar fue duro, gobernar contra la fuerza del dinero en medio de un aparato municipal nacido para proteger los grandes negocios y propietarios lo será todavía más.

La victoria tiene como primer reto frenar la carestía que hace la ciudad invivible. De ahí que los ejes sobre los que ha pivotado la campaña hayan sido congelar alquileres, autobuses gratis y más rápidos, escuelas infantiles sin coste hasta los cinco años y la idea de crear supermercados municipales para reducir el elevadísimo precio de la cesta de la compra, así como aumentar los impuestos sobre los más ricos.

Queda por delante la oportunidad ganada; por detrás, todo lo que se quiere abandonar. Y en medio, el esfuerzo y la lucha de decenas de miles de personas provenientes de orígenes y comunidades muy diversas que comparten una ciudad que les ha sido robada por el poder del dinero.

Acabamos de ver otra vez como lo grandes grupos sanitarios privados quieren robarnos el derecho a la salud y como la gente se pone enfrente, ocupando las calles de Andalucía (por decenas de miles) o de Asturias. Más allá del desánimo, hemos de reconocer, ante la luz que empieza a brillar en Nueva York, que el futuro no está escrito y que si somos capaces de movilizar, organizar, sumar y animar la lucha, también aquí podremos ganar luz contra la oscuridad que nos rodea de la mano de la política neoliberal y de las derechas reaccionarias que buscan nuestra división y nuestro desaliento.



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