BINÓCULO Nº 521

El Chávez colombiano

Como en un acto de autoflagelación para llorar (no me avergüenza decirlo), no dejó de mirar un video de Gustavo Petro de visita a un pueblo llamado Timbiquí, uno de los pueblos negros de la maltrecha hermana república. Es un municipio del Cauca colombiano, con 27 mil habitantes, 13.800 mujeres y 14 mil hombres. Es la primera vez que, en toda la historia republicana de ese país, un presidente lo visita.

Todo chavista debería ver ese video. Es como si estuviera viendo al Nieto de Maisanta. Tanta gente, tanta emoción, un pueblo entero queriendo abrazarlo, darle la mano, saludarlo, tocarlo para saber que estaba allí, que no era una ilusión, que todos le estaban dando la mano al presidente del país que los vio nacer, a ellos, las víctimas principales de las injusticias de esa nación, a ellos, los olvidados de Dios y de los gobiernos de turno, a ellos, los que no mueren porque aún esperan que la esperanza les llegue y haga justicia, a ellos, los propietarios del anhelo de ver a su presidente resolver los miles de problemas con los que han vivido por décadas. Las mujeres tocaban su cara, las más viejas le echaban la señal de cruz, en espera de que tantas bendiciones impidan la bala que tiene su nombre, porque el enemigo lo acecha esperando el momento oportuno para descerrajarle un solo tiro en la cien.

Yo ni siquiera sabía que existía un pueblo llamado Timbiquí, pero me atrevo a asegurar que esa gente nunca estuvo más feliz como ese día. Como cuando ese helicóptero de las Fuerzas Armadas de Colombia, bajó del cielo, para descargar a quien encarna la esperanza de que se acabe la violencia en Colombia, al hombre que en este momento llama a las fuerzas sociales a salir a la calle para detener el golpe de Estado que se fragua en su contra.

Esa visita que se produjo la semana pasada, me revolvió el alma y las emociones. Recordé la vez que Hugo detuvo la caravana por los pueblos de Barlovento a conversar con la gente, a abrazar a las mujeres, a hacerse selfies con todos, a conversar. Ya tenía prohibido por la seguridad que aceptara café. Pero estoy que, si hubiera aparecido un pocillo lleno, se lo hubiera empinado con el mayor placer del mundo. Eran tiempos de lluvia y los ríos de la zona estaban causando estragos. Hugo les habló de proyectos de canalización, de siembras, de viviendas. Pero ya estaba enfermo. Lo estaban asesinando paulatinamente. Fue recibido por los mismos barloventeños que antes fueron adecos.

Un gesto similar hizo de visita en Colombia, cuando detuvo la caravana para ir a saludar a la gente. "Chávez, Chávez, sé presidente de mi país", "Que Dios te bendiga, te ampare y te favorezca, siempre voy a rezar por ti", "ese hombre es un berraco". Arrancó la caravana y cientos de personas iban corriendo tras ella. El Chávez nuestro de todos los días. Chávez, el orfebre de la palabra.

Fue como esa vez cuando mi amiga me dijo "Vas a ver Rafael. Abuela verdad que Chávez te saludó. Allí mismito lo vi, Dios lo proteja, me lo cuide y lo tenga con bien". Fue una visita a Las Palmitas en Carabobo, cuando pasó por unas invasiones y según mi amiga, de seguro volteó y saludo a todos, pero ella se convenció de que fue a ella. Desde entonces, en la entraba de la casa, estaba un altar con un sirio morado encendido y la foto de Hugo. La abuela, que murió de 96 años, todas las tardes a las seis le rezaba. Probablemente con ella murieron las esperanzas del pueblo venezolano.

Hace poco, un camarada por quien siento un gran respeto, me dio una de las mayores enjabonadas que he recibido en mi vida. "Chávez fue asesinado hermano, y algún día se sabrá que algunos vestidos de rojo, recibieron plata por ese asesinato. Esto hay que redefinirlo todo. Ni la nueva dirigencia chavista ni el Psuv, quieren saber de Chávez, y van allá arriba, a su tumba, para, como decía Alí Primera, asegurarse de que está muerto y no perturbe sus grandes negocios y su conversión neoliberal. Está bien recordarlo y sentirlo, pero debes entender que es un proyecto muerto, porque si ellos hubieran querido construir el socialismo, hubieran desarrollado el Plan de la Patria, que es la vaina más acabada que existe. Allí está todo. Pero a ellos no les interesa nada de eso. Fíjate, vamos a votar por Nicolás en su tercer gobierno. Y nunca de los nunca ha habido una política económica. ¿Tú crees que eso es gratis? No camarada. Eso es intencional y planificado."

Gustavo Petro, aunque es un estadista, parece un Quijote igual que Hugo. Está dando una de las más duras batallas que haya librado presidente alguno. Es contra todos los poderes públicos, una oligarquía extremadamente arrastrada a los intereses del Big Brother, a la que nunca le ha importado el pueblo ni la justicia social. Está haciendo una sería convocatoria a todos los movimientos sociales para que salgan a la calle a detener el golpe de Estado. No solo tiene los poderes en contra, sino las nueve bases militares gringas, dispuestas a matar a quien tenga en medio.

Y por añadidura, la izquierda, que ha servido bastante poco, hoy incluso muy vinculada al narcotráfico, hace gala de su incompetencia, pues en lugar de aunar fuerzas para apoyar al único hombre que está peleando por una Colombia nueva, se queda a oscuras, viviendo de las migajas que le suelta la burguesía.

Sin embargo, en el poco tiempo que lleva Petro en el gobierno, ha hecho un gobierno para organizar a los movimientos sociales, y sabedor de lo que se le viene, ha hecho una labor diplomática de alta factura, haciendo entender a la burguesía europea que su intención es construir una Colombia para todos los colombianos, no decretar el socialismo.

Como sea que ocurran las cosas, Petro en Colombia es el segundo experimento que el enemigo ataca con tanta ferocidad. Y de hecho, lo hace porque entiende que Petro está golpeando donde duele y que le está dando protagonismo a quien nunca lo tuvo. Y eso, para la burguesía, no es bueno, porque significaría que el pueblo está despertando y comenzará a reclamar sus derechos.

Caminito de hormigas…

Quien me conoce, sabe que no soy amigo de las lisonjas. Pero desde esta tribuna, hago un reconocimiento público a título personal al camarada alcalde de Valencia Julio Fuenmayor, quien, a pesar de su escaso tiempo, dedicó parte de él para atender y ayudar a mi camarada, hermano y amigo Pablo Chirinos. Pablo estuvo a punto de morir, pues necesitaba una operación de corazón abierto, e hicimos gestiones en todas las instancias, del partido, del gobierno regional y del gobierno nacional. Desde Miraflores se le ordenó a la médico, Johana Acero Martínez Autoridad Única de Salud de Carabobo, para que se ocupara del tratamiento mensual de Pablo, pero ella ni se dignó a llamarlo por teléfono. Cuando la llamaron desde la Sala Situacional y la regañaron, tuvo la desfachatez de llamar al hijo de Pablo para reclamarle. Y por supuesto, se olvidó de Pablo. Yo me pregunto si allí hay deontología, aunque creo que ella no sabe qué significa. Fuenmayor corrió con los gastos y la difícil atención de la operación (muy costosa, por cierto) que se hizo en Barquisimeto. Y es una demostración de que no ha abandonado su condición de revolucionario, de hombre sensible, humano y considerado, quien entiende el valor de un acto solidario. Mis gracias y mi afecto personal y público por la deferencia con ese dirigente sindical y social que es Pablo Chirinos, quien una vez culmine su rehabilitación, inicie sus labores en favor del proceso. Gracias Julio.



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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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