El nacimiento de Jesús, (Jeshúa), la estrella, los magos y la matanza de los inocentes ordenada por el rey Herodes, forman parte de las verdades y creencias compartidas por millones de personas en el mundo, aunque cada vez, aumenta el número de mortales que ponen en duda algunos de estos hechos categorizándolos como fábulas.
En el año 321 DC, el emperador Constantino toma el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús. Esto, en armónico maridaje entre la religión del Imperio Romano y su tradición del día festivo de los Saturnales. En el 350 DC, el papa Julio I, reconoce ese día oficialmente.
Las Escrituras no mencionan tal fecha. Por otro lado, los judíos aseguran que Jesús nace en otoño, entre el 29 de septiembre y el 15 de octubre del año 2 AC.
A pesar de la inexactitud de la fecha, de algo se está bien seguro, el nacimiento de Jesús, es un hecho registrado por la historia. Hay suficiente evidencia histórica que soporta tal acontecimiento. Tanto, que es punto de referencia para dividir la misma historia antes y después de él.
La estrella que guió a los magos hasta el lugar donde debía nacer Jesús, según el relato de Mateo, para muchos nunca existió, como tampoco existieron los magos, ni fue real la matanza de los niños, el 28 de diciembre conocida como día de los santos inocentes por los cristianos, siendo simplemente un relato ficticio con fines religiosos aprovechando la figura bestial de Herodes, que si existió, que Mateo simplemente escribió para hacer cumplir las profecías acerca de Jesús.
La duda toma fuerza entre los eruditos porque los hechos antes mencionados no son registrados por ningún otro documento excepto el evangelio de Mateo. Flavio Josefo, historiador judío de la época, ni ningún otro historiador, hacen referencia a los magos, a la estrella, ni a la matanza. “Testis unus testis nullus”, un solo testimonio no sirve, dice la investigación histórica.
En la edad media los escritores cristianos argumentaban que en la supuesta matanza murieron entre tres y quince mil infantes, pero, se conoce según censo de la época ordenado por el gobernador romano Quirino, que los habitantes de Belém no pasaban de ochocientos. Por este dato, la matanza de niños por ser un número insignificante, unos veinte, pudo no ser registrada.
Pero de lo que si podemos estar seguros es que estas verdades, fábulas y creencias forman parte de las celebraciones decembrinas aunadas a la alegría, la solidaridad, al compartir, al alto grado de consumismo y excesos de nuestro bagaje multicultural tradicional.