Alberto Adriani: Padre de la"Enfermedad holandesa"

Hacia finales de la larga dictadura de Juan Vicente Gómez, en Venezuela se comenzó a discutir sobre el futuro viable del país, en otras palabras, definir cuál era el problema económico fundamental de la nación y cuales serían sus mas racionales respuestas, ocupó las mentes brillantes de aquel tiempo, entre ellas la del merideño Alberto Adrianai. Para este pensador era obvio que el problema económico de Venezuela se resolvía  con una agricultura moderna y productiva, pues: “La agricultura y la cría soy hoy y serán mañana las bases principales de la prosperidad y grandeza del país.”1 Si bien para los inicios de la cuarta década del pasado siglo ya el petróleo había sustituido a la agricultura como base material de la sociedad criolla, Adriani consideraba que el petróleo era una actividad económica bastarda, ajena y superficial. En tal sentido sentenció: “La agricultura y la cría son mucho, mucho  más importantes que otras actividades postizas y antieconómicas a las cuales dedicamos mayor atención”.2 Por supuesto que Adriani se estaba refiriendo al petróleo.

Estas apreciaciones del pensador merideño, corresponden según el analista Asdrúbal Baptista, a la identificación de Adriani con el pensamiento económico universal, específicamente con la escuela FISIOCRÁTICA.3

Ahora bien, la contumaz defensa de la agricultura frente a la avalancha petrolera, llevó a Adriani a descubrir uno de los grandes males de las llamadas economías periféricas, insertadas en el mercado mundial a través de la explotación/exportación de un recurso natural: la Enfermedad Holandesa.

Los tratadistas definen la Enfermedad Holandesa como el proceso conforme al cual una economía percibe una inundación súbita de recursos financieros proveniente de un recurso natural, la cual causa una expansión exagerada en la generación de bienes y servicios no transables (gasto público, construcción, transporte, almacenamiento y comunicaciones, servicios financieros y seguros), a expensas de los sectores productores de bienes transables (agricultura, minería, industria manufacturera), por la sobre-valuación de la moneda y por la conversión de las divisas en moneda local a una tasa superior a la capacidad de absorción del aparato productivo real4

La adjetivación  “holandesa” de esta enfermedad proviene - a juicio de Warner Max Corden y Peter Neary- desde que en los años sesenta del pasado siglo, como consecuencia de los grandes descubrimientos petroleros en el Mar del Norte, los Países Bajos experimentaron un brusco aumento de sus ingresos fiscales, ocasionándose  la revalorización del florín y produciendo pérdida de competitividad en las exportaciones  no petroleras.

Los efectos económicos perniciosos de la enfermedad holandesa pudiéramos resumirlos en los siguientes:

A.-La producción de bienes no-transables se impone sobre la de los bienes transables (agricultura, minería, industrias manufactureras). B.-Incremento de los salarios reales C.-Revalorización del signo monetario. D.-Las empresas de bienes transables reducen sus inversiones y sus reposiciones de equipo, lo que se traduce en desempleo, baja productividad  y en altos costos para este tipo de bienes. E.-Descomunal incremento de las importaciones y reducción de las exportaciones de bienes transables. F.-El sector petrolero establece su hegemonía en el sector exportador. G.-El país retrocede en su vinculación con el mercado mundial, pues sólo oferta a éste materias primas de origen mineral. H.-El bajón en las exportaciones de bienes transables impone a su vez, una caída en la transferencia de tecnologías  desde los países desarrollados hacia el país enfermo. I.-Los  países afectados por esta enfermedad entran en una grave vulnerabilidad económica que pudiera llevarlos a una pérdida de  soberanía.

Esta misma sintomatología la había diagnosticado Adriani en la economía venezolana hacia los años treinta de la pasada centuria cuando afirmó: “El auge de las industria extractivas (se da) a costa de la decadencia de nuestra agricultura”5 Abundando en la idea de que la preeminencia de un recurso natural súbito empobrece las demás actividades económicas argumentó: “La agricultura sufre un retroceso  o una pausa con la expansión de las industrias extractivas que absorben nuestra mano de obra”6. Y Refiriéndose a la revalorización del signo monetario que origina el auge exportador montado sobre un recurso natural, lo que a su vez determina la cancelación de las demás actividades económicas, entre ellas la agrícola,  dejó claro que: “El factor de esta agravación de nuestra crisis es la desvalorización del dólar. O lo que es lo mismo, el encarecimiento del bolívar”7. Agravándose la situación para los cosecheros venezolanos por cuanto: “Con el bolívar caro, los precios de nuestros productos de exportación se han hecho irrisorios…Ellos están arruinando a todos los interesados…Yo propongo la desvalorización violenta de nuestro bolívar”8

Tal como lo podemos apreciar en atención a lo expuesto hasta aquí, Adriani diagnosticó muy bien los síntomas de la Enfermedad Holandesa hacia cuarta década del pasado siglo. De manera entonces que no fueron pensadores de otras latitudes los que descubrieron las manifestaciones de Mal Holandés; al contrario, tal mérito le corresponde a nuestro Alberto Adriani con quien la historia del pensamiento económico venezolano tiene una deuda que saldar.

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1.-Adrian i Alberto, Labor Venezolanista. Caracas. 1946. P.191

2.-IBID

3.-Baptista Asdrúbal. El relevo del capitalismo rentístico. Hacia un nuevo balance de poder. Caracas, Fundación Polar. 2004. P.220

4.- 1.-Grisanti Luis Xavier. La Enfermedad Holandesa es curable.

 http://www.analitica.com/va/economia/opinion/1558897.asp

5.-Adriani. Op.Cit. p 163

6.-IBID. P.234

7.-IBID. P 351

8.-IBID. P 352-357

 



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Humberto Trómpiz Valles

Historiador y profesor universitario jubilado, especializado en historia petrolera de Venezuela.

 htrompizvalles@gmail.com      @trompizpetroleo

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