Parte I

Estados Unidos: mercados y hambre

La agresividad y velocidad con que se desarrollan los movimientos geopolíticos de los imperios occidentales, en los últimos años, dicen mucho del tipo de contradicción que enfrentan; así como, de su naturaleza. Las crisis financieras y económicas de Estados Unidos y Europa más parecen un trabajo de parto a una nueva globalización que una crisis estructural que ponga fin al sistema capitalista.

Sobre tales movimientos geopolíticos debemos agudizar el análisis para develar las fuerzas en pugna que fundamentan esta reorganización global y que pujan por romper con el estado actual de contradicción del capital.

Con la primera guerra mundial la contradicción principal del capital pasó de la guerra entre las colonias y los países colonialistas a la guerra entre capitales por el reparto de las colonias y antiguos imperios como el otomano y el austro- húngaro. Este período tuvo su desenlace con el reparto de territorios, ocurrido después de la segunda guerra mundial.

Sin embargo, a diferencia de los antiguos repartos de territorios entre los vencedores capitalistas-colonialistas, este contó con una particularidad, uno de los imperios beneficiarios del reparto decía ser socialista. Esta particularidad sirvió de fundamento a una nueva contradicción entre capitales: unos que promovían un capitalismo de “mercado” y otros que postulaban un capitalismo de Estado. Diferencia que se expresaba más por su carácter hegemónico (imperio de la Unión Soviética contra imperio norteamericano) que por su “carácter ideológico”. Sin embargo, el carácter de esta lucha permitió el desarrollo militar, tecnológico y económico de los distintos imperios.

Por otra parte, la contradicción en el plano internacional se impregnaba mutuamente con las contradicciones internas de cada imperio. Este período denominado de guerra fría sirvió de colofón para definir el reparto mundial entre los imperios. El método de lucha tenías varios niveles de operación: una era la mutua amenaza nuclear; otra, atacar y exterminar potenciales revoluciones pro-capitalistas o pro-socialistas o en su defecto negociar el “exterminio” de estas revoluciones a cambio de prebendas en otras partes del mundo. La lucha de clase de los pueblos y los ascensos revolucionarios no importaban; el punto central eran los intereses del líder de turno y sus juegos geopolíticos de hegemonía en la región. El todo consistía en cambiar una revolución por un vasallaje que le diera hegemonía.

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Néstor Aponte


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