El 12 de octubre
del año 1492, tuvo una significación transcendental, universalizó
la historia, hasta ese momento incompleta por su geografía reducida
-según expresión de Vasconcellos-. Empezó ese día lo que el Dr.
Uslar Pietri llama la creación del nuevo mundo, que cambia el mundo
conocido, señala el Dr. Uslar Pietri “fue el comienzo de un
nuevo tiempo para el hombre, es decir la creación de una nueva realidad
cultural, fundamentada en el mestizaje”. El Libertador tenia
plena conciencia de esta realidad cuando escribió: “Nosotros
somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado
por dilatados mares, nuevos en casi todas las artes y ciencias, no somos
indios, ni europeos...”.
Para los españoles su conmemoración se centra y tienen motivos de
celebrar en que fue el día que expulsaron a los Moros de su territorio,
por ello debemos apoyar el cambio de denominación del Día de la Raza
¿Cuál raza? por el Día de la Resistencia Indígena con actos conscientes
y reivindicadores.
Si retrocedemos
a la época del descubrimiento y pensamos en quien era Cristóbal Colón,
el intrépido genovés, con su loca idea de conquistar y explorar nuevos
mundos, “Colón fue la insistencia, la esperanza enardecida...”
un convencido de sus propósitos, sin medios económicos, recibe toda
la confianza de la Reina Isabel la Católica, quien empeñando todas
sus joyas hace posible tal aventura.
Esa es la realidad,
aunque a veces nos enfrascamos en juzgar en forma generalizada los hechos,
adaptando los términos para lo que queremos desconocer, y de nuestros
aborígenes, solo nos conformamos con el recuerdo de su coraje y la
abnegación de aquellas gestas inolvidables.
Entonces por
que no mejor recordar cada 12 de octubre, para que realmente sea el
Día de la Resistencia Indígena, a Murachi que impetuosamente se levanta
contra Juan Rodríguez Súarez y perece llevándose intacto su amor
por Tibisay, quien consolando su dolor en las montañas andinas y según
la leyenda histórica de Don Tulio Febres Cordero, con sus lagrimas
formó las chorreras de Milla; al valeroso Tiuna quien muere como los
grandes héroes de la mitología griega; a Yoraco cuenta la historia
de Garci-Gonzáles, que el conquistador deseando apoderarse de las actuales
tierras del estado Miranda, preparo un ataque, pero Yoraco sabia lo
que estaban tramando y empuñando su macana empezó a luchar, quedándose
sorprendidos los españoles por el coraje del cacique, cuando agotado
por la lucha y lleno de heridas, sucumbió, rodeado de españoles que
esperaban su muerte, para su sorpresa de sus heridas no brotaba sangre,
y dicen los relatos que se debía a un collar de cuentas azules que
llevaba de amuleto, al dar Garci-Gonzáles la orden que se lo quitaran,
de inmediato comenzó a brotar sangre de las heridas del valiente Yoraco;
a Paramaconi quien siempre actúo con mucha inteligencia, maduraba sus
planes de defensa con sistemas y tácticas de guerra. Durante la conquista
realizo una enérgica resistencia y fue junto a Guaicaipuro el que con
mayor coraje se opuso a los españoles. Su lucha esta rodeada de incontables
relatos; a Tamanaco que enfrento la lucha entendiendo que la unión
era sinónimo de fuerza, así reuniendo a varias tribus, decidió atraer
al conquistador español a un lugar para ellos conocido, donde pudiesen
combatir y triunfar. Herido y prisionero fue obligado a enfrentarse
con un perro de presa, que era su compañero, pereciendo en tan desleal
lucha; a Apacuana porque en el proceso de colonización muchas fueron
las mujeres que ofrendaron sus vidas junto a los valerosos caciques,
Apacuana era la madre del cacique Guacema; a Guaicaipuro dice Oviedo
y Baños que: “su nombre fue siempre tan formidable a sus contrarios,
que aún después de muerto infundia temores su presencia”
Además su nombre esta ligado a la fundación de Caracas; a Cairicurián
respetuoso del valor de Chicaramay, se hizo pasar por esté para morir
en su lugar y dejar con vida la esperanza de lucha; a Terepaima, el
valeroso Terepaima combatió como los inmortales de la guerra, llevándose
la gloria de derrotar al terrible Juan Rodríguez Súarez, que azoto
a nuestros indígenas sin el menor sentimiento de piedad. En todos ellos
es que debe centrarse nuestro pensamiento y acción para desterrar por
siempre nuestra visión eurocentrista de la historia, de que sirve derribar
las estatuas de Cristóbal Colon y juzgar, en el caso de Mérida, todos
los años a Juan Rodríguez Suárez sumando más crímenes a su prontuario
y de lo que menos nos ocupamos es de resaltar la gloria de nuestros
aborígenes, con esto nada ganamos mientras no sembremos conciencia
las estatuas en cualquier momento las volverán a colocar en sus respectivos
pedestales. Lo importante es que cada palabra y cada acción este orientada
a la formación del nuevo ciudadano que la patria reclama, sin ataduras
con el pasado y consciente que debe convertirse en protagonista de la
otra historia que esta por reescribirse.
Recordemos
que seguimos en deuda con nuestros primeros pobladores, cuyo proceso
de formación fue interrumpido por la invasión conquistadora, que destruyo
la dinámica de nuestros ancestros, quienes ante su acoso se vieron
en la necesidad de trasladar su hábitat, disminuyendo considerablemente
con las encomiendas hasta casi desaparecer para el momento de la fundación.
Muchos prefirieron ofrendar sus vidas que ver su raza mancillada.
En el caso
del valle del mucutíes (Bailadores, Tovar y Santa Cruz de Mora) de
las huellas de su pasado, solo quedo como mudo testigo de esta cultura
el río Zarzales que en su canto bullicioso, dejó en cada piedra una
muestra de su dolor y haciendo a su paso una mueca a las verdes manos
estiradas de los matorrales que quedaron como novia del río esperando
en la orilla el retorno de aquellos tiempos y de aquellos hombres y
mujeres que libres corrían entre sus aguas.
(*) DIRECTOR DEL IMUCU