Hacia una nueva ética política

Indudable y absolutamente necesario que la clase política venezolana construya una nueva ética, unos valores diferentes y pueda así sobrevivir a la hecatombe que se le aproxima, si opta por quedarse con esa indolencia y viveza criolla que siempre ha caracterizado a estos especímenes de la sociedad en que vivimos.

Definida en la antigua Grecia por Aristóteles, sumo sacerdote de la sabiduría helénica, la política era el arte de gobernar a los pueblos. Sólo que las cosas hasta el presente han cambiado y los pueblos ahora tienen conciencia y luces, que hacen casi imposible el ejercicio de esas artes aristotélicas, que por lo demás parecen piramidales, elitescas y modernamente, oligárquicas.

John Karras, el filósofo norteamericano de la productividad industrial, en su libro Cómo Negociar, afirma que “La política es el arte de hacer alianzas para gobernar a los pueblos”.

Si superficialmente analizamos la anterior expresión, nos daríamos cuenta de dos cosas que pudiéramos inferir fácilmente. La primera es que corresponde a un concepto amplio, en el que se tiene la visión inclusionista y participativa que propicia alianzas entre los diferentes componentes, referentes o sectores del mundo político. Esto debido a que nadie puede creerse dueño de la verdad absoluta y, en consecuencia, la legitimidad sólo puede lograrse a través de alianzas que promuevan aquello del ganar-ganar. Aunque esto último toca o puede afectar el concepto ético de la política, la cual equivocadamente se ejerce como medio para adquirir protagonismo o para lucrar vorazmente bajo la sombra de impunidad, que suma tres factores perversos que son: silencio, complicidad y corrupción.

Y como corolario práctico de esta primera disquisición, queda la interrogante capitalista ¿Cuál es el precio de las alianzas en periodos pre-electorales? Es decir ¿Cuánto hay pa’ eso?

No sé por qué, pero en este momento recuerdo la conversación entre dos compatriotas uniformados y el uno decía al otro, “Chamo, yo no le pido nada al Jefe, pero si quiero que me ponga donde hay”.

La segunda conclusión que deducimos de la sentencia aforística del Dr. Karras, es que pocos referentes u operadores políticos tienen la suficiente capacidad para negociar. No hay “open mind”, ni perspectiva compartida, de equipo, de compañerismo.

Lo único que prevalece es un individualismo, un egoísmo que se niega a compartir liderazgo, posiciones o simplemente el usufructo de las acciones gubernamentales.

Lamentablemente por esta vía, se le escapan posibilidades de ejercicio del poder a muchos líderes que por practicar la política del caracol, se niegan a sí mismos grandes e irrepetibles oportunidades de desarrollo personal y de servicio a su patria, a sus semejantes.

Sin embargo, y solamente como evidencia pedagógica, citamos textualmente de Octavio Paz, en La Otra Voz, lo siguiente: “La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Si o No. En su brevedad instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana”.

En realidad se aplica aquí, también el concepto de libertad plena, plasmado en Gargantúa y Pantagruel, cuando se afirma: “Haz lo que quieras, pero recuerda que de todos tus hechos tienes que dar cuenta”. Esta frase en ética política, actual y criolla, no tiene un significado trascendental. Pero ya en el campo estricto de la moral, disponemos de valores filosóficos: haz el bien por el bien mismo. El religioso: hazlo porque tu bienestar lo amerita. El político: hazlo porque lo requiere el bien común, por amor a la patria. Así queda demostrado que la libertad nunca es total y absoluta, sino que comparte ciertos límites que pertenecen a la capacidad humana de decidir y la otra que está conformada por los patrones sociales que condicionan la personalidad individual.

Retrotrayendo acciones e instituciones del pasado siglo XX venezolano, no podemos dejar de escudriñar en la ambidextría de los partidos políticos AD y COPEI, que fueron padrotes de la corrupción y la antiética. Para mal de muchos, cohabitaron con Dios y con el Diablo, para finalmente hundirse en el abismo y en la nada.

La carencia de ética y de moral fue tan grande que, incluso, llegaron a inventar un doble para salvar de la crítica y del rechazo, a un médico fracasado que habían colocado como Presidente de la República y que era más conocido por sus gustos etílicos y celestinos amoríos, que por su dotes de estadista y bienhechor del pueblo.

Esos partidos del siglo pasado nunca tuvieron doctrinas, ni visión de país, de Estado o Sociedad, pero sí tuvieron misión, que consistía en secuestrar el ejercicio del poder público, para su aprovechamiento grupal y la amoral traición, discriminación y exclusión en que siempre tuvieron al soberano, razones más que válidas para explicar el fracaso estruendoso de la llamada IV República, y el consecuente rechazo hacia esos partidos.

En un mundo de tantas intrigas, envidias, zancadillas, chismes y corrupción, espinoso y quijotesco hablar de ética política. Pero el bienhadado profesor Pedro Mujica, me enseñó que arar es bueno aunque sea en el mar.

En este carnaval de afiches, avisos, grafitis, pendones, vallas, backings, rotulaciones y demás ingredientes del mercadeo y la publicidad ¿Dónde quedará la ética política?

Para la Alcaldía de Valencia hay más de 17 candidatos. Todos ellos con ganas de echarle pichón, de ponerle la mano al billón de bolívares antiguos que forman su presupuesto. Me resisto a creer que esos candidatos son inefables ciudadanos, alentados y enviados por el Espíritu Santo a salvar nuestra ciudad de las siete plagas apocalípticas que ahora le azotan y laceran.

Para la Gobernación de Carabobo hay 14 candidatos, sin incluir el del PSUV, que lanzaremos en su día y en su hora ¡Qué horror! Dios mío tener que presenciar estas luchas fratricidas en ausencia del coliseo romano.

Ha llegado el tiempo de construir una nueva ética política. Una ética que limpie y purifique el estamento político, que lo depure de tanto batracio, de los vivos de siempre que quieren medrar a la sombra de los diferentes presupuestos. García Márquez decía que “los escritores mienten por vocación, pero los políticos mienten por profesión”.

Es tiempo de revolución, de cambio y rompimiento con viejos esquemas, vicios y corruptelas de todo tipo.

Son los tiempos gloriosos de la siembra, del surco y del arado. Es el tiempo en que el PSUV demostrará cómo construir un partido con ética y con moral. Cómo el servicio hacia las comunidades, hacia el semejante, es la base de legitimación, crecimiento y desarrollo colectivo y socialista.

Necesitamos políticos honrados y honestos, capaces y eficaces que puedan entender que el pueblo es superior a ellos y no al revés. Políticos cuya ética y moral sea transparente y blindada.

Es urgente, cardinal y necesario que los partidos y los operadores políticos estudien, se preparen, se instruyan y busquen la forma de dar respuesta real y verdadera al pueblo. De no hacerlo, esos partidos y dirigentes de pacotilla se convertirán en inútiles estatuas de sal, como en el texto bíblico.

Spinoza expresa en su libro Ética, que: “Los hombres que se guían por la razón, es decir, los hombres que buscan su utilidad, bajo la guía de la razón, no apetecen para sí nada que no deseen para los demás hombres y por ello son justos y dignos de confianza y honestos”.

herreramarianoj@gmail.com


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Mariano José Herrera Villera

Periodista Venezolano-Palestino.

 marianoali73@gmail.com      @aliperiodista

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