Radonski, el desnaturalizado

En Roma, la del imperio, la del Coliseo y el onanismo por la sangre, alardean que para alcanzar el poder “no hay que ser del pueblo, sólo con parecerlo es suficiente”. Las razones de las debilidades orales que tiene el candidato de la derecha Capriles Radónski son obvias: el hombre está desnaturalizado, enajenado, emboscado por sus propias mentiras. Si algo tiene peso en la opinión pública y más en las campañas electorales es la inconsistencia discursiva en todo momento. Al esfuerzo que tiene el representante de la MUD de tratar de repuntar en las encuestas, recorrer el país, se le une el más letal de todos: simular un Capriles que no es, parodiarse así mismo, fingir ser otro teniendo conciencia de ello. No es que Capriles no sepa hablar, no es que el famélico candidato no sea preparado, no es que él sea un improvisado; para nada son estas las debilidades de Radónski. Lo que ocurre es que este ciudadano está manejándose dentro de una estructura discursiva en la cual no cree, no se siente cómodo. Reconozco que las campañas electorales tienen algo de melodrama, de show, de escenarios incluso lagrimosamente cursis, pero el caso del candidato de la derecha está en los límites de la falsedad.

Para ver a un Capriles fluido en su discurso, con naturalidad, aplicando el ademán oportuno, la soltura y empuje necesarios ante los medios de difusión o en sus mítines, póngalo por ejemplo a hablar de los “atributos”  que él le confiere al  libre mercado, al desarrollo del capitalismo, a la privatización hasta del agua potable; póngalo hablar de cómo se aliaría con Israel y Estados Unidos para establecer en Venezuela bases militarse al igual que en Colombia, permítanle que explique las estrategias de privatización que manejaría con Luís Giusti y Quirós Corradi –entre otros desalmados- para entregarle la Faja petrolífera del Orinoco a los intereses del imperialismo, déjenlo que aclare de qué forma serían tratadas las transnacionales mineras en los territorios indígenas; seguro verán ustedes a un Capriles locuaz, con la precisión en su verbo, exponiendo con alegría discursos incluso de 2 ó 3 horas hasta debajo de la lluvia. El candidato de la MUD no es que no sea elocuente, no es que sea torpe en las tarimas, no es que se le nubló la mente cuando se paró ante sus seguidores en el CNE; no, para nada, lo que ocurre es que está balbuceando cosas, tanteando ideas en las que no cree, ni creerá porque no puede, está imposibilitado culturalmente para hacerlo por su condición psicológica de extrema derecha; es un usurpador de discursos.

Veamos que nos dice uno de esos expertos en materia de construir lideratos de laboratorio, de esas fórmulas dónde usted mete un fascista en el cajoncito de la tele y lo posicionan como un gentil caballero, inocente y sobre todo angustiado por las penurias de los más desposeídos. El periodista Joe McGinniss  escribió en la década del 70 el libro “Cómo se vende un presidente”, este versado en comunicación política participó  en las reuniones previas al lanzamiento de la campaña electoral de Richard Nixon; además se encargó de desentrañar las argucias que se suscitan en la política estadounidense al momento de seleccionar al inquilino de la Casa Blanca. Explica McGinnis en su libro que el candidato “En la televisión importa mucho menos que carezca de ideas. Es su personalidad la que los televidentes anhelan captar. No hace falta que sea estadista o cruzado; le bastará exhibirse en el momento oportuno. Su éxito o fracaso se evalúa con toda facilidad: ¿con cuánta frecuencia se le solicita ante las cámaras? Si es con harta frecuencia y alcanza su meta –pasar de <> a <>-, se promueve un ascenso de categoría otorgada por los agradecidos televidentes convencidos de que, finalmente, han podido contar con todos los elementos para ejercer una opción”. Esta apreciación la planteo porque está claro que las estrategias electorales de Radónski no son para nada criollas, tienen la etiqueta “made in usa”, típica de cuanto mentecato mandó por Latinoamérica desde mucho antes que Kissinger sentara las bases en la región de cómo se construyen lacayos y se tumban o asesinan a verdaderos líderes. Presumo que Capriles toma algunas referencias de Nixon, quien afirmaba que “cuando el estilo y la personalidad dan la idea de un disfraz de las relaciones públicas, no me interesa en absoluto”. Uribe por lo menos se siente orgulloso de su caradurismo cuando habla de derechos humanos con “toquecitos” sanguinarios; para nada esconde sus intenciones, siempre actúa y habla desde la derecha y se ensaña contra la izquierda a todo momento;  pero en el caso de Radónski lo que uno percibe es vergüenza en el discurso, una extrema simulación, lo que a uno le llega es la imagen de un ser cargando la pena de tratar de redimir al puntojismo ¿Será que alguien le puede decir “por qué buscas a los vivos entre los muertos”?.


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Mariano Ali

Periodista Venezolano-Palestino.

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