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El colapso de las empresas básicas

Recientemente, con gran asombro, hemos presenciado insólitas situaciones de emergencia que ponen sobre el tapete el tema de la responsabilidad de los altos funcionarios públicos. SIDOR, la enorme siderúrgica nacional, productora del acero para el desarrollo industrial del país, importaría algunos productos que fábrica por naturaleza para, mediante una operación especulativa cambiaria, obtener dólares y bolívares que le permita hacer frente a sus obligaciones de pago. El presidente de VENALUM, la Venezolana de Aluminio, con una capacidad de producir 400.000 toneladas métricas anuales de ese valioso metal, (insumo preciado para la fabricación de miles de productos derivados), anunció que importarían cantidades del metal para operaciones de reventa las cuales, por la paridad diferenciada del bolívar con respecto al dólar, harían posible la liquidez necesaria para atender deudas y compromisos de satisfacción inmediata para su funcionamiento.

Sobre la recuperación de las empresas

Ambas situaciones, sin mencionar otras, plantean muchas reflexiones. Suponiendo que tales medidas de emergencia, insólitas por su propia naturaleza, sean necesarias para la sobrevivencia de estas empresas básicas propiedad del Estado venezolano y aceptando que los presidentes o equipos que toman las decisiones actúan de buena fe y en dirección a salvar las dificultades actuales de esas empresas, se pone de manifiesto la necesidad de realizar con toda profundidad un diagnóstico del estado actual de dichas factorías en todos sus aspectos para la elaboración precisa de un plan de recuperación y de las necesidades del mismo. En este punto es necesario determinar con toda certeza las causas que produjeron la precaria situación en la que se encuentran y la escala de importancia de dichas causas. Hay que diferenciar las causas que tienen origen en las decisiones propias, de aquellas otras que tienen un origen material o técnico o de circunstancias ajenas a la voluntad de los dirigentes de dichas empresas. Esto llevará a establecer el peso específico de cada factor y a elaborar una propuesta que tenga un sentido estratégico y que constituya una política de estado o de nación para el manejo de dichas empresas, con el fin de evitar que pueda producirse un nuevo colapso en su funcionamiento. Por otra parte, la determinación precisa de la escala de causas y la naturaleza de las mismas nos va a permitir saber, en qué medida estamos en capacidad de controlarlas y de establecer la relación entre la política puesta en práctica para la dirección de las mismas y el resultado, así como el desempeño de las personas al frente de ellas y las responsabilidades individuales y colectivas para las sanciones correspondientes.

Sin establecer responsabilidades no hay recuperación real

Todos estos son elementos esenciales a la posibilidad de recuperar la operatividad y los rendimientos positivos de estas empresas y especialmente su real capacidad de convertirse en motores de un desarrollo industrial que contribuya a cambiar la economía rentística nacional en una economía productiva. He aquí un factor que generalmente se deja de lado, por parte de quienes diseñan las estrategias basándose en una concepción parcial de la realidad. Se trata del establecimiento de las responsabilidades. El análisis crítico de las políticas empleadas y de las decisiones tomadas tiene que llevar a formular un criterio sobre la conveniencia y pertinencia de las mismas y sobre la responsabilidad de las personas que tomaron las decisiones. Esta manera de abordar un nuevo período para bien de la nación, es indispensable para que este ejercicio sea responsable y participativo, capaz de comprometer el esfuerzo creador y productivo de millares de personas y de generar la mística necesaria que haga posible la recuperación operativa de esas empresas.

En pocas palabras; no se formará una mística de organización y de trabajo para construir nuevas relaciones sociales de producción entre los trabajadores, (profesionales, técnicos, administrativos, generales y gerenciales o de dirección), si no se identifican plenamente los errores cometidos y los responsables de esos errores. En el mismo sentido, sin esa mística no se van a cambiar las relaciones sociales de producción, porque la sola existencia de la propiedad estatal mayoritaria de dichas empresas no resuelve el problema de la apropiación de las mismas por parte de los trabajadores y de la colectividad.

De la estatización a la socialización.

Para que esas empresas dejen de ser simplemente una propiedad del Estado (y en ese sentido una propiedad separada de la población) y pasen a ser propiedad de la sociedad (término este que incluye a todos los trabajadores de esas empresas y a la comunidad nacional), las políticas y decisiones erradas tienen que ser identificadas, conocidas y reconocidas por los trabajadores y el resto de la sociedad y los autores de las mismas tienen que ser sancionados. De lo contrario lo que se promueve es, por una parte, la indefinición y confusión de las políticas y de las decisiones, lo cual conduce a que los trabajadores y la sociedad no sean capaces de discernir sobre ellas y por tanto tampoco tendrán posibilidad de elaborar nuevas políticas y tomar las decisiones de manera participativa y protagónica y por otra parte, la irresponsabilidad del estamento político y dirigencial y la impunidad como fuero propio del ejercicio de los cargos burocráticos. Con esa conducta se afianza el proceso de construcción de lo que se conoce con el nombre de socialismo de estado, que es una deformación del socialismo que conduce inevitablemente a la reaparición del capitalismo de estado y al resurgimiento con mayor virulencia de fases del capitalismo, algunas conocidas y otras desconocidas, pero todas con la inevitable carga de alienación, explotación y opresión de la mayoría de la población.

Ciudad Guayana, (Venezuela) 15 de julio de 2010

edwinroberto@gmail.com



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