El poder político y militar en el mundo y una Venezuela geoestratégica

Muchos fueron los analistas que dejaron su opinión clara respecto de la derrota de Adolfo Hitler durante la Segunda Guerra Mundial: su obsesión con las estepas rusas lo quebró, cuando la clave de la victoria estaba a la mano con atender al llamado del "Zorro del Desierto", Edwin Rommel, apoyando su campaña en África. Se trataba de conquistar geoestrategia y no coronar inmediatos triunfos espectaculares, como se moría el Führer con URSS. Bastante se ha descrito la situación desesperada de este general con su Afrika Korps, donde languideció por falta de recursos logísticos, volcados todos en tierras rusas. En la historia militar, el trato a Rommel por sus superiores figura como lo que no se debería hacer cuando la emoción llega a privar sobre la fría inteligencia de la estrategia que requieren los combates.

No se diga hoy que hay una guerra confederada en el mundo, de eje a eje, como la Segunda Guerra Mundial, menos si se tiene en cuenta el desmoronamiento de uno de los bloques de ese tétrico equilibrio mundial que fue la Guerra Fría; pero dígase que el mundo ha estado en constante guerra, pormenorizada, de intensa exploración, toma y explotación de recursos energético, minerales y geoestratégicos por parte de las potencias militares. EEUU, renuente a abandonar su acomodado sitial post guerra con su OTAN, y Rusia, antigua URSS, desarticulada, sin el marco bélico aliado que le brindaba el Pacto de Varsovia, compitiendo ambos por asegurar "combustible" y "campamento" a futuro. El mundo se les convirtió en un tablero de ajedrez de los recursos naturales, donde la consigna fue guerrear en silencio, a pulso, con movidas de piezas de la política internacional y la conformación de alianzas. El pulso de los intereses.

Así fue posible que no se repitiera un enfrentamiento entre países aliados de la manera frontal convencional; y fue posible también que no se repitiera el uso expreso y literal del armamento nuclear. Se evolucionó hacia lo artero, trapacero y solapado, en virtud de que se ingresaba a la Era de la Información, y está bondad se prestó para la manipulación mediática y el engaño de la opinión pública. Porque la nueva modalidad fue la guerra con base en la consideración democrática y la aprobación de la preceptiva civilizatoria. De modo que fue posible mirar a un grupo de aliados apalear a unos oponentes desguarnecidos en nombre de un concepto publicitario y paradigmático como la libertad, la democracia, el antisemitismo, el terrorismo. Los medios de comunicación entraban en batalla. Así fue posible, también, presenciar como ataque nomás de artefactos misilísticos la diseminación fraccionada del poder equivalente a varias bombas atómicas en Irak, sólo para poner un ejemplo. Una real mentira, tan cierta como las famosas armas de destrucción masiva jamás encontradas.

Entonces uno de los polos de poder, descalabrado de la antigua alianza de la Guerra Fría y sometido a reajustes internos geopolíticos, reconfiguró el panorama del poderío militar y económico en el mundo con su acaecer particular. Rusia. Se subsumió de inmediato en una suerte de rearme y asentamiento ideológico, donde conceptos como nacionalidad, defensa, política y supervivencia sufrieron reajustes. Un proceso de recomposición interno, ni más ni menos. Mientras tanto, la parte contraria, intacta en su armazón post guerra, con los mismos aliados, cuales Inglaterra, Francia, Alemania, Etc., proclama el fin de la rivalidad ideológica y se dispone en lo sucesivo a disfrutar de las mieles de la victoria. El mundo encuentra dueños.

Intensifica su concepto de aseguramiento de zonas de influencia, como el Medio Oriente, América Latina, África; inventa argumentos de sometimiento militar, como terrorismo, antisemitismo, narcotráfico y guerrilla, guerra de culturas, a efectos de darle una fachada civilizada a sus operaciones de toma en el globo terráqueo. Tanto así, que el otrora enemigo comunista se da por hecho desbancado, en un momento ni siquiera combatido en su eventualidad fantasmagórica. La dejadez o ausencia del otrora poder equilibrante (URSS, Rusia), durante una década o dos, le da licencia a la parte “triunfante” para recomponer a su medida el planeta. Se expanden las alianzas, minándose el mundo con armamento nuclear. Se arman pequeños, estratégicos y complementarios países, como la India (no en su aspecto geográfico), Pakistán, Israel. Se resucitan conceptos de gobiernos satelitales, satrapías, protectorados, consulados, a efectos de mantener saludables las influencias.

Para cada región una estrategia. En América Latina se arma a Colombia y se divide a Bolivia. Se ataca a Venezuela. En Asia y Euroasia se le "montan" vigilantes a las potencias dormidas: a China con Taipei y a Rusia con Polonia, República Checa y otros. En el África la victoria militar la alcanzan ahora los aliados −en vez del viejo Rommel− con efectivos controles. Se trata, en general, de una parcializada y cuidadosa repartición del mundo, tomando expresamente lo expuesto, minando a futuro lo difícil y soñando con el establecimiento de una suerte de imperio de los mil años, ni más ni menos como el sueño fascistoide hitleriano. Las herramientas institucionales están a la mano, financiadas y compradas con antelación en sus resoluciones, tales como la ONU, la OMC, la OEA, etc. Los países petroleros y su organización intentan ser reblandecidos, recientemente obligándose a Indonesia a renunciar a la OPEP, sólo para poner un ejemplo.

Brillantemente se impone el esquema neocapitalista de explotación del hombre por el hombre, donde menos de un 2% de la población mundial es dueña de un 70% de la riqueza. Hora, pues, de apogeo, de luces artificiales en el cielo, de soltura de los caballos victoriosos, después de la caída de El Muro de Berlín.

Mientras tanto, el oso polar ruso duerme el sueño de su traumatizante recomposición, y a ratos la vigilia le perturba con la realidad de un mundo que luce sumido en la unipolaridad del poder. Con ojos nebulosos contempla la pérdida de personalidad propia con la toma del petróleo iraquí por parte de los aliados, otrora bloque opuesto del propio. Con negligencia se entera que su antiguo rival de guerras frías procura sitiarlo militarmente, con nuevos aliados, como Georgia, con bases misilísticas en sus fronteras, como en República Checa, Polonia, a título de defenderse de los misiles iraníes, tan ciertos como las mencionadas armas de destrucción masiva. Lámpara de Aladino para Asia, como el computador de Raúl Reyes para Suramérica.

El viejo conglomerado ruso ensaya su iniquidad militar en Afganistán, en un primer tiempo, hora rampante aún del viejo oso de guerra. Pero durante la era de los deslindes, década de los noventa, se sumerge en una guerra absorbente, como la de Chechenia, situación que lo pierde casi por completo como polo de equilibrio en el mundo, donde la alianza contraria empezaba a empujar hacia la supremacía. Simple momento histórico donde la crisis interna obliga a uno a retirarse del panorama de las influencias del todo. Aunque para otros, el momento es consecuencia del accionar enemigo, como lo consideran los estadounidenses con su Ronald Reagan, supuesto artífice de la caída soviética.

Sólo una situación salva de la hecatombe a la Rusia en recomposición de fuerzas y nacionalidades: el petróleo y el gas. Rusia los tiene a granel, no teniendo (como EEUU) que librar costosas guerras para obtenerlo, quien, por cierto, ha tenido que librárselas con la nueva potencia de poder en el mundo (China) para asegurarse su suministro. A favor de Rusia ha jugado semejante eventualidad, con una China inquietante haciéndole la suplencia de contrarrestar a Occidente en su pretensión de apoderarse completamente de los mercados del mundo.

China entra en juego, y Rusia, mínimamente en sus cercanías, ensaya una alianza con ella para mantener a flote su influencia. Se dedican a suministrar asistencia técnica y militar a los "istanes" del Asia Central: Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirguizistán. A toda costa había que mantener la lealtad militar local bajo influencia, no pudiéndose tolerar el ingreso de los intereses europeos pro EEUU. Así conforma con China la Shanghai Cooperation Organization (SCO). Mantiene también Rusia bajo su influencia (y la mantuvo durante su letargo) la zona de suministros de energía desde el Mar Caspio hacia Europa y Asia, situación que enerva el criterio de estabilidad europeo, porque desde hace mucho conceptúa Occidente semejante área como vital para su subsistencia. Por ello el conflicto presente, con Osetia del Sur, lugar separatista pro ruso, donde EEUU intenta el quiebre de su influencia a través de Georgia.

Por cierto, hay que remarcar que mientras el gigante estepario volvía al primer plano de la panorámica del poder en el mundo con el capítulo Georgia-Osetia-EEUU, el otro pequeño gigante emergía y hacía el trabajo de contrarrestar a las potencias occidentales en la lucha por la energía, que a fin de cuentas es el cuento principal. Como si se dijera que las entretenía mientras se restablecía el equilibrio en el mundo. China, como es sabido, es un país hambriento de petróleo, gas y minerales en general; y su trabajo diplomático en países africanos como Argelia, Angola, Chad, Guinea Ecuatorial, Nigeria, Sudán (petróleo y gas), Zambia, el Congo, Zimbabwe (reservas minerales), apuntan a cubrir tales necesidades, a la vez que fundar sobre ellos un poderoso mercado de provisión de armas. Como a Rusia con Osetia del Sur y Polonia, el reciente capítulo de los EEUU con Birmania es un intento de contrarrestar poder de influencia chino en la competencia por los recursos energéticos. Birmania posee cuantiosas reservas de gas y petróleo en un monto significativo.

No es secreto que desde el 2006 el Departamento de Defensa (informe anual) ha considerado preocupante la capacidad militar de China como serio competidor por las reservas energéticas del mundo, asumiendo su reducción como objetivo de seguridad nacional. Así como tampoco es un secreto que la toma del Medio Oriente responde a una elaborada planificación de aseguramiento de las reservas y vías de suministro petrolero del Golfo Pérsico(doctrina Carter, 1980). Como no debe ser secreto tampoco que con la administración Bush se intentó trasladar la misma doctrina Carter al Mar Caspio (acceso de los EEUU a los suministros), financiando y construyendo oleoductos alternativos para minimizar el poder ruso de control de las vías. El suministro de energía a Europa y parte de Asia transita por la zona del Mar Caspio, misma que está bajo influencia rusa. Como si se dijera que Europa está hasta cierto punto dentro del puño de Rusia, por esto del dominio de las vías de suministro.

El capítulo de Osetia del Sur, atacada por Georgia, bajo la instigación estadounidense, no fue más que la expresión de la anterior osadía de los EEUU de intentar bordear a Rusia en sus fronteras con bases misilísticas. Mucho tiene que ver la mengua de Putin (al menos de modo protagónico) con la protesta de los generales rusos, cuando prácticamente alertaron que los militares gringos ya estaban metidos en casa. La evidencia de que el plan estaba precisamente elaborado es la declaración de Polonia de aceptar las bases misilísticas estadounidenses sobre la eventualidad bélica de Osetia del Sur, aunque las previsiones no fueran las mejores para ellos. Había que despertar, y la respuesta demoledora contra los georgianos atacantes constituye, como se vea, el renacer de una nueva (y vieja) bipolaridad mundial. Con una Rusia ahora volando sus bombarderos TU-95 cerca de las fronteras de los EEUU, a modo de respuesta, y una China en el plano de la alianza, más invitaciones que desde América Latina se le hacen a su flota naval para contrarrestar el influjo norteamericano, no hay duda alguna. En Osetia del Sur hubo prácticamente la posibilidad de enfrentamiento directo entre rusos y americanos.

No se dirá en momento alguno que renace la confrontación ideológica, la historia misma, para hablar en los términos de Francis Fukuyama; pero no se puede obviar que la historia de las ideas es cabalmente una historia de las guerras. Los planos de las diferencias enfrentadas se racionalizan en asunción de discursos y conceptuaciones, necesariamente. Quizás no tanto como en el pasado, cuando la guerra clara contra el comunismo, pero sí hay que inferir que este resurgir del poderío ruso ha de tener incidencia sobre el sector ideológico crítico al fracasado modelo neocapitalista, generándose un efecto de reagrupamiento. No hablemos ya de ideologías, porque mucho será el país de corte capitalista que no resistirá la presión popular para rechazar su propio sistema económico. El mundo se reagruparía, muy mixto él, porque poderes capitalistas (¿no dicen los críticos de siempre que China es capitalista?) insurgirían contra el paradigma establecido, contra sí mismos. Un mundo con tres ricos pelagatos no es sostenible.

No se diga tampoco (volviendo al principio) que Suramérica es el África estratégica de Rommel sobre el plano de las movidas bélicas ajedrecísticas. No cabe hacerlo, porque sin duda lo es el Asia Central con su embrollo de repúblicas separatistas e intereses rusos y europeos encontrados. Pero dadas las confrontaciones, enfocadas en dicho punto, destruida el área por el efecto de la guerra, el papel suministrador de nuestro continente se dispararía como altamente estratégico. Recursos naturales en general, y en especial petróleo y gas desde Suramérica. Tendría que comprenderse que la "ganancia" de Suramérica como aliado sería un objetivo fundamental.

Por ello es que la dirigencia rusa y la factoría de poder alineada tendría que aprovechar la circunstancia actual de agresión norteamericana (Osetia del Sur) para plantearle un motivo de preocupación a los EEUU en el seno de su propia zona de influencia (América Latina), como es claro que se lo hacen a ellos mismos, a Rusia y China a través de Georgia y Taipei, respectivamente. Como ocurrió en el pasado con Cuba, durante la Crisis de los Misiles. Pactar alianzas, abiertas, desafiantes, con Cuba y Venezuela, declarándolas intocables. No de otro modo se combate la insolencia de los EEUU, más cuanto es claro que prepara agresiones militares y de desestabilización regional desde Colombia, quien recientemente −a propósito− declaró ir más allá, hasta Afganistán mismo para demostrar su auto de fe respecto de los EEUU.

Dormirse en el presente respecto de América Latina es esperar resultados similares a los Irak, donde Rusia perdió terreno estratégico y en donde ya hasta Israel tiene armamento atómico. Irán es otra voz que clama mayor presencia y apoyo militar ruso, mayor alianza, mayor contrapeso, mayor convalidación, si no se quiere un país (o región) completamente tomado en medio de un mundo cuya única expresión planteada es la de la unipolaridad.

Nuestro país debe jugar un papel de mayor presión, de mayor apertura, de mayor compenetración con el polo emergente de fuerza, en el contexto planteado de la confrontación presente en Osetia del Sur. Debe tenerse la claridad meridional de que estamos bajo amenaza de toma en virtud de ser una descomunal reserva petrolera. En la medida en que a las grandes potencias consumidoras se les incrementan los problemas para sus suministros, en esa medida corre peligro nuestro país con una toma invasora. Recuérdese que la llamada "doctrina Carter" es portátil, y nada le costaría a los EEUU trasladarla a América Latina.

De allí la necesidad y obligación de armar nuestro país para defender su soberanía y riquezas naturales, porque ya en América Latina está planteada una competencia armamentista con Colombia y los EEUU (que nadie se engañe). No hay espacio para la buena intención y la espera de humanistas recapacitaciones de otros, que lo que buscan es el esclavismo. De allí la osadía de invitar a la flota rusa al Caribe, así como la de proponer con claridad las adhesiones, de cara a la supervivencia política y republicana, siempre amenazada por esos abusadores históricos que son los EEUU. No se llegará al extremo de que nuestro país envíe un contingente de simbólico apoyo militar a las inmediaciones rusas, como decidió Colombia con la exportación de su apoyo a EEUU en Afganistán; pero es perentorio concebir una idea que precipite la audacia de una mayor presencia contrarrestante de los intereses gringos en nuestra América Latina.

El innoble cartelito de "patio trasero" de nadie es una situación de afrenta que debe justificar el lance. Tras su palabra se esconde el mayor menosprecio a la condición soberana y de libertad de los países. Por supuesto, no faltará quien arguya que se estaría saliendo de un patio de influencia para caer en otro; pero tampoco se debe dejar de razonar (para dolor de muchos) que no tiene Venezuela una reserva fósil por la que otro país productor (como Rusia) perdería la cabeza. De cualquier modo, como dijo Bolívar cuando se exaltó con la paciencia y argumentación de tantos a la hora de tomar acciones conducentes a la independencia del imperio español, si trescientos años entonces eran más que suficientes para la subversión, hay que decir ahora que con los cien años de miseria que hemos cultivado con las relaciones estadounidenses nos bastan para mandarlos a los mil diablos. No se puede continuar con quien no respeta la autonomía, soberanía e independencia nacionales; con quien sólo propones asimétricas relaciones de ganancia personal en detrimento de millones de latinoamericanos. Véase un ratito a México, ahí pegado al costado: les chuparon todo el petróleo, o le privatizan el que le queda, siendo hoy un cascarón de la miseria. De nada le valió ni la amistad ni la cercanía de los EEUU. Hora de tomar decisiones.

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Oscar José Camero Lezama

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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