Venezuela: la elegía de la soberanía frente al imperio

En los tiempos que corren, Venezuela se encuentra ante un escenario que recuerda aquellas antiguas elegías épicas de Lacedemonia y Atenas, donde los poetas como Tirteo y Calino llamaban a sus pueblos a defender la tierra, la libertad y el honor. Pero esta vez no es la Grecia de los hoplitas lo que se juega, sino una nación sudamericana rica en recursos —petróleo, oro, coltán, torio, hierro, aluminio, níquel, reservas estratégicas— y con una historia marcada por la resistencia frente al dominio externo. La amenaza de invasión, latente bajo la retórica de la administración Trump, aparece no sólo como un asunto militar o político, sino como una nueva forma de apetencia imperial por lo que Venezuela posee. Mientras Calino entonaba su canto para avivar el coraje de los ciudadanos en tiempos de convulsión y Tirteo exhortaba a la juventud espartana a tomar la lanza por su patria, hoy Venezuela entona su propia elegía: la de la soberanía frente a quienes pretenden subyugarla. Y las plumas aladas del poema actual señalan a los Estados Unidos como el agresor, con los ojos fijos en las entrañas de esta tierra, ávido de su crudo, de su oro, de su litio, de su riqueza estratégica.

Los recursos: ¿razón de la agresión?

No puede negarse que Venezuela ocupa un lugar central en el mapa de apetencias energéticas y minerales globales. Según informes recientes, bajo la administración Trump se ha hablado explícitamente de obtener una participación en los recursos de Venezuela, conceder acceso preferencial al petróleo, al oro, con tal de relajar sanciones o cambiar el curso político del país (CBS News+1). El hecho de que se hable de "ofrecer todo" por parte del gobierno venezolano al imperio del norte lo dice con crudeza: los intereses no son diplomáticos o altruistas, sino económicos y estratégicos.

Desde el paralelo histórico, así como las polis griegas competían por el control del mar Egeo, del trigo y de la esclavitud de pueblos vecinos, hoy la gran potencia estadounidense despliega su retórica del "control" y de la "intervención humanitaria" sobre Venezuela, que poco tiene de humanitaria y mucho de extractiva. Ya pasó la retórica del Tren de Aragua, el Cartel de los Soles, se les agota las lanchas y los submarinos de las drogas, ya prueba la incursión de sus mercenarios de la CIA y ahora buscan un hecho de falsa bandera para justificar lo injustificable.

La solidaridad internacional como corifeos de la resistencia

En la antigua Grecia, los aliados corrían a apoyar la causa de las polis amenazadas; hoy, en el caso venezolano, naciones como China, Rusia, Brasil, Irán, Corea del Norte, Colombia, Cuba y Nicaragua —con matices, pero con un eje común— se posicionan como apoyos antagónicos al dominio unilateral de Estados Unidos. Esta alianza multicéntrica da a Venezuela un respaldo estratégico y simbólico que amplía su batalla más allá del territorio: es la defensa de un modelo de soberanía nacional que rechaza el intervencionismo. La memoria de Calino y Tirteo sirve como espejo: los griegos no peleaban sólo por su tierra, peleaban por su modo de vida. Venezuela, de igual modo, clama por un derecho a decidir su propio destino, su propio uso de riquezas y recursos, sin que otro país establezca condiciones o se haya reservado la lanza invasora para tomar lo que no le pertenece.

¿Qué escenario se vislumbra? Una elegía o una victoria soberana

Al igual que los cantos fúnebres de Calino antecedían el combate, Venezuela entona hoy su elegía consciente de la amenaza. No es una derrota anticipada, sino una advertencia vibrante: "Si intentan arrebatarnos lo que es nuestro, responderemos". Y en esa advertencia hay dignidad, hay historia, hay memoria de otros tiempos en que los pueblos se levantaron.

Estados Unidos, bajo Trump, ha desplegado una serie de sanciones, amenazas de aranceles y hasta intervenciones militares o marítimas que – desde el punto de vista venezolano – configuran un patrón de coerción imperial y de un juego sicológico que no da sus frutos (Politico+1) Pero Venezuela no está sola: la red de apoyos internacionales y su propia narrativa de resistencia ubica en este momento su propia elegía. Y como Tirteo animaba a los suyos a sostener el escudo, Venezuela moviliza sus fuerzas, denuncia la intervención y afirma que su riqueza, lejos de ser saqueada, será instrumento de libertad.

Conclusión

Este artículo no celebra la guerra ni la polarización, pero sí reivindica la soberanía del pueblo venezolano ante amenazas externas. En los antiguos versos de la Grecia clásica, el canto de los poetas era un llamado a mantenerse firmes, a no dejar la lanza ni el escudo. En la Venezuela de hoy ese llamado resuena: no dejar que ningún imperio venga a subyugar su tierra, ni a apropiarse de sus riquezas bajo el manto de la "ayuda" o la "intervención", Amén de los premios Nobel de la Paz o de sus lacayos piden intervencionismo.

En definitiva, Venezuela escribe su elegía soberana, y el coro de naciones amigas, al fondo, acompaña ese canto de dignidad. Y si Estados Unidos decide desplegar su lanza, encontrará no sólo a un enemigo militar, sino a un pueblo que reclama su derecho a vivir en paz, autodeterminación y control de su propio destino.

De un humilde venezolano hijo de la Patria de Simón Bolívar, al otro lado del mundo. Pero no se ciega

ni se calla.



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Miguel Angel Agostini


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