Las Analectas y Donald Trump

En un momento histórico marcado por polarizaciones intensas, tensiones sociales y convulsiones institucionales en los Estados Unidos, como las provocadas por Donald Trump, resulta pertinente recurrir a los principios atemporales del Confucio, tal como los consigna en Las Analectas, (Lún Yū) para reflexionar sobre la gobernanza, el liderazgo y la ética pública. En este análisis crítico, aplicaré esas enseñanzas: moderación, rectitud, virtud moral, respeto al otro, a la realidad estadounidense contemporánea, sus instituciones, su democracia, y las implicaciones políticas de un liderazgo como el de Trump.

Los principios confucianos fundamentales para la política: moderación, rectitud y virtud moral. Una de las enseñanzas centrales de Las Analectas es que el gobierno debe fundarse en la virtud (ren), justicia, rectitud, no meramente en leyes coercitivas o castigos. Confucio sostiene que un buen gobernante es como "la estrella polar": fijo en su lugar, y todas las demás estrellas, los súbditos, los ciudadanos, gravitan en torno suyo.

También Confucio advierte contra gobernar únicamente mediante castigos o coacción: "Gobernar solo por medio de estatutos, ordenes ejecutivas y castigos convierte a la gente en evasores de la ley, desprovistos de vergüenza moral." A esto se añade la enseñanza del "justo medio" o moderación (el término medio, doctrine of the mean / zhongyong), la virtud política y personal se sostiene en el equilibrio, en no actuar con excesos, en mantener la serenidad moral. Para Confucio, la nobleza de un gobernante no deriva de su nacimiento o privilegio, sino de su conducta virtuosa. No basta con ocupar cargos o tener poder, lo esencial es ser una persona recta, honesta, benevolente. Donald Trump está muy lejos de estos principios. Las pruebas brillan por si solas. Estos principios confucianos, moderación, rectitud, virtud moral, respeto al otro, liderazgo virtuoso, constituyen una matriz ética ideal para evaluar la vida política actual: sirven de norma crítica frente al ejercicio del poder que privilegia espectáculo, polarización, confrontación o capricho.

Democracia, instituciones públicas y paz social: cómo puede revitalizarse la convivencia en EE. UU. desde Confucio. Si los estadounidenses adoptaran un espíritu inspirado en Confucio, la democracia y las instituciones públicas podrían fortalecer un clima de paz, respeto mutuo y convivencia sana. ¿Cómo? Veamos: 1) Liderazgo ejemplar y moral: un presidente o gobernante que gobierne con virtud, rectitud y moderación —como la "estrella polar" de Confucio— inspira confianza, respeto y cohesión social. El pueblo no se somete solo por temor al castigo, sino por convicción moral y lealtad a la rectitud. Eso fortalece las instituciones desde el respeto, no desde la coerción; 2) Rituales y normas éticas compartidas: aunque en Occidente no haya ritos confucianos tradicionales, puede leerse "rito" como costumbres cívicas, cortesía, decoro en la vida pública y respeto a las convenciones democráticas, y no como lo hace Trump llamando "estúpidos" o "cerda gorda" a periodistas. Esa civilidad, que respete al adversario político (y no ofreciendole pena de muerte a varios congresistas tanto demócratas como republicanos), que cultive la empatía y el decoro, ayuda a preservar la estabilidad social, incluso en momentos de desacuerdo. Esa moderación ayuda a evitar la escalada de violencia verbal o física, de odio, de intolerancia; 3) Promoción del bien común sobre intereses particulares: Confucio enseña que el gobernante debe priorizar el bienestar de su pueblo, no sus propios intereses. En una democracia como la estadounidense, esto implicaría políticas públicas orientadas a la justicia social, al bienestar colectivo, al desarrollo equitativo, no al beneficio concentrado. Creo que, desde hace muchas décadas en los EE.UU., no se ven gobernantes operando bajo estos principios. De allí, el desastre social actual.

Si Estados Unidos adoptara un liderazgo más virtuoso, una ciudadanía más reflexiva, una cultura cívica de respeto, podría reconstruirse un tejido social más robusto, que trascienda la polarización, garantizando la paz y la convivencia.

¿Cómo podría un gobierno Trump orientarse al desarrollo económico si aplicara los principios de Confucio? Partamos de los desafíos y hábitos de la administración Trump: polarización, confrontación, mensajes divisivos, decisiones abruptas, priorización de intereses particulares, impulso del espectáculo mediático más que del consenso bipartidista. Si, hipotéticamente, bajo su mandato, o bajo un liderazgo similar, se aplicaran las enseñanzas confucianas, podrían observarse los siguientes cambios favorables al desarrollo económico sostenible: a) Política fiscal y económica con moderación y rectitud moral: Confucio advierte contra perseguir "ventajas pequeñas" que comprometan empresas mayores: "No intentes acelerar las cosas; ignora las pequeñas ventajas. Si persigues las pequeñas ventajas, las grandes empresas no darán su fruto." Esto podría traducirse en evitar políticas de corto plazo o populistas que dañen las inversiones, la estabilidad macroeconómica o la confianza internacional, priorizando en cambio reformas responsables, sostenibles, con visión a largo plazo; b) Elección de talento real, no clientelar ni ideológico: Confucio aconseja promover a los hombres de sagacidad y talento, no favorecer a los amigos o allegados sin mérito. Una administración así podría atraer expertos competentes para dirigir economía, finanzas, comercio, lo que generaría políticas mejor diseñadas, más eficientes, con credibilidad interna y externa; c) Buen gobierno basado en la moral, no en leyes coercitivas o privilegios: En lugar de privilegios para ciertos sectores o clientelas partidistas, un gobierno confuciano buscaría la equidad, la transparencia, la integridad. Esto genera confianza de inversionistas, ciudadanos y mercados, base esencial del desarrollo sostenible; d) Armonía social como fundamento del desarrollo: Confucio creía que la felicidad del pueblo y la atracción de "emigrantes de lejos" era señal de buen gobierno. En un país con diversidad como EE. UU., promover la cohesión social, no la división, forja estabilidad, capital social, cohesión comunitaria, lo que favorece economía, consumo, innovación. En suma: aplicar moderación, rectitud, mérito y bien común podría hacer posible un desarrollo económico más estable, equitativo y sostenible, alejando a la economía de decisiones populistas, cortoplacistas o destructivas.

Sociedad que se ampara ante los exabruptos de Trump: la urgencia de la virtud cívica y moral. El liderazgo de Trump, según muchos críticos, ha estado marcado por exabruptos retóricos, desprecio por adversarios, ataques personales, ruptura de normas institucionales, política del espectáculo y polarización intensa. Ante esto, la sociedad estadounidense debe protegerse, no con violencia, sino con virtud cívica, educación moral, reflexión colectiva. Debe seguir estos parámetros: 1) Cultivar la benevolencia, la cortesía y el respeto por el adversario político: La filosofía confuciana insiste en el respeto al otro, incluso al rival político. Gobernar no es someter al adversario, sino persuadirlo con virtud, dignidad, decoro. La comunidad civil y política debe exigir ese decoro, rechazar los ataques personales, la descalificación sistemática, el odio; 2) Fomentar ciudadanía virtuosa, crítica y reflexiva: Según Confucio, la verdadera transformación social se logra cuando la gente comparte valores morales, cuando la virtud personal permea en lo colectivo, no solo por leyes o castigos. Una ciudadanía informada, ética y coherente puede contener los excesos del poder, puede exigir rectitud, puede preservar la dignidad democrática; 3) Respetar la imagen presidencial, pero valorarla como símbolo moral, no espectáculo: La presidencia no debe reduciese a show mediático, sino a responsabilidad moral. La imagen del presidente importa porque marca el tono del país; si esa imagen es de vanidad, arrogancia y polarización, la sociedad se fragmenta; si es de dignidad, mesura, respeto, puede unir; 4) Promover instituciones fuertes basadas en valores, no en lealtades personales: Frente a tentaciones de desmembrar organismos federales, manipular instituciones o instrumentalizarlas políticamente, como algunos sugieren cuando advierten que "desmembrar entidades u organismos federales" es una táctica de poder, la defensa de principios éticos, de integridad institucional, de respeto al orden constitucional protege a la sociedad de abusos futuros.

Imagen presidencial, respeto al adversario, MAGA, credibilidad y riesgos para el partido republicano. Aquí conviene hacer una mirada crítica del presente (y futuro) político, a la luz de las enseñanzas confucianas: La imagen presidencial como reflejo moral del país: Si la presidencia se convierte en espectáculo, altisonancia, insultos, provocaciones permanentes, se corrompe no solo la figura del presidente sino el prestigio institucional del país. Eso erosiona la confianza ciudadana, la dignidad nacional y la autoridad moral de la nación; El respeto hacia el rival político como requisito de convivencia democrática: En una democracia madura, el adversario no es enemigo existencial, sino parte legítima del debate. Confucio enseñaría a cultivar cortesía, dignidad, decoro, no a buscar la humillación del adversario como espectáculo; Qué pasará con el movimiento MAGA si se sostuviera bajo confrontación permanente: Si el MAGA se construye sobre la polarización, la desconfianza, la radicalización, la deslegitimación del adversario, pone en riesgo no solo la cohesión social sino la viabilidad electoral futura. A mediano plazo, muchos podrían cansarse del conflicto continuo, del caos institucional, del descrédito —y volverse hacia opciones más moderadas, más centradas en la gobernabilidad real; Pérdida de credibilidad del presidente entre sus partidarios y votantes: La recurrente inestabilidad, las promesas incumplidas, el uso del conflicto como motor político, la priorización del espectáculo sobre la política concreta, erosionan la confianza incluso entre sus propios seguidores. La virtud —la rectitud, la coherencia, la honestidad— constituye, para Confucio, la base del respeto duradero; Repercusiones políticas para el partido republicano en próximas elecciones y midterms: Si el partido se embarca en una estrategia de espectáculo, polarización y confrontación, sacrificando moderación, responsabilidad institucional, respeto mutuo, puede perder a una parte importante de su base moderada, a los independientes, y abrir paso a una reacción ciudadana a favor de partidos o liderazgos más centrados, más éticos, más orientados al bien común. Además, una crisis de credibilidad puede traducirse en pérdida de espacios legislativos, debilidad en gobernabilidad, y fractura interna; La urgencia de reconstruir su hegemonía a través del espectáculo mediático es, desde el prisma confuciano, un camino peligroso: Esa estrategia prioriza el corto plazo, la retórica, la exaltación del conflicto y no los cimientos morales del gobierno y la sociedad. Eso puede traer ganancias inmediatas —votos, atención mediática—, pero a mediano y largo plazo socava la integridad, la estabilidad institucional, la cohesión social, la confianza ciudadana, y finalmente; Desmembrar entidades u organismos federales como táctica de poder: Desde la ética confuciana, esto sería una corrupción del principio del bien común. Las instituciones —independientes, imparciales, estables— son parte esencial del orden social. Su destrucción o su manipulación arbitraria equivaldría a gobernar por capricho, no por virtud, y conlleva el riesgo de caos, arbitrariedad, injusticia.

Conclusión crítica: un llamado urgente a la virtud, la responsabilidad y la reflexión colectiva. La figura de Donald Trump —su estilo, su discurso, sus decisiones, su estrategia política— representa, en muchos aspectos, lo que la filosofía confuciana condena: la exaltación del conflicto, la guerra cultural, la polarización, el espectáculo, el capricho. Ese estilo atenta contra la rectitud, el decoro, el respeto mutuo, la moderación: las virtudes que, para Confucio, son esenciales para un gobierno legítimo, para una sociedad armoniosa, para un orden duradero. Si Estados Unidos, su sociedad civil, sus instituciones y su clase política quisieran verdaderamente proteger la democracia, garantizar la paz social, reconstruir la confianza pública, deberían inspirarse más en los principios confucianos: cultivar la virtud, exigir integridad, promover la cortesía y el respeto, priorizar el bien común sobre intereses personales o partidistas, valorar el decoro sobre el estrépito, el consenso sobre la confrontación.

Rechazar los exabruptos, las provocaciones y las políticas de espectáculo no es una concesión pasiva: es un acto activo de defensa de la democracia, de protección de las instituciones, de preservación del tejido social. La reconstrucción de la credibilidad institucional y partidista —sea del partido que sea— pasa por reconocer que solo la virtud pública —la moderación, la rectitud, la dedicación al bien colectivo— puede generar una gobernanza duradera, legítima, respetable. Así, la herencia de Confucio —adaptada a contextos modernos muy distintos — no solo resulta relevante como teoría moral, sino como brújula para diagnosticar peligros, proponer alternativas y encaminar a una sociedad dividida hacia una convivencia más civilizada, más justa, más estable.

Sin ese giro moral, sin ese retorno a la rectitud, la democracia estadounidense corre el riesgo de derrumbar su propio prestigio, su propia cohesión interna y su capacidad de liderazgo —tanto en el ámbito doméstico como en la arena internacional—. Pero si adopta los valores de la moderación, la virtud, el respeto al otro, tiene una oportunidad real de renovar su espíritu cívico, su democracia, y su promesa de bienestar común.

De un humilde campesino venezolano, hijo de la Patria del Libertador Simón Bolívar.

 



Esta nota ha sido leída aproximadamente 282 veces.



Miguel Angel Agostini


Visite el perfil de Miguel Angel Agostini para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:


Notas relacionadas

Revise artículos similares en la sección:
Por los Derechos Humanos contra la Impunidad