Nostalgia feliz

Se va el 2006. Y con él, la prepotencia imperial. La prepotencia imperial que se desvaneció en Irak. Que se desvaneció en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. La que encontró resistencia en Brasil, Nicaragua, Ecuador y Venezuela. Que permaneció neblinosa en Cuba. Que se tongonea en México, Perú y Colombia. Que no se ve bien en Chile. La prepotencia que agarró un segundo aire en Líbano.

Se va el 2006. Y con él se van decisiones ciudadanas. Acertadas decisiones políticas. Reconocimientos de derrotas. Declaraciones infelices. Golpes de timón inexplicables. Campañas electorales. La elección presidencial.

Se va el 2006. Y con él, el fracaso de la selección de Venezuela en el Mundial de Béisbol. El Cy Young del muchachote de Tovar. El triunfo de la juventud venezolana en los Juegos de Odesur. La alegría de tísico de nuestra selección en el Mundial de Voleibol. Nuestro rotundo fracaso del Mundial Básquetbol. La “partida blanca” de José Antonio Delgado. El accidente “profundo” de Carlos Coste. Los pininos de Ernesto José Viso en la Fórmula 1. El fastidio del Mundial de Fútbol.

Se va el 2006. Y con él, el desastre organizativo del concierto de Shakira. La presentación “políticamente correcta” de Fito Páez en el Aula Magna. El bululú de la Feria Internacional de Turismo de Caracas. El fugaz concierto de Willie Colón en el Teresa Carreño. La luna que acompañó a Bryan Adams en el Anfiteatro del Sambil.

Se va el 2006. Y con él, una vez más, la Caracas de los ciudadanos. La Caracas por la que se caminaba, por la que se paseaba, en la que se podía rumbear. Una vez más se va, con los buhoneros cada vez más fuertes, con los moto taxistas devenidos en nuevos vaqueros, que no respetan ni la Ley del Oeste. Pero quien los viera en el este.

Se va el 2006. Y con él se van proyectos fracasados y proyectos exitosos. Se van miedos y valentías. Se van alegrías y tristezas. Se van esperanzas y frustraciones. Se van razones y locuras. Se van amigos… Se van amores y desamores. Mi “se va” no es el de aquel estribillo irreal. Quiere, pretende ser, tan triste como la nostalgia, pero siempre feliz, como la sonrisa de todos los niños del mundo. ¡Que venga el 2007!


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Mercedes Chacín


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