El mundo entero observó cómo siete millones de personas, de todas las edades, géneros, nacionalidades y creencias, llevaron en hombros, honraron y honran al Mártir de Irán, el General Qasem Soleimani, luego de su vil asesinato, ordenado por el presidente de Estados Unidos. Cada vez que un poderoso en decadencia quiere huir de la justicia -como es el caso de Netanyahu y Donald Trump- éstos recurren al terror y los falsos positivos. Lo mismo hacen Uribe, Duque y Bolsonaro. Como se ha filtrado en las mismas fuentes de Pentágono, la cúpula desesperada de Israel venía insistiéndole a Trump asesinar al General Soleimani y así enturbiar la precuela del enjuiciamiento a los aliados más terroríficos de la hegemonía mundial, pero esta jugada, peligrosa y cobarde, marca el fin de una era de coloniaje norteamericano sobre las naciones orientales.
Muy doloroso es también el error humano de las fuerzas iraníes que derribaron el avión de Ucrania International, lo cual reconoció el alto mando militar de la nación islámica, que pidió perdón, públicamente, a las familias enlutadas. La catástrofe recordó el amargo momento cuando la armada estadounidense abatió -en 1988- el vuelo 655 de Irán Air, dejando 290 muertos. Ambos eventos están relacionados con la, constante, agresión norteamericana sobre una región que ya se ha cansado de ver impedido su pleno desarrollo y su convivencia económica y pacífica debido a las sanciones, injerencias y ataques del imperio decadente.
Cuando Bush "justificó" el ataque a Irak, lo hizo en un discurso televisado en octubre de 2002. Su video de media hora impactó la opinión norteamericana e internacional. Según la BBC, el apoyo de la ciudadanía a los planes de agresión a Irak se ubicaron en 50 por ciento y la diplomacia mundial se plegó, en su mayoría, a lo que resultó siendo una gran estafa mediática para desatar la guerra en Oriente Medio. Decidido a superar a su predecesor, Barack Obama con Hillary Clinton engendran en 2011 el ISIS, sabiendo que la mentira de Bush había desprestigiado los "informes" sobre armas químicas y nucleares para desatar sus guerras. Gracias al despliegue de los terroristas del DAESH, Obama autorizó ataques contra Libia, Pakistán, Somalia, Yemen y Siria. Dieciocho años después de la estafa mediática de Bush y a nueve años del despliegue del Daesh, la administración Trump busca maneras de prolongar la desestabilización del oeste de Asia para garantizar su dominio político y económico al costo que sea, pero la geopolítica y la mediática han cambiado.
Las imágenes del General Soleimani haciendo sus oraciones mientras sostenía en las manos los pétalos de una rosa que le obsequiaba un niño; sus videos supervisando en la primera línea de fuego, sin chaleco ni escoltas, la derrota del Daesh en Irak, han terminado de romper el velo que la mediática gringa levantaba contra la moral, la fraternidad y la ternura de los pueblos islámicos. Hoy, a los siete millones de iraníes que llevaron en hombros a Soleimaní, se suman millones de personas en Irak, India, Líbano, Europa y hasta en Washington exigiendo respeto para Irán, así como la ONU, Jefes de Estado y de Gobierno, se desmarcan de las aventuras belicistas de Trump que se ve obligado a invocar la OTAN para que no desluzca la falta de banderas aliándose a sus amenazas genocidas. Ni Obama sepultó a Osama, ni Trump a Bagdadi, como Bush ahorcó a Sadam y Hillary vio caer a Gadafi: éstos no eran aliados. Los "hemisferios libres" que tanto anhela la administración Trump en América y Asia se perfilan desde una perspectiva muy distinta y distante de la CIA.
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