Durante el desempeño de nuestra carrera como profesional de la medicina y particularmente como pediatra, hemos visto muy de cerca el sufrimiento de las mujeres que tienen que enfrentar el abandono y la violencia por parte de aquel que fue su pareja, sin asumir ningún tipo de responsabilidad por los hijos y/o hijas engendrados. Esta situación es grave cuando la condición es de pobreza y se agiganta en el caso de la madre adolescente, quien además es sometida a la dureza de una sociedad que no la protege, pero la juzga.
Experiencia de vivencias acumuladas tratando con el problema de niñas con un bebé en brazos, de la mejor forma posible en lo individual, pero insuficiente en lo colectivo, desde un modesto consultorio del servicio público de salud en Caricuao, nos permite hablar con propiedad y celebrar la reciente “Misión Hijas e Hijos de Venezuela” creada por el presidente Hugo Chávez para la protección de los mas débiles y vulnerables de la sociedad, en cumplimiento de su compromiso de vida como él siempre lo afirma.
Cuando realizamos la historia clínica de un niño o niña, tenemos la obligación de preguntar sobre los antecedentes perinatales, la edad de padre y madre, presencia de la pareja, condición socioeconómica, composición de la familia y todos aquellos datos e información que nos sirva para establecer los criterios de riesgo biológico, psicosocial o ambiental. El interrogatorio y la clasificación del riesgo no debe ser tan solo para llenar un formato y consolidar una estadística, sino que debería generar una acción programada, no opcional, por parte del equipo de salud.
Con este planteamiento quiero decir, que en esta encomiable misión tienen que involucrarse todas las instituciones del Estado, pero además es preciso la toma de conciencia del conglomerado social para que, de una vez por todas, encaremos el asunto de leyes que están enunciadas, pero que no se aplican. Derechos consagrados en el papel ausentes de la realidad cotidiana, lo cual permite que un individuo embarace a una menor de edad y la abandone sin que pase nada. Peor aun, mujeres jóvenes y adolescentes las veo en televisión, ante la pregunta del Presidente de la República por el padre del niño, responder: se fue, no está, no sabemos . . .
Con todo respeto, en nuestra humilde consulta cada vez que nos encontramos con estos casos, referimos a la madre menor o mayor de edad, a los fiscales especiales de protección de derechos de niñas, niños y adolescentes para que el tribunal haga las investigaciones conducentes a establecer la relación filiatoria del menor. En otras palabras, si el padre es soltero, casado, joven o viejo, no importa. Si niega ser el padre del niño, hay jueces que pueden ordenar la realización de la prueba de ADN y que todo se aclare. Generalmente no es necesario, se resuelve pronto. Hemos comprobado que una referencia del médico con su firma y sello tiene mucho peso para ayudar a canalizar estos delicados problemas. La excelente trabajadora social con la cual tenemos la suerte de laborar visita la familia, elabora el respectivo informe socioeconómico y hace las coordinaciones con las instituciones que sea necesario. Además instruimos a las madres acerca de que hacer y donde acudir en caso de violencia o amenazas.
La misión en sus diferentes etapas provee de manera inmediata un aporte esencial para el sustento; establece requisitos de asistencia en salud, educación y economía social; y, aunado a la información obtenida por medio de otras misiones, permite elaborar un diagnóstico preciso sobre la población afectada y erradicar la enfermedad social llamada pobreza. Complementemos esta importante política del gobierno nacional, con el desarrollo de un conjunto de acciones que no solo obliguen sino que enaltezcan la paternidad responsable.
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