Ciertos licenciados en Comunicación Social han protestado porque el
joven preguntón de Ávila TV no merece, según ellos, ser llamado
periodista. Hay que entender su postura: son colegas de esos que han
reducido y plastificado el título universitario para tenerlo como un
carné en la cartera. Algunos hasta llevan anillo de graduación.
La
verdad –cruel para ellos- es que los temas que en otros tiempos se
debatían en las escuelas universitarias, en las redacciones de los
periódicos y en el Colegio Nacional de Periodistas, ahora se discuten
en el autobusete o en el comedor de la oficina, mientras se espera
turno para usar el microondas.
“Es un palangrista, no importa cuántas veces te mente la
madre”, dijo, por ejemplo, un tomador de conlechito en una panadería de
Montecristo. Yo –que no uso anillo- me hice el paisa. “Pero señor,
explíqueme algo, ¿qué significa palangrista? Yo no había oído ese
insulto ni siquiera en los juegos de Caracas Fútbol Club contra
Deportivo Táchira”.
El señor, bedel de un colegio, me explicó
doctamente: “Son los periodistas que aceptan plata de los políticos, de
los empresarios, de la gente que sale en sus medios, para decir cosas
bonitas de ellos o para callarse las feas”.
La asertividad del
concepto me impresionó. Recordé a mi profesor de Ética y Legislación de
Medios, Argenis Daza, a quien Dios tenga en su santo bufete.
Seguí
adelante con mi estrategia: “¿Y a ese señor Ravell le comprobaron que
cobra?”. El experto callejero en temas comunicacionales me miró con
sospecha (por fortuna, la cara me ayuda a despistar) y me contestó: “Es
que no tiene que ser plata en efectivo, chico, si te vas con los
entrevistados de vacaciones para un hotel de cinco estrellas en otro
país, ¿cómo se llama eso, pues? –me retó-. ¡Palangre, caballero,
palangre!”.
Luego,
en programas de radio, escuché a más analistas espontáneos explicar
otro gran tema periodístico del momento: cómo los medios retuercen
verbos y adjetivos hasta convertirlos en melcochas semánticas para
referirse -con dulzura políticamente correcta- a las matanzas de
civiles en Gaza.
Uno de ellos explicó cómo opera la censura
mediática: los palestinos siempre lanzan “ataques terroristas” y los
israelíes emprenden “represalias en legítima defensa”.
“Bombardearon
una escuela llena de refugiados y en los medios dijeron que fue una
acción quirúrgica de alta precisión. Es un tipo perverso de silencio
informativo a través de las palabras camufladas”, dijo una usuaria de
La Pastora, con la soltura de un experto en Ciencias de la Información
de la Universidad Complutense. Olvídense de sus titulitos, colegas,
quítense esos anillos, que el periodismo ahora es de todos.
clodoher@yahoo.com