Debates en redes sociales: frontera, Coqui, milagros y una situación cómica

Las redes sociales (o, con más propiedad, la Internet) es el medio de comunicación de nuestra época, como en los sesenta fue la TV y la radio en la primera mitad del siglo XX. Han construido un espacio público como el que sirvió de objeto de reflexión a Kant y a Habermas: un lugar y un tiempo especiales donde, en principio, todos los ciudadanos compartimos e intercambiamos información y opinión, para poder dialogar y llegar a acuerdos racionales. Demasiado optimistas y modernos los dos pensadores. En todo caso, las redes, entre otras cosas importantes, han profundizado la tendencia al desplazamiento y la sustitución de las organizaciones políticas (los partidos políticos, en primer lugar) que ya era significativa cuando la massmediación de la política, inaugurada por Richard Ailes, le construyó la imagen televisiva a Nixon (algo de eso lo vimos con el CAP de 1973 y sus asesores gringos), y luego montó esa maquinaria de amarillismo ultraderechista, FOX NEWS, que creó la monstruosidad de Trump. Bueno, el líder de la ultraderecha norteamericana es ya, en gran parte, una creación del espacio público virtual de las redes. Sorprendente acumular tanto poder a base de unos twits.

Como es un espacio público, es lógico que, a veces, allí en las redes, se susciten debates interesantes. Esto me parece muy bien. Ya mucho se ha dicho del aspecto oscuro de las redes, acerca de las cuales se puede aplicar un apotegma que, en su momento, se refería a la radio: no es que haya aumentado la estupidez y la ruindad, sino que les dio más volumen (más "likes" y "compartir").

Por ejemplo, a través de esas redes nos enteramos de los combates en la frontera con Colombia en el estado Apure, de las proezas recientes del Coqui y su banda (que no tocan rock precisamente) y la lamentable captura de una extraordinaria escritora debido a la crónica de un ostentoso sarao en plena cuarentena "radical", con todo y nueva cepa. Lo de la situación cómica refiere a otra situación, tal vez más particular, pero que quizás refiera a un problemática más amplia: resulta que un señor Henry Pacheco le cambió el título, le puso su nombre y publicó hace pocos días, en este mes de abril, un artículo que yo había escrito y difundido el 17 de diciembre pasado ("El auge de la nueva burguesía y la venta de garaje de un país"). O sea, un auténtico plagio (valga la paradoja). Menos mal que hubo una respuesta inmediata del medio, lo cual agradezco. Pero no deja de ser una circunstancia curiosa, que tendría más repercusión en otros espacios, por ejemplo, el de las publicaciones científicas.

De los combates en la frontera de Apure, supimos algunas cosas y confirmamos otras. Que esos grupos, fragmentos o residuos de lo que fue una organización en armas, con todo el aroma del mito revolucionario de hace décadas y hoy sobreviviendo, en esa gris condición fronteriza entre la más cruel delincuencia organizada y la loca agresividad de la pérdida de perspectivas políticas, están instalados en nuestro territorio desde hace mucho tiempo, incluso desde antes de Chávez. Los sucesivos gobiernos han tenido trato con ellos. Algo que además hay que contextualizar en una zona donde las fronteras se ven cotidianamente disueltas por el trasiego de familiares y contrabando con sabor a tradición.

Por supuesto que hay que apoyar una acción de las Fuerzas Armadas venezolanas para reafirmar la soberanía en nuestro territorio. Sobre todo porque ya esos grupos armados medran mediante secuestros, extorsiones, "impuestos revolucionarios" y (¿por qué no aceptarlo, aunque sea como hipótesis?) narcotráfico; después de quedar tan atrás cualquier perspectiva de "toma del poder". Ahora bien, siguiendo en este plano de las hipótesis, no podemos tampoco descartar que una guerrilla, incluso con esa condición delictiva, debe tener algún apoyo de la población local. De otra manera, sería mucho más difícil su supervivencia en medio de la fragmentación y la guerra intestina de lo que fue alguna vez las FARC, una organización militar-política (importante ese matiz: nunca fue política-militar), y que hoy está pulverizada en múltiples residuos, en plena descomposición, con todo y fetidez moral. En ese contexto, tampoco es descartable que las fuerzas armadas venezolanas hayan violado algún "derechito" humano, como las llamaba Alí Primera, en su accionar. De allí, las informaciones acerca de la masacre de toda una familia.

Tampoco es descartable del todo que esa presencia armada, así como la de las bandas en zonas cercanas al emporio minero de Bolívar, le sirva de alguna manera, a los planes del gobierno norteamericano. En esto seguimos la definición de hipótesis de Charles Sanders Pierce, el interesante filósofo pragmatista: "la hipótesis se da cuando encontramos alguna circunstancia muy curiosa, que se explicaría por la suposición de que fuera un caso de cierta regla general". La regla sería que los americanos apoyan a grupos irregulares para joderle la paciencia a gobiernos enemigos (el venezolano, se sabe desde Obama, constituye una "amenaza inusual"; da risa, pero es verdad). Así ocurrió con los Talibán y la ISIS. Ni hablar de los "contra" en Nicaragua. Claro, en este último caso la movida no fue tan "secreta". De modo que la hipótesis que sirve de base a la propaganda del gobierno, de que todo es un plan de la CIA, quizás tenga un grano de verdad. Así sea de arena.

Más forzado es pensar que el sargento Coqui y su banda de corazones solitarios de la 905, no sea más que un atado de agentes de la CIA. Ahí sí que la regla es otra: el fallo de una política oficial de negociar con los pranes de la delincuencia organizada, para garantizar alguna "paz" en sus territorios e incluso en sus lugares de reclusión. Aquí sí que estamos en esa zona gris donde los criminales intercambian favores, siendo a veces funcionarios o hasta dirigentes del partido de gobierno.

Claro, seguimos en el plano de las hipótesis que no son sino suposiciones racionales. No disponemos de un aparato de inteligencia para confirmar todo esto.

En el caso de la crónica de la ostentosa boda y el fiscal que fue poeta alguna vez, no tengo más que referir al atractivo texto de esa escritora magnífica que es Milagros Mata Gil, disponible en las redes. Ella es autora de soberbias novelas como "Memorias de una antigua primavera", "la casa en llamas", "Mata el caracol", aparte de libros de cuentos e interesantes ensayos. Sólo cito poco más que un párrafo: "Una o dos semanas después, comenzó la epidemia que ha hecho colapsar las clínicas y hospitales tanto de Barcelona y Puerto la Cruz como de las poblaciones circunvecinas. 600 contagiados y sumando. Algunos muertos. Los invitados a la boda y sus familiares y después sus empleados y los familiares de los empleados. La planner, el marido y todo el personal contratado para el servicio y la familia y los amigos (…) Hubo un tiempo en que la colonia árabe era modesta. Disfrutaba de sus ganancias, eso sí. Pero sin ostentación. Sus nuevas y desmadradas riquezas, insertados en el turbio y vertiginoso cauce de los negocios con este desgobierno, los han hecho resbalar hacia la superficialidad del lujo mostrable y demostrable. Hacia la obscenidad y las secretas búsquedas del placer (…)".

¿Qué puedo comentar? La escritura magistral de esta autora venezolana ya está hace tiempo, y estará por mucho, reseñada y elogiada en todas las historias de la literatura venezolana. La enumeración de los hechos en oraciones mínimas, para aumentar el ritmo de la lectura y así contagiar el vértigo del flujo de acontecimientos e imágenes ("turbio y vertiginoso cauce de los negocios" ¡Muy bueno!). La ironía sutil y, a la vez, tan directa, cercana a lo pantagruélico, cuando describe el número de invitados, las torres de pasapalos, el lujo de las indumentarias y las joyas de las mujeres, la codicia de la Planner, la mención del Fiscal…

Un amigo, psiquiatra y asumido como "pequeño burócrata" madurista, acusaba al texto de "racista". De verdad que he releído y compartido el texto varias veces para captar algún trazo de ese mal en las líneas de la respetada escritora. Otro amigo, un "cultor" que trata de explicar la humillante consigna de "lo que diga Nicolás" en las asambleas del PSUV, como una simple "joda", señala que la escritora es una "malhablada" y estimulante del odio. De verdad, que lo que hallo en esas líneas es la misma fuerza de las mejores ironías de Swift, Aníbal Nazoa, Cabrujas, Luís Britto García, incluso. Hasta me recordó al Miguel Otero Silva de "Cuando quiero llorar no lloro", el capítulo donde narra una fiesta de la "high". Por lo demás, no creo que a estas alturas, ningún funcionario de este gobierno pueda, con alguna propiedad, convertirse en predicador creíble, ni del amor, ni de la buena prosa. Ni siquiera el Fiscal que fue una vez poeta.

Pero, bueno, ese es el debate público que todavía se suscitan en las redes sociales. Todavía, mientras la estupidez no inunde toda la realidad virtual.



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Jesús Puerta


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