Cuando llorar no basta

La humanidad ha sido sacudida constantemente por las fuerzas de la naturaleza, devastando áreas inmensas con fenómenos diversos, sequías, inundaciones, deshielo de los glaciares, tsunamis y otros eventos que han alterado extensas áreas del globo. Lo que parecería ser procesos naturales, se han acelerado por el incremento de un indudable modelo explotador que ha alterado el equilibrio del ecosistema y ha encendido las alarmas ante la pérdida total de las condiciones que generen la estabilidad del planeta. Los mensajes del radicalismo “verde” dejaron de lucir como paranoia cuando los efectos del deshielo comenzaron a sentirse en un aumento de la temperatura, la pérdida de miles de especies y la dependencia cada vez más alta de los combustibles de origen fósil.

En los años 67 el importante teórico Hebert Marcuse en algunas de su conferencia, refería el desarrollo de la ciencia y su capacidad técnica de superación de problemas como el hambre, han pasado más de 40 años y ninguna de las plagas enunciadas en el texto han encontrado su quiebre en un sociedad cada vez más derivadas en la fragmentación y donde el marxismo dejo de mirarse como alternativa ante la moda posmoderna que acompañó el surgimiento de un pensamiento “light”. Los celadores de oficio de Marx huyeron en estampida cuando pareció que la palabra revolución quedaba desmoronada con el muro de Berlín y las palabras de Fukuyama en su End of the History? marcarían un nuevo ritmo al debate sobre las transformaciones de la sociedad capitalista.

Podría especularse sobre las causas de la pobreza y adjudicarlas como se hace tradicionalmente en nuestro oficio de académicos a innumerables variables, pero lo cierto es que mientras en Copenhague los líderes del mundo “desarrollado” se encargaron de sentenciar al resto del mundo ante la demanda de sus grupos de presión compuestas por Trasnacionales que financian el modo de vida occidental caracterizado por el consumo y la artificialidad, hoy pequeñas islas del Pacifico están en la lista de extinción. Mientras Al Gore se gana el premio Oscar y nos relata la necesidad de introducir como variable la naturaleza en el desarrollo del capitalismo, hoy millones de haitianos son víctimas de un sismo que destruyó su país. Sabemos que los movimientos sísmicos son impredecibles y que las placas tectónicas está en constante movimiento, pero retomando las palabras de Marcuse, ¿de qué sirve el desarrollo de la ingeniería?, hoy sistemas de información geográfica permiten tener un manejo de información fiable y en tiempo real para la ordenación del territorio, países como Cuba son ejemplo de planificación y organización ante fenómenos como Huracanes, que permiten reducir el número de víctimas, ¿existen esas condiciones en Haití?, no dudo que habrá quién haga analogía con los sucesos de Katrina, y es que ambos guardan una estrecha relación: ambas son comunidades Afroamericanas.

Haití es hoy el país más pobre del continente, y su historia política está caracterizada por dictadores e intervenciones norteamericanas, pero al inicio de la década pasada celebraba su Bicentenario en medio de una minoría enriquecida y una mayoría totalmente empobrecida sin acceso a la salud, la educación o cualquier servicio básico para una vida digna; panorama sombrío que se repite a lo largo de África madre también de nuestro mestizaje. Haití fue en la colonia como la mayor parte de la Antillas, convertida en minifundio o latifundio destinado fundamentalmente al cultivo de la caña, lo que significó arrasar con los principales bosques y heredar a la mayoría de los esclavos desarraigados tierras empobrecidas. La historia de Haití también está hecha de libertad y en específico de solidaridad con nuestros pueblos bolivarianos; no debemos olvidar nunca la ayuda prestada por Alexandre Petión a la causa republicana de Bolívar.

Ocupada militarmente por la ONU, con Arístide exilado y una historia política convulsa, la Isla recibe un nueve embate sumado a los constantes ciclos de huracanes del Caribe, ¿Cuánto les costará recuperarse?, las imágenes son indescriptibles, los números son alarmantes, quizá las reflexiones de Fidel sean urgentes, de sólo ver el devastador efecto de un terremoto y pensar en los efectos del cambio climático, ante la mirada impávida del mundo “desarrollado” que insiste en un modelo de sociedad autodestructiva. Hoy miramos que el único aeropuerto de Haití se encuentra saturado, recibiendo rescatistas y ayuda del mundo entero. Pero lejos de la ayuda inmediata está preguntarse cómo se recuperarán las escuelas, los hospitales, las infraestructuras hoteleras. En un país donde el “robo de cerebros” es permanente, la ayuda internacional no sirve a cuentagotas, requiere más que la simple condonación de la deuda externa sugerida por Francia. Solidaridad con el pueblo de Haití pasa por el respeto a sus instituciones políticas, por el cese de los intervencionismos, y por la ayuda real económica sin condiciones, más que las de contribuir con un país condenado por haber derrocado el más férreo de los sistemas esclavistas de la colonia y derrotado a la minoría blanca en el 1804.

jfortique@yahoo.es


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José Fortique


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