Cuarta parte de la Crítica sobre el libro ’Sovereign Debt Diplomacies’

La deuda de Túnez y Egipto en el siglo XIX y su colonización por Francia y Gran Bretaña

El libro «Diplomacias de la deuda soberana: Reconsiderar la deuda soberana, desde los imperios coloniales hasta la hegemonía (título original en inglés Sovereign Debt Diplomacies: Rethinking sovereign debt from colonial empires to hegemony) merece leerse. La obra fue publicada en inglés en Oxford Univerty Press en 2021. [1] Pierre Pénet y Juan Flores Zendejas, quienes dirigieron la publicación, cumplieron con un trabajo extraordinario: veinte autores y autoras aportaron su contribución a la obra. Aunque esté en desacuerdo con la orientación de algunas contribuciones, recomiendo la lectura de este libro.

Resumen

 

Hasta ahora, publiqué tres comentarios acerca de este libro:

1. Dos siglos de conflictos sobre las deudas soberanas (cadtm.org) (1ª parte)

2. Un libro que pone nuevamente de actualidad la «deuda odiosa» (cadtm.org) (2ª parte)

3. ¿Por qué las élites del Sur Global son favorables al endeudamiento? Cómo los acreedores consiguieron ventajas sobre los Estados deudores y cómo se está respondiendo a ese hecho (cadtm.org) (3ª parte)

Anaïs Carton y Maxime Perriot, miembros del CADTM, comentaron en sendos artículos dos capítulos de este libro:

Anaïs Carton: el capítulo 9 en el artículo: Un Estado tiene el derecho de rechazar la transferencia de deudas contraídas en un período de sometimiento

Maxime Perriot: el capítulo 10 en el artículo: La CNUCED, de l’activisme technocratique á l’assistance technique [La CNUCYD (UNCTAD), del activismo tecnocrático a la asistencia técnica]

Retomo el hilo de mi crítica de este interesante e importante libro con esta cuarta parte sobre el capítulo 3:

Crítica del capítulo 3, titulado Deuda exterior y colonización de Egipto y Túnez (1862-1882), cuyo autor es Ali Coşkun Tunçer

[2]

En este enlace podréis tener el capítulo entero en inglés: CHAPTER 3 Foreign Debt and Colonization in Egypt and Tunisia (1862–82)

Ali Coşkun Tunçer analiza el papel de los mecanismos puestos en marcha por las potencias acreedoras europeas para la gestión de la deuda de Egipto, de Túnez y del Imperio otomano y resalta, como lo declara el propio autor, «su función de restablecimiento de la solvencia de los gobiernos deudores y su contribución a la modernización de las finanzas públicas.» [3](p.74) Y precisa que sostiene esa opinión, contraria a la explicación que pone de relieve la instrumentalización de la deuda y de los mecanismos de gestión a favor de los intereses de las potencias imperialistas (véase nota 4, p.74). El final de la última frase de su capítulo lo deja en claro: « (…), en el caso de Egipto y de Túnez, las organizaciones de control financiero internacional se convirtieron en obstáculos en el proceso de colonización en curso por Gran Bretaña y Francia, más bien que en instrumentos.» (p.94). [4] Pero sucedió todo lo contrario, ya que las organizaciones del control financiero internacional de esos dos países facilitaron y prepararon su colonización.

Una gran diferencia entre Egipto y Túnez en la primera mitad del siglo XIX


Muhammad Ali por Auguste Couder

Ali Coşkun Tunçer, el autor, comete un grave error al considerar que las políticas llevadas a cabo en Túnez y en Egipto eran similares. Escribe en la página 76 «los proyectos ambiciosos de modernización en Egipto y Túnez, en la primera mitad del siglo XIX, aumentaron la presión sobre sus presupuestos». Y agrega «Tanto Egipto como Túnez habían aplicado programas de reformas ambiciosas y costosas, fundamentadas en el modo occidental en la primera mitad del siglo XIX, lo que hizo aumentar la demanda de financiación exterior y aumentar, al mismo tiempo la influencia europea» (p. 79). Esas afirmaciones erróneas no constituyen pequeños errores, se trata, más bien, de un intento de maquillaje de la historia. Abajo explico el porqué.

Una gran diferencia separaba Egipto de Túnez en la primera mitad del siglo XIX. En Egipto, el poder tuvo la voluntad de realizar un desarrollo independiente de las potencias europeas, sin recurrir al endeudamiento externo. Y esa política dio buenos resultados.

Hubo una gran diferencia entre Egipto y Túnez en la primera mitad del siglo XIX. En Egipto, Muhammad Ali tuvo la voluntad de realizar un desarrollo independiente de las grandes potencias europeas sin recurrir al endeudamiento exterior

En el caso de Túnez, el Bey nunca tuvo la ambición de realizar un desarrollo independiente de las potencias europeas, sin recurrir al endeudamiento externo y nunca tuvo éxito.

En resumen

El caso de Túnez en la primera mitad del siglo XIX:

Hasta el fin del reinado de Mustafá Bey en 1837, no existía en Túnez ninguna deuda pública. La producción agrícola aseguraba la soberanía alimentaria del país. Su sucesor, por el contrario, realizó un cambio desgraciado. Ahmed Bey, que reinó desde 1837 hasta 1855, emprendió un programa de gastos públicos financiado por empréstitos internos muy onerosos. Su programa daba prioridad a la constitución de un ejército permanente, a la compra de material militar en el exterior, a la construcción de residencias suntuosas, aunque creaba algunas manufacturas (especialmente la manufactura textil de Tebourba) según el modelo europeo. Esas realizaciones estaban muy por debajo de lo que Muhammad Ali ( también Mehmet Ali , N de T), el monarca egipcio, había emprendido con éxito, hecho que le valió la agresividad de las potencias europeas. No obstante, había un punto en común en ambos procesos: la ausencia de un empréstito en el exterior durante la primera mitad del siglo XIX. Las inversiones fueron realizadas con recursos internos del país. El programa tunecino de inversiones públicas resultó un fiasco ya que no se basaba sobre la valorización y el refuerzo de los productores locales. El ejército permanente fue licenciado en 1853, el más grande de los palacios no fue nunca terminado y las manufacturas fueron abandonadas. El bey de Túnez tuvo que recurrir al préstamo interno, aceptando unos tipos de interés a menudo usurarios, que aumentaron la deuda. El Estado beylical [Beylicato de Túnez o Regencia de Túnez (N de T)] contraía deudas mediante la venta de teskerés —nombre tunecino de los bonos del tesoro a corto plazo— a los tunecinos ricos y a los residentes extranjeros adinerados (de Livorno, Génova, Francia…)

El caso de Egipto entre 1805 y 1849:

Ali Coşkun Tunçer presenta de manera claramente incompleta la política del jefe de Estado egipcio Muhammad Ali durante la primera mitad del siglo XIX. Por ejemplo, no menciona que su política difería radicalmente de la de su sucesor Saïd Pacha, quien endeudó Egipto de manera insostenible. La explicación correcta de lo que efectivamente pasó en Egipto en la primera mitad del siglo XIX es, justamente, opuesta al resumen presentado por Ali Coşkun Tunçer. Ya analicé ese período en «La deuda como instrumento para la conquista colonial de Egipto (cadtm.org)»

Un resumen muy sucinto de la evolución de Egipto durante la primera mitad del siglo XIX: Durante el reino de Muhammad Ali, desde 1805 hasta 1849, Egipto, aunque seguía bajo tutela otomana, inició durante la primera mitad del siglo XIX, con un enorme esfuerzo, un plan de industrialización [5]] y modernización. George Corm resumía ese desafío de esta manera: «En Egipto, es evidente que Mohammed Ali hará la obra más importante al crear las manufacturas del Estado, poniendo, de esa manera, las bases de un capitalismo de Estado, que nos hace recordar la experiencia japonesa de la época Meiji». [6] Ese gran esfuerzo para la industrialización de Egipto se llevó a cabo durante toda la primera mitad del siglo XIX, sin recurrir al endeudamiento externo ni a empréstitos internos muy onerosos, ya que fueron movilizados los propios recursos internos.

El esfuerzo de industrialización de Egipto se desarrolló a lo largo de la primera mitad del siglo XIX sin recurrir al endeudamiento externo ni a empréstitos internos

Muhammad Ali, valí (gobernador) [7] de Egipto y autonombrado jedive, quería conquistar la independencia con respecto al Imperio otomano y no dudó en librar batalla. Su ejercicio de la soberanía y su ambición de llegar a un desarrollo autónomo desde el punto de vista financiero, militar y político en relación al Imperio otomano y a las potencias europeas condujeron a una reacción muy agresiva de estas últimas. En 1839-1840, una intervención militar conjunta de Gran Bretaña* y Francia, seguida un poco más tarde de una segunda agresión por parte de Gran Bretaña y Austria, obligaron a Muhammad Ali a renunciar al control de Siria y Palestina, que esas potencias europeas consideraban como sus cotos de caza (más abajo está el mapa de la extensión de Egipto bajo Muhammad Ali y sucesores).

En Egipto se produjo un cambio radical a partir de la segunda mitad del siglo XIX. El poder adoptó el libre comercio y se endeudó masivamente en el exterior. Y así fue el comienzo del fin

Un cambio radical se produjo en Egipto a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Los sucesores de Mohamed Ali adoptaron el libre comercio bajo la presión de Gran Bretaña, desmantelaron los monopolios del Estado y recurrieron masivamente a los empréstitos externos.

Fue el comienzo del fin. La era de las deudas egipcias comienza en ese momento: las infraestructuras de Egipto se abandonaron a favor de las potencias occidentales, de los banqueros europeos y de los empresarios poco escrupulosos.

Esa experiencia memorable hace pensar en la de Paraguay, entre 1811 y 1870, hasta su aplastamiento por una alianza militar teledirigida por Londres y compuesta por tropas de Brasil, Uruguay y Argentina (la Triple alianza). Paraguay había alcanzado un gran nivel de industrialización al mismo tiempo que rechazaba el endeudamiento externo y la firma de tratados de libre comercio. [8]]

 

Egipto bajo la dinastía de Muhammad Ali, 1805-1914: Egipto en 1805; Superficie bajo Muhammad Ali, hasta 1840; Controlado durante la campaña de Grecia; Perdido en 1841; Superficie hasta 1880; Egipto y Sudán en 1914; Campaña y año

Lo que realmente pasó en Egipto está muy alejado de la descripción dada por Ali Coşkun Tunçer. Siguiendo a unos renombrados autores como George Corm y Paul Bairoch, Jean Batou, historiador, explica: «En la primera mitad del siglo XIX, se desarrolló en Egipto un proceso de industrialización que presenta analogías con el de algunas regiones de Europa occidental en la misma época. En el hilado mecánico del algodón, ocupa probablemente el quinto lugar en el mundo (en términos de husillos por habitante), detrás de Inglaterra, Suiza, Estados Unidos y Francia. Egipto disponía también de una producción diversificada de bienes de consumo y de una industria pesada donde se fabricaba localmente las máquinas y equipamientos. En conjunto, esas manufacturas modernas ocupaban entre 50.000 a 70.000 trabajadores, o sea, una quinta parte del total de mano de obra industrial. Ese porcentaje todavía no alcanza el 10 % de media para el conjunto de futuros países desarrollados. Por lo tanto, parecía que Egipto estaba en el camino de la industrialización, incluso si las modalidades políticas y sociales de su crecimiento económico contrastan fuertemente con las de Europa, en especial con Gran Bretaña.» (L’Égypte de Muhammad Ali. Pouvoir politique et développement économique, 1805-1848)

Muhammad Ali rechazó las ofertas de los banqueros londinenses, franceses, y otros más, con el fin de evitar la acumulación de una deuda externa. También rechazó firmar acuerdos de libre comercio con las grandes potencias europeas. Y más aún, rechazó aplicar en su territorio los acuerdos de libre comercio firmados con Gran Bretaña, en 1838, por el Sultán en el poder en Estambul (Batou, p. 89).

Hacia 1835-1840, Egipto contaba con cinco millones de habitantes. Teniendo en cuenta los otros territorios administrados por el jefe del Estado egipcio, o sea, Siria, Líbano, Sudán, Yemen, El Hiyaz y Creta, se llegaba a 9,5 millones de habitantes, es decir, más que el resto del Imperio otomano. Según Batou, el nuevo sector industrial moderno no tenía principalmente una finalidad militar: al menos el 80 % del tejido de algodón se destinaba al consumo civil, lo mismo que una buena parte de la producción de índigo, azúcar, papel, vidrio, sin contar las máquinas y diversos equipamientos: «El hilado y el tejido del algodón ocupaban el centro del dispositivo con unas treinta unidades en total. La fábrica media tenía grandes dimensiones: 15.000 husillos, 70 mulas-jenny, unas cincuenta cardadoras a los que se agregaban unos 200 telares en el Bajo Egipto. En estas manufacturas había entre 500 a 1.000 trabajadores. Estaban también las unidades de blanqueo, tintura e impresión que completaban el cuadro. Globalmente la industria algodonera contaba con 400.000 husillos, de los que 300.000 funcionaban regularmente, y 2.100 telares, de los cuales de 200 a 400 eran a vapor. Se consumían de 3.000 a 4.000 toneladas de fibras limpias por año y producía de 2.000 a 3.000 toneladas de hilo, teniendo en cuenta que había importantes pérdidas. La producción anual de tejido de algodón debía llegar a 10 millones de metros cuadrados. Ese conjunto suministraba trabajo a cerca de 20.000 trabajadores.» Siguiendo con Batou « Mohamed Ali hacía enormes sacrificios para dotar a esos establecimientos industriales de medios modernos. Con este fin, es necesario subrayar el esfuerzo particular efectuado para la producción local de equipamientos. A excepción de algunas máquinas importadas de Europa como modelos, los telares se confeccionaban localmente por obreros del país. A menudo bajo la dirección de artesanos franceses e italianos. (…) Mohamed Ali también promovía la fabricación de rieles (para las minas de Siria) y de máquinas a vapor en El Cairo, a un precio tres veces mayor que el de los productos importados. En el arsenal de Alejandría, se fabrican todavía instrumentos de precisión para la navegación y equipamientos para la construcción, excavaciones y agricultura, entre otros, se desarrolló una bomba de gran capacidad para el regadío.

El esfuerzo industrial civil y militar necesitaba productos que Egipto se negaba a importar, poniendo así las bases de una industria química. Esta fabricaba ácidos utilizados en el tratamiento de los metales, así como la soda cáustica requerida para el blanqueo, la tintura y la impresión de las telas. Un químico italiano estableció una unidad de 130 trabajadores, en el desierto de Libia, que trataba 1.750 toneladas de carbonato de sodio por año. Más de 20 fábricas de índigo (incluidas las de Sudán) producían 35 toneladas de tinte por año. Como subproducto de la industria de la construcción, la fabricación de vidrio progresó significativamente en tres unidades diferentes, usando técnicas europeas, en Alejandría y sobre el canal Mahmudiyah. El país producía también tinta para sus administraciones e imprentas, a base de carbón y goma arábiga, así como salitre para la pólvora. Finalmente, en El Cairo, una empresa reciclaba los tejidos usados y los residuos de las hilanderías para producir papel. »

La agricultura con autosuficiencia alimentaria

Hacia 1800, debido a unos rendimientos en las cosechas de cereales particularmente elevados, Egipto disponía, sin duda, de un ingreso por habitante superior al de Europa occidental. Ahora bien, Muhammad Ali controlaba el excedente agrícola del país al eliminar la percepción de los impuestos sobre la tierra, tradicionalmente confiado a la aristocracia mameluca.

Pero más allá de ser una medida económica, esa reforma fue un acto político: en primer lugar, el fellah (campesino) fue alentado a expresar sus quejas y el jefe del pueblo se beneficiaba de un desgravamen fiscal. Desde 1809, el jedive hizo confiscar la mitad de los ingresos de los multazims, o sea los que percibían el impuesto de explotación agrícola, para castigarlos por haber explotado a los campesinos; luego, de 1811 a 1814, las tierras agrícolas se concentraron en las manos del Estado, se hizo un catastro y se impuso un impuesto directo.

«En 1815, Egipto era una "enorme granja gubernamental" unificada y gestionada por funcionarios del Estado. Sin la eliminación de los múltiples intermediarios entre el productor directo y el Estado, el establecimiento de monopolios públicos de agricultura y de comercio hubiera sido inconcebible. Sin embargo, es la estatización de las redes privadas de comercialización que permitirán acrecentar y drenar lo esencial del superávit económico en las cajas públicas, abriendo así la vía a una rápida acumulación en los sectores modernos de la economía. "Yo acaparé todo, reconoció el Pachá, pero fue para que todo sea productivo: ¿y quién lo podría haber hecho sino yo?"» (Batou, ya citado)

»El Estado, propietario efectivo del suelo, decidía los cultivos, postulaba un rendimiento en proporción a la calidad de las tierras y determinaba un impuesto en especie, del que cada aldea era colectivamente responsable. Con el fin de aumentar sus ingresos. Se desarrolló el regadío indispensable para los cultivos de exportación: el algodón Jumel sobre todo, desde 1821-1822, y también el lino, el índigo, los granos oleaginosos, el opio, la caña de azúcar, el arroz, el trigo, etc. Desde 1813 hasta 1852, el país ganó 400.000 hectáreas de tierras nuevas, una extensión un poco mayor al que permitió la presa de Asuán, cien años más tarde. Aunque la agricultura de regadío solo ocupaba una décima parte de las tierras cultivadas, representaba cerca de un cuarto del producto agrícola, la mitad del presupuesto del Estado y la casi totalidad de lo recaudado por exportaciones.» (Batou)

Si se compara la situación de Egipto en 2022 a la del comienzo del siglo XIX, salta a la vista que la apertura al libre comercio efectuada a partir de 1850 y reforzada por los 40 años de políticas neoliberales desde los años 1980, degradaron fuertemente la capacidad del país para alimentar a su población. Egipto es muy dependiente de sus importaciones de cereales, principalmente provenientes de Rusia y de Ucrania.

Utilización de técnicos extranjeros unida a la formación de técnicos y de responsables locales

«Egipto disponía de un número de responsables extranjeros (1.200 en 1821; 5.000 en 1835), de los que la mayoría eran franceses, exiliados por la Restauración monárquica. Impregnados del espíritu de la Ilustración, numerosos fueron los que vieron en las reformas del jefe de Estado un signo de progreso del espíritu universal. El nombramiento de técnicos extranjeros no era, por otro lado, una particularidad de Egipto: en todos los lugares donde la revolución industrial triunfó en el siglo XIX, son los especialistas "importados", curtidos en las nuevas técnicas, que tiene la función de guías. Por todo eso, Muhammad Ali, celoso de su autonomía industrial, emprendió la formación técnica de los jóvenes egipcios.

»Hacia 1835-1840, las escuelas superiores y profesionales (agronomía, artes y oficios, politécnica, navegación, medicina, etc.) reúnen de 6.300 a 8.000 estudiantes. Paralelamente, toma disposiciones para enviar varias misiones escolares al extranjero, en particular a Francia, en total fueron unos quinientos jóvenes.» (Batou)

Conclusión:

Con los fundamentos precedentes, se comprende que la versión presentada por Tunҫer está completamente distorsionada. Como recordatorio, Tunҫer escribe: «Tanto Egipto como Túnez habían aplicado unos ambiciosos y costosos programas de reformas basados en el modelo occidental en la primera mitad del siglo XIX, lo que incrementó su demanda de financiación externa y aumentó la influencia europea».

El poder tunecino financió sus inversiones recurriendo masivamente, a partir de 1837, al endeudamiento interior muy oneroso, mientras que Egipto financiaba sus inversiones mediante los impuestos y los ingresos que obtenía de su producción

El mensaje de Tunҫer es claro: 1. Egipto y Túnez copiaron a Europa, eso les costó muy caro y, lógicamente, estos dos países aumentaron el recurso a la deuda externa y aumentó la influencia europea. 2. No hay diferencias entre la vía seguida por Túnez y la seguida por Egipto. Sin embargo, hay grandes diferencias entre la política económica y financiera de Túnez y de Egipto: el poder tunecino financiaba sus inversiones recurriendo masivamente al endeudamiento interno, a partir de 1837, muy oneroso, mientras que Egipto financiaba sus inversiones mediante los impuestos y por los ingresos que obtiene de su producción. Tunҫer oculta completamente el desarrollo original seguido por Egipto entre 1805 y 1849 y hace como si ese país ya estuviera endeudado, en esas fechas, con los europeos.

El cambio del comienzo de la segunda mitad del siglo XIX seguido de la simple y llana colonización

Después de 1850, se manifestó el cambio a favor del endeudamiento por parte del jefe de Estado egipcio, Saïd Pachá, que sucedió a Muhammadd Ali. La política de Egipto fue sometida a las potencias europeas y, a partir de ese momento, hubo efectivamente similitudes entre los caminos tomados por Túnez y por Egipto.

Después de 1850, la política de Egipto fue sometida a las potencias europeas y se asemejó a la seguida por Túnez

Una deuda insostenible y odiosa

El autor no oculta las condiciones muy onerosas de los créditos provenientes de Europa, pero no dice claramente que ese hecho impedía los reembolsos, cuestión que numerosos autores, entre ellos Georges Corm o Rosa Luxemburgo, demostraron muy claramente para el caso egipcio. Resumí esa cuestión en los dos capítulos que dediqué a Egipto y Túnez en mi libro Sistema deuda. Historia de las deudas soberanas y de su repudio. En anexo a este artículo, seleccioné amplios extractos de esos capítulos con el fin de mostrar el carácter odioso de los empréstitos externos realizados por Túnez y Egipto durante la segunda mitad del siglo XIX. Además, de señalar que las comisiones internacionales que dominaban las finanzas de estos países prepararon su colonización.

Tanto para Egipto como para Túnez, las condiciones demasiado onerosas de los créditos provenientes de Europa volvían imposible el desendeudamiento

Tunҫer no analiza la naturaleza de los proyectos o los gastos financiados por la deuda. Lo que le interesaba era la capacidad de ambos países de reembolsar sus deudas. Para Tunҫer, es fundamental la medida de la eficacia de los mecanismos establecidos por los acreedores y los gobernantes de esos países para conseguir el pago de sus respectivas deudas. Ahora bien, esos mecanismos no tenían solamente como objetivo conseguir la seguridad del reembolso de las deudas, lo que es también criticable vista la naturaleza de las mismas, pero también se trataba de terminar con el ejercicio de soberanía del correspondiente país y, en algunos casos, ocuparlos o conquistarlos, lisa y llanamente, si eso correspondía a las posibilidades y a los intereses de las potencias imperialistas europeas. La imposición de una Comisión financiera internacional, compuesta mayoritariamente por representantes de las potencias europeas acreedoras, y encargada de tomar el control completo de las finanzas del país correspondiente, perseguía diferentes objetivos: financieros, políticos y geoestratégicos.

En Túnez y en Egipto fue impuesta una Comisión financiera internacional controlada por los acreedores europeos que facilitó la colonización

Como recordatorio, una Comisión financiera internacional fue impuesta en Túnez en 1869, y su equivalente fue impuesta en Egipto en 1876 con el nombre de Caja de la Deuda pública, y al Imperio otomano, en 1881 con el nombre de Administración de la Deuda pública otomana (aunque una institución financiera dominada mayoritariamente por los europeos ya se había establecido en Estambul desde 1863: el Banco imperial otomano).

El autor no analiza tampoco el papel de las clases dominantes locales que aprovechan ampliamente el endeudamiento tanto interno como externo de su país. Demostré todo eso en detalle en mi estudio sobre Túnez (Francia se apoderó de Túnez usando la deuda como arma (cadtm.org)).

El contexto económico mundial y sus consecuencias para Egipto y el Imperio Otomano

El autor no tiene en cuenta el contexto mundial. Por ejemplo, los flujos financieros en forma de préstamos e inversiones de las economías que dominan el sistema capitalista internacional (en la segunda mitad del siglo XIX, se trataba principalmente de Inglaterra, Francia, Bélgica y el Imperio alemán) estaban considerablemente condicionadas por la situación económica en el Norte: se sucedían períodos de fuerte crecimiento que se terminaban en crisis y períodos de crecimiento lento, incluso de estagnación. Durante los períodos de crecimiento fuerte en el Norte, hubo importantes flujos de capitales de las economías del Centro (Norte) hacia la Periferia —en la segunda mitad del siglo XIX, se trataba principalmente de América Latina, Oriente Próximo, Europa oriental, también Rusia y China—. Cuando estalló una crisis financiera en el Centro debido a la euforia económica (sobreacumulación de capital) y especulativa como en los años 1825 y 1873, los flujos se detuvieron. Las empresas y los banqueros del Norte redujeron radicalmente las inversiones y los préstamos que iban a la Periferia (el Sur Global). Ahora bien, había países como Túnez, Egipto o el Imperio otomano que estaban fuertemente endeudados debido a los incentivos de los banqueros europeos y de sus gobiernos en los años 1850-1860-1870. Y se endeudaron bajo condiciones muy onerosas y, para decirlo claramente, insostenibles si no podían refinanciar los pagos de las antiguas deudas mediante nuevos préstamos. Cuando la economía iba bien en Europa y cuando los banqueros europeos buscaban colocar sus capitales, participando en los empréstitos tunecinos, egipcios y otomanos, esos tres países se endeudaban y podían pagar sus deudas ya que eran capaces de emitir nuevos títulos para pagar los precedentes. Por el contrario, cuando una crisis estallaba en Europa como fue el caso en 1873, y la economía del viejo continente entraba en un período largo de débil crecimiento, incluso de estagnación, los flujos se detenían y los países endeudados de la Periferia entraban progresivamente en suspensión de pagos. Tunҫer no tiene en cuenta todo eso.

Por el contrario, por mi parte, lo expliqué largo y detallado en mi libro El sistema deuda. Historia de las deudas soberanas y su repudio, en particular en el capítulo 1.

En el siglo XIX, a partir de 1826, una primera crisis de la deuda afectó seriamente a los países de la Periferia, endeudados con los banqueros de Londres, principalmente entre 1822 y 1825. [9] Esa crisis de la deuda era consecuencia de una crisis bancaria y una crisis económica que había estallado en Londres en diciembre de 1825. Túnez y Egipto no estuvieron afectados ya que ambos países todavía no se habían endeudado en el exterior. La crisis de Londres conllevó una ola de suspensiones de pagos de los países que habían contraído empréstitos entre los años 1824 y 1825, todos bajo condiciones demasiado onerosas y favorables a los banqueros del Norte. Grecia, México, los Estados independientes de Sudamérica tuvieron que suspender el pago de sus deudas ya que no podían pedir nuevos préstamos. Los banqueros de Londres habían cerrado el grifo.

Aquí, presento un resumen de los acontecimientos teniendo en cuenta, en particular el ejemplo egipcio y otomano. Entre los años 1850 y 1873, los banqueros de Londres, París y otras plazas financieras buscaban activamente colocar sumas considerables de dinero tanto en Egipto como en el Imperio otomano y en otros continentes (en Europa en el Imperio ruso, en Asia, en particular en China, en América Latina).

Una segunda gran crisis de la deuda de la Periferia se desencadenó a raíz de la crisis bancaria europea de 1873, seguida de una gran depresión económica

Varios bancos fueron creados en Europa con el fin de canalizar los movimientos financieros entre Egipto y las plazas financieras europeas: El Anglo-Egyptian Bank (fundado en 1864), Banque franco-égyptienne (fundada en 1870 y dirigida por el hermano de Jules Ferry, importante miembro del gobierno francés de la época) y el Banco Austro-egipcio (creado en 1869). Este último había sido fundado bajo los auspicios del Kredit Anstalt, donde los Rotschild de Viena tenían sus intereses. Los grandes bancos de Londres también estaban particularmente activos. Los banqueros londinenses se especializaron en préstamos a largo plazo y los banqueros franceses en préstamos a corto plazo, con una mayor remuneración.

Una nueva crisis bancaria se desarrolló en Viena, en mayo de 1873, en plena Exposición Universal (Crisis bancaria de mayo de 1873 - frwiki.wiki). El Kredit Anstalt, antes mencionado, estuvo directamente afectado. Los bancos de Fráncfort y de Berlín también lo estuvieron y terminó golpeando a los banqueros de Londres. En consecuencia, la voluntad de prestar a los países periféricos se redujo mucho, sin embargo, esos países tenían, constantemente, necesidad de pedir préstamos para pagar sus antiguas deudas. Además, la situación económica se había degradado en los países del Norte por lo que las exportaciones del Sur se redujeron, así como los ingresos por exportación que servían para efectuar los reembolsos. La ola de suspensiones de pagos del Sur fue, principalmente provocada por esa crisis económica internacional cuyo origen se encontraba en el Norte.

Los banqueros franceses, menos afectados que los de otros países por la crisis de 1873, habían continuado sus préstamos a Egipto, aprovechando la situación para aumentar fuertemente los tipos de interés y con mayor frecuencia prestando a corto plazo. En 1876, acentuaron la presión sobre Egipto y estrecharon el acceso al crédito provocando la suspensión de pagos en Egipto. Y así, Egipto se vio forzado a aceptar la creación de una Caja de la Deuda controlada por Inglaterra y Francia.

Es importante señalar que durante el mismo año 1876, otros Estados se declararon en suspensión de pagos, eran el Imperio otomano, Perú (en esa época una de las economías más fuertes de Sudamérica), Guatemala y Uruguay. Se pueden agregar otros países que también estaban en suspensión de pagos: desde 1873, Colombia y Honduras; desde 1874, Paraguay y desde 1875, Bolivia. [10]

Otro ejemplo de cómo la evolución de la situación internacional afectó directamente a Egipto

Como ya expliqué, contrariamente a lo que deja entender Tunҫer, Egipto solo comenzó a pedir préstamos a Europa después de acabar el reinado de Muhammad Ali, es decir, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, y no fue hasta ese momento que el país aceptó la imposición de un tratado de libre comercio deseado por Inglaterra y otras potencias occidentales.

En un principio, el nuevo modelo basado en el endeudamiento y el libre comercio parecía funcionar muy bien, pero, en realidad, ese aparente éxito correspondía a acontecimientos externos que las autoridades egipcias de ninguna manera controlaban. En efecto, Egipto sacó provecho, de manera temporal, del conflicto entre los Estados del Sur y del Norte en Norteamérica. La guerra de Secesión (1861-1865), del otro lado del Atlántico, provocó una caída de las exportaciones de algodón que hacían los Estados sudistas. Ese hecho hizo aumentar fuertemente el precio del algodón en el mercado mundial y, por lo tanto, se dispararon en Egipto los ingresos por la exportación de ese producto. Esa coyuntura llevó a Ismail Pacha a aceptar nuevos préstamos de bancos extranjeros—principalmente británicos y franceses—. Cuando la guerra de Secesión terminó, se retomaron las exportaciones de algodón norteamericanas y el precio se desplomó. Egipto dependía de las divisas que le procuraba la venta de algodón en el mercado mundial (principalmente la venta a la industria textil británica) para poder efectuar el pago de la deuda a los banqueros europeos. La disminución de la recaudación por las exportaciones creó las primeras dificultades en el pago de la deuda egipcia.

Eso no impidió que los banqueros, y especialmente los británicos, organizaran la emisión de títulos egipcios a largo plazo (de 20 a 30 años) y que los banqueros franceses concedieran nuevos préstamos, principalmente, a corto plazo, ya que eso permitía tipos de interés muy altos. El historiador Jean Bouvier describió esa tendencia: «los organismos de crédito —Banque de Paris et des Pays-Bas, Crédit Lyonnais, Société Générale, Comptoir D’ Escompte de Paris, Crédit Foncier— que habían participado hasta ese momento en los "avances" y "préstamos" a Egipto, un poco al azar de los negocios, se pusieron a buscar sistemáticamente esas plazas y a prospectar las operaciones gubernamentales de los países subdesarrollados. Cuando en abril de 1872, el Crédit Lyonnais esperaba participar, junto a los Oppenheimer, en un "adelanto" a Egipto — bonos a dieciocho meses, por 5 millones de libras esterlinas al 14 % de interés anual — su director Mazerat le confió a un corresponsal: "Esperamos que, por medio de este gran "adelanto", se pueda sacar provecho del empréstito que debe ser emitido el año próximo."» [11]

En resumen, las explicaciones dadas por Ali Coşkun Tunҫer no permiten entender lo que realmente había pasado, ya que no tiene en cuenta la evolución del contexto capitalista internacional.

Los intereses interimperialistas

El autor no resalta correctamente los intereses interimperialistas puesto que los limita a un reparto de la influencia entre Francia e Inglaterra en el Mediterráneo. Pasa absolutamente en silencio sobre el papel del Imperio alemán que era una potencia en ascenso y que había vencido militarmente a Francia en 1870, ocupando territorio francés, anexando parte del mismo y obteniendo un tributo de guerra muy oneroso para las finanzas francesas.

He aquí, según mi opinión, cómo se puede resumir lo que estuvo en juego a nivel geoestratégico entre las grandes potencias europeas: el porvenir de Túnez y de Egipto no se solucionaba solamente entre Francia y el Reino Unido: Alemania que acababa de unificarse y que era la principal potencia europea en ascenso al lado del Reino Unido, tenía algo que decir sobre eso. Otto von Bismarck, el canciller alemán, fue claro: Bismark declaró muchas veces, durante las conversaciones diplomáticas secretas, que Alemania no se sentiría molesta por una toma de control sobre Egipto por parte de Londres, ni sobre Túnez por parte de Francia. En contrapartida, Alemania quería tener el campo libre en otras partes del mundo. Los dirigentes políticos franceses eran, por otro lado, muy conscientes de las motivaciones de Bismarck. Alemania había impuesto una derrota humillante a París en 1870-1871, y le había quitado Alsacia y Lorena. Bismarck «ofreciendo a Francia» Túnez, quería desviar la atención de París sobre Alsacia y Lorena ofreciéndole un premio de consolación. Sobre este tema se encuentra una gran documentación.

La conquista de Túnez y Egipto fue el objeto de transacciones entre Londres, París y Berlín

Por su parte, Inglaterra, que por lejos era la primera potencia europea y mundial, consideraba que debía controlar y dominar completamente el Mediterráneo oriental. Y esto era aún más importante con la existencia del canal de Suez que daba acceso directo a la ruta marítima de la India (que formaba parte de su imperio) y del resto de Asia. Londres deseaba marginar a Francia, que ejercía una verdadera influencia en Egipto debido a los bancos franceses y al Canal de Suez cuya construcción había financiado la bolsa de París. Con el fin de obtener de Francia el alejamiento de Egipto, dejando esa plaza completamente a beneficio de Inglaterra, era necesario, en primer lugar, satisfacer los intereses de los banqueros franceses (muy ligados a las autoridades francesas) y en segundo lugar, ofrecerle una compensación en otra parte del Mediterráneo. En ese momento interviene un acuerdo tácito entre Londres y París: Egipto será del Reino Unido mientras que Túnez pasará completamente bajo el control de Francia. En 1876-1878, el calendario exacto todavía no se había fijado, pero la perspectiva era clara. Hay que agregar que en 1878, el Reino Unido compró la isla de Chipre al Imperio otomano que se convirtió en otro peón de la dominación británica del Mediterráneo oriental. Durante el Congreso de las Naciones celebrado en Berlín en junio de 1878, tanto Alemania como Inglaterra hacen saber a Francia que puede disponer de Túnez cómo y cuándo quiera hacerlo. Lord Salisbury, el representante de Inglaterra declara a su homólogo francés. «Tomen Túnez, si ustedes quieren hacerlo, Inglaterra no se opondrá y respetará sus decisiones. Por otra parte, ustedes no pueden dejar Cartago en manos bárbaras». [12] El ministro francés de Interior escribe por su parte: « El Señor de Bismarck nos hizo entender que podíamos tomar Túnez ya que él no tenía nada que decir…» [13]

En contrapartida de sus concesiones para Londres y París, los dirigentes del Imperio alemán querían que les dejasen conquistar una parte importante del África subsahariana. Esa cuestión formó parte de una larga negociación que terminó con los acuerdos de la Conferencia de Berlín de 1885, durante la cual las potencias de Europa occidental se repartieron África.

La conquista de Túnez y Egipto

Esas negociaciones interimperialistas y la utilización del arma de la deuda externa llevaron a la conquista militar de Túnez y Egipto. Túnez para Francia en 1881 y Egipto para Inglaterra en 1882. Ali Coşkun Tunҫer banaliza o maquilla la conquista militar llevada a cabo por Francia e Inglaterra para imponer su dominación. Este autor escribe de manera sibilina lo siguiente: «Ambos países transfirieron su soberanía política a Francia y a Gran Bretaña» («Both countries transferred their political sovereignty to France and to Britain») (p. 73), como si se tratase, efectivamente, de una transferencia voluntaria de soberanía. Pero Francia y Gran Bretaña no se limitaron a desembarcar sus tropas, se encontraron con resistencia y tuvieron que librar batalla.

Esas negociaciones interimperialistas y la utilización del arma de la deuda externa llevaron a la conquista militar de Túnez y Egipto

Francia, en principio, envió un cuerpo expedicionario de 24.000 soldados. Frente a la resistencia encontrada, el gobierno francés tuvo que aumentar el número de militares a 50.000. En Egipto, los campesinos, los propietarios de tierras, numerosos funcionarios del Estado, militares y religiosos se levantaron a partir de 1879 contra las tentativas británicas de dominación del país. Finalmente, el ejército egipcio se sublevó y resistió frente a las tropas británicas hasta que cayó vencido. Los poderes locales que transfirieron la soberanía de su país a Francia y a Gran Bretaña no tenían legitimidad para hacerlo, ya que estaban a sueldo de esas dos potencias coloniales. Por otra parte, Tunҫer, en contradicción con lo ya escrito (p. 73) como transferencia de soberanía, escribe esto en la p. 89: «El nuevo gobierno formado por el jedive (o sea, el jefe de Estado, nota de Éric Toussaint) en 1878 rechaza cualquier forma de acuerdo que implique una intervención extranjera, y las negociaciones terminaron en un impasse. Para superar la crisis, las seis grandes potencias presionaron a la Puerta (la Puerta designaba la sede del poder en Estambul, capital del imperio Otomano, nota de Éric Toussaint) para que remplazara el jedive, al que obligaron a abdicar a favor de su hijo, el príncipe Tewfik.» [14] Y Tunҫer agrega más adelante: «Los gobiernos francés y británico estaban de acuerdo en mantener el jedive Tewfik en el poder, para contrarrestar al movimiento nacionalista, y con el fin de proteger los intereses de los tenedores de obligaciones.» [15]Así mismo, Tunҫer describe hasta qué punto había una fuerte resistencia frente a la política de las potencias imperiales europeas y de Gran Bretaña, en particular: «Sin embargo, debido a las implicaciones políticas de la ley de liquidación (o sea, la ley que reestructuraba la deuda egipcia según la voluntad de los acreedores. Nota de Éric Toussaint), se manifestaron signos de oposición nacionalista al control europeo. Ese movimiento estaba constituido por una coalición de diferentes grupos de interés. Los propietarios de tierras se inquietaban por el aumento de los impuestos y de la cantidad de tierras embargadas por el impago de la deuda de acuerdo a la ley de hipotecas de 1876. Los burócratas se inquietaban por el empleo masivo de europeos en la función pública. Los oficiales militares fueron licenciados debido a las tentativas de control financiero para reducir los gastos militares. Finalmente, los notables religiosos, ulamas, estaban preocupados por la dominación cristiana y los cambios legislativos que de ella derivaban. Esos grupos se transformaron en una fuerza eficaz solo en 1881, cuando se aliaron con los oficiales nacionalistas del ejército dirigidos por el coronel Arabi». [16] El autor continúa: «Una vez que los ataques violentos contra los europeos en Alejandría comenzaron a producirse, se temió que el acuerdo de los tenedores de títulos (bondholders) pudiera ser suspendido una vez más. Por consiguiente, en 1882, las fuerzas inglesas lanzaron una campaña militar, en la que no participaba ni Francia, ni el Imperio otomano, ni otras potencias. Seguidamente a la intervención militar, las grandes potencias celebraron una reunión en Estambul en junio de 1882, y algunos meses más tarde, en septiembre de 1882, las fuerzas británicas vencieron al ejército egipcio.» [17] La conclusión sobre esta cuestión es que la afirmación de Tunҫer de que había habido una transferencia de soberanía se desmiente por el resumen de los acontecimientos de 1879-1882 que el propio Tunҫer describió.

Rosa Luxemburgo y la conquista británica de Egipto [18]

Rosa Luxemburgo explicaba que «en 1882, el ejército ingles ocupó Egipto, para no salir nunca más. La sumisión del país era la culminación de unas operaciones grandiosas del capital en Egipto desde hacia veinte años, y la última etapa de la liquidación de la economía campesina egipcia por el capital europeo. Nos damos cuenta aquí que la transacción aparentemente absurda entre el capital prestado por los bancos europeos y el capital industrial europeo se fundaba en una relación muy racional y muy sana desde el punto de vista de la acumulación capitalista, a pesar de que los pedidos egipcios fueran pagados por el capital prestado y que los intereses de un empréstito fueran cubiertos por el capital de otro empréstito. Si hacemos abstracción de todas las etapas intermediarias que tapan la realidad, podemos reducir esa relación al hecho de que la economía egipcia fue deglutida en gran medida por el capital europeo. Inmensas extensiones de tierra, fuerzas de trabajo considerables y una gran cantidad de productos transferidos al Estado bajo forma de impuestos, finalmente fueron transformados en capital europeo y acumulados.»

El autor del capítulo sobre Túnez y Egipto adoptó una orientación favorable a los acreedores

El autor del capítulo sobre Túnez y Egipto muestra claramente su orientación favorable a los acreedores extranjeros en la conclusión, p. 200 del capítulo, en la que no aborda en ningún momento la naturaleza de las deudas que se le reclamaban a estos dos países. El autor considera que la intervención de las grandes potencias imperialistas europeas constituyó un éxito en el Imperio otomano, aunque haya llevado a complicaciones en Túnez y Egipto. Nuevamente, emitiendo ese juicio, el autor muestra que para él, el éxito se mide por la capacidad de los acreedores de disciplinar a los países endeudados y de extraerles un máximo de recursos financieros.

La manera en que las deudas del imperio Otomano fueron acumuladas y gestionadas por el poder en Estambul y por las grandes potencias europeas tuvo consecuencias nefastas para el pueblo y para el Estado otomano. Solo es posible, como lo hace Ali Coşkun Tunҫer, considerar como positiva la gestión de la deuda otomana si aceptamos el punto de vista de los intereses de las grandes potencias acreedoras y de los rentistas europeos.

Por otra parte, Tunҫer considera que la puesta bajo control interno de las finanzas de Túnez y de Egipto no constituyó un instrumento que sirvió para preparar la colonización de ambos países, lo que es falso. Diferentes testimonios y documentos de la época muestran muy claramente que la puesta bajo tutela financiera de estos dos países fue el preludio de su conquista. Si no pasó lo mismo con la Turquía otomana, es que esa nación representaba un porción demasiado grande y que había demasiadas contradicciones y codicias interimperialistas entre Gran Bretaña, Francia, el Imperio alemán, la Rusia zarista, Austria-Hungría, Italia… para permitir a una sola potencia europea apropiarse de Turquía.

«La historiografía tradicional sobre los organismos de control financiero de fines del siglo XIX los aborda en el contexto del debate sobre el imperialismo, puesto que una de las consecuencias de ese tipo de intervención europea era la pérdida de la soberanía fiscal y/o política de los Estados deudores. Desde puntos de vista más recientes, sin embargo, se pone el acento en su función de restablecimiento de la solvencia de los gobiernos deudores y de su contribución a la modernización de las finanzas públicas.» (p. 74) [19] El propio Tunҫer indica que adopta ese punto de vista revisionista precisando en la nota 4 (p. 74): «Los puntos de vista revisionistas expresados en Suter (1992), Esteves (2013), Mitchener y Weindenmeier (2010) y Tunҫer (2015) ponen por delante remarcar la función de restauración de la solvencia.» [20]

Y es también lo que explica por qué Tunҫer considera que la instauración de las Comisiones internacionales de gestión de finanzas en Túnez y Egipto constituyó un fracaso, no obstante, considera que ese mecanismo dio buenos resultados en el resto del Imperio otomano con la comisión que tenía sede en Estambul. El criterio para el éxito o el fracaso es, por lo tanto, la capacidad de los acreedores para obtener los reembolsos y la del país para continuar refinanciando su deuda.

Tunҫer, aunque se asume como revisionista, concede que el otro punto de vista no debe ser completamente ignorado: «Dado que en ambos casos, Túnez y Egipto, el proceso de endeudamiento externo, de suspensión de pagos y de intervención europea dio, finalmente, lugar a la colonización de ambos países, no es posible ignorar completamente la conceptualización tradicional del control financiero internacional como instrumento del imperialismo.» [21] En eso también, Tunҫer adopta una posición contradictoria: afirma que Francia y Gran Bretaña tenían como objetivo restaurar la solvencia de Túnez y de Egipto, pero, al mismo tiempo, dice que no se puede ignorar totalmente la hipótesis según la cual el control financiero internacional sirvió como instrumento al imperialismo y llevó a la colonización de ambos países.

Tunҫer no hace alusión en ningún momento a la naturaleza odiosa de las deudas de Egipto y Túnez, a pesar de que no se puede dejar de abordar y de pronunciarse sobre esa cuestión.

Conclusiones:

Tunҫer, como otros autores y autoras que participaron en esta obra, adopta un punto de vista favorable a los acreedores, mientras que un análisis que tuviera en consideración los derechos humanos y los derechos de los pueblos llevaría a un juicio más coherente con los muy interesantes elementos de la introducción general de la obra, redactada por los dos coordinadores (véase especialmente la página 4 y la página 18). Tenemos la tentación de preguntar a los dos coordinadores por qué privilegiaron el punto de vista revisionista en la búsqueda de colaboradores y colaboradoras para la redacción de esta obra.

El autor agradece a Anaïs Carton, Maxime Perriot, Brigitte Ponet y Claude Quémar por su atenta lectura

Para saber más:



Louise Abellard, L’Empire Ottoman face á une « troïka » franco-anglo-allemande : retour sur une relation de dépendance par l’endettementhttps://cadtm.org/L-Empire-Ottoman-... [El Imperio otomano frente a una «troika» franco-anglo-alemana : volvamos a tratar una relación de dependencia por endeudamiento] ( solamente en francés)



Jean Batou, Cent ans de résistance au sous-développement. L’industrialisation de l’Amérique latine et du Moyen-Orient face au défi européen. 1770-1870. Université de Genéve-Droz, 1990, 575 pages. [Cien años de resistencia al subdesarrollo. La industrialización de América Latina y del Oriente Próximo, frente al desafío europeo. 1770-1870.]



Jean Batou, L’Égypte de Muhammad-’Ali. Pouvoir politique et développement économique, 1805-1848. Annales. Économies, Sociétés, Civilisations. 1991, 46ᵉ année, N°2. pp. 401-428, en ligne [El Egipto de Muhammad-‘Ali. Poder político y desarrollo económico, 1805-1848]

Georges Corm, « L’endettement des pays en voie de développement : origine et mécanisme » in Sanchez Arnau,J.-C. coord. 1982. Dette et développement (mécanismes et conséquences de l’endettement du Tiers-monde), Éditions Publisud, Paris [El endeudamiento de los países en vías de desarrollo : origen y mecanismo] [Deuda y desarrollo (mecanismos y consecuencias del endeudamiento del Tercer Mundo]



Instance Vérité et Dignité, Tunisie : Mémorandum pour exiger l’annulation de la dette tunisienne á l’égard de la France, Tunis, 2019.



Éric Toussaint, La deuda como instrumento para la conquista colonial de Egipto (cadtm.org)



Éric Toussaint, Francia se apoderó de Túnez usando la deuda como arma (cadtm.org)

Éric Toussaint, Rosa Luxemburgo y la deuda como instrumento del imperialismo (cadtm.org)

 



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Eric Toussaint


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