La teoría del conflicto estratégico en el capitalismo tardío: Hacia un socialismo multipolar

El análisis del capitalismo en su fase tardía, marcada por la erosión del unipolarismo estadounidense y el ascenso de potencias revisionistas de ese unipolarismo imperialista, exige herramientas teóricas que superen el economicismo determinista. La teoría del conflicto estratégico, desarrollada por teóricos como Gianfranco La Grassa y Gianni Petrosillo, ofrece un marco pertinente. Esta perspectiva postula que la dinámica fundamental del capitalismo avanzado no se reduce a la lucha de clases, sino a la competencia entre "agentes estratégicos" –bloques de poder financiero-industrial, Estados o alianzas interestatales– que buscan dominar los puntos nodales de la economía-mundo. Este ensayo argumenta que dicha teoría provee un sólido soporte para el proyecto de "socialismo multipolar" defendido por Carlos X. Blanco, un proyecto realista que busca reconfigurar el tablero geopolítico mediante la creación de bloques soberanistas capaces de fracturar la hegemonía occidental.

La transición hacia un mundo multipolar no es un proceso automático ni pacífico. Según la lógica del conflicto estratégico, el declive relativo de un agente hegemónico, en este caso el bloque norteamericano-atlantista, genera una fase de intensa disputa por la redefinición de las esferas de influencia. Es aquí donde la propuesta de Blanco adquiere su carácter visionario y a la vez profundamente realista. Su análisis identifica a la colaboración estratégica entre Rusia y China como el núcleo de un incipiente bloque continental eurasiático. Sin embargo, la pieza que falta para consolidar este polo y alterar decisivamente la correlación de fuerzas es Europa Occidental, actualmente anclada en el atlantismo y, según su diagnóstico, sujeta a los intereses concentrados del capital financiero sionista y angloamericano.

La contribución marxista de Blanco, enraizada en un realismo político que bebe de Maquiavelo y Carl Schmitt, radica en traducir la teoría del conflicto estratégico en un programa de acción concreto. Rechazando la expectativa tradicional de que la clase obrera sea el agente histórico universal, señala que la superación del capitalismo solo puede surgir de las fisuras y desgastes entre los grandes agentes estratégicos en pugna. Por tanto, la tarea inmediata no es la revolución global, sino la creación de contrapesos soberanos que debiliten al bloque occidental desde dentro y desde su periferia. Esto implica tres frentes principales.

Primero, la re-soberanización de naciones europeas como España, Italia y Francia, promoviendo bloques soberanistas que rechacen el belicismo de la OTAN, la globalización asimétrica y el neoliberalismo impuesto por el eje germano-atlantista. El objetivo sería una Europa del Sur realineada con los BRICS, actuando como un puente hacia Eurasia y abandonando las políticas neocoloniales.

Segundo, la formación de un bloque estratégico en el Cono Sur de América, un polo autónomo y soberano que, rompiendo definitivamente con la Doctrina Monroe, pueda colaborar de igual a igual con el bloque eurasiático. Este agente actuaría como un núcleo de desconexión económica y política del Imperio Occidental.

Tercero, y de manera transversal, Blanco propone una suerte de marxismo tradicionalista o nacional-comunitarista. Este busca articular una defensa de las tradiciones populares y la soberanía nacional frente a la ideología individualista y transnacional del capitalismo liberal, incluida su derivada "woke", que considera un instrumento de división social. El fin último es la construcción de Estados soberanos con justicia social y orientación comunitaria, como escalones hacia un horizonte postcapitalista.

En conclusión, la teoría del conflicto estratégico ilumina la naturaleza del capitalismo tardío como una lucha entre conglomerados de poder. El proyecto de Carlos X. Blanco aplica este diagnóstico de manera audaz y coherente, planteando una vía realista para socavar la hegemonía occidental. Su socialismo multipolar no es una utopía abstracta, sino una estrategia geopolítica concreta que busca crear, desde las fallas del sistema, nuevos agentes soberanistas en Europa y América. Estos bloques, al desafiar el orden unipolar en descomposición y acercarse a la alternativa eurasiática, podrían generar las condiciones para un mundo verdaderamente pluricéntrico y, eventualmente, para la superación del modo de producción capitalista. La lucha ya no se define solo en el plano de la fábrica, sino en el tablero mundial donde se disputa el control del espacio, los recursos y el destino de las civilizaciones.



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