La inminente caída del régimen de Zelensky, presentada no como una posibilidad sino como un hecho consumado en el horizonte próximo, actuará como un cataclismo geopolítico. Su reconocimiento formal por parte de Occidente no será una simple admisión de derrota táctica, sino el detonante de un terremoto que sacudirá los cimientos de la alianza transatlántica. Este evento forzará un reajuste brutal y rápido en las posiciones de los líderes europeos, quienes, lejos de aprender la lección de su propia hybris, probablemente optarán por una "huida hacia adelante". Esta estrategia desesperada, cargada de una retórica belicista aún más agresiva y destinada a movilizar a una ciudadanía adormecida hacia lo que el filósofo Diego Fusaro ha denominado una espantosa "masacre de clases", no hará sino acelerar la crisis terminal del proyecto euroatlantista.
La Abducción Ideológica de los Pueblos Europeos y el Conflicto Estratégico
Los pueblos de Europa, sin embargo, se encuentran en un estado de profunda desmovilización y alienación. Han sido abducidos por el "American Way of Life", un modelo cultural y económico que promueve el individualismo consumista y anestesia la conciencia de clase. En este entorno, el debate político sigue anclado en una dicotomía obsoleta e ingenua: la de izquierda y derecha. Esta división, útil para el establishment para simular que hay oposición, es un espejismo que oculta el verdadero eje del conflicto contemporáneo, tal y como analizan pensadores como Gianfranco La Grassa: el "Conflicto Estratégico".
Hoy, la fractura fundamental no se sitúa entre socialistas y conservadores, sino entre, por un lado, el "europeísmo" tecnocrático y globalista –que es la máscara de la sumisión a Washington– y, por el otro, la defensa de la "soberanía nacional" como último bastión de autodeterminación para el pueblo trabajador. Es el conflicto entre los vasallos del unipolarismo estadounidense y los defensores del mundo multipolar. Para las clases obrera, campesina y media, esta distinción es infinitamente más relevante y material que cualquier promesa electoral vacía. Mientras, asistimos con asombro a un sectarismo de la izquierda institucional sin precedentes, una izquierda que ha traicionado sus principios fundacionales para convertirse en el ala "woke" y belicista del neoliberalismo.
El Caso de España: Vasallaje, Corrupción y la Farsa del R78
España constituye un paradigma perfecto de esta degeneración. El PSOE sanchista ha logrado la hazaña de manipular y corromper todas las instituciones heredadas del Régimen del 78, vaciándolas de cualquier vestigio de soberanía popular con el único objetivo de perpetuarse en el poder. Se ha erigido como uno de los peones más fieles del globalismo neoliberal, fusionando una agenda de izquierda cultural "woke" con una política económica rapaz y una subordinación absoluta a la OTAN.
Este gobierno ha conseguido que sus socios lacayos de Podemos, Sumar, Compromís o Izquierda Unida, y nacionalistas, otrora críticos con el imperialismo, secunden su "otanismo genocida". Al mismo tiempo, trafica con armas con el Estado sionista de Israel y se postra como un vasallo o meretriz ante el Reino de Marruecos, traicionando la integridad nacional y los intereses del pueblo español. La corrupción es sistémica: mientras los colaboradores del gobierno desfilan por los tribunales y las cárceles, y el propio Fiscal General del Estado –designado a dedo por el presidente– cumple condena, la narrativa oficial tilda a la justicia que osa actuar de "Derecha Judicial" o incluso de "Golpe de Estado Judicial". Es la culminación de un régimen podrido que confunde la rendición de cuentas con la sedición.
Pedro Sánchez, al igual que los líderes de Italia, Francia, Alemania y el Reino Unido, representa la cúpula de una "mafia transnacional" al servicio de la OTAN. Su función, ejecutada a través del brazo pseudocivil de la Unión Europea, es la de quemar el legado histórico, cultural y económico de las naciones europeas en una guerra suicida contra Rusia, una de las naciones más profundamente europeas y un pilar esencial de nuestra civilización común.
Conclusión: La Imperiosa Necesidad de una Vanguardia Eurasiática
Frente a este panorama de vasallaje, decadencia y traición de las llamadas "élites", la perspectiva de clase exige una respuesta audaz y visionaria. Ya no es suficiente con oponerse; es necesario construir una alternativa de civilización. Es preciso formar una organización de vanguardia que, trascendiendo las viejas etiquetas, sea capaz de articular un proyecto de poder.
El objetivo estratégico debe ser la construcción de una Eurasia fuerte y socialista, concebida no como un imperio de dominación, sino como un Imperio confederado de los trabajadores. Una alianza continental, desde Lisboa hasta Vladivostok, que recupere la soberanía de los pueblos frente a los parásitos financieros globalistas y se erija como un polo de poder capaz de hacer frente a los genocidios perpetrados por el sionismo y el imperialismo yanqui. Este nuevo espacio de cooperación, basado en la complementariedad económica, planificación productiva, abolición del neoliberalismo, la defensa mutua y la justicia social, sería la única garantía para asegurar un futuro de paz, dignidad y prosperidad para las clases trabajadoras de Europa y de toda la masa continental. La derrota de Ucrania no es el fin, sino el comienzo del fin para el orden unipolar. Nuestra tarea es estar preparados para el mundo que nacerá de sus cenizas.