¡La Revolución Socialista ante el abismo!

Manifiesto del Marxismo Colapsista

Prólogo

Manifiesto del Marxismo Colapsista ¡La Revolución Socialista ante el abismo! tiene como base un material anterior publicado originalmente en el 2015 que fue posteriormente ampliado hasta alcanzar su forma definitiva durante el año 2019 (*).

Uno de los objetivos centrales de este material ha sido desde sus primeras versiones constituir un urgente llamado de atención y acción ante la amenaza que representa el cambio climático y el peligro de un fenómeno de colapso civilizatorio como resultado de su combinación con otras de las amenazas globales que hoy enfrenta la humanidad tales como la crisis energética, la sobrepoblación y la escasez de recursos. Combinación de verdaderas "crisis epocales" que, sumadas a las contradicciones propias de una sociedad capitalista en fase de decadencia terminal y un modelo económico neoliberal hegemónico que no hace más que profundizar su carácter social y ecológicamente parasitario, plantea además la perspectiva de un tipo de cataclismo ecosocial cuya gravedad parece hoy difícil de discernir.

En torno a la crisis ecosocial y el colapso como entropía. Algunas consideraciones filosófico-operativas sobre nuestro "método"

Se hace necesario para comenzar este prólogo decir algo acerca de los principios interpretativos en los cuales se basa la lógica de análisis de este documento. Necesidad que se volvería más patente si tomamos en cuenta el contenido hipotético de algunas reflexiones y conceptos utilizados sobre todo a partir de la segunda mitad del mismo, referidas a una posible dinámica de colapso. La pertinencia de esto es a nuestro entender doble si consideramos adicionalmente no sólo la importancia teórica implícita que tienen como veremos estos principios para el estudio de la realidad social, sino que, igualmente, por el hecho de no haber sido desarrollados en nuestro texto original del 2015 y en sus posteriores ampliaciones de los años 2016 y 2019.

Principios que además creemos poseerían una relevancia clave al abordar el debate de contenido más claramente "colapsista" en nuestro análisis del proceso histórico y la crisis ecosocial. Esto mediante una búsqueda (a nuestro juicio original) de "puentes interpretativos" entre una amplia gama de escuelas filosóficas y de pensamiento que incluirían al marxismo, el estructuralismo, la teoría de sistemas e incluso la termodinámica. Escuelas teóricas y ramas del pensamiento científico cuyos aportes serían, según creemos, indispensables para el análisis de los procesos sociales e históricos que están comenzando a configurarse ante nosotros.

En general, nuestra reflexión acerca de los potenciales impactos de la presente crisis ecosocial sobre el trinomio modo de producción-lucha de clases-horizonte socialista se basa en lo que podríamos denominar operativamente como un método de "analogías dialécticas" y "sistémico-estructurales". Es decir, un método (tanto de orden inductivo como deductivo) que intentaría explorar el tipo de desarrollo dialéctico particular que, de acuerdo a una lógica estructural-sistémica, se asociaría a esta crisis y sus respectivas expresiones sobre el conjunto de la sociedad contemporánea. Lo anterior siguiendo una lógica de determinismo estructural "atenuado" (multicausal y multilineal) basada tanto en el establecimiento de "grados de probabilidad" ascendente, así como en una integración del papel de la agencia humana y el principio de variabilidad e indeterminación histórica en el devenir social. Uno de los presupuestos teórico-filosóficos de esta lógica determinista-estructural "atenuada" sería, en consecuencia, asumir como válida la analogía (relativa) entre sociedad y "sistema". Esto último basándonos para ello tanto en los criterios materialistas dialécticos desarrollados por Federico Engels en sus obras Anti-Dühring y Dialéctica de la Naturaleza, así como también en algunos de los conceptos generales fundamentales de la teoría de sistemas, el estructuralismo y la termodinámica tales como los de "sistema", "estructura", "entropía" y "homeostasis".

Desde aquí, entendemos como "sistema" una colección de componentes, elementos o unidades interrelacionadas que se organizan y funcionan como un todo complejo unificado, el cual exhibiría además propiedades o comportamientos particulares que emergen de la interacción entre sus partes. Esto dentro de un contexto específico de relaciones estructurales jerárquicas que mostrarían patrones y dinámicas discernibles, las cuales para nosotros poseerían (en tanto movimiento en desarrollo) un contenido eminentemente dialéctico. Patrones y dinámicas que, en su condición de movimiento dialéctico real (objetivo), adoptarían su "forma dialéctica concreta" (específica) como resultado del influjo en las mismas de las interacciones y dinámicas comúnmente asociadas al movimiento de la materia organizada. Por ejemplo, entre otras, las relacionadas a los "principios" de dirección, velocidad, aceleración y entropía, los cuales serían en consecuencia también aplicables a los fenómenos naturales y, aunque en el marco particular de las sociedades humanas, a los propios procesos sociohistóricos y culturales. Esto tal como sostienen los postulados fundacionales del materialismo dialéctico sistematizados por el ya referido Engels y defendidos durante el siglo XX tanto por Vladimir Lenin en su obra Materialismo y Empiriocriticismo, así como también por otros exponentes del marxismo clásico y los primeros referentes de la ecología marxista.

Asumimos por lo tanto en este punto el criterio metodológico reafirmado en décadas pasadas por el ecosocialista John Bellamy Foster en su defensa del principio de "objetividad" del concepto de dialéctica, el cual constituiría así, en coherencia como señalamos con los postulados del materialismo dialéctico, un concepto válido aplicable a la comprensión de los procesos naturales, sociales y culturales. Esto en contraposición de una serie de corrientes de pensamiento marxista y neomarxistas inspiradas en la tradición gramsciana y/o la llamada Escuela de Fráncfort, caracterizadas por un "rechazo ontológico" de tipo subjetivista e historicista vulgar (filosóficamente idealista) del método dialéctico en lo que respecta a su comprensión de los fenómenos del mundo natural y en cierto sentido también los históricos. En otras palabras, asumimos como válida la existencia de una ligazón ontológica-estructural (genética) entre los distintos planos de la realidad material en sus dimensiones físico-química, biológica y sociohistórica. Aquello en tanto expresiones sistémicas "particulares" del movimiento dialéctico que caracteriza a la materia y, por lo tanto, sometidas al influyo de los principios que regulan a este último. Principios del movimiento dialéctico universal de la materia, generalizables en un determinado set de leyes universales (por ejemplo, la ley de unidad y lucha de contrarios, la ley de la transición de los cambios cuantitativos en cualitativos y ley de la negación de la negación), presentes desde los fenómenos atómicos que determinan el comportamiento de los elementos químicos y los procesos fisiológicos de los seres vivos hasta el desarrollo de los ecosistemas, la evolución humana y el devenir de los procesos históricos.

De particular importancia en estas definiciones es el ya mencionado principio de entropía, asociado a la tendencia inherente de un sistema al desorden y hacia un estado de equilibrio. Principio que, aunque sin haber sido integrado en las formulaciones iniciales de la teoría marxista (debido probablemente a que su generalización a esferas más allá de la física es posterior a la obra de Marx y Engels), poseería según creemos una gran relevancia para el estudio de los sistemas sociales. Principio entrópico que, aunque no se relaciona directamente a la "perdida de energía" de un sistema, sino que a las formas en que la energía disponible en el mismo tiende a organizarse desde formas más complejas a otras más simples, tendría de hecho una traducción bastante obvia para el caso de la sociedad moderna. Esto si asumimos que la disminución de recursos que producirá durante este siglo el cambio climático y el agotamiento de los combustibles fósiles generará, necesariamente, una importante reducción de la "disponibilidad energética" de la sociedad industrial que debería afectar la capacidad de esta última para mantener su equilibrio y resistir así un aumento de sus niveles de entropía.

Dicho de otro modo, la disminución de la disponibilidad de recursos y de fuentes de energía tradicionales que se asociará a la crisis ecosocial en el futuro próximo implicaría un importante desafío estructural para la preservación del sistema industrial capaz de afectar, entre otras cosas, no sólo su estabilidad y funcionalidad productivo-económica a largo plazo, sino también su aptitud para mantener sus niveles actuales de organización social y política. Esto en un escenario en el cual se volvería cada vez más difícil sostener los procesos necesarios para asegurar la homeostasis (o capacidad de un sistema para preservar su balance interno a pesar de los cambios externos) de la civilización contemporánea, dando por resultado el desarrollo de una situación de desequilibrio estructural insostenible y, en última instancia, un colapso sistémico.

Un ejemplo concreto de esto llevado al ámbito de uno de los "núcleos basales" (estructurales) de todo el andamiaje de la sociedad moderna puede ser visto en el inevitable impacto y posible desestabilización que una escasez creciente de recursos y energías fósiles debería producir en los mecanismos tradicionales de reproducción y valorización del capital. Mecanismos de reproducción-valorización del capital que en determinado punto de la crisis global de recursos que se avecina podrían ser virtualmente bloqueados, paralizados o incluso "desintegrados" en la medida en que aquella termine por volver inviables aspectos esenciales de la actual economía de mercado. Otro ejemplo análogo puede encontrarse en el impacto que debería tener el derrumbe energético-productivo que se avizora durante las próximas décadas en los niveles de excedente social necesarios para la materialización de un proyecto socialista. Proyecto de sociedad socialista "moderna" que, al menos en su versión "industrial", tal como en el caso de la Unión Soviética, estuvo asociado desde prácticamente su fundación a extensivos y vastos programas de industrialización, los cuales podrían ser muy pronto parcial o totalmente inviables en un escenario de "caída productiva" generalizada.

En síntesis, de manera coherente con los principios previamente mencionados, entendemos así a la actual crisis ecosocial planetaria (ya sea en tanto crisis climática, derrumbe energético o en cualquiera de sus otras acepciones) como un "vector entrópico" sistémico capaz de introducir grados variables de desorden y aleatoriedad progresivos al nivel de las estructuras y dinámicas reproductivas basales (ecológicas, económicas, sociales y político-ideológicas) de la sociedad moderna. Esto en el contexto de un proceso de "degradación sistémica" ascendente de la misma, la cual tendería por lo tanto a moverse, en tanto "proceso histórico-dialéctico" (sometido al influjo intrínsecamente variable de la praxis humana), hacia un estado de desorden crónico creciente o disolución. Estado de desorden crónico y disolución que constituiría en su fase avanzada ("terminal"), caracterizada por una dinámica de reducción violenta (abrupta) de sus niveles de complejidad y agregación sistémica, la materialización de un fenómeno de colapso societal o "colapso civilizatorio". Esto último en el marco de un periodo histórico de colapso (o "etapa histórica colapsista") definido por una sucesión continua de transiciones dialécticas interdependiente "abiertas", caracterizadas en su desarrollo por amplios grados de variabilidad y contingencia histórica. Es decir, que aunque estarían mutuamente condicionadas las unas a las otras, no estarían completamente determinadas entre sí.

En definitiva, el contenido último de la crisis ecosocial y un potencial fenómeno de colapso social sería el de constituir a fin de cuentas un "proceso" (por oposición a un hecho aislado o puntual) definido por una dirección-dinámica de "debilitamiento" y "degradación" estructural progresivos del "sistema" moderno. Dinámica que estaría caracterizada en sus diversas fases por velocidades y ritmos de aceleración diferenciados. Esto seguramente en el marco de un proceso de desarrollo que exhibiría (en los términos sugeridos por León Trotsky en su ley de desarrollo desigual y combinado) patrones de desarrollo comunes y a la vez divergentes en sus planos históricos temporales y espaciales. Todo lo cual nos mostraría así que la crisis ecosocial y la perspectiva de un potencial colapso de la civilización moderna se nos presentaría, entonces, como un proceso de debilitamiento-degradación y fractura estructural del sistema moderno que no sería muy distinto (en términos de principios generales) al debilitamiento o degradación "entrópica" de cualquier sistema termodinámico, aunque en este caso sometido a las leyes históricas particulares que gobiernan a las sociedades humanas. Por ejemplo, las que regulan el enfrentamiento de clases sociales antagónicas. Todo esto en el seno de condiciones sociales, culturales e históricas no sólo siempre desiguales, cambiantes y azarosas, sino que, como dijimos, influenciadas por diversos niveles de agencia sociopolítica (o praxis). O sea, moldeadas y en muchos casos "determinadas" por las capacidades de acción y respuesta de nuestra especie ante aquellas condiciones.

Introducción

Uno de los objetivos centrales de este Manifiesto del Marxismo Colapsista es constituir un llamado de atención urgente frente a la actual emergencia planetaria del cambio climático y sus impactos sociales y sistémicos. Emergencia planetaria que pensamos constituye además, en tanto pone en riesgo la propia posibilidad de la revolución mundial, una verdadera "emergencia estratégica" para el conjunto de las organizaciones revolucionarias a nivel internacional, en retroceso desde hace más de medio siglo.

Es justamente dando cuenta de la gravedad de la presente crisis ecosocial global (que no hace más que empeorar año tras año) y las disruptivas implicaciones de aquella para los sistemas de pensamiento, marcos teóricos y programas políticos de las fuerzas anticapitalistas, que hacemos aquí un imperioso llamado a estas últimas a impulsar la convocatoria de una Segunda Conferencia de Zimmerwald. Esto como una forma de emular la realización de la primera reunión de Zimmerwald en 1915 en donde un puñado de revolucionarios sentó los primeros jalones de una respuesta teórica-práctica ante el desastre que significó el estallido de la Primera Guerra Mundial. Es decir, tal como la crisis climática hoy, ante la materialización del desastre más importante al que se había enfrentado la humanidad desde el origen de la sociedad industrial.

 

A partir de aquí, se desarrolla a lo largo de este manifiesto una breve contextualización de algunos de los principales impactos sociales que tendrá durante los próximos años (y que está teniendo hoy) la crisis ecológica y el resto de sus crisis concomitantes (energética, demográfica, de recursos, etc.). Lo anterior como una forma concreta de reflexionar en torno a la profundidad de estas crisis y su potencial impacto sobre las actuales dinámicas sociopolíticas e históricas. Esto tal como puede verse en el caso del impacto catastrófico que, sin duda alguna, están comenzando a tener sobre los sistemas sociales contemporáneos la crisis del agua, la creciente escasez energética, la disrupción cada vez más frecuente de las cadenas de producción y distribución de alimentos, los efectos de la sobrepoblación mundial y las oleadas migratorias masivas, etc.

Una de las implicaciones de fondo más relevantes del desarrollo de estas crisis (climática, energética, demográfica y de recursos), además de sus obvias consecuencias en términos de la exacerbación de conflictos y tensiones sociales, sería así exponer la fragilidad inherente de los pilares de la sociedad moderno-industrial, basados en patrones de utilización de recursos insostenibles. Fragilidad agravada en gran parte del mundo tanto por la contradicción fundamental existente entre las dinámicas de valorización del capital y la preservación de los equilibrios naturales, así como también por el cada vez más marcado déficit tecnológico-productivo que está afectando a la sociedad moderna para hacer frente al tipo de amenazas "geológico-históricas" asociadas al avance del cambio climático.

Es decir, un tipo de amenazas que, expresándose hoy por hoy en la manifestación de una serie de "fallas estructurales" iniciales de los mecanismos de funcionamiento de los sistemas sociales modernos (algo claramente visto durante la pandemia de COVID-19 o en la actual crisis global hídrica), estarían en perspectiva capacitadas de poner en cuestión las "bases tecno-económicas" del sistema capitalista y la propia sociedad industrial. En otras palabras, que tanto por su magnitud como por el tipo de "vectores catastróficos" que se hallan en su base (ligadas al empeoramiento de la triple crisis ecológica, energética y de recursos que se despliega a nivel mundial), anticiparían la inminencia de un posible fenómeno de colapso de la civilización contemporánea.

Fenómeno de colapso civilizatorio que, si consideramos las reales repercusiones que tendrá la crisis ecológica durante este siglo (por ejemplo, si se produce el rebasamiento del límite de los 1.5 grados centígrados de aumento de la temperatura media terrestre), podría darse de manera simultánea a una desestabilización generalizada de los equilibrios planetarios que permiten la existencia de nuestra especie. O sea, que pueda dar por resultado la materialización de una literal perspectiva de "catástrofe malthusiana" ligada a un evento de extinción humana. Todo lo cual sería equivalente a asumir, nada menos, la posibilidad concreta (práctica) de un literal "apocalipsis ecológico-civilizatorio" durante este siglo. Posibilidad de un apocalipsis "geológico-histórico" que, si es que todavía nos preciamos de nuestra condición de "seres racionales", debería llevarnos, cuando menos, a un agudo cuestionamiento del carácter de nuestro curso histórico y, en definitiva, del sentido último de nuestra existencia social.

En el ámbito de la mecánica histórica, el presente manifiesto discute algunos de los posibles efectos que podría tener la interrelación orgánica entre esta última y un potencial horizonte de "deriva colapsista" dado por nuestra situación actual de "empeoramiento ecológico" y escasez global inminente de recursos. Siguiendo un método de analogías dialécticas y sistémico-estructurales, se reflexiona alrededor de una serie de categorías que buscan alumbrar las potenciales dinámicas que, siguiendo una lógica de análisis genético-histórica, deberían ir manifestándose en el proceso social en la medida en que el proceso de colapso vaya materializándose. Entre algunas de estas categorías, pueden destacarse las siguientes: dinámica histórica terminal, dialéctica histórica degenerativa (o dialéctica "negativa"), curvatura epocal, paradojas histórico-epocales insolubles, colapso como "ruptura" del tiempo histórico, mezcla de tiempos históricos y escenario posmoderno "re-actualizado". El objetivo último de estas categorías sería así dar cuenta tanto de la existencia de una dinámica general de agotamiento (o "extenuación") de las condiciones geológico-ecológicas, económicas y sociopolíticas que permitieron el desarrollo de la sociedad moderna, así como del contenido tardío-moderno "limítrofe" de nuestra situación histórica, marcada por una "transición epocal" cercana.

Otras de estas categorías, aplicadas en este caso al terreno de las dinámicas de la lucha de clases propiamente tal durante una posible fase de transición entre nuestro contexto "moderno-tardío" (decadente) y una fase temprana de colapso (o "pre-colapso") serían las de: disolución progresiva de las bases objetivas de la lucha de clases moderna, fallos de las "leyes clásicas" de la dinámica revolucionaria moderna, curvatura reaccionaria de la lucha de clases, lucha de clases decadente, revoluciones proletarias seniles, estados revolucionarios condenados, clase obrera degenerada, vacío (o ausencia) de sujeto revolucionario, y cierre de la lucha de clases holocénica. Categorías y conceptos que intentarían dar cuenta del papel sistémico "degenerativo" que tendría en perspectiva la actual crisis ecosocial sobre la estructura de clases y las dinámicas de la lucha de clases contemporánea. Esto al modo de un factor sociológico de "senescencia" materializado en el despliegue histórico de una lucha de clases moderna enfrentada a la desintegración de las condiciones objetivas en las cuales aquella se desarrolló desde el origen de la sociedad industrial. Es decir, algo así como una lucha de clases moderno-industrial "postrera" o en fase de "declive", lo cual como veremos no debería equipararse a una "morigeración" (o "pacificación") de la misma.

Con base en estas reflexiones, considerando el papel objetivo históricamente disolvente que tendrá el agravamiento de las actuales crisis climática, energética y de recursos en todas las esferas de la economía, la sociedad y la política moderna, nuestro manifiesto subraya la vital importancia que tendría el impulso de una verdadera "revolución teórica" (de signo teórico colapsista) en el seno del marxismo contemporáneo. Lo anterior con el objetivo de replantear los marcos teóricos y programas de la revolución socialista de cara a los inéditos escenarios históricos y desafíos estratégicos inherentes a las nuevas condiciones histórico-epocales, determinadas por la perspectiva de un colapso inminente. Revolución teórica que, si se asume el ya mencionado "agotamiento" de las condiciones objetivas sobre las que se basó el desarrollo de la modernidad industrial, debería representar entonces la última forma teóricamente concebible de revolución proletaria. O bien, más allá aún, si partimos del actual periodo de transición antropocénica dado por la ya inevitable desintegración de las condiciones del periodo holocénico, la última teoría revolucionaria de toda la historia de la sociedad de clases. Esto al menos si aceptamos la equiparación entre "sociedad de clases" y sociedades o civilizaciones jerárquicas "holocénicas", que son hasta ahora las únicas sociedades de clase conocidas (desarrolladas varios milenios con posterioridad a la última glaciación del Pleistoceno).

Es precisamente con este criterio en mente que se integra en diversos pasajes de este manifiesto una serie de conceptos que intentan problematizar tanto la naturaleza histórica de la revolución social y los programas revolucionarios en un contexto de crisis ecológico-energética aguda, así como también de las dinámicas sociopolíticas que podrían caracterizar la lucha por un horizonte socialista en un escenario de colapso planetario. Entre otros, destacan aquí los conceptos de revoluciones en el abismo, revoluciones bi-epocales y dinámica permanentista extendida (o sui generis) de la revolución socialista, los cuales buscarían aportar con una "reconsideración colapsista" de algunos elementos "matrices" del cuerpo teórico marxista en el análisis de los procesos revolucionarios y el conflicto de clases. Esto asumiéndose un marco histórico general de "agotamiento" o "cierre" de la lucha de clases moderna como resultado de la emergencia de condiciones epocales cualitativamente distintas a aquellas en que esta última y el conjunto de los programas y estrategias políticas de la modernidad tomaron forma. Marco en el cual se inferiría, siguiendo la lógica de nuestro análisis, la posibilidad del desarrollo de procesos revolucionarios que, aunque originados en el contexto de condiciones sociohistóricas modernas en franco deterioro o "desintegración", puedan llegar a ser capaces de "extender" (en las circunstancias adecuadas) su curso de desarrollo objetivo "más allá" de estas últimas. Es decir, adquiriendo un contenido de transición "bi-epocal" o "entre dos épocas" (la modernidad holocénica y la posmodernidad antropocénica temprana).

Mención aparte merece el tópico con respecto a la "inevitabilidad del colapso", ámbito en donde se suele acusar a las tendencias de pensamiento colapsista de teóricamente "deterministas", "mecanicistas" o incluso de "teleológicas". Esto al pretender supuestamente trasladar la discusión en torno a los efectos de la crisis climática o el agotamiento de los combustibles fósiles al ámbito de los procesos sociales sin una debida atención al carácter intrínsecamente variable, contingente y/o intempestivo de la dinámica histórica, la cual sería por lo demás altamente moldeable por la praxis política.

Aunque es cierto que se infiere en este manifiesto que un fenómeno de colapso de la civilización industrial sería ya (por la serie de factores objetivos y subjetivos mencionados a lo largo del documento), efectivamente, "inevitable", esto no quiere decir ni que dicho proceso de colapso esté ya "escrito" de antemano ni que aquel no pueda caracterizarse, de hecho, por un alto grado de variabilidad histórica. Muy por el contrario, si aceptamos que un periodo de colapso tendría como una de sus características centrales el derrumbe (o transformación aguda) de los principales pilares del mundo moderno vigentes desde el inicio de la Revolución Industrial, sería entonces lógico asumir que este colapso no podría adoptar así más que un fisonomía altamente diversa, multilineal y en gran medida "fragmentada" (tanto en sentido espacial como temporal).

En línea con esta perspectiva de un colapso "fragmentado" (o "superpuesto"), lo cual en palabras sencillas quiere decir que un colapso de la civilización industrial podría hipotéticamente significar prácticamente cualquier cosa (desde una transición global exitosa al decrecimiento hasta un evento de extinción humana fulminante), es que se integran en las reflexiones de este texto una serie de nociones teóricas como las de necesidad y contingencia histórica, bifurcaciones históricas y desarrollos tendenciales. Desde aquí, la utilización de estas nociones tiene como fin colaborar (aunque es cierto que de manera más bien somera) con los debates que vienen dándose entre diversos exponentes del pensamiento colapsista alrededor de la "variabilidad" intrínseca que, tal como lo ocurrido en el pasado en diversas ocasiones con diferentes civilizaciones, debería acompañar un fenómeno de colapso de la actual civilización industrial.

Colapso del mundo industrial que, dada la complejidad y extensión global de este último (se trata, efectivamente, de la primera civilización de magnitud realmente planetaria), no podrá de hecho más que replicar, ahora a una escala muchísimo mayor, los grados de complejidad que caracterizaron el derrumbe de una serie de "sistemas-mundo" del pasado tales como los representados por el Imperio Romano o las civilizaciones andinas prehispánicas. Colapso del sistema-mundo contemporáneo que, al menos para todos aquellos que somos conscientes de su posible cercanía en el presente, nos hace preguntarnos: ¿A qué nos estamos enfrentando? ¿Cómo colapsaremos? ¿Es necesario hablar más bien de "colapsos" y no de un colapso al modo de un evento único? ¿Tomará años, un par de décadas o bien un número indeterminado de siglos? ¿Puede una revolución mundial seguir siendo factible (o incluso pensable) en un escenario de derrumbe civilizatorio planetario?

En definitiva, una de las características centrales del Manifiesto del Marxismo Colapsista es reconocer la necesidad imperiosa (o bien "ominosa") que existiría en el seno del pensamiento socialista de romper con los moldes teóricos productivistas-industrialistas, desarrollistas y modernistas heredados del marxismo clásico. Esto para buscar una adaptación del mismo a marcos de pensamiento más aptos para la comprensión de nuestras nuevas realidades civilizatorias y planetarias. Por ejemplo, entre otros, los proporcionados por algunas escuelas de pensamiento tales como la colapsología, la teoría del decrecimiento, la ecología profunda y ciertas vertientes del ecosocialismo y el antihumanismo contemporáneo. Todas las cuales poseerían importantes aportes teórico-filosóficos e incluso programáticos, políticos y ético-valóricos para pensar desde el marxismo el proyecto comunista desde una renovada perspectiva colapsista.

Es decir, una perspectiva marxista-colapsista que tome en cuenta los desafíos y sobre todo las incertidumbres del nuevo "periodo de transición" que tenemos frente a nosotros: el del tránsito de la época holócenica y una modernidad-industrial devorándose a sí misma hacia lo que sea que tengamos por delante.

¡Lo que sea que tengamos por delante!

¡Incluso así si esto fuese el mismo infierno!

 

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