La incertidumbre como sombra sobre la Seguridad Social

Es la hora inicial de reconocer y propugnar que la Seguridad Social, local, regional y mundialmente considerada, no depende de los poderes que la usurpan, desde la dominación y condicionamiento que ejercen sobre ella; la Seguridad Social depende, realmente, del trabajo y sólo del trabajo, y por tanto, de los trabajadores, todo lo cual nos conmina, ética y políticamente, a imponer y desarrollar la lucha por la liberación del trabajo, tanto de la lógica como de los efectos “reales” y “formales” de la “subsunción”(subordinación, dominación) del capital. En este sentido el movimiento de la Seguridad Social – sostenemos- es nacional e internacionalmente convergente con los movimientos sociales de los obreros, de los trabajadores, de los pueblos trabajadores que constituyen, mundialmente, la clase del trabajo.

Por otra parte, somos contestes con los movimientos sociales (multipolares y diversos) antineoliberales y, por tanto, antiimperialistas, en el reconocimiento de que una poderosa e inmensa sombra se cierne sobre el futuro de la humanidad, haciendo zozobrar su presente: la incertidumbre.

Esta situación de incertidumbre nacional, regional y global es particularmente dramática para el movimiento de la Seguridad Social que, por definición y por antonomasia, evidentemente, es la antípoda y la antítesis

de toda inseguridad e incertidumbre en el ámbito del mundo humano (de la humanidad) y, por tanto, de la vida humana.

Saben bien los movimientos sociales difuminados, mundialmente hoy, como resistencias y contraofensivas insurgentes, contra el neoliberalismo, que no se trata de una sombra fantasmal si no de una terrible e inminente situación mundial de amenaza, enteramente real, sobre la vida social y natural del planeta. Es la incertidumbre de la vida humana en el mundo contemporáneo, asediado por las plagas ecocidas y genocidas del imperialismo neoliberal del capital globalizado.

Esta incertidumbre generalizada ha sido “construida” y “creada” por la efluvia de un gran poder que hace más de cinco siglos se desarrolla y gravita, opresivamente, sobre la humanidad, disputándole, hoy por hoy, trágicamente, su espacio vital y, por tanto, las fuentes naturales y sociales de su propia existencia, todo lo cual presagia el término de las posibilidades reales de sobrevivencia de la vida en el planeta. Se trata del capitalismo como modo de vida, como modelo económico (Modo de Producción), como forma histórica de la producción y reproducción de la vida social y natural de los seres humanos. Un sistema de producción que ha consumido y despilfarrado, irracional e inconteniblemente, los recursos de la naturaleza y de la propia vida de los seres humanos, prolongando, en el presente y hacia el futuro, su irracionalidad y su locura, traducidas en la desertización y la incertidumbre de la vida de la humanidad.

No es exagerado ni paradójico decir que hoy nos hallamos frente a y dentro de la civilización de la barbarie. Es la civilización del capital, una civilización totalmente enrejada por la lógica sistémica del capital, que es la lógica de un sistema económico y social productor de mercancías y productor de hombres, de seres humanos que producen mercancías y de seres humanos que son producidos (interiormente) por las mercancías. Estas mercancías que en apariencia parecieran tener vida propia y un gran poder social sobre nosotros, no son más que los productos del trabajo humano, que producidos bajo el régimen y dominio del capital, asumen la forma (social) del “valor económico” del capitalismo que es el valor de cambio, el valor mercantil; que es el valor de los productos del trabajo producidos para el mercado, nacional e internacionalmente, más no para las necesidades, propiamente, de los seres humanos, lo cual significa que no son producidos en atención a su valor de uso, a su utilidad para la satisfacción de las necesidades humanas, no son producidos en función de la calidad de vida y su mejoramiento permanente. Es, además, un sistema de producción básicamente destructor, por cuanto que lo que produce deja un lastre de destrucción aun mayor a lo producido, con costos para la humanidad y para la vida del planeta (huella ecológica) que no están incluidos en sus valores económicos producidos. Arrebata y despoja a los trabajadores de la mayor parte del

producto de sus trabajos y depreda la naturaleza, creando desastres eco-ambientales irreparables que, por lo mismo, el capital jamás reembolsará, y la mayoría de los cuales, irremediablemente, son y serán irreversibles.

Pero reconozcamos, con claridad y en términos definitivos, que esta situación de incertidumbre que vivimos contemporánea y mundialmente ha sido “construida” y “creada” (queriendo decir con estas dos palabras que ha sido construida intencionalmente, irresponsablemente e irracionalmente por la imposición y supremacía de los intereses globalizados del modelo monopólico y concentracionista de acumulación del capital) por el capitalismo, en su fase de mayor desarrollo histórico que es, actualmente, la de la globalización del capital, que también llamamos neoliberalismo, y que es la fase en que el capitalismo ha desarrollado sus mayores contradicciones internas, las cuales agravan su situación histórica “límite”, presente en su actual crisis estructural mundial que muestra, a las claras, el recrecimiento, en sí mismo y desde sí mismo, de las fuerzas de su propio derrumbe, y su lucha desesperada emprendida contra la humanidad para no extinguirse en las manos revolucionarias del mundo que advendrá, de ese “otro mundo a construir”.

Sabemos con seguridad que, mundialmente, desde mediados de los años setenta se han suscitados cambios vertiginosos, de gran importancia, que en su conjunto pudiéramos calificar, parafraseando al Presidente Correa, de la República del Ecuador, como “un cambio de época”; se trata del emprendimiento de la consolidación de la fase neoliberal del capitalismo que, perseguido por su propia “ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia”, enfrentó una seria crisis de acumulación. Fue por lo cual la ley del valor universalizó su vigencia mundial en lo que hoy constituye la globalización del capitalismo, la cual ha determinado que todas las actividades colectivas humanas tengan, necesariamente, que contribuir con la acumulación del capital, que es el motor del “desarrollo humano”. Todo esto se cocinó, por así decirlo, en el llamado consenso de Washington (que, en resumidas cuentas, sólo fue una decisión imperialista de los Estados Unidos, con sus aliados occidentales, para globalizar la hegemonía económica del neoliberalismo y su respectiva dominación política, sobre los pueblos del mundo y especialmente de Americalatina) y se expresó como un estallido mundial de la expansión y liberalización de los mercados internacionales, comandados, subrepticiamente, por las corporaciones transnacionales que, hoy más poderosamente que ayer, organizan y manejan los capitales monopólicos (altamente concentrados) sobre los cuales tienen su asiento. Aquí yace el secreto de la “mano invisible del mercado”, es decir, en el control de este y de los precios internacionales de las materias primas y de los comodities, por parte del capital monopólico transnacional.

Desde ese momento el neoliberalismo desató tres grandes ofensivas globales cuyas consecuencias se prolongan actualmente en nuestro mundo como sedimentación y extensión globales de la incertidumbre:

Una gran ofensiva contra el trabajo, reduciendo su participación en el producto social, eliminando los trabajadores por la asimilación e incorporación de nuevas tecnologías (fuerzas productivas de alta autosuficiencia operativa y productiva), desregularizando los procesos laborales y los procesos de producción (lo que se denomina, normalmente, “flexibilización” o liberalización o desnormalización de los mismos) y combatiendo las organizaciones de los trabajadores, amén de la expoliación y represión de los grupos humanos precarizados, segregados y marginalizados, en una gran ofensiva, como hemos dicho, global.

Otra importante ofensiva fue la acometida contra el Estado, mediante, principalmente, las privatizaciones masivas y la disminución de los gastos (del Estado), lo cual tuvo lugar tanto en el capitalismo central como en las periferias.

La tercera ofensiva, y la más brutal, por sus efectos letales múltiples y consecuencias más perniciosas para el equilibrio eco-ambiental fue la desatada contra la naturaleza, “hipervalorada”, por el neoliberalismo, como fuente de recursos naturales “a explotar”. Digamos, de pasada, que así concibe el neoliberalismo la naturaleza y su universo de biodiversidad, es decir, como la farsa ideológica del “patrimonio de la humanidad”.

Esta reacción del capital trajo como consecuencia, grosso modo, un gran desarrollo del 20% de la población mundial, aparejado al surgimiento y consolidación de grandes desigualdades y una importante marginalización de la mayor parte de la población mundial. Debemos reconocer, para el asombro y desconcierto de la consciencia de la Seguridad Social que el fondo profundo de la estrategia del neoliberalismo es el asolamiento progresivo de las condiciones y relaciones, sociales y naturales, de la mayoría mundial de la humanidad. Se trata de un modelo económico que tiene su particular coherencia y su propia lógica sistémica, que además cuenta con grandes instituciones financieras internacionales para el apoyo y despliegue de su proyección imperial (Banco Mundial, FMI, OMC, bancos regionales, etc.).

Todo lo anterior, como sabemos, está dentro de la lógica del capital, es decir de la lógica de la máxima “ganancia”, de la globalización de la ley del valor (“ley del valor”, es decir, el valor de cambio, que subsume o subordina al valor de uso; el valor de cambio como “valor económico” del mercado que

es, universalmente, el “valor económico” del capitalismo como sistema económico, como modo de producción).

Las agresiones, destrucciones y depredaciones de la naturaleza y de las condiciones de existencia de la humanidad, por la lógica predatoria de la máxima ganancia del capital globalizado, son cada vez mayores, como lo expresan importantes militantes-pensadores de los movimientos sociales de las resistencias y convergencias antineoliberales del mundo. También nos advierten, en sus críticas y combates a la globalización neoliberal del capital, que es la sobrevivencia (supervivencia) de la humanidad lo que está en juego y que es imprescindible “reexaminar” el problema de la “alienación” (Mészaros, Polet, Houtart, Himkelamert, Corten, Isabel Rauber, etc).

La incertidumbre y la inseguridad generalizadas son las más directas y terribles consecuencias del asalto global de la humanidad por el neoliberalismo capitalista, o como dice el teólogo de la liberación brasilero Frei Betto “el imperialismo globocolonizante”.

Ante la desesperanza y la desmaterialización de toda utopía concreta se impone, a los movimientos sociales que luchan nacional, regional y mundialmente contra la devastación de la vida a manos de la globalización neoliberal del capital (dentro de los cuales se alínea –sostenemos-, como convergencia y resistencia, el movimiento de la Seguridad Social), la deslegitimación radical del capitalismo tanto en su lógica como en sus efectos.

Como nos dicen de F. Houtart, líder e ideólogo del Foro Social Mundial y de los movimientos antineoliberales, dos importantes camaradas cubanas, exponentes y combatientes del pensamiento insurgente contemporáneo latinoamericano, participantes en los movimientos de las resistencias convergentes en lucha contra la globalización neoliberal: “la meta estratégica de la urgencia anticapitalista es lo que caracteriza el momento histórico, y es lo que Houtart llama el pacto del nuevo sujeto histórico. La humanidad como sujeto real y la construcción plural, democrática del sujeto histórico son lo que definen su novedad (la del nuevo sujeto histórico) ante el genocidio y ecocidio contemporáneo”.

Es así que asumimos nuestra participación, como movimiento social antineoliberal de la Seguridad Social, en la urgente e imprescindible, construcción de un nuevo sujeto histórico (es decir, quien protagoniza y lleva adelante la direccionalización y resolución de las contradicciones fundamentales desarrolladas en procesos histórico-sociales determinados) surgido, básicamente, de la necesaria ampliación histórica y contemporánea de la clase trabajadora, cuyo rol en las luchas anticapitalistas y, por tanto, antineoliberales y antiimperialistas, sigue siendo un rol principal en la decisiones, orientaciones y participaciones de las mismas, sólo que

ampliando su sentido y carácter clasista hasta incluir a otros grupos humanos precarizados, marginalizados y sobreexplotados como consecuencia de la “subsunción formal” a que el capital globalizado los ha sometido, y que son parte de los movimientos sociales anti globalización neoliberal. Además de la clase obrera, de la clase trabajadora en general, estos grupos sociales pueden ejemplificarse en las mujeres, los pueblos autóctonos, los afrodescendientes, el movimiento indigenista, los grupos ecologistas, la sexo-diversidad, los pequeños campesinos, por cierto, importantes hacedores de “la agricultura campesina” que siendo tan importante mundialmente en la producción de alimentos y como medio de vida de una porción considerable de la población mundial, cada día es más asediada y menoscabada por el desarrollo neoliberal de la “agricultura productivista” asociada al agro-negocio, a los monocultivos, a los agro-combustibles y a la transgenicidad de las semillas, con la liderización global de los capitales agromonopólicos transnacionales, como Monsanto, Cargill y consortes.

La Seguridad Social no se puede “sostener” y menos construir, en general, como sistema de protección y conservación interno de la sociedad, y, por tanto, de la vida humana en élla, en medio de un mundo amenazado por los poderes que en él mismo se han generado, sojuzgándolo y entronizando en todas las naciones la incertidumbre y la inseguridad como situaciones socio-existenciales y como expectativas y prospectivas del futuro de la vida humana.

La Seguridad Social se identifica de manera natural, tanto en su dimensión ética como en su sentido histórico contemporáneo, con la defensa de la vida y no sólo de la vida humana como el primer bien común de la humanidad.

La Seguridad Social para su autoconstrucción, necesariamente revolucionaria, (no sujeta al sojuzgamiento de ningún poder) tiene que conjurar, como movimiento social en la construcción convergente de sus luchas sociales y políticas por sus metas alternativas, la ecocrisis generada por la globalización del capital.

Ajustando, un poco, la dimensión de lo que hemos venido sosteniendo, hasta ahora, en cuanto a la Seguridad Social como un movimiento social, necesariamente, de autoconstrucción revolucionaria, diremos que el ámbito de sus luchas tiene que ser, inmediatamente, nacional que es el lugar concreto de inicio de las luchas concretas. Por tanto, es “estratégico” reivindicar la importancia del Estado-nación, cuyas fronteras contentivas de pueblos relativamente soberanos precisan ser derribadas por la presión imperialista de la globalización neoliberal del capital, para poder continuar avanzando, según su lógica, en el incremento y expansión de su modelo global de acumulación. En este sentido el Estado-nación es un obstáculo

puesto que, en general, las luchas en defensa de la soberanía crean vasos comunicantes entre los movimientos sociales y la clase trabajadora que se vinculan en el campo político nacional pudiendo producirse alianzas antimperialistas increscendo. Sin embargo, queda en pie el hecho de que el Estado-nación fue una producción histórica de las necesidades, igualmente históricas, de cierto momento del desarrollo mundial del capitalismo; el crecimiento acumulativo del capital necesitó de fronteras, de límites geopolíticos, y la competencia capitalista de libre concurrencia también. Pues bien, ese Estado-nación es realmente, sin especulaciones ni deformaciones ideológicas, el Estado capitalista, que encierra en su seno político, como sustrato fundamental de su sentido histórico, la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, lo cual no perderemos de vista en ningún momento y siempre manejaremos estratégicamente en la construcción social y política de proyectos nacionales-populares. Por eso las luchas nacionales de los movimientos sociales de liberación, o lo que es lo mismo en el actual momento histórico, las luchas sociales contra el neoliberalismo imperialista tienen que convertirse en proyectos nacionales, lo que significa invariablemente, proyectos populares cuya estrategia eje es luchar por la soberanía nacional contra los poderes económicos transnacionales-neoliberales que ejercen poderosas presiones externas y actúan también desde el interior, al tiempo que luchar contra el poder de las instituciones y organizaciones transnacionales (Banco Mundial, FMI, los bancos regionales, OMC, etc.); todo lo cual significa luchar en defensa y extensión de los derechos ciudadanos que son derechos sociales, económicos y derechos fundamentales, de los pueblos, que tienden a ser socavados y suprimidos por las personificaciones del capital que precisan erradicarlos y proscribirlos, para poder convertir esos importantes espacios políticos de los pueblos nacionales, en nuevos territorio de avance de la acumulación capitalista, mediante “las privatizaciones, las desregulaciones sociales y la introducción de leyes represivas, con el pretexto de la lucha contra el terrorismo o el narcotráfico”.

Las luchas nacionales de los movimientos sociales (como el movimiento de la Seguridad Social) son luchas que no deben perder los objetivos específicos de cada grupo social, ni tampoco convertirse en una lucha que anule su carácter clasista. Se trata de construir, desde lo nacional, una lucha contra la estrategia, siempre global, del capital.

En este sentido sostenemos que la Seguridad Social venezolana, en sus dimensiones, jurídica y de las fases de su realización concreta actual, reúne en sí misma, por una parte, un conjunto de ventajas estratégicas y políticas, como lo son aparecer formando parte de un macro-proyecto nacional popular que es el “Proyecto Patria”, el cual es, en este momento y prospectivamente, plan de gobierno y ley de la República Bolivariana de Venezuela e

igualmente la fundamentación y conceptualización que posee en el marco de la Constitución Bolivariana, de su ley orgánica y de otras leyes orgánicas convergentes que amplían y suministran completitud a su sentido y progresividad, le confieren la complexión y el alcance de una de las concepciones de la Seguridad Social, si no la mayor, objetiva y programáticamente, más avanzadas y antineoliberales del mundo contemporáneo. Pero, por otra parte, el gran marasmo de la superabundancia de “regímenes especiales”, sectoriales y subsectoriales, que fueron proliferando, rentismo mediante, propiciados principalmente por el oportunismo y el ventajismo, groseros, de la burocracia profusamente extendida, enmarañada y corrupta del Estado venezolano, desde tiempos aún anteriores (puntofijismo) al advenimiento de la Revolución Bolivariana hasta el presente, y el modelo económico rentopetrolero que ha signado el modo de producción capitalista de Venezuela y que profundizó la dependencia improductiva y rentista de la poderosamente frágil economía venezolana, sometida por el dólar y desde el cual los poderes imperialistas nacionales e internacionales, han pretendido acabarla para dar al traste con “la pesadilla” de la Revolución Bolivariana, ofrece una gran falencia y una considerable debilidad a su “sostenibilidad” y, por tanto, a la progresividad de esa sostenibilidad en el mediano plazo. Desde esta perspectiva es una Seguridad Social que se ha ido desarrollando con la expansión de un gran radio de favorecimiento social, pero muy amenazada, a la vez, por su dependencia, en última instancia del dólar petrolero; pero aclarando que todo esto se refiere al estado capitalista de su real situación actual, donde el sistema nacional de Seguridad Social aún no ha comenzado a desarrollarse desde su conducción de la clase trabajadora ni, por tanto, sobre la base de la riqueza solida del trabajo, y de su organización y manejo colectivo, social, participativo, comunitario, por parte del pueblo soberano, organizado, en tanto poder popular que es, en tanto poder popular constituyente.

Para la Patria venezolana reinaugurada por la Revolución Bolivariana, la Seguridad Social es un gran sistema a construir por las mismas manos de los pueblos que construyen su liberación, y que en tanto tal sistema, comprende la seguridad presente y la futura, siendo en este sentido la amalgama de los tiempos de la vida humana cifrados en el ciclo de la misma que tiene su lugar y su hábitat en la sociedad, en el conjunto de sus relaciones sociales que conforman el tejido contextual vivo de su existencia dinámica como “formación social” transitoria y progresiva, históricamente caracterizada y determinada, todo lo cual nos permite configurar la verdadera dimensión de la Seguridad Social, más allá de su visión, reduccionista, como una cosa, un servicio, un bien, etc.

Con esto queremos dejar por sentado que la Seguridad Social, lejos de ser una cosa material, objetual, un derecho abstracto, o un servicio, o una pensión, una jubilación, etc, es una relación social de conservación, reproducción, protección de la vida humana y su ciclo, el cual tiene, como lo hemos dicho, su lugar y hábitat sólo en la sociedad. Materialmente es una relación social del trabajo consigo mismo; depende del trabajo que la produce y la hace posible socialmente. En general, económicamente, en las sociedades capitalistas, es la parte del trabajo, del producto del trabajo, que el trabajador reserva para sí “arrebatándosela” al capital, prácticamente, con la cual preserva la continuidad de sí mismo como fuente del trabajo vivo que es la base del trabajo social e individual, siendo por lo tanto la más poderosa fuerza productiva de la historia humana; si no preguntémoslo a la ciencia o a las tecnologías de punta, las cuales han surgido y se han desarrollado, histórica y socialmente a partir del trabajo, de la praxis económica y social del trabajo que es el origen y la locomotora del desarrollo histórico de la producción y reproducción social de la vida humana (del mundo humano).

Desarrollar:

1. La actual y difícil coyuntura (incluyendo, principalmente, dos de sus factores decisivos que son, la guerra no convencional y la estrategia imperialista del declive mundial de los precios petroleros) de la situación venezolana. Dificultades, oportunidades y favorecimiento que la crisis nacional ofrece al desarrollo del sistema de la Seguridad Social, apalancándose en el trabajo social productivo, no rentista ni “productivista”.

2. “romper con la incertidumbre” y “romper con el desarrollo” (se trata de romper con el modelo occidental del desarrollo capitalista de base tecno-económica). Enfrentar estratégicamente, en lo nacional e internacional, (resistencias y convergencias globalizadas en función de la construcción de la “mundialización solidaria”) al neoliberalismo como expresión de la globalización del capital.

3. El sistema de la Seguridad Social en Venezuela. Explicar su dimensión antineoliberal y sus posibilidades de desarrollarse en términos anticapitalista, y, por tanto, lejos de toda privatización. Dificultades y posibilidades reales de su desarrollo y “sostenibilidad”.

4. La Seguridad Social en manos del trabajo y de los trabajadores. La liberación del trabajo y la construcción de su hegemonía, contra la hegemonía neoliberal del capital.

 

americoideofil@hotmail.com



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