Alquimia política

El modelo de extensión universitaria en Venezuela (y 2)

Definitivamente a la nueva Asamblea Nacional le toca una situación recia con la discusión y aprobación de la nueva "Ley" de Universidades, primero porque se necesita adecuar la norma a los nuevos tiempos y segundo, porque es prioritario devolverle el sitial y protagonismo a la educación Universitaria para que coadyuve en los grandes planes de desarrollo del país. No diré que se discuta mejorar la condición salarial de los docentes universitarios, eso es una acción urgente por hacer, una deuda que tiene el Gobierno con su academia, pero sí que no dilate el fortalecimiento institucional de todas las Universidades, porque pareciera que en el país hay Universidades de primera y universidades de segunda, y eso en un país que valore el conocimiento y la universalidad de los saberes, no es algo que se deba permitir.

Las Universidades Nacionales Autónomas venezolanas, hoy día han perdido su espacio, están bajo condiciones deprimentes de miseria, no hay inversión ni apoyos sostenidos por parte de las instituciones de Gobierno a quienes les compete esta responsabilidad; y las Universidades Nacionales Experimentales, muchas de ellas en franco proceso de transformación curricular, a pesar de contar con la buena pro institucional del Gobierno por ser Universidades que han apoyado la prosecución académica como estrategia de la política universitaria venezolana, cuenta con un recursos muy limitados y no puede llevar a cabo todos los proyectos que necesita para enriquecer sus funciones de investigación, docencia y extensión.

A grandes rasgos, la docencia universitaria y la Universidad venezolana está en crisis, el problema es que su rescate y su determinación como institución que venga a impulsar las políticas de desarrollo de un país que está acosado por la intervención internacional y que apenas está comenzando a plantearse acciones más constitucionales que le permitan reconquistar los espacios perdidos por los absurdos cometidos desde la denominada oposición venezolana, en cuanto a promover confiscaciones y a tomar por asalto los pocos recursos que se vinieron ahorrando en el exterior, será una tarea titánica que no verá sus frutos en lo inmediato.

Pareciera que no se termina de entender que lo más importante de un país es su gente y hacia ella es que debe orientarse las políticas de Gobierno; entender que el Estado venezolano no ha cambiado, sigue siendo el mismo desde la pasada Constitución Nacional de 1961, y que los cambios que ha tenido se han dado a nivel del Gobierno, es una situación necesaria de internalizar para no andar alimentando fantasías y esperanzas vacías; el cambio se debe dar a nivel de las políticas de Gobierno, porque como lo establece la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, de 1999, en su artículo 2, el Estado venezolano es democrático y social de Derecho y de Justicia, "…que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político".

En la anterior entrega se mostró los antecedentes histórico-institucionales de la función extensión, en la presente entrega se hace alusión a la propuesta extensionista para ser discutida en el calor de los papeles de trabajo de una nueva "Ley" de Universidades que venga a consolidar la vinculación socio-comunitaria de las Universidades con la Sociedad. La Universidad no puede seguir de espaldas a las comunidades, ese error hay que corregirlo, se comete en todo el mundo, sí, la gran mayoría de las Universidades desprecian al vulgo, no se sientan a tomar un café con el ciudadano de a pie, porque piensa que nada provechoso obtendrá de él, cuando todo en banco de saberes que surge de la praxis humana, viene de ese ser humano humilde que camina por las calles y veredas de los pueblos y trabaja con dominio de su arte y oficio, para satisfacer necesidades de sus vecinos, sin teoremas y sin demasiada filosofía dialéctica. Es imprescindible tomar de los saberes populares las rendijas de una Universidad que se redefina como Universidad extensionista, involucrando en su quehacer institucional los valores autóctonos del pueblo.

En razón de lo expuesto, valga entender la función extensionista, como lo expresa Gonzalo Aquiles Serna Alcántara, de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México, refiriéndose a la realidad mexicana en cuanto a los estudios sobre extensión universitaria, "harto difíciles", debido al escaso trabajo teórico acerca del tema, ya que la mayoría de los estudios sobre la extensión universitaria se concentran en planes o informes de actividades, ofertas de servicios o ponderación de resultados. Lo mismo ocurre en la realidad venezolana; sin embargo, hay algunas aristas que tocan el problema de fondo extensionista y que en su medida han abordado el papel de las universidades en los últimos cincuenta años desde la perspectiva del vínculo universidad-comunidad. Estas aristas han sido abordadas por el pensamiento crítico de Luís Beltrán Prieto Figueroa (1902-1993), Arturo Uslar Pietri (1906-2001), Alfonso Gándara Feijoo (1929-1995) y Orlando Albornoz (1950 - ).

Luís Beltrán Prieto Figueroa, en un ensayo escrito en la década del setenta, titulado El Estado y la Educación en América Latina (1977), resume la experiencia de la educación superior venezolana y la relaciona con sus postulados del educador como líder, destacando el papel de las universidades en el futuro del país. Es uno de los primeros en avizorar que el vínculo universidad-comunidad tenía que estar inmerso en un proyecto de país, no de Gobierno; el Estado pertenece, parafraseando sus palabras, a todos y debe tener una orientación que todos compartamos. Los Gobiernos son personalizaciones de cómo guiar la orientación del Estado, pero no son el Estado: el Estado somos todos.

En cuanto al papel de las universidades ante los cambios y desarrollos tecnológicos de vanguardia, Prieto Figueroa expresaba: "La Universidad para ser moderna, debe ponerse a tono con la época, debe mudar, cambiar de modo de ser…" (Prieto Figueroa, 2006, p.209) Y esa universidad que asumió una conducta conservadora durante la colonia se convirtió en el siglo XX en una instancia crítica de la sociedad. Si bien es cierto que tuvo grandes obstáculos (Gobiernos de Juan Vicente Gómez. 1908-1935; y de Marcos Pérez Jiménez, 1952-1958), pudo resguardar su capital crítico y generar desde él movimientos políticos y sociales que le dieron un nuevo sentido a las relaciones humanas y de poder en Venezuela.

La universidad asumió para sí los problemas del desarrollo; expresó a través de sus académicos que se requería técnicos especializados, personas científicamente capaz para intervenir en los procesos de producción, distribución y consumo de riqueza. La investigación, nos dice Prieto Figueroa (2006), tomó importancia y la vía expedita para dar a conocer los resultados del avance científico y técnico, era a través de la programación de actividades de extensión. Así comenzó, a finales de la década del sesenta, una revisión del papel de las universidades en su aporte técnico a las políticas de desarrollo del país. Al principio con pasos tenues, pequeñas incursiones en la maraña burocrática, pero hubo la intención clara de prestar un apoyo sostenido a las intenciones del Estado por involucrarse en la dinámica mundial.

Esta visión que nos describe Prieto Figueroa trajo una desfiguración del verdadero sentido del para qué estaban las universidades; la preocupación no debería estar circunscrita a graduar doctores o altos especialistas para contribuir con la política de desarrollo nacional, sino crear en el estudiante una conciencia social, "…que lo lleve a estudiar los problemas de la nación y a poner su voluntad entera en la mejor manera de resolverlos…"

Es decir, las universidades están para modelar un ciudadano (a) consciente de su responsabilidad social, en el dominio de un conocimiento especializado o técnico; pero las universidades en este sentido han descuidado su papel fundamental y han desviado sus intereses hacia la mercantilización educativa, donde se pasa del "socio de aprendizaje" al "socio de capital". Prevalece lo económico-administrativo sobre lo político-social.

En este sentido Arturo Uslar Pietri es más crítico. Asumió un cuestionamiento agudo a la Universidad venezolana a comienzos de los ochenta. A su juicio la Universidad venezolana carece de disciplina suficiente, tiene un bajo nivel de enseñanza y los docentes no están comprometidos con su academia; se han creado centros de formación universitaria improvisados, en donde la mercantilización de la educación tiene mayor importancia que la formación de un profesional crítico y reflexivo. Así mismo, aprecia que el papel de las universidades debería estar enmarcado en una revisión de los saberes existentes para desde allí proponer nuevos saberes; en este asunto radica el desarrollo. Un país que repite lo mismo de otro queda para imitar y reproducir, por lo cual por mucho saber que tenga seguirá dependiente de las ideas de otros; pero un país que produzca su matriz de conocimiento y genere vanguardia en las diversas áreas del saber, por muy minúsculo que sea territorial y demográficamente, es una potencia de desarrollo incalculable.

Ante esto se ha de ocupar el trabajo de las universidades, sin descuidar los asuntos prioritarios que desde el conocimiento de la técnica puedan dar respuesta inmediata al colectivo. Las universidades están para prestar un servicio técnico de primera porque no sólo cuentan con la pertinencia del saber, sino con la pedagogía para darse a entender y transferir efectivamente los saberes.

Pero esos saberes han de estar coordinados, orientados por un proyecto de país que tome los insumos de conocimiento y los transforme en beneficios, confort, mejor calidad de vida para el colectivo. Un tratamiento al respecto se esforzó en darlo por varios años el pensamiento reflexivo del jesuita Alfonso Gándara Feijoo. Este gallego-venezolano, dejó en dos trabajos sucintos los fundamentos de una sociedad ideal en la cual a través del vínculo universidad-comunidad se alcanzara un desarrollo consecuente con los principios humanistas, contrarrestando los daños colaterales de un capitalismo de estado incipiente.

Es evidente, expresa Gándara, que estamos ante una "era Global"; esta era está marcada por la dominación en el Saber, el Tener y el Poder. En la mayoría de las sociedades las estructuras, organizaciones e instituciones que no se involucren con el individualismo y sus consecuencias materialistas de lucro y explotación, parecieran estar fuera del espiral desarrollista. Por esta razón se hace imperioso reivindicar la condición ontológica de los sujetos en la historia, en donde se aprecie la condición de persona y no de individuo, puesto que la persona participa en la comunión de las expectativas y necesidades del colectivo; y el individuo es sólo una cifra fría en el inventario del capitalista.

A juicio de Gándara hay dos modelos de sociedad que coexisten: uno, el modelo de Sociedad y de Estado, que vendría a ser la herencia del mundo occidental, que se ha amparado en incursiones de organización política de la sociedad que ha terminado en grandes fracasos, ya sea bajo la propuesta de un capitalismo liberal como bajo la alternativa de un socialismo de cuño soviético que no llenó las expectativas de las personas; ninguna de estas experiencias han logrado implantar una democracia real que "…implica necesariamente la participación activa, solidaria, responsable de todos los ciudadanos en la vida económica, social y cultural en todos sus niveles".

Por otro lado, el modelo Revisionista que busca readaptar los ideales liberales y socialistas a las realidades de los sistemas políticos de corte democrático, es decir, construir desde el fundamento de la democracia política instituciones y valores ciudadanos inspirados en la libre empresa del liberalismo que trae consigo explotación y miseria; o instituciones y valores ciudadanos socialistas que bajo la consigna de y una sociedad igualitaria justifica la centralización de poder y la influencia de grupos radicales en la conducción del Estado. Son modelos complementarios que bajo la metodología del ensayo-error pretenden organizar la sociedad, pero que no "…abordan con realismo y exigencia ética el problema…de la naturaleza, estructura, funciones y modos de participación en el poder social y político de los grupos intermedios…" (Gándara, a1983, p.23)

Estos grupos intermedios son instancias democráticas que propician la construcción de una sociedad autogestionada, que a juicio de Gándara es la que debería prevalecer en la realidad sociopolítica latinoamericana. Esta sociedad con carácter de participación activa, es democrática y humanista, por ende es igualitaria y propicia la emancipación de los oprimidos. Busca la justicia, la equidad institucional; no es una sociedad, expone Gándara, que manipule el colectivo, sino que lo concientiza.

¿Qué en la sociedad autogestionada propiciaría los cambios necesarios? Las universidades; estos serían los centros de difusión y organización de la sociedad a través de los diversos programas académicos que allí se ejecutan, en especial la figura de la actividad extensionista como vínculo directo de la universidad con las personas. En el caso venezolano, la democracia de partido que existía para el momento de la redacción de los trabajos de Gándara, hacia palidecer el modelo de sociedad autogestionada; actualmente es aún una propuesta utópica, puesto que el modelo político propuesto por el Gobierno vigente (desde 1998 hasta el presente) está inmerso en una transformación del Estado, de una visión neoliberal-integracionista a una socialista-humanista, que impone como condicionante criterios de control y centralismo en la toma de decisiones. La sociedad autogestionada se vale de los criterios de participación y federación para articular toda una propuesta liberadora e "integralista" que haga posible un Estado Social de Derecho, y no una modalidad de Estado ideologizado.

El Estado Social de Derecho, expresa Gándara para que sea auténtico y operativo, "…debe promover y garantizar una verdadera democracia política, económica y social, que haga efectiva la participación de los más en los bienes materiales y culturales de la colectividad, y sirva de freno eficaz a las ambiciones y apetencias desmedidas e insolidarias de los poderosos y privilegiados que son los menos.

En este sentido ese Estado Social de Derecho debería garantizar un sistema educativo que actúe como instrumento de promoción humana e intelectual, capacitando a los hombres, y acá apreciamos el sentido estratégico que cobra la extensión universitaria, para profundizar los caminos democráticos y productivos del país.

Porque, y en este punto culmina uno de los trabajos de Gándara (b1983), "…un Estado, un Gobierno que no es capaz de atender y solucionar los problemas materiales y culturales de todos sus ciudadanos, traiciona su propia naturaleza de Promotor del Bien Común e incluso pierde su propia razón de ser y el fundamento de su legitimidad". La percepción de Gándara del extensionismo como servicio y responsabilidad social de las universidades queda evidenciado en su propuesta de una sociedad autogestionada, esto nos hace resaltar un elemento común en los teóricos abordados: la necesidad de una sociedad democrática, socialista o liberal, para llevar con pertinencia el vínculo universidad-comunidad.

En este aspecto, y quizás bajo un perfil más crítico, Orlando Albornoz ahonda el tema de las universidades y el protagonismo de éstas en la sociedad global contemporánea. Albornoz plantea, en relación a la universidad latinoamericana, que "…los problemas esenciales corresponden a la necesidad de replantear las relaciones entre el Estado y la institución, caso en el cual se responde a nuevas realidades en la manifestación práctica de la educación superior…"

Esas nuevas realidades las simplifica Albornoz en dos aspectos: la tendencia a un espacio mayor ocupado en la educación superior por instituciones no universitarias; y el surgimiento de una tendencia a la privatización del espectro universitario, en donde el Estado acepta la tesis bajo la cual el antiguo patrón de la no imposición de matrícula queda pospuesta en el debate y se acepta, al menos en principio, que los aranceles de matrícula, entre otros elementos, son indispensables para la necesaria recaudación de fondos.

Esta mercantilización de la educación superior, ha propiciado para Albornoz una exclusión desmedida en la incorporación de nuevos actores de la sociedad a las fuentes de conocimiento. Las universidades se han vuelto más complejas y su excesivo vínculo con el Estado ha propiciado un aislamiento de la sociedad, lo cual plantea la necesidad de un nuevo contrato social, en el cual el Estado funja sólo de mediador entre el vínculo universidad-sociedad, y se concientice en cuanto a que el proyecto de país involucra a todo el colectivo y no a un sector de la sociedad.

Las relaciones Universidad-Estado deberían pasar de acciones de control administrativo, a acciones de evaluación, en donde se sustituya la relación basada en el compromiso estatal de proporcionar aportes automáticos de recursos a las instituciones, "…por una relación más diferenciada y compleja donde las instituciones diversifican sus fuentes de ingreso y el Estado maneja las suyas en función de objetivos y metas convenidos…"

Para la búsqueda de esa diversificación de ingresos por parte de las universidades, la extensión universitaria funge de estructura y vía expedita en la consolidación de actividades que promuevan la participación de la universidad en la comunidad y a la vez de esa relación surjan beneficios mutuos que le permitan a las instituciones superiores saldar el déficit presupuestario que les limita para expandir su ámbito de acción académica y de investigación.

Ahora bien, a juicio de Orlando Albornoz, no hay que confundir el papel de las universidades en su función de extensión; ellas tienen un carácter y fin ligado a la producción de nuevo conocimiento y sus tareas de coordinación con las comunidades se han de limitar a actividades puntuales en renglones técnicos, pero no ha de ser asumida de forma corporativa o de empresa, para ello se ha de crear una nueva idea de institución de educación superior que no incluya sólo a las universidades, sino toda una gama de otras maneras de manejar y enfocar la educación postsecundaria… "En esencia, una universidad se dedica al problema del aprendizaje, no del entrenamiento; del conocimiento, no de la transferencia de destrezas y habilidades. Las universidades no son corporaciones, ni empresas, ni oportunidades de inversión, excepto en la visión mercantilista de la misma. Es decir, una universidad es un servicio intelectual que no es necesariamente rentable, financieramente hablando, no obstante se halle sujeta al control público…"

En síntesis, las visiones crítico-reflexivas de Luís Beltrán Prieto Figueroa, Arturo Uslar Pietri, Alfonso Gándara Feijoo y Orlando Albornoz, conforman una ventada particular de cómo se aprecia la esencia de las universidades, en especial las venezolanas, y el rol que de alguna manera cumple la función extensionista. De estas percepciones por la cual más nos inclinamos es la Albornoz, puesto que toca en concreto la diatriba entre lo que es la actividad extensionista y el papel de las universidades.

La denominada "municipalización de las universidades", en el contexto de la política educativa universitaria vigente, ha querido a "golpe y porrazo" crear condiciones de inclusión en los estudios superiores. Apertura de nuevas carreras sin condiciones mínimas para operar como programa académico, improvisación de aulas universitarias en Unidades Educativas Nacionales confeccionadas para adolescentes y contratación de personal docente sin cumplir requisitos de excelencia e idoneidad en las áreas de conocimiento respectivas, son sólo elementos generales de un problema de masificación de las oportunidades de estudio mal orientadas e impregnadas de una connotada improvisación.

Así mismo, se ha querido hacer ver a la actividad extensionista, confundiendo la responsabilidad social de las universidades de dar un servicio intelectual a alumnos y grupos organizados de la sociedad, como exponente de cursos y talleres para la formación en habilidades y destrezas a grupos no profesionalizados. A las universidades hay que darle su lugar, su particular pertinencia de ser poseedora de un conocimiento nuevo, transformador.

Hasta este punto se ha explorado en razón de la posición académica de quienes desde adentro de las universidades han visto el papel de ésta y de un modo u otro, han presentado un punto de vista acerca de la extensión universitaria. Pero se hace necesario enmarcar en un criterio general de interpretación cómo está delimitada la extensión universitaria en el contexto venezolano y qué elementos o componentes están alrededor de ella, ya sea consolidándola o redefiniéndola ante cambios en la responsabilidad social universitaria cada vez más radicales y complejos.

La identificación de lo que es la extensión universitaria se fundamenta no sólo en los documentos oficiales de las casas de estudios superiores investigadas (UNELLEZ-Portuguesa, Universidad Fermín Toro-Extensión Araure, Colegio Universitario Fermín Toro-Extensión Guanare, y UNESR-Extensión Guanare), sino en la revisión hemerográfica y documental del protagonismo que a través de la extensión universitaria ha tenido en los últimos tiempos las universidades de Venezuela. Ciertamente el común denominador es que son actividades recreativas, de difusión cultural y en muy contados casos, actividades académicas para la ampliación de conocimiento. Con esta exploración lo que se aspira es delinear algunas categorías que desde el análisis del discurso textual permitan ir construyendo una idea acerca del sentido real que tiene la actividad extensionista.

En la realidad universitaria venezolana es necesario distinguir cuatro momentos de la actividad extensionista: uno, que está implícito en la declaración de principios de cada universidad y que define la intencionalidad conceptual y práctica de lo que se entiende por extensión universitaria; otro que está caracterizado por la posición normativa de la actividad extensionista y que tiene que ver con el vínculo Universidad-Estado, manifestada a través de una política de acción que no termina en germinar como una "política educativa extensionista" que a nuestro entender ha de ser el fundamento real y concreto del trabajo de extensión; un tercero que tiene que ver con las necesidades que tienen las comunidades y cuyo nivel de satisfacción de las mismas está en la posibilidad técnica e intelectual de las instituciones de Educación Superior; y el cuarto momento tiene que ver con actividades propiamente de la comunidad universitaria en el vínculo Universidad-Sociedad, que responda a las comunidades cumpliendo una acción social que eleve el sentido de pertenencia de la comunidad hacia sus universidades.

Estos momentos simplifican lo que ha sido la conducta gerencial de las universidades en razón del tema extensionista; lo que hemos denominado "producto", representan las categorías que de una manera directa se han articulado en el trabajo de extensión universitaria: la Presencia e interacción académica de la universidad, que hace alusión a la responsabilidad social de la actividad universitaria; la política extensionista universitaria que se construye a través del vínculo Universidad-Estado; la existencia real de mecanismos que articulen un vínculo Universidad-Sociedad donde se amplíe la incidencia de programas y proyectos de atención comunitaria; y la acción social vista en el marco del comportamiento institucional que las universidades han de asumir en los diferentes medios sociales, estructurada de acuerdo a normas compartidas y aceptadas por todas las partes involucradas (universidad-comunidad).

La extensión universitaria está ligada a la esencia de la universidad; para definir sus características y componentes, necesariamente hay que recurrir a la misión y visión de la universidad. Por esta razón, cualquier acercamiento a una conceptualización del trabajo extensionista, pasa por una revisión del papel que la universidad, o universidades, asumen en un tiempo histórico determinado. La actividad extensionista de comienzos del siglo XX bajo el espíritu de Córdoba, ha ido evolucionando en concordancia con la complejidad de la sociedad. La sociedad ha evolucionado en tecnología, en masificación y en relaciones internas entre seres humanos, por ello la universidad de hoy enfrenta nuevas situaciones y marcadas exigencias en el aspecto social que quizás veinte años atrás no tenían mayor importancia. Esas nuevas situaciones están enmarcadas en la necesidad de generar comprensión en las comunidades entorno al proceso de información, sensibilización, negociación y cooperación entre los diferentes actores sociales, en la construcción de mecanismos de autogestión y cogestión que promocione los valores comunitarios.

La sociedad venezolana de las décadas ochenta y comienzo de los noventa, estaba organizada en razón de un esquema conservador de sociedad (entiéndase modelo neoliberal de sociedad democrática), donde la organización política tomaba del formato político norteamericano sus aristas determinantes; una sociedad subalterna en la toma de decisión política y sin mayores mecanismos de interacción que los establecidos en el esquema de la representación democrática. En esa sociedad el interés estaba relacionado con la ampliación de conocimiento en cuanto avances tecnológicos y nuevos productos de consumo masivo; a este tipo de interés, a raíz de los cambios suscitados a partir de la nueva Constitución de 1999, se sumó el de la organización del papel protagónico de las comunidades, reorientando el sentido técnico que se le había dado a la extensión universitaria hacia un sentido pedagógico.

En la práctica este sentido pedagógico ya había aparecido como parte de las estrategias extensionistas para llevar a las comunidades el conocimiento operativo que incidiera sobre las labores cotidianas de las personas. Carmen Bustos de Polanco expone en tal sentido que las estrategias pedagógicas de la actividad extensionistas han buscado facilitar al estudiante de experiencias y retos "…necesarios para establecer los nexos de relación entre la teoría y la práctica inherentes a su formación profesional…"

Y es que Busto de Polanco coloca en el tapete un actor fundamental en el trabajo extensionista: el estudiante. Porque mucho se abarca en relacionar el extensionismo con la capacidad pedagógica del docente y en una percepción macro, de la universidad como portadora de conocimiento técnico, pero poco se le atribuye a la labor de los estudiantes como los primeros llamados a generar las reacciones en el vínculo universidad-comunidad que garantice una comunicación efectiva entre el conocimiento existente y el conocimiento necesitado.

Los estudiantes fueron los que en 1918, generaron la Reforma Universitaria latinoamericana y han sido los grandes excluidos de la misma al no consagrárseles el lugar protagónico que merecen. Desde un punto de vista estructural la extensión universitaria se ha involucrado con la investigación y docencia, atribuyéndosele al personal académico la carga ejecutoria y, por supuesto, los méritos que en determinado momento acarrearía dicha ejecución. El estudiante ha estado marginado a puntuales actividades de difusión y orientación de tópicos culturales y técnicos, pero no en el ejercicio pleno de una función extensionista que se reconozca como parte integral de la responsabilidad social de las universidades. Hay sus excepciones, pero la tendencia, según Carmen Bustos de Polanco, ha sido a la poca concientización del extensionismo como actividad totalizadora y no sectorizadora en el accionar social de las universidades.

En razón de lo expuesto, en la sociedad, en especial la venezolana, la Universidad debe cumplir un papel rector de la educación, la cultura y la ciencia. Así, es función de la Universidad no sólo crear, recrear y transmitir conocimientos, sino, además, descubrir, analizar, preservar, conservar y difundir la cultura. Y por ello la actividad de extensión juega papel preponderante al significar una estructura formal dentro de la universidad que toma para sí la función de transmitir y difundir la universalidad de las ideas que en su interior se debaten; y es aquí la importancia de los estudiantes como eslabón primario en la captación de conocimiento, dado que ellos más que nadie, por ser parte integral de la comunidad, reconocen las carencias de ideas y técnicas que requiere la sociedad para instrumentalizar acciones que conlleven a un desarrollo integral y progresivo del ser humano.

 

El desarrollo integral y progresivo de la sociedad venezolana actual, tiene sus obstáculos puesto que se refiere a una sociedad que partiendo de la orientación de un Estado, con proyecto de país incluido, se relaciona en línea directa con la comunidad y los estudiantes, de allí estableciendo éstos un vínculo directo con la universidad y luego ésta se proyecta hacia el Estado y la Comunidad, a través de líneas informales de comunicación. Este sentido de correlación y vínculo no asegura una clara respuesta de ese conocimiento integral e integrado que se asienta en las universidades, es menester establecer conexiones directas, más concretas; por ello la función de los estudiantes ha de ser fundamental, al establecer los puentes de comunicación necesarios para la transmisión y difusión de conocimiento.

En lo que respecta a las líneas de vinculación, estas vienen a asegurar una comunicación efectiva y menos obstaculizada; los estudiantes constituyen el centro de flujo de las relaciones entre el Estado-Universidad y Sociedad-Universidad, convirtiéndose es un elemento principal para su inclusión como estrategia de acción en el cumplimento del trabajo extensionista. Si bien esta percepción tendería a verse como parte de una propuesta comunicacional para optimizar la interacción de la universidad con el Estado y la Sociedad, en la concreción de una política conjunta para el desarrollo integral y progresivo, no es más que un ejemplo desde el cual se pueda apreciar los obstáculos que la actividad extensionista ha venido confrontando y cual sería una de las alternativas para superarlos.

A todas estas, la extensión universitaria se presenta como una función de transformación; se habla de la necesidad de crear una cultura extensionista, basada en la sensibilización y formación de la comunidad universitaria (profesores, estudiantes, personal administrativo y obrero) de que sus labores, actividades de docencia e investigación y extensión se encuentran asociadas a programas y proyectos que atienden a las soluciones de problemas de las comunidades urbanas y rurales (sin que esto signifique la castración del conocimiento universal y trascendentes de nuestros quehaceres científicos, tecnológicos y culturales). Implica también, un cambio en el ejercicio de una docencia e investigación sustentada en la realidad concreta sobre la cual actúa con deseos de transformación y en consecuencia, los productos generados como son la formación o capacitación de los estudiantes y los resultados de investigación, están intrínsecamente integrados a las soluciones de los problemas identificados de esas comunidades, fortaleciendo así el compromiso social de la Universidad al restituir sus saberes al medio, quienes al mismo tiempo se enriquecen y amplían en su teoría y praxis. La función de extensión adquiere en consecuencia como valorización plena en la Universidad y en la sociedad comprensión de su papel transformador.

Y esta valorización del papel transformador de la extensión universitaria trae consigo el fortalecimiento de los vínculos de la universidad con el Estado y la Sociedad; pero ese vínculo no estará del todo fortalecido sino se generan condiciones apropiadas en el entorno sociopolítico que garanticen mayor participación y diálogo entre las universidades y la comunidad.

En este aspecto radica el problema medular de la función extensionista desde 1999, hasta el presente: no hay concreción en las relaciones entre la universidad y los diversos sectores de la sociedad. Y ¿por qué ocurre esto? Por el hecho de no encajar la actividad extensionista en una política educativa extensionista. Hay "política extensionista", hacia los adentros universitarios y bajo el perfil de una autonomía universitaria que se impone, pero lo que se necesita es involucrar la actividad extensionista con la política educativa del proyecto de país, dado que bajo ese esquema se asegura el desarrollo integral y progresivo en términos concretos.

A todas estas, es necesario dotar en la nueva "Ley" de Universidades un aparte completo acerca de la figura de la extensión universitaria, donde se exponga aspectos que partan de simplificar un modelo de aproximación al pensamiento extensionista que haga protagonista a las comunidades del proceso formativo de acción social, y no simple espectadores. Tal cual en el 2012, lo sugirieran María Carolina Ortiz-Riaga y María Eugenia Morales-Rubiano, ambas de la Universidad Militar Nueva Granada, Bogotá, Colombia, en cuanto a que la vinculación de la extensión y la difusión cultural a las tareas de la Universidad forma parte de un proceso histórico encaminado a lograr una mayor apertura y democratización de la universidad. Las actividades y programas que se estructuraron a partir de esta visión se caracterizaron por: No responder a un programa bien estructurado ni a objetivos bien definidos; no estar vinculadas con las tareas docentes e investigativas, y en ocasiones la universidad misma no se sentía comprometida con estas actividades; partir de un concepto de extensión en el que predominaba el propósito de difusión cultural; y reflejar la ideología de la clase dominante, lo que las alejaba del principio concientizador y formativo.

Las autoras, Ortiz-Riaga y Morales-Rubiano, argumenta que los fundamentos, actividades y finalidades de la educación universitaria han tenido grandes cambios a lo largo de este siglo, que evidencia en su planteamiento cuatro modelos de extensión que deben estar explícitos en los cuerpos normativos de los países latinoamericanos para profundizar el vínculo Universidad-Sociedad: el modelo altruista, que prevaleció en las primeras décadas del siglo y concebía la extensión como las acciones desinteresadas de los universitarios en favor de las poblaciones marginadas; el modelo divulgativo, que intenta definir los procedimientos por medio de los cuales se pueden acercar a la población los adelantos técnicos y las expresiones culturales producidas por la universidad; el modelo concientizador, influenciado por los planteamientos de Paulo Freire, que persigue la creación de conciencia, el despertar de la capacidad de análisis crítico y la acción eficaz y transformadora, lo que desemboca en una participación política activa y en la constitución de grupos de interés y de presión que van en contravía de la burocracia institucional; y el modelo vinculatorio empresarial, en el que se cree que la labor de la universidad debe estar enfocada a satisfacer las necesidades de las empresas. Este modelo toma fuerza a mitad de la década de los ochenta, y tuvo como consecuencia que la universidad comenzó a percibir beneficios económicos por sus servicios.

Esta concepción, resaltan Ortiz-Riaga y Morales-Rubiano, se traduce en múltiples actividades: consultorías, financiación de investigaciones de desarrollo tecnológico, creación de posgrados adecuados a las necesidades empresariales, programas de educación continua, entre otras; la crítica que surge ante este modelo se refiere a la tendencia mercantilista que se observa en las Universidades, lo que da como consecuencia que se pierda el sentido social con el que fue planteada la función de extensión en sus inicios, para dar paso a la búsqueda de rentabilidad y a la formación de profesionales de espaldas a las necesidades y requerimientos de la sociedad en la que viven. Pero allí la grandeza de quienes desde la Universidad le tocará administrar estos modelos extensionistas, deben llevarlos por un sendero que sea absolutamente asistencialista y cooperador, minimizando los intereses de grupos personales que distorsionan hacia objetivos de lucro lo que debe ser un servicio gratuito de la Universidad hacia las comunidades.

A todas estas, los modelos anteriores han de integrarse a los modelos tradicionales extensionistas latinoamericanos, los cuales son: el modelo conservador academicista en el que la universidad se concibe como fuente de conocimiento y saberes, y establece una relación de saber institucionalizado con quien no lo posee; el modelo economicista, donde la universidad se concibe como una empresa más que interactúa en el mercado; y el modelo de desarrollo integral, donde la universidad maneja el concepto de democratización del saber y asume la función social de contribuir a mejorar la calidad de vida de la sociedad. Apunta a la transformación social y económica de los pueblos.

En las Universidades venezolanas se hace prioritario colocar en la nueva "Ley" de Universidades, un punto donde se oriente el talento gerencial, la capacidad de liderazgo intelectual y administrativo, que le dé sentido a las políticas de extensión eliminando de ellas su posturas estáticas, para dar paso a acciones que implementen medidas vinculadas a las necesidades del entorno, donde no se agoten las ideas y, por lo contrario, se enriquezcan y retroalimenten los enfoques empresarial, social o cultural, los cuales dependen de factores del entorno regional y de los propósitos particulares de las instituciones universitarias.

Es claro, a todas estas, que el modelo Global capitalista dominante, a nivel mundial, ha hecho que la mayoría de Universidades busquen organizar sus actividades de extensión de tal forma que puedan responder a las necesidades de su entorno local, regional y nacional, y es evidente una tendencia hacia el desarrollo de la función de extensión desde el enfoque empresarial, como un requisito del mercado del sector productivo, lo que es una distorsión del modelo de vinculación social de la Universidad con la Sociedad. La tarea es que ese enfoque empresarial sea desarrollado por las comunidades con el apoyo de las Universidades, ese sí debe ser la intencionalidad de la función extensión en la Universidad del siglo XXI; claro está, las Universidades participarían en la concepción de negocio que se emprenda pero más como una instancia de colaboración que como un fin último de carácter capitalista, a ultranza de hacer prácticas indecorosas como la monopolización del mercado o el enriquecimiento desproporcional de pequeños grupos que les toca la mayor responsabilidad de tareas extensionistas.

De manera puntual se propone que se incluya en la nueva "Ley" de Universidades la función extensionista como una competencia de las Universidades integrada a la docencia y la investigación, cuyo propósito básico quede resaltado en el marco de la interacción creadora, estimuladora y crítica de la universidad con la comunidad, caracterizada por una postura multidireccional, tanto dentro de la institución como en su proyección extrauniversitaria, contribuyendo con el aumento del conocimiento del hombre y el fortalecimiento de su conciencia crítica, al progreso del mundo que lo rodea.

La función universitaria ha de puntualizarse desde los siguientes propósitos: consolidar en la Comunidad intra y extrauniversitaria, una actitud reflexiva, crítica, participativa y democrática que contribuya al vínculo socio comunitario de la Universidad y la Sociedad; desarrollarse como parte de un proceso de valoración de la cultura que contribuya con el afianzamiento de la identidad nacional y el sentido de pertenencia de los miembros de la comunidad intra y extrauniversitaria; contribuir con la formación permanente de los recursos humanos que exige la nueva realidad nacional; hacer de la función extensionista una vía para participar críticamente en el proceso de transformación de la sociedad, a partir de las expectativas y necesidades reales del entorno, impulsando el desarrollo de proyectos de investigación y actividades que permitan dar respuestas a los requerimientos del entorno; y mostrar la función extensionista como una vía para el fortalecimiento de la conciencia colectiva en tomo al compromiso transgeneracional de vivir en armonía con el medio ambiente y con su preservación en el tiempo, liberando procesos integrales que aborden realidades a partir de su problemática con atribuciones de desarrollo y promoción de los talentos del hombre y sus comunidades.

En una palabra, la Asamblea Nacional debe tomar en consideración de que la función extensionista se organiza a partir de programas y proyectos donde se reflejan las políticas y estrategias en las áreas académicas, sociocomunitaria, ambiental, deportiva, cultural, asistencia técnica, transferencia de tecnología, prestación de servicio y de comunicación interinstitucional, que hacen posible abrir las puertas de las Universidades al colectivo y colocar al servicio de este el conjunto de saberes que hace posible el progreso y la superación social y económica.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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