(La casa que vive en la sombra)

La desertificación de la UCV

La casa que vive en la sombra

Universidad Central de Venezuela, “La casa que vence la sombra”… ¿Cuál sombra? Ni la suya propia. ¿Quién “vence”? El despojo, esqueleto carcomido de una –en otros, lejanos tiempos pasados– grandiosa casa de estudios, forjadora de libertad y progreso, ahora vencida por la desidia, la corrupción, la indolencia y la burocracia interna. Como docente de la UCV he sido testigo sin querer de un vertiginoso proceso de desertificación, desde todo punto de vista, y por ello comparto esta crítica con los lectores. Una bengala lanzada desde la angustia, desde un pequeño e insignificante rincón sin futuro (en las perspectivas actuales) de nuestra “Alma Mater”, sangrada mil veces por sus cuatro costados. Restos de un naufragio SIN DOLIENTES Y SIN RESCATISTAS.

Acostumbrados a la desidia

En mi facultad, la de Ciencias Veterinarias, aparente pueblo llanero de dos siglos atrás, desolado por la peste, las candelas de marzo y los asaltos de bandidos, la absurda realidad se torna insoportable. El desmantelamiento sistemático de nuestra facultad, contrasta con el presupuesto asignado. Un escenario peor que el de Caracas, con frecuentes deserciones de estudiantes y profesores. En menos de un año partieron unos seis profesores del Núcleo Maracay, con un alto nivel académico, a trabajar para los países desarrollados o para la empresa privada. Y esto ocurre en toda la UCV, todos los días. Cachicamo trabajando pa’ lapa. Cátedras que hace dos décadas contaban con 10 o 15 profesores, ahora apenas cuentan con 3 o 4 fantasmas, que hacen un gran esfuerzo en circunstancias académicas nunca antes tan hostiles. Por eso los estudiantes (“el futuro del país”) se están formando en la soledad. Desandan como las ánimas que perseguían al Cantaclaro de Gallegos, en un ambiente estéril, y perdiendo un tiempo valioso de sus vidas. Intuyo que ocurre de manera similar en otras universidades públicas nacionales, donde adicionalmente, un arma de doble filo, de inclusión sin límites y sin capacidades (inherentes tanto a las casas de estudio como a muchos de los aspirantes), nos pasará factura en un futuro muy cercano. Todos quieren ser arquitectos, abogados, médicos, economistas. Sobre lo cual ya advertía Bolívar. Por otra parte, aumentar el número de estudiantes, con una pérdida tan violenta de profesores equivale a correr los cien metros planos con una carótida abierta o sin columna vertebral. A ese ritmo, en realmente poco tiempo, ya no habrán profesores. Con ello, no habrá universidad, al menos no la universidad que necesitamos. 

¿Y para qué tanto esfuerzo?

Tantos laboratorios, tantos equipos, tanta infraestructura, tantos programas académicos, tantos libros, tantos profesores que hicieron sus postgrados en los mejores centros de investigación y de formación del mundo, tantos años gloriosos, para nada. Mucho tiempo pasaría para poder lograrse algo similar en universidades recién creadas. Y todo eso es necesario para formar el profesional que exige el país. Además de crear nuevos centros de enseñanza, es necesario aprovechar todo lo existente. Para generar conocimientos, para formar profesionales de alto nivel, para resolver nuestros problemas más sensibles. ¿Pero a quién le importa? Si decides luchar por esa causa desde la universidad, que Dios te ampare. Porque el gobierno no lo hará, ni la universidad tampoco. Por omisión, por desidia, por ignorancia, por debilidad, por incapacidad. Muchísimos de los pilares intelectuales y políticos de la Revolución Bolivariana, son egresados de la UCV. Parece que no habrá relevos.

La ciencia al servicio del pueblo

¿Será importante apoyar SIN TIMIDEZ la ciencia y la tecnología con conciencia, y la formación de recurso humano altamente capacitado? ¿Será importante garantizar las necesidades fundamentales del ser humano en ese proceso de formación? ¿Cómo llega al pueblo la ciencia si no se genera? ¿Y dónde se genera si no es en el laboratorio, en el aula, en la biblioteca, en la universidad? ¿Y cómo se genera si no es velando porque los que la generan tengan todo lo necesario para hacerlo SIN DISTRACCIONES? ¿Y a qué espacios acude el pueblo para formarse o para servirse del conocimiento en su más alta expresión? ¿No es acaso a la universidad o a los  espacios nutridos por ella? Sin ciencia, tecnología y conocimientos, no sabemos y no podemos. Si no sabemos, nuestras acciones se convierten en desaciertos. Y con desaciertos no podemos avanzar, de hecho retrocedemos. El no saber hacia dónde vamos nos aleja del objetivo, tanto más rápido cuanto más diligentes somos (Séneca). El político es el individuo llamado a poner la ciencia al servicio del pueblo (Luis Alberto Machado, La Revolución de la Inteligencia).

Presupuesto justo vs. rendimiento justo

Las cinco universidades autónomas (UCV, UDO, UC, LUZ y ULA) poseen el 18 % de la matrícula de educación superior, pero reciben el 55 % del presupuesto total asignado. El resto de las instituciones de educación superior posee el 82 % de la matrícula, con el resto del presupuesto, 45 %. Al menos en la UCV, entre burocracia, corrupción y desidia, no se garantiza que un presupuesto de (aproximadamente) BsF 20.000/estudiante/año (x 52.000 estudiantes) se traduzca en condiciones mínimas de funcionamiento. Sin meter pruebas internas (20.000 estudiantes en 2011 para 510 cupos en Humanidades y Educación, al costo de una unidad tributaria de BsF 55; 6.396 estudiantes en Derecho para 200 cupos, y así por el estilo), alquiler de estadio y Aula Magna, intereses, empresas rentales, pago de matrícula de postgrados, etc. Según mi experiencia en el campus, no pareciera ser presupuestario el problema, sino de administración. Empleados, obreros, estudiantes y profesores ineficientes, con excepciones; dinero desviado de manera dolosa, cuantiosas sumas en despilfarro (agua, luz, teléfono, papel, combustibles, comida para estudiantes flojos…), pérdidas derivadas de las jubilaciones tempranas, cuando el docente está aún en plena capacidad intelectual, etc. En el 2011, por ejemplo, hasta el 50 % de los trabajadores del comedor universitario de Caracas llegaron a estar de reposo por problemas de columna y manguito rotador (¡Sólo en el comedor!). Una universidad hipertrofiada e ineficiente. Por eso, 82 % del presupuesto se destina a pagar sueldos, incluyendo a miles de personas que realmente NO TRABAJAN, en detrimento de las condiciones de los que sí trabajamos (por nosotros, por ellos y por el país). Es la ineficiencia –a mi parecer– la causa primaria que hace que el presupuesto no alcance. La ineficiencia ocurre por ignorancia, por desidia y por debilidad. Las tres generan corrupción.

¿Por qué se van nuestros profesores, que tanto cuestan al país?

El alto costo de la vida, el empobrecimiento de su seguridad social y la disminución de su poder adquisitivo, impide que el profesor viva y trabaje con un mínimo de dignidad acorde con sus años de esfuerzo, y también impide que se dedique por completo a lo que sabe hacer, en el ambiente idóneo para que mientras eso ocurre otros individuos se formen con él. Adicionalmente, es necesario un mínimo de condiciones adecuadas para que el equipo funcione (secretarias eficientes, técnicos eficientes, servicios eficientes, etc.), por lo cual, el ambiente que rodea al profesor cada vez es más asfixiante para éste y su desempeño. La burocracia excesiva, la corrupción y la mala administración de la UCV, y la negligencia gubernamental en relación a esta situación, impide mejorar las condiciones económicas de sus trabajadores. Esto pasaría por un profundo (y urgente) proceso de SANEAMIENTO, que requiere autoridades comprometidas y el apoyo gubernamental. Sin embargo, razones políticas impiden un mínimo entendimiento entre UCV y gobierno.

El profesor consciente de su rol en la sociedad, que es el que más esfuerzo hace en y por la universidad, y es quien dirige al futuro profesional en su formación y con ello buena parte de los destinos del país, es irónicamente el que peor remunerado ve su trabajo y el que más se frustra por no poder desarrollar todo su potencial. A diferencia de otros trabajadores universitarios, no tiene el ala benefactora (o putrefactora) del sindicato sino la hostilidad de seudoacadémicos inquisidores con poder político para no resolver absolutamente nada, “profesores” como él pero con un gusto particular por la política y las cuestiones administrativas. El sindicalerismo universitario se ha ido encargando de que, al final, exista una homologación disfrazada (e injusta) de sueldos entre los sectores de trabajadores de la UCV. Enrique Santos Discépolo pudo haberse inspirado en la UCV para escribir el tango “Cambalache”. Recordemos que el profesor universitario es simultáneamente investigador, lo cual lo convierte en elemento ESENCIAL para el progreso del país. 

¿Y cómo vive uno con los sueldos actuales, si sólo un alquiler cuesta BsF. 3.000, 4.000 o 5.000? Sin meter mercado, transporte, recreación, salud y vestido. Sin meter a la familia. El docente universitario producía para el país porque tenía estabilidad para crecer con un proyecto de vida que se tradujera a su vez en el progreso colectivo. Y no es que la motivación sea monetaria, sino que lamentablemente el profesor universitario en nuestro país es un individuo abandonado a su suerte. Y por supuesto hay que reconocer que las causas son complejas, pero no por ello debe mantenerse indefinidamente esta situación de abandono, que nutre a la empresa privada en detrimento del sector público, a los países ricos en detrimento del nuestro y fomenta la corrupción en detrimento de la honradez. Causas complejas requieren soluciones complejas y radicales. Por eso, el profesor universitario un ratico es profesor, otro ratico vende limones, otro ratico mata tigritos… Esto lo hace ineficiente. De ratico en ratico la universidad se desertifica, el buen profesor se frustra y el país se atrasa. Y los países desarrollados, que sí valoran –en la praxis– el conocimiento, el esfuerzo y, sobre todo, las POTENCIALIDADES de un profesor universitario, pescan rápidamente en río revuelto. Ese es el origen de la famosa fuga de cerebros, que pronto terminará: cuando se hayan fugado todos los cerebros y nuestra universidad venezolana quede intelectualmente acéfala. Por eso, apoyar la ciencia y el desarrollo de nuevas tecnologías ofertando una fortuna para proyectos, mientras el investigador/profesor esté en condiciones socioeconómicas precarias, es igual a no hacer nada.

¿Y a quién le importa?

Sin apartar las políticas infructuosas, las omisiones y las acciones tímidas, no cambiará este panorama. El esfuerzo debe ser bidireccional, desde dentro principalmente, pero también desde fuera de la universidad. Sin embargo, la UCV parece condenada por sus obscurantistas autoridades a la desaparición. Y los eruditos de la UCV, como ocurre frecuentemente en la política, generalmente no tienen poder de decisión porque no son políticos. Y tantos buenos ejemplos de universidades extraordinarias cerca, en Brasil, por ejemplo. La trinchera política en la que se convirtió nuestra universidad no está diseñada para el progreso del país, sino para el beneficio de unos pocos. Por ahora, los que pretendemos participar en la construcción de otra realidad desde la UCV, seguimos luchando mientras se nos termina de morir la casa que vive en la sombra.

*Profesor UCV, Núcleo Maracay. Correo: aerg58@gmail.com



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