Venezuela de cara al 2023: balance económico del año

Comenzamos el año 2023 con buenos augurios. De la revisión de los resultados económicos del año pasado, muchos de los cuales fueron resaltados por el presidente Nicolás Maduro en su mensaje a la Asamblea Nacional destacan: un significativo crecimiento económico (al menos 15%), que continúa el ciclo positivo de finales del año 2021; un incremento igualmente notable de los ingresos estatales, por ambas vías: un crecimiento de los ingresos no petroleros (un 61% anual en dólares aproximadamente), pero también un crecimiento significativo de los ingresos fiscales petroleros. Incluso, tal crecimiento estuvo acompañado de un incremento notable en el valor de las importaciones totales que superaron los 8 mil millones de dólares. Y existe razones o variables objetivas, para pensar que estas tendencias pueden continuar y mejorarán también este nuevo año.

Igualmente, hemos experimentado una mejora de las condiciones políticas, evidentes -por ejemplo- en el reforzamiento del ámbito de las relaciones internacionales de Venezuela, los cambios de gobierno en Colombia y Brasil, países vecinos, y una mayor flexibilización de la estrategia contra Venezuela del gobierno de Estados Unidos. Incluyendo, aunque menos importante el final parcial del llamado "interinato" y la sustitución del "Guaidó" por un gobierno de Asamblea, que como aquél no tiene tampoco "pies ni cabeza", mucho menos asidero legal ni constitucional ninguno. Estos resultados, a primera vista, son auspiciosos.

No obstante, pensamos, es necesario apuntalar estas mejoras; es decir, es necesario fortalecer los factores internos que promueven el consenso democrático, el crecimiento económico y mejoran la calidad y sostenibilidad de ese crecimiento. Es necesario fortalecer nuestra capacidad política para generar optimismo y estabilidad o certidumbre.

En particular, deseamos destacar la necesidad de (1) controlar la inflación; (2) asegurar la suficiencia, sostenibilidad y repartición equitativa de las cargas que implica la imposición fiscal; y, por último, (3) mejorar la equidad en la repartición de los beneficios del crecimiento de la economía.

Para ello, se hace necesario, en primer lugar, controlar la especulación sobre el tipo de cambio; esta variable es provocada -en mayor medida- por la vulnerabilidad externa de la Nación, provocada a su vez, principalmente, por las sanciones unilaterales e ilegales contra el país, y la dificultad para acceder a recursos externos de los venezolanos y al financiamiento internacional. Al tiempo que, es facilitada por la concentración excesiva de ganancias e ingresos en un sector social reducido, con un notable consumo de bienes importados de lujo y una marcada orientación hacia la extracción o exportación de capitales de la economía nacional.

Un importante componente de esta estrategia es generar certidumbre y reafirmar la importancia de la construcción y renovación permanente de acuerdos sociales; destaca la necesidad de ratificar los acuerdos políticos, para fortalecer las instituciones democráticas y promover la paz social, además de los acuerdos con los sectores económicos, para generar la estabilidad interna de los precios. En particular, destaca la existencia en la economía venezolana de una inflación en dólares que no guarda coherencia siquiera con los niveles reales de devaluación o depreciación del bolívar en términos internacionales (en 2023, la devaluación relativa promedio del bolívar en relación con el dólar fue de 59% aproximadamente), sino que pretende superarlos continuamente, lo cual revela un comportamiento realmente especulativo por parte de algunos agentes económicos internos.

Para controlar la inflación, es necesario promover un incremento de la producción y productividad internas, a través principalmente del incremento del consumo de los trabajadores y la inversión productiva. No es posible -materialmente es insostenible, económicamente es inconveniente y ética y políticamente es injusto y desacertado- contener aún más la demanda interna, a través del recurso de mantener en niveles muy bajos los salarios. Por el contrario, es conveniente fomentar la oferta interna e incrementar el mercado interno, a través -por ejemplo- de una mayor apertura comercial, especialmente, con países vecinos y aliados, y del fomento a la inversión privada, especialmente, en sectores productivos orientados a la atención de necesidades individuales y sociales internas.

Pero, controlar la inflación y la especulación sobre el tipo de cambio pasa igualmente por la necesidad de implantar una reforma fiscal que asegure mayor eficacia, eficiencia, transparencia y equidad en la tributación interna. Es notable que, los niveles de recaudación fiscal han aumentado significativamente (representa 16,5% del PIB aproximadamente), pero además lo han hecho de una manera menos equitativa (es significativa la disminución de la tributación directa o islr), forzando una mayor contribución de los sectores asalariados (por ejemplo, entre otras, vía impuestos indirectos y alza de tarifas). Por lo que, en este ámbito, nos hemos pronunciado a favor de la conveniencia de una reforma fiscal que coloque el régimen tributario en Venezuela, al mismo nivel que otros países de nuestra América más avanzados en esta materia; no digo del mundo (aunque en otro contexto sería preferible), pues en este momento no lo consideramos viable.

Reactivar la demanda interna, a través -esencialmente- del incremento o recuperación del poder adquisitivo de los sueldos y salarios es condición necesaria para apuntalar el crecimiento de la economía nacional. La manera como algunos pretenden reflexionar en materia económica, oponiendo "crecimiento y salarios", o lo que es lo mismo, "crecimiento y consumo", es decir, "producción y demanda" es evidentemente muy objetable. Crecer de manera equilibrada y sostenible exige precisamente una mayor relación entre oferta y demanda, no lo opuesto. De hecho, tal forma de pensar, contradice la noción básica del "flujo circular" de la Economía, es decir, la idea obvia de que lo que es un gasto para unos, es ingreso para otros; que, por lo tanto, no es válido extrapolar hipótesis individuales o particulares, para explicar el comportamiento de toda la economía de un país. Se estaría -de pensar así- cometiendo lo que se denomina una falacia de composición, por lo tanto, un error.

No es posible crecer de manera importante y sostenida y, además, de manera que "valga la pena", es decir, que sea valiosa para los miembros de una sociedad democrática, si no se produce igualmente una recuperación de los salarios. No habrá incremento importante de la inversión nacional, si no hay un incremento de la demanda nacional y del mercado interno. Muchas de las empresas y oficios de una economía no se reactivarán ni progresarán, si no se recupera el consumo de los sectores mayoritarios o trabajadores a cuya atención se dirige especialmente su actividad. No tiene sentido para una sociedad -mucho menos una sociedad democrática- oponer el crecimiento de su economía al interés -natural- de la mayoría de la sociedad, a favor de su consumo de bienes esenciales; es decir, si no fuera así, ¿para el consumo de quiénes se estaría dispuestos entonces a crecer? Insistir en ese tipo de crecimiento concentrado y desigual, sólo inducirá mayor retroceso social, político y económico, y continuará expulsando jóvenes y talentos al exterior. Tal manera de pensar y proceder es lógica, económica, política y éticamente inaceptable.

Todo este plan que proponemos no sólo es conveniente, sino factible. Especialmente, si se toma en cuenta que, el sector privado en Venezuela mantiene fuera una suma importante de dólares, que nunca será menor a DOSCIENTOS MIL MILLONES y más probablemente equivalen a unos CUATROCIENTOS MIL MILLONES de dólares estadounidenses como mínimo. Los trabajadores han hecho ya un esfuerzo o sacrificio notable, ¿es, acaso, imposible que los empresarios o particulares inviertan en Venezuela, a pesar de las obvias condiciones de rentabilidad existentes? Yo no lo creo; una fracción apenas de esa cantidad -que estimamos conservadoramente- sería suficiente para recuperar e impulsar el crecimiento económico.

Venezuela, como país, no puede darse el lujo de desperdiciar oportunidades o futuro. Tenemos por delante una gran posibilidad de crecer más, más equitativamente, de manera más estable e incluso aún más democráticamente y para todos.



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Rodolfo Magallanes

Profesor del Instituto de Estudios Políticos de la UCV

 magallanucv@gmail.com

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