Machismo endógeno en la burocracia

Necesito un anillo delirante

Para la oculta sombra de mi mano,

Un archivo de mar para el verano

Y documentos de agua suplícate.

Ana Enriqueta Terán. Soneto del Deseo más Alto. En De bosque a bosque, 1970

Carina Salazar. Profesora UBV-Agroecología-Caracas


Cada día, millones de mujeres venezolanas de diversas edades, edifican sus ambiciones unas, y vida otras, sobre la certeza que podrán superar los conflictos laborales, que por su género femenino, ocurren en su entorno a lo largo del período socioproductivo.

Encontramos abundantes trabajadoras en la educación preescolar, básica, media y universitaria, en los espacios ministeriales creativos, científicos, operativos, ejecutivos y de direcciones medias; ellas desarrollan espacios laborales de responsabilidad gerencial u operativa, en compañía de superiores administrativos hombres que ejercen el poder sin ningún cambio en la conducta típica de la relación trabajadora-jefe de las relaciones de producción capitalista que tanto decimos estamos cambiando. Si ellas son jefas, desarrollan para sobrevivir y sobresalir a la competencia feroz por el poder de subsumir a otros y otras a sus fines objetivos y metas, destrezas y actitudes masculinas en su conducta que siendo mujeres, logren mantenerlas en su lugar o cargo, o al menos en el entorno favorable burocrático, que, con cargos, estructuras y raros privilegios materiales y espaciales en los lugares de trabajo, ratifica la filosofía explotadora y manipuladora que la estructura burocrática que se desarrolla Dentro estado (oficinas, trato deferente en ciertos aspectos por otros y otras trabajadores , aire acondicionado, escritorios, bono etc)

Y dentro de nuestro Estado preñado de futuro y esfuerzos colectivos revolucionarios hacia el socialismo del siglo XXI, florece el machismo endógeno como si nada. Todas aceptamos o nos resignamos a el siempre eso ha sido así, cuando por mujer trabajadora, profesional, madre, compañera y hábil, critica e independiente de criterio no se apega en silencio operativo a las opiniones increíbles o planes peliagudos de jefes y jefas. Agotadas, atemorizadas o desinteresadas , a los jefes y jefas los complacemos en su ego (tal cual manual gerencial de marketing), a las jefas en señal de sumisión nos hacemos sus cómplices, en una solidaridad frágil y falsa. No es sororidad, no es conciencia de clase de mujeres trabajadoras, es sobrevivencia laboral en el aparato burocrático.

Si logramos comprensión, aceptación y apoyo ante los interminables imprevistos familiares que ocurren durante el año ( accidentes, inseguridad fisica, enfermedades menores, citas medicas, citas y reuniones escolares, problemas menstruales, embarazos, depresiones, tristeza etc.…) que nuestra condición de mujer no puede evitar –en su mayoría debemos enfrentarlas completamente solas y en silencio- el precio es mayor responsabilidad, chantajes, salidas mas tardes, o en suerte de manipulación para dominar a la otra- condicionamientos de días libres y oportunidades de mejoramiento profesional restringidas.

Si entendemos que la superación personal es brillar y ser exitosa a como de lugar en el oficio, profesión o entorno laboral, optamos por la complacencia a todos 8eso si a cada cual lo suyo), se hilan interminables mallas de relaciones laborales para nuestros entornos personales ( los contactos laborales se vuelven personales al servicio nuestro o de nuestros jefes o jefas), asi tambien logramos sacrificar nuestra salud, que se deteriora permanetemente,( aun a la luz de la LOPCIMAT y los servicios de salud disponibles), sometiéndonos a soportar interminables presiones emocionales, soledad, violencia psicológica y ambientes de trabajo insanos, ¡seremos exitosas!, no importan los amores, las amistades, las lecturas, el criterio, lo aprendido, la vida.

Y las mujeres recién graduadas, aprenden rápidamente de sus mayores en el cargo o el trabajo, todas las argucias de la sobrevivencia machista endógena y burocrática: cómplices, complacientes, astutas, chismosas, intrigantes. Seamos dignas en el trabajo, en el batallón, la patrulla , el partido, el consejo comunal, la comunidad de padres y representantes, la familia. Quebremos la servidumbre al servicio del mejor postor para sus carreras, la mirada chiquita en la nuca de las y los otros, con la lengua preparada no para el agrado, no para el canto, no para el dialogo o el debate, sino para zaherir, confundir, trastocar, ¡ay!

Pongamos a la disposición de la disciplina y los valores socialistas, nuestras artes, nuestra intuición, nuestra inteligencia. Abramos los ojos y los sentidos al uso de la norma establecida para defendernos y protegernos con conciencia de clase y perspectiva de género. Construyamos en conjunto, nosotras la manera de generar, administrar, ejecutar y monitorear procesos y resultados para el todoas y todas en los organismos del Estado, en nuestros espacios laborales y comunales, y luchemos por ellos.

Y si no nos expresamos políticamente con claridad, sin oportunismos, luchamos por hacernos escuchar sin negociar, nos marchitaremos todas como las flores en aire acondicionado, presas de ambiciones propias, envueltas en las de otros, confundidas por el brillo coyuntural de un puesto y la garantía de una seguridad y una permanencia laboral que nada aporta al proceso político interno de la estructura de un Estado habitado por burócratas hombres y mujeres, que a punta de billete se niega a morir. Hace falta mas que un Ministerio para la Mujer, hace falta que las mujeres maduremos en la conciencia del machismo endógeno, del atropello histórico de nuestra condición de trabajadoras, madres y creadoras por una sociedad que lo reproduce, en sus leyes, en sus normas, reglamentos, estructuras organizativas, de cargos y procesos colectivos de gestión sin participación de los y las trabajadoras en las tomas de decisiones y formas de ejecutar las acciones emprendidas.


caquetia@gmail.com


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Carina E. Salazar G.


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