"No Kings" (sin reyes) han gritado los siete millones de personas congregadas al calor de las dos mil quinientas manifestaciones que se celebraron en muchas ciudades de los EEUU el pasado fin de semana. Al sheriff del mundo le crece la oposición en su propio "reino". Existe hartazgo del abuso policial, los recortes en todos los programas sociales, las expulsiones de inmigrantes, el refuerzo del racismo y la misoginia institucional. La principal barrera ante Trump en su propio territorio no son los famosos "cheks and balances" de la manida democracia imperial, sino la movilización social que busca defender sus libertades. Es la población la que demuestra la mayor capacidad de respuesta ante el abuso que se está organizado desde las instituciones lideradas por el presidente y sus millonarios secuaces.
Se encuentran en abierta crisis las instituciones y consensos surgidos del orden creado al dictado de las potencias que ganaron la Segunda Guerra Mundial, encabezadas por los EEUU. El sector dirigente del imperialismo ve el marco de la ONU, de las instituciones financieras, del comercio o de los tribunales internacionales más como rémoras que como elementos nodales sobre los que basarse para garantizarse beneficios, el control sobre recursos fundamentales y la geopolítica que los hace posibles.
El giro reaccionario que vivimos y palpamos tiene en Trump al mejor sheriff fanfarrón; sin embargo, eso no constituye una garantía de éxito. En Palestina, la frágil tregua continúa sumando gazaties asesinados y mientras impide la entrada de ayuda, mantiene incólume el plan colonial sionista, verdadera causa del genocidio y la ocupación, y muestra su inconsistencia con una propuesta de un nuevo protectorado que, por otra parte, aún ni se dibuja.
En Ucrania, el papel de Trump pasa por forzar a Zelenski a que acepte el acuerdo al que el propio Trump llegue con Putin. Para ello, el presidente los EEUU reduce y limita el envío de armamento a la nación agredida, a la vez que presiona para garantizarse el control económico de unos recursos que espera repartirse con el zar ruso en la próxima reunión de Budapest.
Hacerse con el petróleo de Venezuela se halla detrás de las destrucciones de lanchas y el asesinato de sus tripulantes en aguas internacionales por parte de los EEUU. Trump ya ha autorizado operaciones ilegales para derribar al gobierno de Maduro, un propósito que cuenta con un espaldarazo internacional de la mano de la concesión del Nobel de la Paz a la golpista María Corina Machado. La amenaza militar se extiende a Colombia y la económica, a Brasil de la mano de los aranceles.
A Milei, Trump le promete, tras el fracaso de la política de la motosierra, 40 mil millones de dólares para "salvar" la economía argentina. Un préstamo directo de los EEUU fuera del marco del FMI y condicionado a la victoria electoral de partido del presidente argentino.
Ya se vio en Egipto, como antes en la cumbre de la OTAN, que los "líderes mundiales" se pliegan, sin mucho trabajo, ante el nuevo sheriff. Pero a la vez ya hemos presenciado como las calles de los EEUU y las del resto del mundo están dispuestas a plantarle cara y que ese esfuerzo, duro y regado de opresión, logra sus resultados. Los ha obtenido en la movilización solidaria con Palestina y también los conseguirá en el centro del feudo de Trump.
El plan de la porra y la zanahoria no representa una gran propuesta, sino la antesala de una crisis mayor y más profunda. Degradados los consensos internacionales por sus propios protagonistas y principales beneficiarios, solo se puede aventurar que cada nueva dificultad desestabilizará aún más el orden actual sin por ello aportar otra solución que opresión y reacción. Por eso, hemos de concluir que, más allá de las instituciones y sus "cheks and balances" de hoy, será de la movilización, de la organización y la conciencia de las que surgirá la fuerza para los cambios que necesitamos y para la unidad que hará posible un mundo sin reyes.