Desesperación

La visita de la señora Bachelet a Venezuela ha sacado a flote el grado de desesperación que existe entre los venezolanos por la actual situación social. Diferentes organismos y organizaciones buscaban el socorro de la Ex–Presidenta chilena, lo cual muestra por lo menos dos escenarios, cada más terrible.

Por una parte, se esperaba la visita como una solución a los problemas presentes, cosa por demás sin sentido. Pero cuando la desesperación atenaza a una población todo sin sentido es una posibilidad. Solo era una visita, pero los venezolanos no la percibían de esa manera. La misma era esperada como un mesías redentor. Así está la situación.

La desesperación mostrada por los organismos y organizaciones que anhelaban entrevistarse con la señora Bachelet, evidencia la poca confianza que tienen en los políticos venezolanos como sujetos capaces de solucionar esta situación.

La desesperanza que muestra la población ha sido producida expresamente por el gobierno de Maduro Moros. Ha sido producida, como diría un abogado, con conocimiento de causa, ha sido inducida por la indiferencia planificada que el gobierno de turno ha mostrado ante los diversos acontecimientos ocurridos.

Esa indiferencia se lee como que al gobierno no le interesa solucionar nada. Pues de ese caos político obtiene planificados beneficios, y uno de estos es el pobre estado anímico de la población. El cual roza peligrosamente la resignación. En la entrega de cualquier aspiración.

Que la población no pueda percibir en el político venezolano un agente de solución es grave. Porque hace que la coerción psicológica de la desesperanza aplicada desde el gobierno cale más hondo en los ciudadanos. De allí, que la población perciba que la solución debe venir desde el exterior y no fraguarse en el propio entorno.

Un Presidente inoperante a su conveniencia, unos dirigentes llamados revolucionarios ineptos y acomodaticios no pueden verse como ninguna posible solución. Una oposición inconstante que no es capaz de captar más adeptos que los que ha tenido desde hace veinte años es deficiente, la oposición no suma y eso no es buen signo.

Mientras la oposición no sume, el gobierno se atrinchera en su manejo de la miseria y la necesidad, en la repartición de migajas. En el destrozo de los bienes de la nación que traen cada día más miseria, porque así les conviene. Esa es su verdadera política de Estado.

La visita de la Ex–Presidenta se hace patética por todos los pedidos, que más que pedidos parecen imploraciones, de las diversas organizaciones para que ella vea y constate la miseria en que nos hayamos sumidos. Es como un mostrar las llagas para recibir una limosna.

El desaliento es espeso casi se puede cortar en rebanadas. Y ante eso nos muestran a unos funcionarios chavistas impávidos, como si lo que sucede estuviese ocurriendo en otros lugares. Hacen estos funcionarios alardes de logros inexistentes, de convenios fantasmales, de declaraciones que no vienen al caso, porque no corresponden a una realidad.

Hay un desfasamiento y una disociación planeada en los revolucionarios que dirigen el gobierno con la intención de que nada quede en píe. Es la demolición de todo lo existente, cuya dirección que tiene como norte acabar con el ciudadano. Pues, al acabar con el ciudadano y la ciudadanía el terreno queda allanado a la imposición del sometimiento.

Las relaciones de poder esgrimidas por estos chavistas en estos últimos seis años tienen la intención del sometimiento y la dominación soterrada, aunque con una clara lectura. Es algo hecho con premeditación y alevosía. No es algo azaroso.

Ese sentido, el gobierno de Maduros Moros ha aprovechado cada oportunidad que se le presenta para aplicar la política represiva y dominadora. Para aplicar el terrorismo de estado en los rubros de alimentos, medicinas, identificación, electricidad, combustible y un muy largo etcétera

De allí que la visita de la señora Bachelet tenga un regusto tan amargo y frustrante. Ya que ha mostrado el estado tan endeble en que se encuentra la política y los políticos venezolanos. Lo que evidencia porque no se puede vislumbrar una salida democrática.



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Obed Delfín


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