A propósito del episodio de la controversia entre la Fiscal General de la República y la Sala Constitucional, se evidenciaron varias cosas y cabría reflexionar sobre otras tantas. Pero aquí me limitaré a comentar sólo dos asuntos marginales: a) las racionalizaciones urgentes e irrisorias que elaboraron las fanaticadas para reducir las respectivas “disonancias cognoscitivas”, b) los peligrosos apresuramientos, chapuzas e improvisación que priva en muchas decisiones de la cúpula del Partido-gobierno-FFAA (ejemplo claro: la mamadera de gallo con los billetes de bs 100), c) la continuación de la lucha política en condiciones de anormalidad institucional.
Ante las observaciones de la Fiscal acerca de las sentencias 155 y 156 de la Sala Constitucional del TSJ, hubo tres reacciones principales. Una, la de los oficialistas acríticos, cuyas airadas expresiones equivalían a pedir paredón o alguna sanción contra ella, ante lo que tenía todas las apariencias de una “traición”. Dos, la de que se trataba de un guión teatral escrito por Maduro en persona, para hacer “el teatro” de que en este país hay “autonomía de poderes” y así quitarle argumentos a la “heroica postura” de Almagro y los demás gobiernos de derecha en el OEA para “castigar” a Venezuela. La tercera actitud fue de alivio y aplauso: al fin surgía una voz desde el chavismo que llamaba la atención eficazmente frente a una nueva, peligrosa y evidente chapuza, improvisación y metedura de pata.
Eso de que las críticas hay que hacerlas “en privado”, “en los órganos correspondientes”, calladitos, pidiendo bajito el favor, en secreto, con un lenguaje acariciador, más que respetuoso; con pruebas fehacientes y contundentes, como si todos fuéramos policías o dispusiéramos de complicados aparatos de inteligencia, si se trata de corrupción, o con un conjunto completísimo de proposiciones, como no se le piden ni al mismo Presidente, ya lo conocemos como la clásica treta para matar cualquier crítica sustantiva. Se me olvidaba: las críticas no se pueden hacer en algún medio de la web, porque se trata solamente de unos ridículos “guerrilleros del teclado” o, peor, de unos “intelectuales”. Por cierto, me intriga ese complejo anti-intelectual. Tengo la hipótesis de que ese desprecio “ultra-revolucionario” hacia los intelectuales, a quienes se les asocia increíblemente con la burguesía, sólo porque leen o escriben libros, tal vez se deba, o bien a un antiguo rencor hacia los maestros que rasparon a los furiosos anti-intelectualistas en alguna materia en el liceo o la universidad, o ignorancia acerca de las condiciones de asalariados de los trabajadores intelectuales (nuevamente maestros, profesores, escritores, etc.), o simple rechazo hacia los libros o alguna actividad que les haga esforzarse en pensar un poco.
La respuesta que se le dio a los señalamientos de la Fiscal, demuestran que a) eran graves los errores, pues se corrigieron en cosa de horas, b) eran políticamente convenientes y pertinentes, por la actitud del propio Presidente Maduro quien decidió, muy hábilmente, dirimir la controversia, en el CODENA. Por cierto que Maduro reconoció públicamente que no había leído las sentencias, o sea, que no hay tales “canales regulares” donde cada detalle es revisado cuidadosamente. Mucho menos, una conspiración que, como el “Chapulín Colorado”, tenga todos sus movimientos “fríamente calculados”. Esto último ya rebate la fabulación del “teatro” que inventaron los de la oposición. Es comprensible su actitud: ante la desesperación por la peladera de sus dirigentes, la Fiscal les pareció, en sus ilusiones ingenuas, una nueva referencia contra el gobierno. No consideraron, no sólo la clara trayectoria política de la doctora Ortega, sino la posibilidad de que hubiera gente inteligente y de criterio propio entre esos funcionarios.
La intervención de la Fiscal fue, pues, pertinente y conveniente, porque las sentencias se pasaban de la raya constitucional. Aquí pudieran caerme encima los abogados fieles al Partido-Gobierno-FFAA. No soy abogado, confieso ese pecado. Pero soy un ciudadano, y puedo leer y pensar para hacerme mi criterio propio. Tengo a mi favor, la confesión de parte de los magistrados que corrigieron su error, lo cual pone fuera de orden la necedad de cualquier madurista más madurista que Maduro que quiera convocar a una purga a la Fiscal. Pero igualmente otras consideraciones debo mencionar, un poquito más allá del Derecho positivista del cual no salen los ultrarrevolucionarios abogados que ahora acusan a la Fiscal, desde una posición reaccionaria en su disciplina.
Ocurre que estamos en una anormalidad o crisis institucional que no es deseable ¿Causas? Por supuesto que la principal es la lucha por el poder y la táctica subversiva de la oposición, que no duda en presionar una intervención extranjera ante su incapacidad interna. Lo deseable es que funcionen todos los Poderes Públicos establecidos por la Constitución. Pero esto debe decirse sinceramente, y no con una sonrisita cínica y frotándose las manos como hacen muchos maduristas más maduristas que Maduro, que creen que “radicalizar” la revolución es acabar con el orden institucional que consideran (gesto de asco) “burgués”. Lo señalo porque vi mucha satisfacción en esos personajes por la amenaza clara de eliminación de la inmunidad parlamentaria, la usurpación de las funciones legislativas y contraloras del Poder Legislativo por parte del TSJ y el otorgamiento de poderes casi absolutos al Presidente de la República, puntos que fueron precisamente los que se corrigieron.
Una última cosita: mi aplauso es a la Fiscal, por su rectitud, valentía y criterio autónomo, y al Presidente Maduro, por la habilidad política que mostró, que se echa de menos en otros asuntos. Capacidad política que destaca frente a la estupidez de los diputados opositores que ahora, me enteré, quieren destituir a la TSJ. Allá ellos.