25 de Noviembre - Después de tomar una camioneta y tratar de pagar los 40 mil bolívares que habían aumentado recientemente, nos dijo "el peluche", "que no, ahora son 50 mil", está bien, que más queda, total aquí todo el mundo aumenta sin ningún control, nos dijimos. Luego de un corto viaje, nos apeamos frente al mercado municipal de Quinta Crespo, que junto al mercado de Catia, es uno de los mas antiguos de la capital, una de las tantas obras que dejó Marcos Pérez Jiménez y que siguen funcionando incólumes ante el deterioro del tiempo.
Una vez en el mercado nos dirigimos al área de los pescados para averiguar los precios, al llegar allí, día viernes, entre mediodía y tarde, nos percatamos que no había mucha gente, algo raro en plena semana de flexibilización y de uno de los pocos espacios de venta con variedad de pescado en la ciudad, y la razón de la ausencia de la común algarabía es que los precios se dispararon de forma mas que alarmante, las sardinas brillaban, pero por su ausencia, solo uno de los expendedores tenían poca cantidad y a 400 mil el kilo, de allí fuimos pasando por cada negocio como si fuera una joyería, como algo que ves y deseas, pero que sabes que no lo puedes comprar, y no estamos hablando de mero, atún o pargo, que son las joyas mas preciadas, sino de la humilde lisa que ahora se cotiza a Bs 1.450.000 el kilo; las anchoas que tenían un mediano costo, ahora su precio es entre 2.800.000 y 3.400.000 el kilo, y como pesan mas de dos kilos, ya no ofrecen de la variedades mas pequeñas, entonces no baja una anchoa de 6 millones. Lo mismo el cazón que no baja de 1.700.000 por kilo, el carite pintado a 1.800.000, no vimos sierra, pero por esta variedad de carite ni preguntamos, porque pertenece a la clase de joyas incomprables.
Nos dirigimos a las neveras centrales, y nos llamó la atención una especie de caracoles que se veían bien frescos y apetecibles, al preguntar por el nombre y precio, casi caímos hacia atrás como Condorito, su nombre "quigua" nos respondió el dependiente y su precio, "6 millones el kilo", pronunciado con una total frialdad que nos impactó en el rostro como una cachetada de un rico a un "muerto de hambre".
Luego pasamos a ver si podíamos comprar tomates, pero los altos precios hicieron que nos saliéramos del mercado por la salida que va a la avenida Oeste 18, para ver si conseguíamos mejores ofertas, allí se encuentran los antiguos bachaqueros devenidos en comerciantes con puestos más organizados, anunciando su mercancía a pregón abierto, nos detuvimos por los precios del arroz, 2x1 dólar o 700 en efectivo (arroz de baja calidad, de los que vienen en la caja del CLAP) pero ninguno tenía punto de venta, sólo en dólares y efectivo, toda una locura, porque no todo el mundo carga dólares y el poco efectivo que dan los bancos, la gente los reserva para el pagar el pasaje y a quien pregunte pagar por punto, los miran bien raro; pareciera que todos se hubieran puesto de acuerdo en no usar los puntos de venta. Seguimos caminando, atravesamos el puente de la quebrada de Caroata y cruzamos en esa esquina, a la izquierda, frente a Granos Mérida, allí los comerciantes ofrecen su mercancía a precios un poco mas solidarios y ellos si tienen punto, en la esquina frente a la quebrada pudimos comprar a un señor un kilo de tomate a 500 mil y a otro vendedor, la yuca en 140 mil por cada kilo.
Camino de regreso al mercado nos ofrecieron el kilo de leche en polvo a 5 millones de bolívares o en dólares, seguimos de largo a buscar plátanos al mercado porque en la calle igual lo ofrecían en dólares o efectivo una pila de 10 unidades, preferimos comprarlos dentro del mercado, donde además de escogerlos cuantos uno quiera y además se pueden pagar con la tarjeta, allí compramos 4 por 450 mil. Luego fuimos por cacao, para aliviar el pacheco de estos días con un buen chocolate, y casi nos infartamos porque el kilo está por el orden de los 12 millones de bolívares. Y nos queda bien claro que el pueblo no puede comer pescado aunque seamos un país con inmensidades de agua marina y dulce repletas de peces y una tierra de gracia donde se cultiva el mejor cacao del mundo.
Cómo es posible que la costa venezolana que abarca aproximadamente 3.726 Km., a lo largo del Mar Caribe y del Océano Atlántico., incluyendo sus islas, con grandes recursos de pesca, los venezolanos no podamos adquirirlos por sus precios más que excesivos, ofensivos, cuando además se están exportando por toneladas, como lo informó el vicepresidente sectorial de Economía, Tareck El Aissami, de la exportación a Estados Unidos y Asía de 66 toneladas de pescado para satisfacer sus mercados, mientras el pueblo pasa ronchas hasta para comprar tahalí y otros peces populares porque se los llevan y con lo que queda golpean y rompen el poder adquisitivo de los venezolanos.
Por otra parte, a pesar de poseer cuatro zonas cacaoteras como la de Chuao con su cacao tipo fino, que lleva el mismo nombre y reconocido en el mundo como uno de los mejores; el del Sur del Lago con sus variedades, Guasare y Porcelana considerado este último, extrafino, y clasificado como de calidad excelsa; y en la zona de Barlovento, Carúpano y Río Caribe con el cacao trinitario o forastero, lo que conforma un eje rico de producción. Sin embargo desde hace unos meses se ha ido incrementando su precio, siendo más caro aquí que en Estados Unidos, donde no se produce y es importado. Venezuela ha exportado en estos últimos años cientos de toneladas de cacao, en su mayoría del estado Miranda para distintos mercados del mundo, como se enorgullece en decirlo el gobernador de Miranda, Héctor Rodríguez, ocasionando esto, probablemente su alta cotización en el mercado. No obstante, a los venezolanos se les hace imposible tomar chocolate porque entre el precio de la leche, por ejemplo, Los Andes que se consigue en bodegones a $ 7,50 el kilo y el cacao a alrededor de $ 12 el Kg, quién puede tomar chocolate, muy pocos afortunados, porque nada de eso lo incluyen en las populares cajas del Clap.
Dentro de ese recorrido en el mercado, preguntamos a algunas personas de forma aleatoria, quienes no quisieron aparecer por temor o precaución, sin embargo expresaron sus puntos de vista sobre la situación, que ya no de desesperación sino más bien de infortunio, y es que muchos no le ven salida a este largo túnel.
La señora Francisca Rondón, considera que ya no podemos soportar más, que ya ni el bofe es barato, tampoco la sardina, y la caja que alivia, no le alcanza para todo un mes, en su casa sólo comen una vez al día y a veces dos. Ella viene al mercado a ver si le dan algo y recoge verduras y hortalizas cuando ya van a cerrar.
Isidro Cañizales viene al mercado a comprar con lo que le manda su hija desde el exterior, que no es mucho, pero con eso resuelve, dice, él no recibe la caja y tampoco la quiere recibir porque opina que sería "una humillación" para él depender de que "el gobierno le dé de comer". Le gusta venir a este mercado porque considera que los productos son de calidad, aunque un poquito caros.
La joven Benita Pérez, refiere que la pasan muy duro para completar la ingesta, que son una familia numerosa y entre todos se ayudan, sin embargo refiere que se cansan de comer los mismo, yuca, sardinas, bofe, auyama; arroz y arepa cuando llega la caja, pero que no les queda más remedio, porque "cuando uno tiene hambre, come hasta piedras" confesó.
Berta Izquierdo, por su parte, manifiesta que ella entre la caja y lo que le dan sus hijos, mas o menos se ayuda, pero reconoce que la situación está cada vez más difícil, aunque tiene fe "en Dios y la Virgen", en que esta mejorará.
Finalmente, la señora Mariana Napolitano, dijo que a ella le gusta venir acá por la variedad de los productos, aunque ha cambiado mucho este mercado y que antes estaba mejor surtido, pero que hay comerciantes que se han ido del país. Ella dice ser afortunada por tener recursos acumulados a lo largo de su vida por el esfuerzo de ella y de su esposo, pero que reconoce que la situación para la mayoría es muy dura, que nunca se había visto una situación similar en el país y que eso le preocupa mucho, por el futuro del país.
En este mercado se ve la diferencia entre los consumidores, unos con grandes bolsas, repletas de productos y a otros que van saltibanquiando en busca de mejores precios, otros pidiendo restos y recortes de pescado, carne o pollo para sus mascotas y algunos recogiendo los restos de las hortalizas.
La sensación para muchos es que no hay control y que cada quien pone el precio que le da la gana, que incluso los productos de las empresas del estado no se escapan a esta realidad de precios totalmente distorsionados. La situación actual se asemeja a "Vale todo" aquella telenovela brasileña de finales de los 80, donde no había reglas y todo valía.