De cara a los diversos, complejos y altos desafiaos que nos exige construir colectiva y protagónicamente un proceso revolucionario nuestro-americano, socialista del siglo XXI, hecho de democracia radical, herencia histórica neo-Bolivariana, sentido antiimperialista, vocación de ruptura anti-capitalista, anti-imperialista y anti-consumista.
Además, de cara a tantos y tan poderosos enemigos, y camaradas teóricamente perezosos, anti-solidarios, muchas veces blandengues pero qué buenos armadores y multiplicadores de pretextos, y coeficientes de trabas y dificultades que imposibilitan participar, contribuir, instituir rupturas, defender y fortalecer el proceso en su coyuntura siempre dialéctica…
Esto es edificar consciencia des-alienada y levantar hegemonía brindando lo mejor de cada uno y cada una para hacer realidad esta necesaria y urgente utopía se me ocurre sentirme hoy (y tal vez no sólo yo) un poco como aquel extraño insecto afanoso pero desorientado y poco prevenido que figuró para la historia de la veleidad humana nuestra el cuentista guatemalteco Augusto Monterroso, acaso partidario socialista nuestro.
El relato se titula: “La mosca que soñaba que era un águila” y reza así:
“Había una vez una Mosca que todas las noches soñaba que era un Águila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.
En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas, así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.
En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos.
Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada”.
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