Humildad, Pueblo y Revolución

En un artículo relativo a la situación política cubana y latinoamericana (Rebelión, 01-06-09), Fidel Castro acuñó una frase que, como tantas fundadas por él, creo que amerita ser desmenuzada como modo y a la vez enzima para pensar juntos qué es y cómo ir fabricando una revolución.

Sería una revolución Nuestra-Americana, una revolución socialista de nuevo cuño, del siglo XXI, una revolución democrática, participativa, protagónica, dialéctica, plástica, ético-estética, pedagógica-andragógica, una revolución viable incluso de cara a las complejas y tornadizas escaramuzas de lucha de clase contra el capitalismo hoy y mañana.

Decía Fidel: “…nuestra Revolución sería la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes”.

Fidel nos propone, tal como en su momento y a su modo lo hicieran Bolívar, Martí o el Che Guevara, entre otras figuras prominentes de nuestro lance emancipatorio continental, que una sedición revolucionaria es antes que todo, una revolución de la humildad. Esto es: una revolución de la solidaridad, del amor, una creación colectiva cuya lucha de clase se libra en todos los escaques: material, ético, estético, corporal y del espíritu.

La revolución no sería así una forja meramente gubernativa, marcial, científico-técnica o macro-económica. No sería una revolución unidimensional. Sería, más bien, una revolución de nuestra condición misma como seres humanos. Una sedición que naturalmente nos iría llevando a devenir más sencillos, más sensibles, más afectivos, más alegres, más ambientalistas, más creativos, más realistas, más humildes, en una palabra: más pueblo.

Pero ¿dónde ir a encontrar los puentes y pasadizos secretos entre revolución y humildad?

¿No era precisamente la humildad aquel herbaje hecho de resignación de tufillo colonial aderezado de complejo de inferioridad tercermundista con la que se nos quiso —y se nos quiere todavía mercadear a cada rato— que lo que más nos convenía y más nos presta supuestamente a los latinoamericanos y caribeños es ser y continuar siendo eternamente colonias, neo-colonias, protectorados, herederos ilustres del american way of life? En dos platos: ciudadanos hinchados de los valores mercantiles facturados por Wall Street, mercadeados por la gran prensa internacional de derechas y culturalmente aceitados por esa máquina de cuentos chinos denominada Hollywood.

¿No fue precisamente para esto para lo que tanto se celebró y ensalzó nuestra proverbial humildad latinoamericana/ caribeña?

Pero no. Definitivamente, es a otra cepa muy diferente de humildad a la que nos convoca Fidel.



UNA OTRA HUMILDAD

El vocablo humildad proviene del latín humilis, que traduce “de lo bajo”, o de “lo relativo a la tierra y el humus”. Ser humilde presumiría por consiguiente emprender un largo y hondo viaje. Un viaje al hades interior individual y colectivo, una cruzada que nos lleve a alcanzar un cielo pero en la tierra. Un cielo que no sea falsa conciencia. Un cielo humano. Un cielo muy concreto, perdurable, consciente y vivencialmente libre y rico, esto es, des-colonizado, des-alienado, en este mundo. No en el otro como corea cierto valium adicto de clerecías.

Acaso por ello para el budismo, por ejemplo, una persona o un colectivo sólo llega a ser verdaderamente humilde cuando se hace tan profundamente consciente del verdadero camino que debe seguir en la vida que llega incluso a quedar librado de sufrimientos y vejaciones.

Jesucristo resume su definición del destino a que conduciría la práctica o no de la humildad apelando a la siguiente paradoja: "El que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado." (Mateo 23: 12).

“La verdad sin humildad —decía Mahatma Gandhi— es corrupta y por tanto deviene en caricatura arrogante de la verdad”. No habría así, para Gandhi, verdad ni proyecto cierto y viable sin una misma dosis de humildad que la resguarde y eleve.

Desde otra tradición de pensamiento Occidental el filósofo alemán Immanuel Kant llega incluso a concluir que la humildad es la piedra de toque y la virtud central de la vida.

Creemos que Fidel se refiere entonces a esta poco trillada senda que conduce a la humildad. Una humildad-integridad-solidaridad que torna verdaderamente revolucionarios, rebeldes y hermanos a todos los hombres y mujeres. Seres que batallan en pro de su justo derecho por alcanzar una vida bonita, colorida, una existencia que merezca tal nombre.

No es pues, en modo alguno, una humildad de débiles. Mucho menos una humildad coja o acomplejada. No es la práctica de una humildad espantadiza ni cipaya. Nunca una humildad de esclavo o de sirviente.

Muy por el contrario, como lo enuncia Paulo Freyre a lo largo de su Pedagogía del Oprimido, es una humildad de y para la liberación, de y para la ruptura, de y para el ejercicio protagónico de una rebeldía individual y colectiva, creativa, emancipatoria, permanente.

Necesariamente así, esta humildad sería una praxis anti-fetichista de la mercancía, una praxis anti-neo-colonialista, antiimperialista, anti-capitalista, anti-consumista, anti-burguesa y también anti-burocratista como la proclamaba el Che.

Pero para alcanzar también esta humildad rebelde se hace preciso además asumir otras dimensiones.

Por ejemplo, que en este complejísimo ajedrez capitalista globalizado las nuevas praxis emancipatorias socialistas no están jugando solas ni mucho menos en ventaja en el tablero internacional. Su rival permanente es la derecha nacional e internacional. Un contrincante poderoso que controla el sistema capitalista mundial con todo su aparato institucional, sus bancos, sus agentes infiltrados por doquier, sus capitales, sus medios de comunicación, información y, sobre todo, apertrechados de un poder de fuego a punto para ser desplegado cuando las circunstancias tácticas y la correlación estratégica de fuerzas les fuere favorable.

Tal escenario internacional desfavorable (estar a la defensiva) desde luego plantea múltiples escenarios y limitantes. Entre otros, por ejemplo, que las luchas estratégicas nunca pueden ser libradas en montón, simultáneamente ni necesariamente todas a la misma velocidad. Asumir la construcción de una alternativa de sociedad socialista presupone así, reiteradamente, establecer prioridades, trazar y seguir un plan, ajustarlo cuando fuere necesario y amplificar hegemonías. En 360 grados, tanto en los niveles nacional como regional y mundial.

Esta humildad de molde emancipador/ progresista/ socialista nos enseña así, como apuntaba Bolívar en carta al General Rafael Urdaneta el 13 de marzo de 1827 que: “…Necesitamos trabajar mucho para regenerar el país y darle consistencia; por lo mismo, paciencia y más paciencia, constancia y más constancia, trabajo y más trabajo para tener patria…”.

Trabajo y más trabajo, paciencia y más paciencia, constancia y más constancia son los ingredientes de humildad que reclama Bolívar desde una praxis anticolonial que ya entonces se sugería pre-socialista.

Pero también cabe recordar esta otra frase de Bolívar escrita el General José Antonio Páez el 06 de mayo de 1826: “…no hay reglas absolutas ni principios infalibles…”

Así, esta humildad está exigida de edificar una praxis colectiva paciente, afanosa, constante pero, además, radicalmente creativa, original. Es decir, “que no sea calco y copia”, como nos exhortaba Mariátegui. Esto es: refractaria a toda práctica social desplumadamente romántica o idealista, fosilizada o exótica.

El cielo socialista sería así, además, necesariamente, una humildad atenta en la construcción de las hegemonías sin duda estrechamente ligadas a la búsqueda teórica, pre-requisito de toda ruptura perdurable. La frase de Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” no queda así como mera letra de balada.

El camino es la humildad. Humildad consciente de que frente a la riqueza de complejas elaboraciones engendradas por Think Tanks financiados por el aparato de la derecha internacional no podemos darnos el lujo de responder desde una inercia conocida como “miseria de la teoría”. El subcomandante Marcos lo expresa así: “Hay que armar la palabra”. Parafraseándolo diremos: hay que apalabrar la lucha y armar una nueva contra-hegemonía.

Y ¿no es esta la lección que Fidel nos da al ceder el mando del gobierno pero no para regalarse unas merecidísimas vacaciones sino para esgrimir y pulir esas otras armas imprescindibles que para toda revolución son los libros, la cavilación y la escritura?

Es esta también la humildad de que tratamos aquí. Una consciente de la ineludible necesidad, colectiva de irrumpir, de innovar, de repensar y de transformar geo-política, social, ética y estéticamente el mundo. En cada contexto concreto, y vehementemente orientado por y para una auténtica praxis liberadora, innovadora, intérprete de una nueva cultura política y ciudadana. Una nueva praxis partera de una nueva Historia.

Y no por un prurito innovador sino, más precisamente, porque la derecha aprende y aprende rápido. Y así, la única forma de librar batallas y de ganar terreno contra ésta es innovando estrategias y tácticas de lucha en cada contexto. Tanto en la esfera gubernativa —en los contextos en que emergen gobiernos progresistas— como en la esfera propiamente político/ ideológica— en el seno del campo social/ popular.

En dos platos, Fidel nos llama a desatar, a librar y a ser los protagonistas de una revolución cuya simiente debe ser la humildad. Humildad en clave de fidelidad, de disciplina, de sacrificio, de utopía en el cielo pero también con pies, manos y cerebros muy en el suelo de nuestra realidad concreta y de la larga historia de pillaje de nuestros recursos naturales y humanos y la criminalización de la soberanía popular.

Humildad consciente de nuestras limitaciones, atenta a nuestra historia, a nuestros particularismos, a nuestros atolladeros pero, sobre todo, a nuestras oportunidades y potencialidades.

Fidel nos convoca a realizar esta humildad. Humildad de los colectivos, con los colectivos y para los colectivos. Una humildad, por cierto nunca desatenta a nuestra historia. Nunca estúpida o estupidizante. Nunca trivial. Ni presuntuosa ni intelectualoide. Mucho menos cháchara de cafetín.

Como lo entreviera Rosa Luxemburgo, la revolución es un proceso tan desafiante que el día en que realmente la alcancemos, todos vamos a vernos en la necesidad de tener que cambiar(nos) vertiginosamente para no pillarnos en el lado de la reacción.

Fidel nos llama así a realizar, a desatar una gran revolución. Una revolución desde esta potencia de humildad hecha del aporte de todos como condición previa para alcanzar la “mayor felicidad colectiva posible” como imaginara Bolívar esa utopía que bautizó como Gran-Colombina.

Y dado que sin felicidad, sin justicia, sin inclusión social se marcha —y rápido— hacia el conflicto social y la guerra, tal humildad sería por ende semilla y a la vez camino hacia la más alta realización individual y colectiva.

Fidel convoca a una revolución como obra colectiva, transformativa y auto-transformativa, como invención autopoiética, dialéctica, de la paz, de la ética, de la estética, de la valentía, de la conciencia histórica, de la dignidad.

Nos emplaza a todos los socialistas a ser, a devenir enzimas de una revolución pero en clave de encargo ruptural, casi siempre silencioso pero actuante, lento pero efectivo, como el agua.

Una revolución del quehacer amoroso y difícil, cotidiano e intrépido, ético y épico, persistente y paciente, catalizador de una nueva realidad. Una revolución de las condiciones objetivas de existencia, de los modos y los medios de producción y de las prácticas socio-económicas, cuya radicalidad principia en la transformación interior de cada uno.

Una revolución con capacidad para instituir una nueva historia, una nueva utopía, unas nuevas prácticas socio-políticas y culturales, una nueva institucionalidad, una nueva forma de ser individual y colectivamente. Siempre al margen de los dictámenes autocráticos del capital y del aparato discursivo hegemónico dominante propagandísticamente aceitado por sus polizontes de siempre.

Fidel nos llama a alimentar una revolución que nos lleve a ser, a devenir verdaderos seres humanos. Seres en humaneza. Esto es, sujetos con aptitud para reconocer los límites del desarrollismo, de la vorágine consumista, de ciertas corrientes cientificistas de muy alta tecnología pero sospechosamente insensibles y hasta refractarias a asumir los crecientes y acuciantes problemas que afligen a vastos contingentes en el propio país y en el mundo.

Ya lo decía Antonio Escohotado: "La ciencia es la humildad en la búsqueda de lo verdadero y en cuanto pierde esa humildad ya no es más que una forma de embaucamiento."



HUMILDAD A LA CUBANA

Emprender, por ende, una verdadera revolución de la estructura y de la superestructura, como precisa devenir una revolución socialista científica requiere, según Fidel, antes que todo, emprender y mantener viva la llama y la praxis de una cotidianidad en revolución humana rebosante de humildad.

Una lucha cotidiana, permanente mas, sobre todo, portadora de una profunda claridad humilde de que la tarea es conseguir valorar e incluir y comprometer con la lucha a todo el pueblo. Económica, social y discursivamente. Ello para poder entender, valorar y acompañar efectivamente las luchas: accionando, estudiando, reflexionando y discutiendo, formulando críticas necesarias y oportunas siempre pero sin consentir dividirnos jamás frente al enemigo estratégico de clase de la derecha fascistoide internacional o sus corre-ve-y-dile locales.

Fidel nos habla de una revolución cubana que en su momento histórico tuvo que ser necesariamente alcanzada mediante una vía insurreccional librada para echar de su patria la violencia estructural y vergonzante de una potencia extranjera.

Esencialmente para oponerse a esa cruel y eficaz máquina de guerra silenciosa contra el pueblo de Cuba. Y para ensayar construir colectivamente un modelo alternativo al salvaje capitalista imperante. Un nuevo universo político de y para crear las condiciones para forjar un nuevo ser humano. Y una nueva cultura de militancia en la solidaridad.

Fidel nos habla de una revolución entrañable, arraigada en el cambio y la renovación del hombre pero que a su vez necesitó —y todavía necesita— subsistir de cara a la feroz deriva mundial de pensamiento único liberal/ neoliberal, verdadero padre de todos los bloqueos, la política de siembra de bases militares imperiales en nuestros países, las tentativas de magnicidio y las diferentes especies de desestabilización.

La cubana fue y es una revolución alcanzada y defendida por su pueblo en condiciones en extremo difíciles. Una revolución que consta, además, como un patrimonio latinoamericano y caribeño. Un patrimonio de humildad y dignidad interna y de solidaridad hacia todos los pueblos hermanos. Pues si bien nació como una revolución de molde nacional, casi desde un principio se asumió —y fue asumida— como bandera ética por gran parte del proletariado explotado del continente y del mal llamado “tercer mundo”.

Conscientes de que antes que meros pobladores de una pequeña isla caribeña encarnaban —y encarnan— un ejemplo concreto y cotidiano de cómo el proletariado puede ascender y conservar el poder en beneficio de las mayorías, la experiencia cubana logró sobrevivir precisamente en virtud de un arma de la que poco se habla: el arma de su grande humildad.

Particularmente de cara a los embates padecidos durante el periodo especial durante la dura década del 80, coyuntura durante el cual el sistema-mundo-capitalista se jactaba de que no habían —ni habrían— alternativas distintas a la dictadura del eufemísticamente bautizado “libre mercado”. El “There is not alternative” de Margaret Thatcher fue impuesto a sangre y fuego como el discurso dominante. El ensayo socialista cubano fue etiquetado por consiguiente como un prototipo de anacronismo socio-político y de desvío civlizatorio de la natural corriente liberal/ neoliberal hacia la que supuestamente se movía la Historia.

El pueblo de Cuba aprendió entonces en carne propia y sacó lecciones de algo que ha siglos ya había advertido Salomón: “Donde hay soberbia, allí habrá ignorancia; más donde hay humildad, habrá sabiduría."

Así, este pueblo aislado, bloqueado económica, diplomática, tecnológica, financiera y mediáticamente, este pueblo atenazado por un sistema capitalista globalizado supo sacar a relucir esa espléndida arma: su épica humildad. Arma defensiva pero eficaz para no bajar la cerviz ante un capitalismo rampante que se hizo casi que del todo hegemónico en la región.

Sí, la revolución cubana es producto de este indomable arresto de su pueblo. Pues si no ¿de qué otra manera puede explicarse su pervivencia durante medio siglo? Un periodo en que cayeron al hilo las experiencias socialistas del bloque soviético, de Asia y de América Latina.

Pero, dialécticamente, su pervivencia y su recalada al siglo XXI, momento de nuevas dignidades y solidaridades es también una conquista caribeña, una conquista latinoamericana, y una conquista asimismo de la nueva clase trabajadora mundial.

La cubana es una revolución parida de las entrañas de una lucha, de una batalla concreta, temporal y geográficamente localizada. Una revolución que ha resistido por más de 50 años consecutivos. Esta revolución fue librada no por un gobierno ni por un Estado como algunos apuntan sino por un todo el Pueblo. Un colectivo humilde, digno y resuelto a ser libre y, por eso mismo, en pie de lucha. Una aleación gobierno/ pueblo que llega al poder no para medrar de sus mieles sino para mantenerse a la altura de esta multiforme y complejísima empresa de transformación colectiva. Para ingeniar otro modo colectivo de ejercerlo, de darle otra institucionalidad y otra utopía, en fin, para remozarlo, re-encantarlo y re-figurarlo colectivamente.

Pero ingeniar y experimentar otro sistema económico de gobierno y de ciudadanía alternativos al margen de los cauces pautados por el rapaz modelo capitalista, consumista, alienante y criminal no requirió únicamente de una nueva ética. Exigió asimismo desarrollar en paralelo unas nuevas formar de cuidar la revolución.

Nuevas formas de impedir que el sistema capitalista-mundo les arrebatara el poder y con éste todas las banderas que clamaban que otro mundo no era cosa romántica o de ciencia ficción sino un proyecto socio-político-cultural objetivamente realizable, históricamente ensayado por diversos pueblos. Un modelo de cuño socialista, anti-imperialista y anti-capitalista cuya necesidad era, es y va a ser cada vez más urgente.

Pero mantener con vida, insuflar de utopía y hacer cotidianamente posible este ensayo socialista en una pequeña isla caribeña a escasas 90 millas del Tío Sam en momentos además en que casi toda la órbita socialista fue minuciosamente derribada no fueron ni son conchas de ajo.

Hubo que alzarse sobre la incomprensión y asedio mundial para mantener vivo para su propio pueblo y para el resto del proletariado mundial este formidable capital de dignidad, de alteridad, de utopía en clave de presente y futuro.

El gran pensador y poeta hindú Rabindranath Tagore subrayaba: “Cuando somos grandes en humildad estamos más cerca de lo grande.”

Y nos preguntamos: ¿no es precisamente a esta “grandeza humilde”, a esta “humildad grandiosa” a que refiere y a que nos llama ahora, en clave, Fidel?



TAREAS PENDIENTES

Los intelectuales, artistas y activistas progresistas del mundo —pero particularmente de América Latina y el Caribe— tenemos una tarea pendiente, diría alguien, un deber. El compromiso de poner en justa perspectiva la dimensión de resistencia épica de todo este gran pueblo latinoamericano/ caribeño durante estos complejísimos 50 años de vicisitudes, emergencias y privaciones. Alegar que encararon y encaran escuetamente una economía de guerra es deslizar poco menos que una simplificación.

“La hicimos —decía Lenin refiriéndose a la revolución bolchevique— porque no sabíamos que era imposible”. Paradojas de la Historia: la bandera anticapitalista que Marx, Lenin, Engels, Luxemburgo y tantos otros ideólogos/as del socialismo creyeron enraizaría en la Unión Soviética pues resulta que no sólo prendió sino que fructificó y es día a día alimentada, contra tempestades y mareas —económicas, militares, mediáticas y culturales— en Cuba.

Según Santa Teresa de Ávila: “Humildad es andar en la verdad”. Y para San Agustín de Hipona: “Para llegar al conocimiento de la verdad hay muchos caminos: el primero es la humildad, el segundo es la humildad, el tercero es la humildad.”

Y nos preguntamos: ¿en qué radica en realidad la proeza de la revolución cubana? ¿Erigió flamantes puentes, levantó extraordinarios diques, erigió colosales rascacielos, anfiteatros, centros comerciales, complejos ferroviarios o magnificentes redes de Metro? -

No. No hizo nada de esto.

En cambio construyó una sociedad de iguales, una cultura ético-estética, una sociedad de hermanos, una sociedad de compañeros y de camaradas en el día a día. Y además una sociedad solidaria con otros hermanos pueblos luchadores y acosados e invadidos del mundo. En el trance de un panorama interno espinoso, es verdad, pero digno. En medio de un día a día sacrificado pero decoroso, más aun, heroico, poético, grande.

Para gran parte de nosotros, formados en la sociedad traganíqueles del Sambil (mega-mall emplazado en Caracas), la moda Benetton y la tele-basura hollywoodiense aclimatada como talk shows consagrados a erigir el mito de la farándula a lo Cristina Saralegui o programas de concursos frívolos a lo Sábado Gigante, la sociedad cubana edificó una realidad que desde nuestra cultura y paradigmas alienados/ hedonistas/ consumistas/ anti-solidarios definitivamente se nos torna muy complicado comprender.

De cara al bombardeo ideológico incesante de una sociedad global que mercadeó —y mercadea— el lujo, el boato, el dispendio sin límites como evidencias empíricas e ideales de superioridad civilizatoria resulta muy difícil primero entender y luego sopesar la estatura épico/ estética de esta sociedad frugal, contra-mayamera, solidaria, humilde, sensible a la desgracia o a la ocupación armada de otros Pueblos, como lo ha resuelto ser la cubana revolucionaria.

El viejo Marx concluyó que la operación alienante y deshumanizadora por excelencia del capitalismo consiste en invertir los términos de la relación hombre/ mercancía, “poniendo a ésta en lugar del hombre; y al hombre en lugar de la mercancía”. Justo lo contrario de lo que hace el Pueblo de Cuba,



HERIOÍSMIOS SILENCIOSOS

A veces se hacen públicas críticas en torno al camino cubano sobre la base de que su resultado no coincide con un “american way of life”. Un modelo cuyos resplandores —por cierto— sólo son asequibles para las mayorías desde esas licuadoras de ideologías y pulverizadora de identidades tales como CNN o Hollywood.

Se hace preciso entonces recordar algunos logros de la revolución cubana alcanzados pese al estado de sitio a que ha sido sometido este Pueblo. Heroicidades de bajo perfil, silenciosas, casi íntimas. Paseémonos por solo diez:

1. En momentos en que un tercio de los niños en el mundo se van a la cama sin comer y en que según la FAO ya alcanzamos la cifra de mil millones de seres humanos con hambre (de los cuales 53 millones están en América Latina y el Caribe), en Cuba todos los niños y adultos tienen garantizado alimento, techo, salud, seguridad social y acceso a educación, deporte y cultura.

2. En momentos en que millones de jóvenes en el mundo tienen literalmente prohibido el acceso a la educación, en Cuba todos la juventud tiene garantía de que va a poder estudiar hasta donde lleguen su empeño y aptitudes, y aportar económica e intelectivamente.

3. En momentos en que millones de niñas y mujeres en el mundo son vejadas, abusadas y hasta comerciadas y prostituidas a la fuerza, en nombre del patriarcado, el sexismo, el colonialismo, el capitalismo que tasa, promueve y remunera a los hombres generalmente mejor que a las mujeres y esa otra forma de prostitución que oculta la industria de la propaganda, en Cuba las féminas tienen garantía de que van a poder estudiar, superarse, aportar y, más que competir, compartir en calidad de iguales con sus parejas/ hombres la edificación de un mundo mejor, más igualitario, no sexista, no pornográfico y digno.

4. En momentos en que millones de homosexuales, bisexuales, lesbianas, transexuales, trans-género, son vejados, hostigados, comerciados y hasta asesinados en buena parte del planeta a causa del patriarcado, el sexismo, el colonialismo, el machismo y el capitalismo del falo castrante, en Cuba las diferencias sexuales y de género son cada día más respetadas y aceptadas. Y los integrantes de estas comunidades pueden vivir, superarse, aportar y realizarse, independientemente de sus diferencias hacia el mundo heterosexual.

5. En momentos en que la ola xenófoba en diferentes partes del mundo discrimina, persigue y hasta elimina selectivamente a personas, colectivos y pueblos enteros, arrollando grupos étnicos, personas y culturas con fisionomías distintas a la racista dominante, en Cuba este tipo de fenómeno es prácticamente inimaginable.

6. Cuando millones de hombres y mujeres del mundo capitalista hoy son estimados principalmente por su morbosa capacidad para explotar a otros (o la masoquista anuencia para dejarse explotar para beneficio de otros), en Cuba el valor central instituido es devenir mejor y más socialista para poder vivir y dejar vivir, superarse, aportar y realizarse humanamente sin avasallar o dejarse avasallar o explotar por otros.

7. En un contexto planetario en que millones de personas padecen de enfermedades crónicas de altísimo costo, y en que individuos de la tercera edad o con algún tipo de discapacidad, desempleados o migrantes forzados son metódicamente perseguidos y sistemáticamente discriminados, deportados o “eliminados” por no disponer de los bienes de fortuna que el mismo capitalismo les ha arrebatado, en Cuba este tipo de personas son reconocidas, protegidas y privilegiadas en su acceso a tratamientos y asistencia.

8. De cara al levantamiento de movimientos en la región como los sin tierra, los sin techo, los sin trabajo, los sin media y cuántos otros, Cuba puede decir que logró la socialización de la tierra, del trabajo, de la salud, de la educación, de la vivienda y que su pueblo no vive la rociada de pornografía y falsa conciencia que ametrallan sistemáticamente los medios masivos de comunicación e información de la derecha contra la población del resto del mundo.

9. Cuando hoy millones de hombres y mujeres en sociedades industriales y des-industrializadas son sistemáticamente expropiados de sus casas, sus ahorros, su seguridad social, y hasta sus automóviles y joyas, —valores emblemáticos de realización y éxito capitalista burgués— en Cuba el paradigma no es tener más cuanto que ser más.

10. Ser efectivamente más humanos, más creativos, más revolucionarios, más des-alienados y mejores agentes de la lucha contra la enajenación. El norte valorativo es así aportar y realizarse lo más humanamente posible en favor del prójimo y de la naturaleza. Nunca deleitarse en la práctica de esclavizar o de dejarse esclavizar por otros.



LECCIONES Y FUTUROS

Entiende uno mejor entonces aquella curiosa frase de Pío Baroja según la cual: “Son los inocentes, y no los sabios, los que resuelven las cuestiones difíciles”. Baroja pudo haber perfectamente dicho: Son los Pueblos y no los falsos intelectuales o los supuestos “políticos” aislados de su Pueblo quienes resuelven los más duros y enmarañados trances históricos.

Una lección es así la que este sufrido pero épico pueblo cubano puede dar a cuántos doctos de estancia y eruditos de café que hormiguean su ego y sus praxis lumpen-proletarias europeizantes y endo-racistas en universidades y circuitos ilustrados.

Sólo desde un hondo conocimiento de la historia de los sufrimientos y las gestas de dignidad de nuestros bravíos pueblos del Sur, sin duda comenzando con el impar ejemplo de Cuba en Nuestra-América, resulta imaginable y posible soñar urdir la comprensión y escritura de esa otra historia Nuestra-Americana. Una objetivamente verídica, pedagógica, inclusiva, humana, diferente, hetero-glósica, ética, épica, ecológica, rebosante de boniteza. Esto es, con aroma de futuro.

La reciente reflexión de Hugo Chávez según la cual: “El aporte y la importancia de la Revolución Cubana para la Revolución Bolivariana es incalculable… y nuestra deuda, por ello mismo, hacia este Pueblo es impagable” busca hacer justicia a una compañía entre Pueblos que Edgar Morín casi con certeza rotularía como ejemplo de “religión de la solidaridad”.

Ese, creo, es el punto al que Fidel y Chávez vuelven ahora en sus escritos. Pues sólo desde la re-valuación y la recuperación colectiva de nuestra Historia común y desde la apropiación de cada capítulo y de cada gesto épico de nuestros pueblos para uso presente y futuro puede retomarse el hilo de dónde quedamos y adónde estamos llamados a ir.

El discurso dominante de la Historia dominante en América Latina y el Tercer Mundo ha sido —y todavía es— como lo vio Carlos Marx, el discurso funcional a las clases dominantes. Un discurso implacable que nos ordena: ¡consume, acumula, pervierte, perviértete, corrompe, corrómpete, zanganea, distráete, olvida todo lo que ha sucedido aquí: el colonialismo, la esclavitud, las guerras civiles, el suplicio colectivo y nuestra supuesta inferioridad civilizatoria como razón para justificar y perpetuar todos los pelajes de coloniaje.

En definitiva, este discurso nos prescribe: Pon tus intereses personales, familiares y de grupo por sobre las oportunidades históricas de liberación de tu pueblo, esto es, de la clase trabajadora.

El compromiso es así construir una Historia-Otra, contra-hegemónica, pertrechada de nuevos valores y colores, conciencias y aromas, dignidades, sensibilidades e inteligencias para conjurar la Historia de nuestro aislamiento, más aún, de nuestra interesada y siempre azuzada balcanización geográfica, política, mediática, cultural e identitaria.

Comenzando por asumir la falsa polaridad entre gobiernos progresistas y movimientos sociales y culturales en América Latina. Como si la existencia y pervivencia de los primeros no fuese condición necesaria para la viabilidad de los segundos. Y viceversa.

Y siguiendo por entender que las conquistas de cada uno de nuestros pueblos son un sustrato a estudiar, incorporar y valorizar creativa y estéticamente dentro de una historia común. Una Historia Nuestro-Americana cuyos capítulos de resistencia y rebeldía popular nacionales no son sino piezas de un rompecabezas más amplio. Y su armazón y comprensibilidad por parte de nuestros colectivos hacen parte del proyecto de emancipación de todos los contra-valores ensalzados por yanquilandia. Un proyecto teóricamente retador pero impostergable.

Es este el trabajo, entre otros, por ejemplo, de Eduardo Galeano o Emir Sader en la historia, de Pablo de Rokha, Gustavo Pereira o Alejandro Bruzual en la poesía, de Diego Silva Silva en la música o de Morella Jurado en las artes plásticas.

La re figuración de nuestra Historia dolorosa, verdadera, secuestrada, profundamente humana esto es, épica y estética constituye así un paso previo y obligatorio en la ineludible tarea de recuperación de nuestra estima, espesor cultural y perspectiva histórica como Pueblos. Y asimismo de la necesidad de construir unión difícil pero necesaria desde el puente de los diálogos.

Al margen de los capataces de derecha que han copado el poder cuántas veces en nuestra región la nuestra ha sido y es sin duda una Historia de Pueblos en lucha, Historia de Pueblos en humildad. Historia acerada de praxis táctica para aprovechar las coyunturas; y estratégica para no extraviar el rumbo colectivo antidictatorial, antiimperialista, anti-neoliberal.

La revolución cubana dibuja así un capítulo indispensable de la Historia nuestra a re-descubrir. Una lucha dialéctica librada por un liderazgo que intenta mandar obedeciendo a su pueblo. Infatigablemente orientándolo, advirtiéndolo e inspirándolo ante las diversas disyuntivas. Y, dilécticamente, dejándose orientar, advertir e inspirar por él.

Ya resonaba Víctor Hugo una dimensión dual de la humildad que no es ni obediencia acrítica ni postración a fetiches o ideologías:

“La humildad tiene dos polos: lo verdadero y lo bello”.

Esto es precisamente lo que celebramos este año 2009: la originalmente bella y original y verdadera gesta colectiva revolucionaria protagonizada por el hermano pueblo cubano.

Una aventura revolucionaria defensora de nuestra historia borrada, nuestra Patria Grande preterida, y nuestra soberanía sistemáticamente pisoteada por la política manipulatoria y degradante de la derecha.

Cinco décadas de dificultades y sacrificios, inenarrables. De amenazas, resistencias, sobresaltos y trances. Encrucijadas cuyo valor para la historia de la dignidad y la combatividad de los Pueblos Nuestro-Americanos y socialistas hoy es vital justipreciar.

Particularmente de cara a esta nueva avanzada de chantajes y violencias que despliega el capitalismo global contra todo lo que huela a ALBA o UNASUR.


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Luis Delgado Arria


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