Riesgos económicos, físicos e ideológicos de tomar uno un taxi en Caracas

Tomar un taxi, mejor conocido como carrito libre, en Caracas había sido hasta hace poco una acción rutinaria y hasta folclórica.

Uno preguntaba, por ejemplo: ¿Cuánto me lleva del Silencio a Petare?, y el taxista facilitaba un precio.

Usualmente uno luego convenía un descuento, y listo: se marchaba uno al sitio acordado, platicando placenteramente con el taxista, y denigrando el tráfico.

Esta sana y caraqueñísima tradición, al parecer se está evaporando.

La razón: como en cualquier mercado dejado a su suerte, las “carreritas” al parecer se están dolarizando vertiginosamente.

Aunque la menguada quincena no lo condesciende, esta mañana me vi casi que forzado a tomar uno.

—¿Cuánto me lleva de Parque del Este al Foro Libertador? —pregunté:

El taxista, un moreno fornido, como de 130 kilos, me respondió con voz gruesa y casi apenas audible: … diez y nueve mil quinientos.

Confieso que me pareció algo barato, en comparación de los 25 o máximo 30 mil bolívares que suelo pagar hasta ese destino.

Me monté. Y como tengo unos amigos que vienen en unas semanas a Caracas del exterior, durante el trayecto por curiosidad le pregunté al conductor:

—¿Cuánto cobra usted al día o a la semana para trasladar a unas personas por Caracas?

Bueno, —¿respondió— nosotros somos una compañía... y como damos seguro a a los pasajeros, cobramos 650 mil Bs. diarios.

—¿Diarios?

—Sí, al día. Pero también se puede contratar la hora y usted sólo tiene que pagar 85 mil bolívares.

Y cuántos días a la semana trabaja usted?

Seis. De lunes a sábado.

¿Y entonces… cuánto gana usted al mes?

Bueno, gano unos 14 millones mensuales. Fuera de gastos y de viáticos que nosotros nos cancelamos a nosotros mismos, pues nos quedan alrededor de 10 millones al mes.

—¿10 millones de ganancia al mes…?

—¿Bueno, nada más por este carro.

—Ajá…

—¿Pero yo tengo una camioneta, y la alquilo a un avance. Por ella me gano otro tanto. Es decir, me redondeo 20 melones… libres de polvo y paja. Usted sabe, para la familia.

La conversación tuvo que interrumpirse pues lo telefoneó una fémina. No pude dejar de escuchar que ella sufría a mares por su amor. Que no le creía que estuviera a esas horas de la mañana trabajando cerca del Tribunal Supremo. Y que necesitaba que le prestara 300 mil bolívares para pagarle el colegio a su hija menor.

—Mira chica... Así no podemos segur. Recuerda que tú, que tù… ya eres una mujer grande…

La carrera duró unos 15 minutos. Al llegar le pagué al hombre con un billete de 20 mil.

El hombre me miró serio, con extrañeza, casi con lastima.

Pero… ¿qué es esto?, me inquirió.

—Un billete de 20 mil, —candoroso respondí.

—¿Pero no son 20 mil sino 119 mil quinientos bolívares.

—Pero usted me dijo 19 mil quinientos…

—Bueno, pero ¿a quién se le ocurre que una carrera pueda costar menos de 35 mil bolívares hoy día? 35 mil bolívares es lo que nosotros cobramos por una carrerita corta de cinco cuadras.

—Pero yo usualmente pago entre 20 y 30 mil bolívares esta misma carrera…

—Sí pero esos son carritos piratas… o líneas sin seguro…

—Bueno, te pago 40 mil que es el doble de lo que usualmente pago.

—Ahhh, ¿usted le va a poner precio a mi trabajo…? ¿Usted le va a poner precio a mi trabajo…? me inquirió, amenazador.

—Bueno, tome 50 mil. Es todo lo que tengo.

—Pero…. eso es menos de la mitad de lo que nosotros cobramos en la línea. Nuestro precio es lo legal. Lo justo.

—Bueno, amigo, eso es todo lo que tengo —le dije. Y me bajé ágilmente del automóvil.

Por el rabo del ojo vi cómo el rollizo aquel se bajaba furiosamente del automóvil, haciendo el amago de perseguirme. Tal vez atormentado por dejar su medio de producción apostado frente al semáforo, el fornido aquel miró hacia el cielo, impotente, denigrando la cruel estafa de la que había sido víctima.. y a pleno día…

Me late que razonó:

—Esto es lo que pasa cuando no hay gobierno. Cuando no hay autoridà. Cuando no hay quien lo defienda a uno… que indefenso, que es un trabajador… que es un hombre necesitado…

Y escardilla uno entonces. Veintiún años de escolaridad, el coste de una licenciatura, dos maestrías, un doctorado, 25 años de experiencia laboral, cuatro idiomas, un par de cátedras de doctorado, las melazas del pluriempleo, cincuenta y tantos horas de trabajo a la semana… y uno gana entre 6 y 7 veces menos que este “empresario/ conductor”.

Asimila así uno así en carne propia aquello que remachaba el viejo Marx:

". . . A igual trabajo y, por consiguiente, a igual participación en el fondo social de consumo, unos obtienen de hecho más que otros, unos son más ricos que otros, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho tendría que ser no igual, sino desigual. . ."

Y también esto que insistía Lenin:

"Los trabajos fuera de su hacienda les hacen (a los campesinos) descuidar ésta, con lo que la llevan definitivamente a la ruina."

delgadoluiss@gmail.com


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Luis Delgado Arria


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