El imperio es el maestro y es meticuloso con los mercenarios. Los tránsfugas nacionales son los alumnos más destacados, conocen las debilidades revolucionarias y las conchas y las ; propietarios del ring desnudo que lacera los pies, de la electricidad que aplican en los testículos, de la tortura que pone a prueba la moral revolucionaria; ellos respetan las reglas que les da el poder, el morbo hecho placer, y cada camarada es un objetivo que cuesta dinero. El mercenario actúa con el sadismo a cuestas; el camarada tiene el ideal que aprendió en la clandestinidad. El mercenario se mueve ligero, a sus anchas, y el camarada vive de su propia fe instintiva. El mercenario puede errar, moverse, replegarse y regresar para seguir acosando. El camarada no puede errar o terminaría contando gusanos… En Cantaura, los gusanos encontraron su festín. “Después de confirmar el ataque, me fui al baño del terminal de pasajeros… Dejé las maletas, equipos… ¡Hasta la ropa, panita! Solo me quedé con la pistola y el dinero… El contacto llegó tarde nuevamente. Esta vez el miedo era su compañero, pero… ¿Quién no se caga cuando te llueve la muerte desde los árboles, desde la oscuridad y desde el cielo sin previo aviso? Habían dos camaradas heridos enconchaos que debíamos evacuar y la masa no estaba para bollos. Paré un taxi y no tuve más remedio que ponerle el cañón en las costillas al pobre señor…”
Los perros de presa tomaron por asalto el área y cercaron las carreteras de alcabalas. Tiraban a los muertos en la cuneta; algunos cubiertos con sábanas blancas y los otros no tendrían la suerte de ver arropada su dignidad. Veintitrés jóvenes masacrados miserablemente. “Pasamos por allí, camarada, y pude verlos… Rabia e impotencia, camarada. No es fácil tragarse la arrechera y barajarse la suerte de no descargar la pistola allí mismo, pero ese maldito dogma estalinista de reducir a polvo las emociones pudo más y lamentaré toda mi vida no haberme llevado a más de uno por delante, sin importar que me anotaran el número veinticuatro en la frente… Después supimos que sembraron cuerpos en el área mortal de Cantaura. Los agarraron en Caracas y los tiraron desde un helicóptero… Allanaron, buscaron, encontraron, mataron y los depositaron allí para que la prensa libre de aquel país libre, contara el asunto de manera diferente…”
Llegaron a Barcelona cuando la noticia estaba en primera página. El crimen se había consumado y los rumores del exterminio eran propiedad de los dolientes. Terminaron en Caracas, ocultando a los heridos en la casa de un camarada. “Cuando pude ver a mi hermana, me dijo que tenía el blanco de los ojos inyectados en sangre… Supongo que se me alborotaron las emociones, por que me encontré un día llorando como una carajita desde que el sol salió hasta que se ocultó. No lloraba por haber saludado a la muerte tan cerca… Lloraba por la ingenuidad que fue violada, por aquellos compañeros que conocí; por que en medio del estalinismo, los ideales y la valentía de creerse revolucionario, el terror aplasta sin compasión y no es fácil entender que solo éramos un objetivo que debía ser eliminado. Después que has vivido de cerca como se desprecia al ser humano, como se le ejecuta sin contemplación, como disfrutan los mercenarios esas ejecuciones y como eres considerado un animal que debe ser cazado; es allí cuando se fortalece la fe revolucionaria… No entiendo a los que hoy olvidaron la masacre de Cantaura para abrazarse a los asesinos y sonreír ante una fotografía después de firmar un acuerdo político…” – Ella, que me ha sorprendido por su serenidad, todavía esgrime la palabra camarada con el amor militante de los que sobreviven al balazo traicionero. El temor ahora no es morir en la montaña empuñando un fusil. El temor es morir por dentro y no responderle a esta revolución que aún está infiltrada en su policía política por algunos de aquellos homicidas que esperan en la sombra, agazapados, ver caer nuestras esperanzas.
“La dirección me pidió un informe… Lo hice con la esperanza de ver un trozo de humildad en aquellos dirigentes que hoy le besan el culo a la derecha. No lo hicieron. Un comunicado en prensa plagado de la misma ingenuidad política que aprovecharon los mercenarios para asesinar a los camaradas en Cantaura… Y ahora le hacen el trabajo sucio a los golpistas ó son disidentes que viven de su larga trayectoria revolucionaria de exilios bordeando la subversión, para criticar el proceso y reclamar un protagonismo gratuito que en su mayoría no merecen… Pero, aquí estoy camarada… Sin un fusil en la mano, pero con el pueblo al lado…”
En Cantaura mataron algunos sueños. No murieron todos y eso preocupa a quienes quisieron ocultar este asesinato que aún no tiene culpables. La memoria se multiplicó y los mercenarios que pretendieron borrar a punta de balas esos sueños revolucionarios, todavía están caminando libres como si nada pasó. Te veo, camarada amiga, y me regalas la fe de hacer realidad la palabra justicia.
¡Tiemblen, asesinos! Cantaura no se quedará en el silencio de los muertos…
mario

msilvaga
