La sorprendente Televisión Cubana

18.10.2002

“Tenemos televisión por cable” dice la ciudadana alemana, “pero casi siempre vemos la televisión cubana”. Esa afirmación sorprende a muchos, incluso dentro de Cuba, porque parecía un juicio sólidamente establecido que los medios de comunicación en la isla son muy inferiores a los de tierra firme y del Primer Mundo. Si esto, alguna vez, fue así, hoy día es cosa del pasado.

La “emisora” del comentario, la antropóloga Bruni Hoefer es una “fuente” seria, porque tiene amplia experiencia laboral en Nicaragua, México, Alemania y Cuba, donde supervisa un proyecto de construcción de la Unión Europea. También ha sido empleada de la fundación alemana Friedrich Naumann del centrista Partido Liberal de la RFA. Ambos factores indican que su juicio no es resultado de una desbordante pasión política por el socialismo tropical o de la ingenuidad intercultural, sino producto de la evaluación comparativa de diversas experiencias televisivas.

Y, en efecto, se puede argumentar sólidamente que la televisión cubana, pese a las deficiencias que tiene es muy superior en múltiples aspectos a sus rivales internacionales. Entre otros, por los siguientes factores: 1. Sus noticieros no son simples réplicas del formato y discurso imperial que domina todos los noticieros del Primer Mundo y de América Latina, sino que representa una amplia gama de información nacional e internacional adecuada a las circunstancias y necesidades del país; 2. Toda la programación tiene un altísimo componente de cultura. Los dos canales del Estado juntos transmiten diariamente entre diez y doce horas de programas educativos, oferta que ahora se ha aumentado significativamente por un tercer canal, dedicado exclusivamente a la cultura y la educación. 3. La enseñanza y conmemoración de la historia nacional y latinoamericana es continua en toda la programación, facilitándose, en la medida de lo posible, la adquisición y preservación de una identidad nacional que procura equilibrar el “tronco cultural” propio con los injertos de la cultura universal, tal como aconsejaba ya en su tiempo el sabio José Martí.

Un cuarto factor positivo lo constituye la ausencia de la publicidad comercial capitalista que ejerce una constante presión enajenante y embrutecedora sobre la teleaudiencia en tierra firme, al igual que la incesante violencia que domina las pantallas del “mundo libre”. Finalmente, el universo del trabajo y del trabajador está presente en la televisión cubana, dentro de un contexto informativo que desprivilegia la nota roja, el amarillismo y los shows de señoritas y señoritos, cuyos dotes intelectuales suelen guardar una relación inversamente proporcional a sus destacadas cualidades corporales.

Una enorme amplitud de expresiones artísticas y de métodos y tecnologías educativos han encontrado cabida en este gran esfuerzo del Estado cubano que tiene un alto contenido cultural, patriótico y ético: dibujos animados para niños y adultos, centrados en epopeyas de la historia nacional, como los mambises libertadores que dieron “el grito de independencia” en el siglo pasado; películas documentales y de ficción; exposiciones de artes plásticas; ferias de libros que recorren el país entero; mesas redondas sobre el arte, la salud, la medicina, la ciencia, la política internacional y la economía; la danza y el ballet clásico, la música popular y la santería.

Sin las modernas tecnologías como la televisión, el Internet, los videos, las computadoras, la radio, etcétera, esa “revolución de la cultura” no sería posible. Se dispone en la actualidad de un televisor por aula en todo el país, en total 81,169; y de una videocasetera por cada cien alumnos. En el pasado curso escolar fueron introducidos alrededor de cincuenta mil equipos de computación y formados doce mil jóvenes profesores que enseñan esa materia desde el nivel preescolar hasta el doceavo año de escolaridad. A fin de que esas modernas tecnologías educativas puedan ser utilizadas hasta en los lugares más apartados del país, la totalidad de escuelas rurales ha sido electrificada con paneles solares.

Decenas de miles de instructores de arte han comenzado a formarse y en las próximas semanas se abrirán las escuelas para alrededor de noventa mil trabajadores del sector azucarero, cuyos empleos tradicionales se pierden con la reestructuración del sector que se ha hecho inevitable debido a los bajos precios del producto en el mercado internacional. Mientras están estudiando y preparando su nueva vida profesional, mantienen íntegramente sus salarios, su status social y su autoestima personal, a diferencia de los trabajadores en el capitalismo, para quienes cada nuevo desempleo es una destrucción parcial de su personalidad y dignidad.

Ante los cambios en la tecnología militar, la Escuela de Cadetes de la Marina de Guerra ha sido convertida en la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, dónde alrededor de seis mil estudiantes becados del mundo entero, incluyendo a Estados Unidos, se forman gratuitamente como médicos. Asimismo, la antigua base soviética de inteligencia electrónica en Lourdes, en las cercanías de La Habana, abandonada por el presidente Putin bajo la presión de Washington, está siendo transformada en una universidad para dos mil estudiantes de informática, para impulsar ese sector estratégico de la economía del futuro. Esa universidad se crea luego de quince años de labor formativa en los trescientos Joven Clubes de Computación y Electrónica, de cuyas aulas han egresado más de 450 mil alumnos que gratuitamente adquirieron estas habilidades.

Los resultados de esta política de Estado que tiende a generar una cultural general integral en sus ciudadanos, están a la vista: excelencia mundial en bio-ciencias e informática; la mejor relación de docentes por habitantes en el mundo (1 por 42); un máximo de veinte alumnos por aula en la enseñanza primaria que también es vanguardia mundial; una tasa de escolarización del cien por cien en la enseñanza primaria; un rendimiento escolar en matemáticas en el tercer y cuarto grado que, según estudios comparativos de la OCDE y de la UNESCO, está por encima de los indicadores de la mayoría de los países del Primer Mundo; también ostenta una producción anual de libros de 18 millones de ejemplares, comparado con los 16 millones que produce la anterior Meca de la cultura latinoamericana, Argentina, que tiene tres veces la población de Cuba.

La televisión cubana tiene, sin embargo, un marcado déficit: no es posible verla en el exterior, salvo por Internet. La venerable Radio Habana que divulga la Revolución de la Cultura en nueve idiomas, al igual que los periódicos Granma, Juventud Rebelde y Trabajadores, así como otras publicaciones que pueden leerse en forma digital, no pueden sustituir a una transmisión internacional televisiva. Y el Estado cubano, desafortunadamente, no tiene los recursos para transmitir sus programas al mundo entero, como hacen las potencias del G-7 y las corporaciones transnacionales.

El televidente de la Patria Grande tendrá que soportar, por lo tanto, por mucho más tiempo la deplorable mezcla de sexo, violencia, comercialismo, telenovela, mentira, deporte y cazadores de cocodrilos que ofrece la televisión del Primer Mundo y de tierra firme: en su forma más banal y políticamente correcta en España (TVE y Antena 3); en su versión más aburrida en la televisión alemana (DW); en su interpretación más erotizada en la italiana (RAI) y en su manifestación más manipulativa en la CNN y sus clones regionales, a los cuales pertenece ahora también Al Jazeera, la única voz libre del mundo árabe que acaba de ser amordazada por el imperio.

El extraordinario potencial de desarrollo cultural y democrático que tiene una sociedad que logra liberarse de los asfixiantes intereses de las empresas transnacionales y de las democracias plutocráticas, empieza a evidenciarse con fuerza en la isla. Por eso, la política del gobierno estadounidense contra Cuba es cada vez más violenta, porque el proyecto cubano demuestra empíricamente la viabilidad de lo que solicitan los millones que protestan contra la globalización neoliberal: que otro mundo --más allá de la violencia y explotación-- es posible.


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Heinz Dieterich Steffan


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