Lluvia de tinta

Bailan las sotanas

Nuevamente las sotanas salen del closet. Es un grupito de curas que saltan al ruedo a seguir el endemoniado baile del engaño. Bailan y brincan, comos si estuviesen descalzos en una pista con aceite hirviendo. Disfrutan, se excitan, son movimientos imprevistos, eróticos, lanzan sus faldas de un lado a otro, de arriba abajo, de allá para acá. Baten sus cuerpos sudados en un roce íntimo y oscuro, es una danza estrafalaria, oscura, mística.

Ese grupito de curas no le interesa el prójimo, andan de medio en medio llevando sus mentiras, sus engaños, las mismas persuasiones pecaminosas de Satán. Son sus hijos, saltaron al limbo que arde en azufre de odios, rencores, se pusieron al lado del imperialismo y sus rudas y constantes acechanzas. Son amigos de los negocios de los gobiernos de antes, apoyaron las viejas daifas de Miraflores, meretrices que daban cheques para ayudar a los pobres y terminaban en tasca donde se cataba el auténtico y genuino escoses.

“Los pobres que se jodan, ese no es mi asunto”. Es la consigna predilecta de estos señores de la conferencia episcopal. Empeñan su esfuerzo en ayudar a los ricos y al imperio a tomar el antiguo cause. El del derroche, el del petróleo a 3,50 dólares el barril, el de la exclusión social, el de la indiferencia hacia las mayorías. “Qué coño importa si almuerzan o cenan”.

Llevan en sus pechos una cruz con una esfinge que asemejan al Cristo. Pero no saben que Cristo los ve, los pesa con todo y caca y le ruega al Padre que los perdone, que no saben lo que hacen; que así como una vez se le desvió su ángel más hermoso: Luz Belle, así este grupito de curas también andan por el sendero equivocado. No pueden ir en contra de un proyecto que busca la igualdad y justicia social, son designios divinos, son designios cristianos de ayudar a los más necesitados y esta gente están contra de todo lo que huela a Chávez: de las misiones educativas, de los hospitales, de los Consultorios Populares, de todas las misiones, de la inclusión, de la ayuda al prójimo, de la patria, del amor.

Mientras, el aceite sigue hirviendo. Sus faldas deshilachadas siguen de un lado a otro, de arriba abajo, de allá para acá. Es un baile interminable, de hace miles de años, muchos, todos, desde la creación de todo el sistema de cosas, es una danza azufrada, peligrosa. Es la mentira hecha arte, son instrumentos que usan para engañar. Así, en ese baile siguen esos cuerpos ardiendo, bañados de sudor, calcinándose en sus propias mentiras. “¡Obra Señor!, que no saben lo que hacen”.

Periodista.


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Santana Jerez Uzcátegui


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