El Caribe apuesta por la calma mientras Washington canta victoria en falso

El Caribe vuelve a ser escenario de una tensión calculada. La reactivación de la Flota Sur de los Estados Unidos en aguas cercanas a Venezuela no es un ejercicio naval rutinario; es la punta de lanza de una estrategia de presión multidimensional. Sin embargo, para entender esta jugada y la aparentemente serena respuesta venezolana, hay que usar un lente multifocal: debemos mirar al mapa geopolítico, al calendario electoral estadounidense y a los estrados judiciales de Nueva York.

I. El Hombre Acorralado y su Necesidad de un Enemigo Débil

Donald Trump no se enfrenta a una elección cualquiera. Se enfrenta a la cárcel, a una red de procesos penales y al fantasma político de la lista Epstein. Su campaña no es solo por la presidencia, es por la impunidad. En este contexto, Venezuela no es solo un Estado soberano en su mira histórica; es el escenario perfecto para un "gran espectáculo" de baja intensidad. Trump necesita, de forma urgente, una victoria externa que pueda venderse como triunfo: un despliegue militar intimidante que fuerce una capitulación negociada, un colapso interno del gobierno o, al menos, titulares dramáticos que muestren al "hombre fuerte" enfrentándose al "régimen socialista". Su objetivo no es una guerra larga (demasiado costosa), sino un shock mediático que movilice a su base, distraiga de sus causas judiciales y le permita proclamarse como el solucionador que Obama no fue.

El ataque letal contra embarcaciones de pesca artesanal —cuyas víctimas eran civiles desarmados en aguas internacionales o en su propio mar territorial— viola el artículo 87 de la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS) y, por su carácter sistemático contra una población determinada, encuadra como crimen de lesa humanidad conforme al artículo 7-1-k del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.

Su crudeza deliberada busca sembrar miedo, pero su verdadero objetivo es vaciar el escenario marítimo de testigos antes de cualquier operación encubierta. También es una prueba de los límites de la respuesta internacional. El cálculo de que la condena mundial será lenta, burocrática y se ahogará en la parálisis del Consejo de Seguridad. Para Trump, incluso ese escándalo internacional puede ser útil: lo pinta ante su base como el líder tan decisivo que enfurece a las "élites globalistas".

La responsabilidad recae ahora en quienes dicen defender un orden basado en reglas: o actúan con hechos para detener esta agresión y llevar a los responsables ante la justicia o serán cómplices por omisión del nuevo precedente que se está tallando a cañonazos en el Caribe.

II. La Apuesta de Alto Riesgo: Lo que Realmente se Juegan Ambos

Para Trump, esta es una apuesta de doble filo. Un éxito rápido—la caída del gobierno de Maduro o una humillante concesión —sería su boleto de oro electoral. Pero un fracaso— una resistencia venezolana que convierta el Caribe en un pantano, bajas estadounidenses o un caos migratorio masivo en vísperas electorales—sería su tumba política. Para Venezuela, los riesgos son existenciales: una escalada militar significaría la devastación. Sin embargo, ceder ante un ultimátum nacido de la desesperación personal de un presidente extranjero sería una rendición de la soberanía nacional. Es un juego donde ambos lados perciben, correctamente, que retroceder podría ser más costoso que mantenerse firmes.

III. La Respuesta Venezolana: La Doctrina de la "Calma, Cordura y Nervios de Acero"

Frente a este panorama, la respuesta oficial venezolana—de aparente normalidad y serenidad—ha sido malinterpretada por algunos como pasividad o desconexión. Nada más lejos de la realidad. Es la ejecución de una doctrina de disuasión sofisticada y activa.

• Niega el Guion del Espectáculo: Al no reaccionar de la histérica o militarista que espera Washington, Venezuela le roba a Trump el clip dramático para justificar una escalada ante su opinión pública. La frialdad desarma la propaganda.

• Desactiva la Espiral: Al no responder a cada provocación con un movimiento simétrico, se congela la escalada. Se obliga al adversario a dar el siguiente paso, asumiendo él solo el costo político y diplomático de la agresión no provocada.

• Fortalece el Frente Interno: Transmite un mensaje de control absoluto a la población y, crucialmente, a la FANB: "El mando está firme, la estrategia es clara, no nos domina el miedo". La cohesión en la tormenta es el primer objetivo de la defensa nacional.

• Frustra la Psicología del Adversario: Para una personalidad que se nutre del caos y la reacción, la no-reacción y la serenidad son el contraataque más desconcertante. Lo fuerza a elegir entre dar un paso atrás (y parecer débil) o avanzar a ciegas, sin el combustible narrativo que buscaba.

Esta "calma" no es inacción. Es la actividad concentrada de la diplomacia, movilizando denuncias en foros internacionales con base en el Derecho; es la vigilancia militar profesional y discreta; es la preparación interna para todos los escenarios. Son los nervios de acero de quien sabe que, en un duelo de voluntades contra un oponente con el tiempo en contra, la paciencia estratégica es un arma letal.

Es necesario entender que la resistencia no es de un gobierno, sino de una nación que ha sufrido dos décadas de bloqueo, cuatro intentos de golpe y sanciones que han estrangulado nuestra economía. Defender la soberanía hoy no es lealtad a un líder, sino rechazo a la extranjerización de la política interna por mano armada. Es mantener la Libertad, legado de nuestros libertadores.

El Ajedrez del Caribe

El enfrentamiento actual trasciende la disputa bilateral. Es el choque entre dos lógicas de poder: la del shock mediático y la desesperación personal, contra la de la resistencia serena y la defensa de la soberanía. Venezuela, en este punto, apuesta a que la cordura, la firmeza y el derecho internacional son una trinchera más poderosa de lo que su adversario calcula. Mientras Trump juega una partida de ajedrez pensando en los titulares de mañana, la estrategia venezolana juega pensando en la historia de la próxima década. En este juego, la jugada más audaz —y quizás la más sabia— es negarse a bailar al ritmo del tambor que toca el acorralado, y en su lugar, imponer el ritmo lento, firme e inexorable de quien defiende su casa.

Mientras Washington apuesta al aislamiento, Caracas moviliza una red silenciosa: por las capitales del Sur Global donde observan con alarma cómo se normaliza la agresión extraterritorial. El precedente ya existe: en 2011 la OTAN utilizó una "zona de exclusión aérea" en Libia que terminó en bombardeo abierto y caos permanente; en Siria, el argumento humanitario ocultó operaciones de cambio de régimen. Cada buque de la Flota Sur es visto, entonces, no como una patrulla, sino como un precedente viviente contra ellos mismos.

Trump juega al póker con las fichas de otros. Venezuela, al ajedrez con las piezas de su propia historia. Y en el Caribe —donde nacieron las primeras repúblicas libres del yugo colonial— el mundo contiene el aliento.

¿Será este el momento en que la desesperación imperial tropiece no con un muro, sino con la paciencia de un pueblo que ya ha sobrevivido lo peor… y sigue de pie? ¿Será aquí donde se escriba el epílogo de esa nefasta historia de un imperio que, como Bolívar advirtió, sembró miseria y dolor en un continente y terminó por extenderla al mundo entero?



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