La captura de la obra maestra

La sinceridad de Hamlet

El Príncipe Hamlet está loco, pero –apunta Polonio- en su locura hay un método. Su sistema es la sinceridad. Sus frases atroces sonverídicas, contravienen alguna convención social, desbaratan el tinglado de las apariencias. Su novia Ofelia es un atado de mentiras: "Dios te da una cara, y tú te haces otra", le reprocha ásperamente. Al mirar una nube, dice primero que tiene forma de camello, luego de comadreja, finalmente de ballena, para contemplar cómo el adulante Polonio corea cada una de las contradictorias similitudes. El mismo Príncipe se define en los más feroces términos: "Soy indiferentemente honesto, pero podría acusarme de tales cosas, que mejor que mi madre no me hubiera parido: soy orgulloso, vengativo, ambicioso; con más resentimientos en mi mente que pensamientos para alojar en ella, imaginación para darles forma o tiempo para cumplirlos".

El joven Príncipe es inhumanamente verídico porque duda. Se le aparece el fantasma de su padre para denunciar que ha sido envenenado por su hermano para casarse con la reina viuda. El Príncipe resuelve no vengarse antes de verificar la acusación, pues "El espíritu que he visto podría ser el diablo, y el diablo tiene el poder de asumir una forma placentera". Para asegurarse, hace representar una pieza que muestra el asesinato de un Rey; la reacción del tío fratricida ante esta ficción parece probar su culpa. Enviado a Inglaterra, Hamlet abre las credenciales diplomáticas, y encuentra una petición de ejecutar al portador. Como en el manierismo, como en la vida, lo falso resulta cierto, lo cierto indistinguible de lo falso.

La duda del Príncipe replica la de los pensadores del siglo XVI: ¿Podemos distinguir entre lo verdadero y lo incierto? ¿Es posible sobrevivir en un mundo de ficciones sin aparentar? Las respuestas son el método de verificación experimental de Bacon y la falsa conducta pública que Maquiavelo recomienda a los Príncipes. Si nada sabemos del pensamiento e intenciones de los demás, bien podemos ocultar los nuestros. ¿Qué mejor forma de expresar esta perplejidad que una pieza construida sobre la ironía y la duda metódica, donde se pierde la vida cuestionando el hecho de ser o no ser? Desde entonces el signo de esta vida y el de la próxima no son más que misterio.

La errancia de Telémaco

 

 

Llegamos así a James Joyce y su descripción de un día en la vida de los heterogéneos dublinenses en su novela Ulysses (1922). Algo grave ha ocurrido en este cosmos. Ya no son sólo un hidalgo o un Príncipe quienes viven en un mundo a la vez cotidiano y ficticio. Cada ciudadano enfrenta su más prosaica realidad, pero al mismo tiempo fabrica una apariencia de ilusiones y esperanzas para paliarla. Decía Ludwig Wittgenstein que los límites de nuestro lenguaje son los de nuestro universo. Cada personaje del Ulysses articula un habla propia y en términos de ella formula temores y espejismos. Pero este lenguaje es el más espontáneo y menos elaborado: el del monólogo interior, ese ininterrumpido flujo de pensamientos que nuestra mente teje ante la cotidianidad. El sicoanálisis lo desautoriza sin embargo como discurso veraz: los procesos de nuestra mente ocurrirían en el Subconsciente, zona insondable y oculta a la conciencia. Ni conocemos el mundo ni nos conocemos.

Así, el comisionista Leopold Bloom espera que venderá muchos anuncios y que a fuerza de mansedumbre logrará que su esposa Molly deje a su amante Blazes Boyland; el poeta Stephen Dedalus, que sus versos expresarán "la increada conciencia de su raza"; Molly Bloom, que aunque sea en sueños podrá decir de nuevo por primera vez "Sí". Ya no hay un discurso válido ni predominante: las voces se precipitan como burbujas en el irreversible torrente del tiempo y el vacío. La vastedad de la vida anula mutuamente los discursos. Para autor y lector todos tienen idéntica irrelevancia.

¿En qué medida expresa el Ulysses una preocupación compartida en su época, que es todavía la nuestra? James Joyce adolescente se niega a rezar para complacer a su madre que agoniza. "No serviré a aquello en que no creo", pone en boca el escritor a su personaje Stephen Dedalus, quien vive una peripecia semejante. Esta disyuntiva de un joven es la de toda una época. Primero el positivismo y el Materialismo Dialéctico, luego el Relativismo, han demolido toda certidumbre. "Si Dios no existe, todo está permitido", barruntan los atormentados personajes de Dostoievski. Si no hay cosmos ordenado ni mente racional ¿A quién servir, y cómo creer en él?

Entre fines del siglo XIX y principios del XX va siendo abandonado el positivismo, con su pretensión de que el mundo podía ser descrito de manera absolutamente precisa y objetiva y de que a partir de causas conocidas se podían prever con exactitud todos los efectos. La Teoría de la Relatividad y el Principio de Incertidumbre postulan que la percepción del mundo depende del espectador. Este subjetivismo se propaga al resto de la cultura. Se escriben novelas narradas desde el punto de vista del protagonista, quien a su vez olvida o reinventa el pasado. Se postula que un cuadro no representa de manera precisa un objeto, sino la impresión transitoria de él que reflejan determinada luz y cierta hora del día. Se crean obras que no replican el mundo real, o que lo distorsionan con el absurdo. No hay discurso dominante que certifique de manera absoluta lo real y lo falso ni en el mundo natural ni en el social.

James Joyce eligió y en parte inventó la forma subjetivista, impresionista, imprecisa, indeterminista de representar literariamente este cosmos donde el tumulto de las voces particulares se invalida mutuamente.

A diferencia de lo que ocurre con las Ciencias, en las Artes conocer un procedimiento no capacita para replicarlo. Para el genio no hay fórmula. Faltará siempre un detalle, un imponderable, un misterio entre la comprensión y la ejecución de una obra maestra. Cuando tal misterio sea técnicamente develado, habrá caducado la utilidad de nuestra especie.

 

TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO.

 

 

 

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sábado, 1 de junio de 2024

 

 

NEOLIBERALISMO CONTRA CONSENSO DE LOS PUEBLOS

 

 

Luis Britto García

Neoliberalismo

Neoliberalismo es el intento de resucitar el liberalismo económico del siglo XIX, desacreditado por las recurrentes y devastadoras crisis económicas de la primera mitad del siglo XX, detonantes de dos Guerras Mundiales y de infinidad de otros conflictos.

Los neoliberales predican la no intervención del Estado en materia económica, la absoluta libertad del capitalismo para fijar las condiciones del proceso productivo, la aplicación de la ley de la oferta y la demanda para regular la economía y las condiciones del trabajo, así como una drástica disminución de la talla y competencias del Estado, con privatización de las empresas y servicios públicos. Pero la conducta de los sistemas que se denominan neoliberales contradice casi totalmente estos postulados.

Pues la intervención del Estado, custodio de unas determinadas relaciones de producción, defensor de la propiedad privada y creador, ejecutor y juez de la aplicación de las normas, es vital para la subsistencia del capitalismo. El Estado es el creador y promotor de todos los sistemas proteccionistas gracias a los cuales se desarrolló el gran capital; reprime a los trabajadores para que acepten remuneraciones ínfimas o por debajo del mínimo vital; acude al rescate cada vez que la mecánica del capital ha desencadenado una crisis, asistiendo con "salvavidas de oro" las entidades financieras quebradas; mantiene un aparato militar coercitivo para defender los intereses de sus capitalistas en el interior y el exterior.

Nada más postizo que la doctrina capitalista de la "disminución de talla del Estado". La porción del PIB que el Estado consume es proporcional al desarrollo del país, y en parte causante de éste. Según el informe de la Organización del Comercio y el Desarrollo Económico "Panorama de las Administraciones Públicas: América Latina y el Caribe 2017"(Éditions OCDE,Paris) "El estado es mucho más pequeño en promedio en la región de América Latina y el Caribe que en los países de la Organización del Comercio y el Desarrollo Económico. El gasto público alcanza 31% del PIB en promedio en los países de ALC, comparado con 41.5%en los países de la OCDE".

El gran capital además regatea sus obligaciones tributarias y a veces consigue eludirlas colocando sus ganancias en Paraísos Fiscales, u obteniendo del Estado importantes exenciones: el ingreso público se estabiliza ampliando la base de la tributación y cargándola sobre los más débiles económicamente, como ocurre con el Impuesto al Valor Agregado.

En cuanto a la casi desaparición del Estado, ésta significaría la casi desaparición del capitalismo. ¿Quién mantendría policías, tribunales, sistemas educativos y ejércitos que a su vez en los países capitalistas protegen al capital? En los países capitalistas más avanzados se ha creado una maquinaria todopoderosa, el "complejo militar industrial", que ayuda a mantener la producción y ataca a los estados socialistas, nacionalistas o simplemente dueños de recursos naturales mediante una agresión multiforme y continuada.

El neoliberalismo se impuso siempre sin consulta popular, mediante la intervención brutal del mismo Estado al cual decía execrar. En Chile, con el golpe contra Salvador Allende en 1973. En Indonesia, mediante masacre que costó medio millón de vidas. En Europa se cumplió el "desmontaje del Estado de Bienestar", con Margaret Tatcher, entre 1979 y 1990. Ronald Reagan y George Bush lo desmantelaron en Estados Unidos. En Venezuela, el Paquete Neoliberal de 1989 suscitó una sublevación social sofocada al costo de unas cinco mil vidas.

Consenso de los Pueblos

En 1989 el Banco Mundial, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional impusieron un Decálogo llamado "El Consenso de Washington", para todos los países bajo la esfera del capitalismo. Contra él proponemos un Consenso de los Pueblos, aplicable por los gobiernos revolucionarios o progresistas, bajo los principios siguientes:

1. Política fiscal orientada hacia el bienestar social y el desarrollo, aun a costa de déficits fiscales razonables.

2. Redirección de los subsidios hacia inversiones para el desarrollo del país e inversión social en educación gratuita en todos sus niveles, atención universal gratuita a la salud y planes de vivienda accesibles e infraestructuras de utilidad social.

3. Reforma tributaria basada en principios de territorialidad y progresividad, que grave más a los mayores ingresos, revise y elimine exoneraciones, exenciones e inmunidades tributarias concedidas a los grandes capitales nacionales y extranjeros, y disminuya o anule las tasas de tributación para las clases trabajadoras.

4. Tasas de interés ajustadas a las políticas sociales, y eliminadas para ciertos créditos de interés social.

5. Tipos de cambio regulados por el Estado, con competencias integrales y decisivas para el control de cambios.

6. Control social del comercio, y particularmente del tipo y cuantía de las importaciones, con prohibición de algunas de ellas, altas tasas aduaneras para desestimular importaciones suntuarias y tarifas bajas o exoneradas para importaciones de interés social.

7. Estrictos límites para la inversión extranjera directa (IED); permitiéndola sólo para áreas en las cuales no exista capacidad técnica nacional, que no sean decisivas para el desarrollo o la seguridad de la Nación, siempre a través de concesiones limitadas en tiempo y extensión y discrecionalmente revocables, sin concederles privilegios y ventajas mayores que a las nacionales, y bajo completo control público y sujeción a las leyes nacionales.

8. Renacionalización de las empresas estatales y servicios públicos que hayan sido privatizadas, y progresiva socialización de las explotaciones económicas

9. Regulación integral de las actividades económicas, con particular énfasis en razones de seguridad, protección del medio ambiente y del consumidor, y estatización o estricta supervisión de entidades financieras.

10. Seguridad jurídica para los derechos de los trabajadores, con estricto cumplimiento de leyes laborales y sociales, efectiva irreversibilidad de las conquistas obtenidas, y puntual cumplimiento de las normas constitucionales que reservan la solución de controversias sobre materia de interés público a los tribunales de la República.

 

 

 

 



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Luis Britto García

Escritor, historiador, ensayista y dramaturgo. http://luisbrittogarcia.blogspot.com

 brittoluis@gmail.com

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