Cotidianas 2.0

Entre la emoción y la incertidumbre electoral

Las ciencias sociales han demostrado que la razón y el conocimiento no están separados de las emociones y que éstas repercuten directamente en la política. En la controvertida Venezuela de hoy, el comportamiento político y las preferencias electorales están determinadas por la emoción y no por la razón. Una emoción colectiva que alimenta expectativas de cambio social y político como respuesta ante la creciente incertidumbre electoral.

En el contexto nacional, las emociones generadas por crisis del Estado de Bienestar Social se convierten en factor esencial para la preferencia electoral. No son los candidatos quienes generan la emoción colectiva. La gente rechaza a quienes identifican con situaciones negativas, su afectividad se inclina por aquellos candidatos que le hablan de cambio para mejorar sus condiciones de vida. La lealtad política y el compromiso con las ideas o postulados partidistas quedan a un lado. La emoción domina la escena electoral.

En una elección racional se impone mayor exigencia al elector y se pretende minimizar el contexto socioeconómico. Este paradigma requiere un electorado muy reflexivo que puede procesar la información política para definir su voto y necesita candidatos capaces de transmitir alternativas de solución a los grandes problemas del país. Resulta imposible que una campaña dominada por las descalificaciones personales, actitudes destructivas hacia las instituciones y agresión a la condición humana logre imponer su racionalidad a un elector que está advirtiendo que sabe pensar, pero también puede sentir.

El clima electoral venezolano está dominado por la polarización entre la candidatura del Presidente Nicolás Maduro como candidato único del chavismo y Edmundo González Urrutia como aspirante de un sector de la oposición aglutinada en la Plataforma Unitaria Democrática. Los otros inscritos son candidatos de utilería sin posibilidad de incidir en los resultados. La polarización, en este momento, responde a las emociones colectivas y al vació de una campaña atípica en la cual los partidos no son fuente de identidad a la hora de decidir por quien votar.

El pueblo venezolano votará masivamente porque la oposición decidió abandonar los atajos antidemocráticos y el chavismo necesita relegitimar su control del Estado y recuperar el reconocimiento internacional. Se respira un entusiasmo colectivo. Será un proceso de mucha participación y trascendencia política que reflejará el sufragio pragmático combinado con un voto emocional que responde a las expectativas de cambio de amplios sectores sociales.

Las expectativas de cambio social y político que ha internalizado la población trascienden lo inmediato y convierten el proceso electoral en una oportunidad para que el pueblo asuma el protagonismo que le corresponde, levantar la esperanza y darle contenido político a la urgencia de un "Nuevo Consenso Social" porque no se trata de estar a favor o en contra del gobierno. Se trata del país y su gente.

Ante tanta incertidumbre, el país espera un proceso electoral profundamente democrático e indiscutiblemente transparente que permita un voto razonado y crítico con una carga emocional que trascienda cualquier intención de manipulación. Que supere los vericuetos de una polarización inducida. El país necesita un voto que derrote la incertidumbre y logre armonizar la razón y la emoción.

 



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Darío Morandy


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