Cuánto me cuesta la vida

Todo comienza en el hogar y continúa en la escuela, hasta la universidad, sobre la base de la ignorancia aprendida. Se trata de que, casi de manera absoluta, los venezolanos no sacamos cuentas y no contabilizamos cuánto nos cuesta la vida. A partir de ahí, comienza nuestra desgracia como seres humanos.

El problema es de fondo. No sabemos un rábano de economía familiar, ni de economía política, como tampoco de absolutamente nada de petróleo y sus derivados, ni de la transformación de recursos minerales y tierras raras, de manera deliberada, porque al gobierno y al Estado no les interesa.

Menos aún, le importa a un organismo como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación (UNESCO), adscrito a la ONU, porque estos organismos están al servicio de los intereses imperiales, los que solo les importa regular -con buenos modales y fraseología engañosa- el reparto internacional del trabajo como forma de explotación y dominación, el reparto de países coloniales al servicio de los imperialistas y, por tanto, el destino de la riqueza concentrada en pocas manos. Todo es deliberado, a los efectos de maximizar la ganancia, con la sobreexplotación laboral.

En nuestro núcleo familiar nacemos y crecemos sin saber de dónde sale el dinero, ni qué monto se requiere para pagar todo lo que consumimos e ignoramos que todo cuanto usamos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, tiene un costo: el agua potable que consumimos y con la que nos bañamos, el papel tualé, la comida que consumimos, la energía eléctrica, internet, televisión por cable, satelital o streaming, la ropa que usamos, el teléfono celular de media o alta gama, el aire acondicionado, el ventilador, todo el mobiliario de la casa, cocina, lavadora, nevera, comedor, sillas, muebles, camas, en fin, todo cuanto nos rodea tiene un precio. Nada sale de la nada. Alguien tuvo que pagar un precio por cada cosa y por cada servicio que recibimos.

Y de las puertas de la casa para afuera, están los gastos de: hospitalización, cirugía, maternidad, odontología, atención médica inmediata, educación (desde el maternal o guardería, primaria, secundaria y universidad), transporte público, taxi, vehículo particular con su mantenimiento, gasolina, gasoil, gas, servicios funerarios con velación, entierro o cremación, entretenimiento, placeres personales, sexuales y recreativos, actividades físicas deportivas o de recreación, etc. Todos éstos son gastos necesarios e ineludibles.

En las casas de los obreros y las de la empobrecida o arruinada clase media o media clase, casi siempre recae todo el gasto de cuanto hay y de cuanto se consume diariamente, sobre una pareja que trabaja a reventarse física y mentalmente o sobre un único pendejo al que, no solo explotan laboralmente, sino al que también, su núcleo familiar nuclear o multifamiliar multinuclear, lo terminan de reventar como proveedor del sustento familiar.

En cambio, en las familias ricas siempre hay un patriarca, el que tampoco dice de dónde sale el dinero para mantener y sustentar dispendiosamente el núcleo familiar mínimo: esposa e hijos y hasta ahí, por lo general, aunque en ocasiones lance migajas a una buena amante que se lo haya ganado por sus servicios íntimos.

El caso es que la mayoría de nosotros, desde el hogar, casi nunca nos detenemos a pensar y casi nunca nos han enseñado a detenernos a calcular: cuánto nos cuesta la vida.

Y desde ahí, parten nuestras desgracias y nuestros graves errores existenciales, que derivan en más pobreza, sobre todo, en más explotación que permita hacer aún más ricos a los ricos, convirtiendo en aún más pobres y envilecidos, a los pobres y a esa clase de profesionales universitarios y técnicos universitarios, al servicio del explotador.

Dicho en términos aún más sencillos: si sacamos la cuenta de cuánto nos cuesta la vida diariamente y mensualmente, sabemos cuánto necesitamos ganar como asalariados o producir por cuenta propia, de manera que no se excluya ningún gasto, ni los gastos fundamentales y previsivos, o se cubra un gasto excluyendo al otro, porque al corretear débitos sólo estamos administrando la pobreza y la miseria.

Resulta que cuando se administra la pobreza y cada día más nos hacemos recortes, primero eliminando todo gasto de placer y recreación, luego de salud, o empezamos a vender lo poco o mucho que se tenga de valor, nos despatrimonializamos, haciendo aún más ricos a los ricos, hasta que caemos en la miseria y muerte desastrosa.

Desde esta visión de la administración de la pobreza, los seres humanos nos empezamos a convertir en esclavos y mano de obra desechable, muchas veces, escuchando discursos de esperanza y redención abstractos de un futuro mejor que no estamos construyendo con nuestro trabajo para generar riqueza productiva para nosotros, sino para el explotador, tal y cómo está sucediendo aceleradamente, en la República Bolivariana de Venezuela, desde el año 2017, hasta el presente año 2023.

Aquí, en Venezuela, a los trabajadores se les condenó a su supervivencia y administración de la pobreza, con las formas de explotación más miserables y criminales del capitalismo neoliberal, en el que se ha profundizado: la maquila, capitales golondrina, , especulación, usura, corrupción, putería sofisticada (Verbigratia, Onlyfans, escorts, etc.), tráfico y consumo de drogas, predominio de la economía financiero especulativa sobre la economía productiva, economía de extracción de minerales y recursos materiales o materia prima en manos de transnacionales y subordinación a los dictámenes del imperio estadounidense, con discurso socialista, que ya Nicolás Maduro abandonó y liquidó.

Si tomamos en cuenta este contexto arriba mencionado y en cualquier contexto, habríamos de saber que la vida diaria personal nos cuesta, por ejemplo, de manera muy modesta, cincuenta dólares estadounidenses (50$ U.S) en esta economía venezolana dolarizada e hiperinflacionaria en dólares.

Entonces, usted, amable lector/a, trabajador/a, no puede, ni debería aceptar un trabajo en donde le paguen 20 o 10$ por día, lo que significaría que su hora laboral está subvaluada de manera que usted caerá en muy poco tiempo en niveles de sobrevivencia muy ínfimos, es decir, caerá en la ruina y morirá miserablemente y de la peor manera.

Debería, entonces, preguntarse, si la vida diariamente le cuesta en Venezuela un promedio de 50$ y usted gana sólo (pongamos la cifra más alta), 20$ por día, ¿Quién costea o paga ese resto faltante? ¿Onlyfans, la escort de la familia, el amigo con derechos, el sugardaddy? ¿Corretea débitos y hasta cuándo tendrá ese corretaje?. Si está correteando débitos, usted está condenado al colapso y a la muerte, trabajando por menos de lo que le cuesta la vida.

Por ello, vemos ahora las sórdidas colectas en los velorios para pagar el cajón de cartón del muerto y prefieren cremar porque no hay cómo pagar un cementerio, mientras las empresas funerarias son una mina milmillonaria con el negocio de la muerte.

Y del lado de la media clase, clase media (me disculpan la reiteración de la misma palabra pertinente), ésta es tan miserable en su situación, como lo es el resto de la clase trabajadora obrera y no calificada.

Esta media clase es la más miserable y la más entregada al explotador, por cuanto es la que media, regula y controla -cual verdugo- a los más explotados e inermes, sin percatarse de que vamos por el mismo camino, obreros no calificados y profesionales.

Tenemos, por ejemplo, que en EEUU y Canadá pagan la hora de trabajo obrero entre 9 y 15$, promediándose en la sumatoria de estados en 10$ la hora; mientras que la hora de un técnico superior universitario y un profesional recién graduado oscila entre 20$ (es decir, el doble del obrero, por su calificación y formación) y 30$ la hora; y un magister, hasta un doctor (Ph.D., en su siglas en inglés) ganan a partir de 35 y 50$ respectivamente y más, de acuerdo con la negociación de sus "paquetes laborales", que sustituyen toda convención o contratación colectiva, y, si son contratados por honorarios profesionales, los estipendios son mayores, a partir de 50$.

Aquí en Venezuela, liquidaron por la vía del hecho la Ley Orgánica del Trabajo, de las Trabajadoras y de los Trabajadores (LOTTT), pusieron al servicio del patrono o contratante todas las inspectorías del trabajo y los tribunales contenciosos administrativos ignoran todo cuanto sea derechos o convenciones laborales.

Aquí en Venezuela, reitero, dado el contexto, están desapareciendo por la vía del hecho y del derecho, todas las Convenciones Colectivas o Contratos Colectivos y se está imponiendo el llamado "paquete laboral" individualizado.

Respecto del sector público, huelgan los comentarios, habida cuenta de la experiencia generalizada de violaciones contractuales por parte del gobierno de Nicolás Maduro, con el aval del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y, en ese festín se ha montado todo el sector privado.

Resulta que pareciera que se pusieron de acuerdo todos los contratantes y patronos del sector privado establecidos en Venezuela. Ellos arbitrariamente pasaron de jornadas diarias de 8 horas a jornadas que van de 9 a 12 horas diarias de trabajo.

Aquí, los profesionales (licenciados y sus equivalentes, profesores, ingenieros, administradores, etcétera) ganan entre 2 y 5$ la hora, lo que significa exactamente que esta media clase de la llamada clase media también está condenada a la pobreza, pero su pobreza y ruina están bien administradas por la parte patronal, para que este tipo de profesional le sirva de mediador en la sobreexplotación y además, le preserve su estructura en funcionamiento.

Así, tenemos que los profesionales venezolanos en el sector privado, como son los medianamente menos peor pagados (porque no son los mejores pagados), siempre estarán bajo la amenaza de despido y en período de prueba por parte del contratante, siempre vivirán buscando satisfacer a su patrón y dispuestos a hacer lo mejor posible para complacerlo.

Este tipo de trabajador profesional subpagado, tendrá la oportunidad de remedar los gustos, placeres y vicios de los ricos, es decir, de la burguesía, pero jamás llegará a salir de su pobreza bien administrada por su explotador. Este tipo de trabajador jamás llegará a ser dueño de ningún medio de producción y si cae en la ilusión llamada "emprendimiento", se lo comerán los grandes capitales o corporaciones que vemos en Venezuela, como hipermercados, malla comerciales y grandes cadenas que venden de todo, etc.

Cuando este profesional universitario se enferme o se enferme alguien de su núcleo familiar directo, no tendrá capacidad de costear la atención médico asistencial, la quirúrgica o cualquier patología grave, pasando de la clínica a un miserable y destartalado hospital público, en donde irremediablemente, morirá en situación miserable, igual que los trabajadores obreros o no calificados a los que ayuda a explotar.

Este profesional, desde licenciado o su equivalente, pasando por especialista, magister o doctor, al perder su explotador empleo, al paso de los meses estará en la ruina y miseria, porque, simple y llanamente, nunca ha tenido capacidad de ahorro, gracias a que el Estado -expresado en el gobierno- y los dueños de los medios y modos de producción, los explotadores conocidos como patronos, todos ellos, se han encargado de que este tipo de trabajador profesional no tenga capacidad de ahorro, sino, medianamente, capacidad de consumo y siempre en débito, para cubrir mínimas necesidades primarias, como alimentación y vestido.

Olvídense los profesionales jóvenes y maduros de comprar viviendas dignas y confortables. Cuando mucho, podrán engrosar la lista de residentes en zonas de alto riesgo, inquilinos o esperar la caridad gubernamental como control social en los planes de vivienda.

Ahora bien, es necesario saber "cuánto me cuesta la vida" y con esta información saber qué hacer. Como a cada trabajador, ahora, lo agarran al detal con aquella trampa que montó el gobierno de Nicolás Maduro de pagar a todo el sector público salarios miserables y simbólicos en bolívares, cuyo monto mayor no excede los 6$ al mes para un profesional de quinto nivel, ahora el sector privado le pone al trabajador en la encrucijada: "lo toma o lo deja", basado en dos premisas:

  • La pelazón de bolas generalizada y;
  • El desespero del trabajador.

Estas indignas premisas conducen al criterio del "Eso es lo que hay", como conformismo irracional del que se aprovechan de manera indigna los patrones o contratantes.

Sin embargo, los trabajadores por nuestra parte, podríamos hacer lo siguiente, aún sin los bobotes de los sindicatos y aún sin ningún tipo de Contratación Colectiva, ni amparo legal e institucional:

  1. Sacar cuentas individuales y calcular cuánto nos cuesta la vida diaria en promedio, sin excluir ningún renglón vital que requiere un ser humano;
  2. Generar -boca a boca- una conciencia que vaya de lo individual a lo colectivo, que nadie empiece a aceptar individualmente el "lo toma o lo deja", porque ese trabajo no cubre el costo de vida diaria, e individualmente, seguir buscando un trabajo cuya paga sea digna, hasta que el patrón o contratante se percate de que nadie le acepta esa propuesta de empleo leonina y miserable. Un patrono o contratante tampoco podrá a echar a andar ninguna empresa, por pequeña que sea, si no tiene trabajadores.
  3. Tener presente siempre que al aceptar un trabajo que no pague lo que nos cuesta la vida diaria, significa que estamos condenados a la ruina y muerte miserable, en poco tiempo, sólo que antes le entregaremos al explotador criminal lo poco de vida y de salud que tengamos, para que el explotador disponga de ellas a su antojo.

Tal y como están las cosas en Venezuela, respecto de cuánto nos cuesta la vida, en medio de un gobierno corrupto que viola toda convención laboral internacional y el festín que se están dando los capitales golondrina y transnacionales en Venezuela, con la sobreexplotación laboral y la maquila, no tenemos más amparo que el de nosotros mismos, al detal y en la sumatoria de esos detales, se hará colectivo nuestro amparo, en defensa de un elemental derecho humano, como lo es preservar el derecho de garantizarnos el costo de la vida diaria.

No existen fórmulas salvadoras. No es con Nicolás Maduro con quien saldremos de esta crisis económico salarial impuesta por su pésimo gobierno neoliberal, como tampoco por las locuras de cualquier loca o loco que predique un capitalismo solidario o salvador, porque ningún capitalismo es solidario. El controlar cuánto nos cuesta la vida sólo depende de los trabajadores, individual y colectivamente, al mayor y al detal. Ya sabemos que por este camino, este país colapsará. Es cuestión de conciencia y de tiempo. No de esperar.

Dr. Luis Pino

@l2pino2



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Luis Alexander Pino Araque


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