El argumento del terror

Evidentemente, el título es un oxímoron: una contradicción entre dos términos que nunca deberían estar juntos. Desgraciadamente, la historia de la Humanidad es también la historia de la inhumanidad; los seres humanos podemos llegar a ser muy, pero muy inhumanos, lo cual pudiera ser un alegato contra cualquier humanismo. Pero no vamos a desarrollar aquí esa discusión filosófica, aunque la filosofía sí nos pudiera servir para abordar la cuestión de Palestina, unos hechos, una historia, un conflicto que exige una perspectiva amplia, combinando el "punto de vista del águila", que toma en cuenta una escala de siglos o de planeta, con la visión de la serpiente, atenta a los detalles, lo pequeño o mezquino, a "la tierra", como lo formulara una vez Nietzsche. Por eso, en este breve artículo, intentaré examinar rápidamente algunos elementos históricos con los elementos coyunturales (la reciente ofensiva de Hamás y la respuesta feroz de Israel, así como la participación de los principales imperialismos: norteamericano, francés, alemán y de Europa en general; así como las "nuevas" superpotencias: Rusia, China, Irán). No voy a caer en los chantajes morales y emocionales del victimismo de ambos lados. El argumento del terror ha sido esgrimido, por ambos lados, por desesperación, claro, pero sobre todo por odio. Las víctimas de ayer se convirtieron fácilmente en los genocidas de hoy. Se trata de un odio cultivado generación tras generación, hasta convertirse en un rasgo muy profundo de una cultura. Por supuesto, aquí hay un dolor que se alimenta a sí mismo para darse fuerza para seguir matando y muriendo. Hasta un Paraíso se ha ofrecido a los suicidas homicidas.

Haciendo un gran esfuerzo de síntesis, hay cuatro factores generales de esos conflictos: a) los nacionalismos, es decir, los proyectos de Estado-nación que implican resolver problemas de soberanía y estadidad, b) la religión que moldea la racionalidad de los actores, dados los fundamentalismos, y las contradicciones entre tendencias islámicas (shiítas/sunitas). Por otra parte, el manejo ideológico, la invención de la categoría "Occidente" y el uso y abuso del lenguaje religioso (por ejemplo, en la retórica de algunos presidentes norteamericanos), son aspectos notables que sitúan el arraigo de las creencias en el comportamiento de los involucrados; un fanatismo impermeable a la comprensión; c) la riqueza petrolera estratégica y d) los intereses geopolíticos y económicos de las superpotencias, en otras palabras: la intervención imperialista. El Medio Oriente se halla al sur de Rusia y sus áreas de influencia, además de su acceso al Mediterráneo. Eso le da un valor geopolítico clave.

A diferencia de los justificativos político-ideológicos que predominaron en el siglo XX, centrados en proyectos de sociedad y de Estado (capitalismo democrático-liberal vs. Socialismo de inspiración marxista-leninista), en el conflicto en torno a los territorios de Palestina el factor religioso es uno de los más importantes. Lo es, por un lado, para el sionismo, un movimiento cuyo proyecto de nación-Estado del pueblo judío, se combina con ideologemas religiosos: la "promesa divina" de una "Tierra Prometida", que consta en un libro sagrado, y una larga historia de persecuciones, masacres y, como remate, el holocausto nazi. Por otro lado, se encuentra el Islam, religión que reúne, inteligentemente (Mahoma, indudablemente, era una genio) tradiciones judías y cristianas, junto a aspiraciones de poder político y territorial de unas etnias que hoy se encuentran distribuidas en varias nacionalidades.

Vale destacar que la variante fundamentalista religiosa comienza a adquirir relevancia en razón directa del endurecimiento del conflicto, y en razón inversa a las derrotas de los proyectos políticos nacionalistas de carácter laico que, hasta por lo menos la década de los setenta, fueron predominantes del lado de los árabes. La Revolución islámica de Irán, de tendencia shiíta, fue un hito de ese proceso, pero el fracaso de las negociaciones de Camp David (2009) y la sucesión de Intifadas (insurrecciones palestinas), coadyuvaron al grupo islamista Hamás a desplazar a la OLP (laico, nacionalista, democrático) de la dirección política de los palestinos y la administración los territorios en los que quedaron cautivos por un Israel vencedor. La religión, en su versión islamista (es decir, la asunción de un proyecto político que persigue la imposición de la Shariá, la Ley islámica, mediante "Guerras Santas"- Yihad) se ha convertido en un componente esencial para tratar el análisis; aunque el Reino de Arabia Saudita siempre ha sido fundamentalista, del ala sunita, aunque con un toque de pragmatismo que ha determinado muchas de las decisiones políticas de esa Monarquía tradicionalista. La pugna religiosa ha adquirido cariz político dado el auge de los movimientos islamistas, teocráticos, tanto sunitas como shiítas: los Hermanos Musulmanes de Egipto, el surgimiento del ISIS, los talibán, el surgimiento de Al Qaeda, etc. Hay una contradicción específicamente política entre monarquías tradicionalistas y el proyecto republicano revolucionario iraní, inspirado en algunas mixturas del marxismo con el Islam. Toda esta complejidad está presente hoy.

Otro elemento clave para entender la situación ha sido el papel que han jugado los imperialismos. Los de carácter premoderno, el otomano (Turquía) que dominó estos territorios hasta la Primera Guerra Mundial, como los "modernos", propiamente capitalistas, como el inglés, el francés, el alemán y el norteamericano, determinantes a partir de la segunda mitad de la década de los diez del siglo XX. Los imperialismos europeos se repartieron los territorios de las colonias otomanas, determinando las fronteras de los actuales estados árabes. Una secuencia de engaños y promesas incumplidas signan la conducta de estas potencias. Por un lado, le prometen a los árabes, a cambio de su apoyo en la Guerra contra los otomanos aliados a Alemania, la posibilidad de una nación árabe unificada; para, acto seguido, repartirse esos territorios. Por otro lado, le prometen un territorio al movimiento sionista, surgido en el siglo XIX de pensadores de izquierda como el amigo de Marx, Moses Hess, y otros no tan "potables" como Theodor Herzl; luego en el siglo XX representado por los Rotschild, unos poderosos banqueros. Los judíos siempre habían tenido una significación cultural y económica importante, pero adquieren una mayor autoridad moral y política al comprobarse, al final de la Segunda Guerra, los atroces crímenes de los nazis.

Es curioso que, antes de la posibilidad de Palestina, los sionistas examinaron la posibilidad de ubicar a la población judía europea en Uganda, Argentina y hasta en Siberia, territorios "prácticamente vacíos". Finalmente, en acuerdo con Inglaterra, se decidieron por las tierras que, legendariamente, correspondían a Canaan, conquistadas a sus antiguos ocupantes por los descendientes de Abraham, Jacob y Moisés, que huían supuestamente de la esclavitud en Egipto. Después, ese territorio pasó al dominio del Imperio Romano, quienes reconocieron un reino de Judea que abarcaba las provincias de Idumea, Galilea y Samaria, que se dividió en tres al morir el monarca, en tiempos de Cristo. Cuando en el año 70 D.C. los romanos aplastaron la rebelión judía y destruyeron el legendario templo de Salomón en Jerusalem, la población judía se dispersó por todo el mundo conocido, en lo que se conoció como la "Diáspora". Ya en el siglo XIX, todas esas extensiones pasaron a ser colonia otomana, primero, y después de la Primera Guerra Mundial, un dominio inglés.

A esas tierras, en la rivera oeste del río Jordán, habían llegado colonos de origen diverso, europeos muchos de ellos, de religión judía. Esa migración, a través de los siglos, adquirió mayores proporciones en la medida en que Europa se intensificaba los pogromos, persecuciones y masacres, hasta llegar al Holocausto nazi. De allí surge la llamada "Declaración Balfour", exigida por los Rotschild y los sionistas (1917) y, luego, la "partición de Palestina" (1947: dos años después del fin de la Segunda Guerra) respaldada por la ONU, con el voto de la URSS. En este último plan se habló por primera vez de crear dos Estados, uno judío, y otro, árabe-palestino.

La partición del mandato británico de Palestina (1947) y luego la fundación del nuevo Estado de Israel (1948), significó, para unos, un motivo de gran alegría, pero para los otros, una verdadera catástrofe, una "Nakba" como se dice en árabe. Tanto así que hubo un inmediato desplazamiento masivo de población, en parte presionado por la nueva nación, pero también por los países árabes vecinos que, casi enseguida, declararon la guerra a la naciente Israel, con resultados también desastrosos: fueron derrotados los ejércitos combinados de siete países: Líbano, Siria, Irak, Jordania, Egipto, Libia y Arabia Saudita.

La lista de los conflictos en Medio Oriente es interminable y repleta de numerosas circunstancias y enfrentamientos de variadas dimensiones; aunque oficialmente han sido ocho las guerras con sus vecinos, en realidad se trata de un solo enfrentamiento con varios episodios. En 1973, Egipto y Siria atacan a Israel en disputa por el Sinaí y el Golán, en la llamada "guerra de Yom Kipur". Este conflicto tuvo su repercusión en el embargo de petróleo de tyodos los países árabes productores del oro negro, lo cual determinó un gran envión en los precios del producto, del que se benefició Venezuela. Finalmente, en 1977 Anwar el Sadat visita amistosamente a Israel y en marzo de 1979 firma un tratado de paz, bajo la tutoría de los Estados Unidos (Jimmy Carter), en Camp David. Se afirma por primera vez el criterio de "tierra por paz" en los diálogos. En 1982, Israel invade el Líbano y obliga a la organización político militar paestina, la OLP, a abandonar Beirut. Hasta el 2000 Israel ocupa el sur del Libano. En 2006 lanza una devastadora ofensiva en el mismo país, esta vez contra el grupo "Hezbolá" de inspiración islamista. En 1994, se firma otro tratado de paz entre Jordania e Israel, en el que se garantiza la paz en la frontera más larga de este último país, al mismo tiempo que se le reconoce a los jordanos su rol en la gestión de los "sitios sagrados" del Islam . En 1987, los palestinos lanzan la primera "Intifada" o insurrección contra la dominación israelí. Esta fase bélica se cierra con el acuerdo de Oslo, en septiembre de 1993, con un apretón de manos entre el premier israelí Isaac Rabin y el líder palestino Yasser Arafat, quien retorna a los territorios ocupados y establece la Autoridad Nacional Palestina, en lo que se consideró el primer paso hacia el reconocimiento mutuo de las dos naciones. Pero este ambiente pacífico se rompe cuando en 2000 fracasan las negociaciones de Camp David, el líder de la derecha israelí Ariel Sharon visita las mezquitas de Jerusalen, lo cual constituyó un insulto para los musulmanes, y en septiembre de 2000 hasta 2005 se produce la segunda "Intifada", en protesta por la negativa de Israel a permitir el retorno de los palestinos a los territorios ocupados por los colonos israelíes, con el consecuente fracaso de las negociaciones de Camp David. En 2006, el punto caliente vuelve a desplazarse hacia el Líbano, con los combatientes de Hezbolá, que atacan a Israel y provocan una nueva guerra que significó grandes destrozos en el Líbano. Poco después, en diciembre de 2008, se reanudan los enfrentamientos en la Franja de Gaza, esta vez contra los combatientes del grupo Hamás que, a estas alturas, se convierten en vencedores en las elecciones de la Autoridad Palestina.

Pero las contradicciones entre los árabes también han sido explosivas, planteando una serie duda acerca de la construida "nacionalidad árabe". Factores religiosos (oposición entre shiítas y sunitas), disputas territoriales (Irán/Irak) y elementos políticos (actitud hacia los Estados Unidos y Europa) y económicos (muchos países árabes son petroleros; de hecho, Arabia Saudita es el principal proveedor de Estados Unidos), han determinado esas guerras. Esto hay que tomarlo en cuenta como ingrediente para comprender que, por ejemplo, Israel estaba a punto de firmar un acuerdo político con Arabia Saudita, los contactos de Israel tanto con Zelensky como con Putin, etc. Ciertas contradicciones se han resuelto a favor del "sistema", como el del relacionado con el petróleo, cuando el embargo petrolero de 1973 se resolvió con la creación de hecho del petrodólar.

Lo cierto es que, como nunca, los peores rasgos del conflicto se han acentuado: a) el uso del "argumento del Terror" expresado en el ataque mortal a la población civil y la exhibición de atrocidades con los sectores más débiles (los niños), b) la perpetración de genocidio cuando se desconoce el carácter humano de los contrincantes y se emplean medidas extremas, como la suspensión del suministro de agua, alimentos, electricidad y medicamentos a ciudades enteras (ver declaraciones de máximas autoridades israelíes), c) la incorporación de las potencias imperialistas en el conflicto, no solo con apoyo militar y logístico, sino también introyectando el conflicto a cada país europeo al prohibir hasta la exhibición de las banderas palestinas (que, sea dicho de paso, tienen los colores de la aspiración a una sola nación árabe), con lo cual el derecho de manifestación y expresión queda conculcado.

Se ha especulado con que Egipto ya había informado al gobierno de Israel de los preparativos de Hamás. Se ha interpretado que la situación de guerra le ha servido al gobierno de Netanyahu, un derechista que enfrentaba un fuerte movimiento de oposición a lo interno porque, se dice, atentaba incluso contra la institucionalidad democrática de su país, para formar un gobierno de Unidad Nacional. Incluso, se ha vislumbrado una complicación adicional del conflicto con la incorporación de los aliados de Estados Unidos, y Rusia por el otro lado. Ya estados Unidos e Inglaterra anunciaron movilización de naves de guerra hacia la región, en respaldo a Israel. Rusia condenó la acción de Israel.

Lo cierto es que la ofensiva sangrienta y dura de Hamás ha puesto de nuevo sobre el tapete el asunto del respeto de los derechos de los palestinos a su Estado, ha enfriado los avances de los acuerdos entre Israel y los países árabes de su entorno (Arabia Saudita) y ha dado un nuevo rol a la teocracia iraní, lo cual amenaza con incendiar de nuevo toda la región. Justo cuando escribía esto, se supo que una nave con fuerzas iraníes no pudo aterrizar en el aeropuerto de Siria, recién bombardeado por Israel. Por supuesto, una solución pacífica se imposibilita en principio, mientras Hamás mantenga su objetivo de eliminar el Estado de Israel, propuesta, no solo impracticable, sino atroz, por sus (no tanto) implícitos significados genocidas.

Esta lucha parece extenderse en el tiempo, Por eso llama la atención la postura china de llamar a negociaciones, parar el fuego y volver a discutir el mutuo reconocimiento de los Estados de Israel y de Palestina. Es la postura más cuerda y sensata, que remueve al Terror como único argumento.



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Jesús Puerta


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