Falta mucho todavía para una nueva guanabana, pero …

Algunas tendencias del devenir político parecen dibujar en el horizonte un nuevo modelo político y económico, caracterizado por la combinación de una especie de Estado formalmente democrático-representativo, con un gobierno en manos del PSUV como partido relativamente mayoritario y definitivamente hegemónico, debido más a la división de sus contendores, que a su tamaño específico y aceptación masiva. En lo económico, un relanzamiento del rentismo petrolero y el extractivismo, ya colapsado, pero en parte reanimado por las inversiones extranjeras atraídas con esquemas de asociación que parecen traídas directamente del gomecismo, distantes de restos del nacionalismo "trasnochado" (para usar el florido lenguaje del presidente Maduro); así como un esquema de bajo costo de la fuerza de trabajo, retroceso en los derechos laborales y sistemas tripartitos (empresarios, gobierno, centrales sindicales oficialistas). A diferencia de la década de los sesenta, no hay aquí ningún proyecto de desarrollo, sino de formación de una nueva burguesía en el estilo ruso de Yelstsin y Putin, de maffias aprovechadoras de sus contactos en el Estado para tomar parte de la rebatiña nacional, incluidos los altos mandos militares.

La valoración de cada hecho de relevancia política siempre debe basarse en su relación con otros eventos políticos y con el conjunto del panorama. De esta labor de interacción, resultan las tendencias que mencionamos. Por ejemplo, la tendencia a la fragmentación y debilitamiento extremo de la oposición, la cual, a su vez, facilita el mantenimiento de las formalidades democráticas (elecciones) por la seguridad del hegemón de no ser derrotado.

La remoción del llamado "Gobierno Interino" (algunos comentaristas de la misma oposición lo caracterizan como un "suicidio político", incluso el gringo Elliot Abrams), debe vincularse los contactos entre el gobierno de Maduro y el de Biden que ha resultado en decisiones concretas: el "intercambio de prisioneros" hecho entre los sobrinos (acusados y sentenciados por narcotráfico) de la familia de la pareja presidencial y unos gerentes norteamericanos; la negociación que tuvo como momentos cumbres la licencia de Chevron para comerciar petróleo venezolano en Estados Unidos, el nombramiento de un directivo yanqui en una empresa mixta petrolera venezolana, los runrunes de algunos diputados para reformar la Ley de Hidrocarburos para obtener "mayores beneficios" (ver declaraciones el asesor petrolero del gobierno, Fernando Travieso) mediante esquemas como la venta directa de petróleo sin pasar por PDVSA y empresas mixtas con una política de personal de "alta selectividad".

Por supuesto, la defenestración de Guaidó es, por una parte, la culminación de la pugna interna de la oposición apoyada por Estados Unidos. Sin pretender reconstruir la génesis de la oposición que apoya Estados Unidos, hay que señalar que es un conglomerado de partidos zurcidos y animados por Washington a partir de los restos destrozados de AD y COPEI, grupos estudiantiles que irrumpieron a la calle a raíz de la sacada del aire de Radio Caracas Televisión, agrupamientos políticos cuyo origen se remonta a sectas ultraderechistas (la TFP de la UCAB), aunque evolucionaron hacia una ideología vagamente socialcristiana o hasta socialdemócrata (sorpréndete, lector trasnochado, pero VP es parte de la Internacional Socialista), etc. Esta alianza ha atravesado varias etapas. Ya Luís Fuenmayor y Enrique Ochoa Antich han historiado sus bandazos tácticos (estrategia no se les distingue), del inmediatismo golpista o insurreccional, hasta la vía electoral o pacífica. Todo ello, en medio de desplazamientos de dirigentes, desde la dirección de una fracción golpista de los dueños de los canales televisivos, molestos porque Chávez no les retribuyó el apoyo de 1998, empresarios, sindicaleros decadentes, grupos de cubanos mayameros inventores de la famosa "guarimba", algunos jerarcas de la Iglesia Católica, bastantes intelectuales académicos, etc., hasta una "dirección colectiva" cuyo único vínculo eran las ganas de "tumbar a Chávéz/Maduro". Llegando a los dirigentes partidistas de los famosos G4, o G3, o G3+1, etc.

Pero algunas columnistas de oposición como Carolina Jaimes Branger (Mediocridades engreídas, nulidades consagradas) y Thays Peñalver ("La Venezuela post-Guaidó") han ilustrado cómo se toman las decisiones y hasta dónde llegan los pleitos internos y los insultos mutuos, aunque vale decir que hay mucho cuido del lenguaje en los dos artículos que comentaré.

Thays Peñalver, una abogada y politóloga de cierto renombre entre el público opositor, narra ("La Venezuela post-Guaidó") que la iniciativa de destitución viene desde una propuesta de Primero Justicia el 3 de enero de 2021. Entonces no reunió la mayoría de 77 votos necesaria. Pero algo ocurrió en el ínterin para cuadrar los votos de otros dos partidos, Acción Democrática y UNT, para lograr el objetivo de eliminar el "gobierno interino". Otro elemento que aporta la Peñalver es que los conoce "a todos", que se les puede decir de todo, como en efecto lo han hecho sus enemigos, pero "no son pendejos". Esto significa que todos han participado en reuniones semanales con el enviado de Biden y tiene en su chat de wasap a los embajadores de los apoyos que les quedan. Lo que afirma a continuación Peñalver es bastante sugestivo: Guaidó nunca fue nombrado por la Asamblea Nacional electa en 2015, se autojuramentó en una calle ante una multitud porque nunca habría obtenido los votos para hacerlo y su acción venía de una exigencia del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Abunda la Peñalver que el manejo de los fondos, no tiene que ver con la supuesta legitimidad de una AN ya con el período vencido, sino de decisiones de Biden y de un juez británico en correspondencia con la política de su gobierno, de retener el "oro embargado" al gobierno de Maduro.

El siguiente párrafo de la Peñalver no tiene desperdicio y obliga a reproducirlo: "bastaba con una simple declaración del vocero de la Casa Blanca para haber terminado con cualquier intento de resquebrajar la unidad general a principios de octubre. De hecho, una simple llamada del embajador a cada líder exponiendo la firme posición de Estados Unidos habría enviado a la basura cualquier intento de reforma. Pero hay silencios que hablaron en octubre. Pero hay silencios que hablaron en octubre, otros que dijeron mucho tras la primera votación de la AN y en especial otros silencios que gritaron después de haber visto a Guaidó íngrimo y solo, tratando de salvar el interinato". A esto se agrega que "el año pasado, USA dio un ultimátum a la oposición para que demostrara que podía sacar a Maduro antes de diciembre y, cumplido el lapso, amanecieron negociando con este último y enviando a la oposición a las elecciones".

Resulta obvio que la amiga Peñalver está señalando que la decisión de "la salida" de Guaidó se cocinó en Washington, o que por lo menos, contó con su beneplácito. Esto no niega que haya políticos norteamericanos descontentos: Elliot Abrams, unos diputados republicanos por ahí buscando los votos cubanos y venezolanos en Florida, etc.

El artículo de Carolina Jaime Branger es mucho menos analítico. No escatima insultos, desde el clásico de Manuel Vicente Romero García, el autor de "Peonía", de "mediocridades engreídas y nulidades consagradas", pasando por ser peores que los chavistas y los "alacranes" (lo cual dicho por una opositora feroz, es una ofensa gruesa), hipócritas, egoístas, cínicos. Insinúa la Jaimes Branger que ese "gobierno tan malo" ha durado tanto, a causa de un contubernio con los dirigentes opositores. Y hasta llega a manifestar su acuerdo con Jorge Rodríguez (el diablo, pues) cuando ya no podía opinar "nada sobre la nada".

Los contactos, negociaciones y acuerdos entre el gobierno norteamericano y el venezolano se han evidenciado suficientemente con el intercambio de prisioneros (unos gerentes gringos por los sobrinos de la esposa de Maduro), la licencia de operaciones de Chevron en varios campos venezolanos, el nombramiento de un gerente gringo en Petropiar, la llegada de barcos cisterna para llevar hidrocarburo venezolano a Estados Unidos, entre otros hechos, mientras las negociaciones en México con una parte de la oposición dio lugar, con la aprobación norteamericana, a un fondo de varios miles de millones de dólares que no sería administrado ni por el gobierno de Maduro ni por la oposición. Pero los contactos siguen y ya se inicia una nueva ronda de negociaciones en México. Las primarias de la oposición parece que va a pesar de toda la "arrechera" y solo se comenta que la "verdadera" razón de la defenestración de Guaidó era evitar su ventajismo en ese proceso interno, pues el "interino" podría tener perspectiva de precandidato con chance.

Cabe preguntarse: ¿adónde conduce este pragmatismo que igual se reconoce en Biden que en Maduro? El primero, quiere petróleo para suplir el de Rusia. El segundo, quiere reconocimiento. A corto y mediano plazo, es clara a dirección de estas ganas mutuas: por un lado, a esquemas de explotación del petróleo venezolano beneficioso a Biden, quien ya se prepara para su reelección en medio de un alza de Wall Street y del nivel de empleo en Estados Unidos; por el otro, un premio de consolación a un agrupamiento político que levanta como único logro el apoyo de Washington y de los países que él pueda conseguir, una participación electoral más o menos honrosa. Pero eso sí: que se pongan serios, al menos en eso de escoger un candidato y sacar unos votos que conviertan a Venezuela en, al menos, una democracia representativa con varios partidos.

Esto no es todavía una "Guanábana" (un nuevo Pacto Fijo, para aclararle a los "milenials"). De hecho, falta muchísimo. Y no se ve ningún interés, de paso. Por ejemplo, no hay ningún proyecto de desarrollo, ninguna industrialización por sustitución de importaciones como a finales de los cincuenta, sino una perspectiva de explotación bestial de los recursos naturales y humanos del país por parte del capital transnacional, y el mantenimiento en el poder del mismo bloque de burócratas y militares lumpen, con ciertas apariencias "constitucionales", en medio de una violación terrible de la misma Carta Magna. Eventualmente, algún acuerdo de un préstamo del FMI, porque, hablemos claro, ya este gobierno ha aplicado lo sustancial de la receta neoliberal.

Pero, por ahora, podrían quedar contentos los que están negociando.



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Jesús Puerta


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