5 y 5: ensimismamiento

He venido presentando una serie de artículos referidos a las principales características culturales que condicionan el desarrollo de la civilización fracasada, y que llevan a la actual situación de destrucción del hábitat humano, lo cual conduce al colapso civilizatorio, que a su vez conlleva el peligro de extinción de nuestra especie o al menos a la desastrosa afectación de la misma. Hasta ahora he asomado tres de los cinco desequilibrios: apropiación, representatividad y desintegración. Hoy me ocuparé del cuarto desequilibrio, el ensimismamiento. Luego faltaría el desequilibrio de la desconexión, para finalmente abordar los cinco hipotéticos antídotos contra esos venenos, las cinco preponderancias.

El ensimismamiento es el efecto de la magnificación del antropocentrismo, en el plano colectivo, y del individualismo, en el plano personal. Ello genera la tendencia de la Humanidad a aislarse de su entorno universal, y del individuo de sus semejantes y de su contexto social y natural. En este último plano, el ensimismamiento es causa de terribles problemas sicológicos, neurosis, estrés, depresión, autodestrucción y suicidios, y eventualmente también de violencia hacia los otros como consecuencia de tales males. Y en el plano colectivo impide a la mayoría de las personas reconocer la realidad profunda de los hechos sociales, a concentrar la atención en temas y situaciones aparentemente trascendentales y a quedarse en la superficie de los hechos, cuando en verdad las tormentosas corrientes transcurren en lo profundo de la Humanidad, en el nivel de lo que no es evidente ni sufre las manipulaciones y falsos preceptos que imponen los poderes fácticos: los ricos, la dirigencia política, los jefes militares, los medios de comunicación, las jerarquías religiosas, los factores creadores de cultura.

El ensimismamiento se ha apoderado de la Humanidad como un enemigo silencioso, asintomático. Creemos que estamos suficientemente comunicados con el resto de las personas y con el entorno natural (es decir con el entorno todo, ya que nada de lo que hacemos deja de ser natural, pero esto es harina de otro costal), y en realidad nos mantenemos encerrados en nosotros mismos, en la cárcel de nuestras costumbres,

prejuicios, condicionamientos culturales, necesidades reales y forjadas. Para tratar de mejor explicar esta idea voy a acudir al mito creacionista de los mayas, asentado en el Popol Vuh.

Después de que los primeros hombres fueron creados y formados del maíz por el Creador, el Formador, los Progenitores, Tepeu y Gucumatz, se les dotó de inteligencia, y alcanzaron a ver y a conocer todo lo que hay en el mundo. Cuando miraban, al instante veían a su alrededor y contemplaban en torno a ellos la bóveda del cielo y la faz de la tierra. Las cosas ocultas por la distancia las percibían todas, sin tener que moverse, en seguida reconocían el mundo todo desde el lugar donde estaban.

Pero el Creador y el Formador no supieron esto con gusto, no estaba bien que sus criaturas, sus obras, todo lo vieran, lo grande y lo pequeño, y todo lo supieran. Así que celebraron consejo y se dijeron: "¿Qué haremos ahora con ellos? ¡Que su vista sólo alcance a lo que está cerca, que sólo vean un poco de la faz de la tierra! ¿Acaso no son por su naturaleza simples criaturas y hechuras nuestras? ¿Han de ser ellos también dioses? Refrenemos un tanto sus deseos ¿Por ventura se han de igualar ellos a nosotros, sus autores, que podemos abarcar grandes distancias, que lo sabemos y vemos todo?"

Entonces el Corazón del Cielo les echó a los hombres un vaho sobre los ojos, los cuales se empañaron como cuando se sopla sobre la luna de un espejo. Sus ojos se velaron y sólo pudieron ver lo que estaba cerca (Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché).

La metáfora maya es cristalina: ante la soberbia y la prepotencia de los hombres, los creadores arreglaron todo para que no pudieran ver más allá de sus narices, y es eso lo que nos pasa. A lo largo de la Historia, hemos sufrido una mirada limitada que hace que veamos siempre los árboles y se nos impida percibir el bosque. Eso es el ensimismamiento, un vaho en los ojos, una ceguera, la mirada tan solo de nuestro mezquino yo, la miopía que nos hace ver no más allá de nuestra pequeñez,

El caso de la destrucción del hábitat humano, que algunos llaman cambio climático, es un ejemplo patente de la visión limitada del hombre. Ensimismados en la realidad virtual que imponen los poderes fácticos, el que debería ser el principal problema contemporáneo de la especie humana, es relegado a un plano absolutamente secundario dentro de nuestras preocupaciones. Para llegar a esto hemos acumulado un bagaje cultural que nos prepara para el mundo ilusorio en el que actuamos, mientras que en el mundo real marchamos hacia el abismo. La falsa realidad de los ensimismados es una de las principales consecuencias del desarrollo de la civilización fracasada y una de las causas más determinantes de la destrucción en curso.

La desproporción entre la trascendencia del tema de la destrucción del hábitat humano y la importancia que le dan los intelectuales, comunicadores y creadores de opinión es reveladora. En una reciente revisión que hice de 63 artículos insertos en uno de los medios digitales venezolanos en los cuales son publicados estos devaneos míos, descubrí que 30 de estos trabajos se refieren a política nacional (temática reina: aniversario del golpe de Estado del 11 de abril de 2002 -es un medio de izquierda-), 26 a política internacional (temática reina: guerra inter imperialista USA-Rusia en Ucrania) y 7 a temas varios (economía, petróleo, patriarcado, literatura, lenguaje) ¡Ni un solo articulista aborda la situación del cambio climático! En una revisión que hice el mismo día de un medio internacional, el New York Times, el resultado fue parecido: ninguno de los titulares noticiosos principales ni de los artículos destacados trataba del asunto ni siquiera tangencialmente.

Es de destacar que eventos dominantes de la escena mundial en los últimos dos años presentan, ambos, aristas de grave afectación del hábitat humano pero que han tenido poca cobertura en el escenario mediático, ensimismados como estamos en la burbuja del universo virtual y superficial que imponen los medios de comunicación de todas las tendencias sociopolíticas, económicas y culturales.

En primer lugar, el uso exagerado del plástico durante la pandemia covid-19 afecta sobre todo a personas, grupos y pueblos en situaciones vulnerables, y pone en riesgo sus derechos básicos, salud y bienestar, según planteó el Pnuma en un informe divulgado el 31 de marzo de 2021. Igualmente, ha contribuido de manera importante a la degradación ambiental.

Se trata de un aumento asombroso en el uso de desechables como mascarillas y protectores faciales, guantes, trajes médicos protectores, kits de prueba, botellas y recipientes de comida o empaques de entrega, entre otros. Por ejemplo, las ventas globales de mascarillas desechables podrían haber alcanzado unos 166.000 millones de dólares en 2020, un aumento de 200 veces en comparación con 2019, cuando se vendieron 800 millones de dólares.

Si la población mundial usara la misma cantidad de mascarillas y guantes que se utilizó en Italia en la primavera boreal de 2020, se consumirían 129.000 millones de mascarillas y 65.000 millones de guantes mensualmente en todo el planeta, otro ejemplo del informe señalado.

En Singapur, durante un cierre de ocho semanas, se generaron 1.470 toneladas adicionales de desechos plásticos solo a partir de envases para llevar. En Teherán los desechos médicos de los hospitales aumentaron de entre 52 y 74 toneladas diarias a entre 80 y 110 toneladas cada día, durante los primeros meses de pandemia.

En Wuhan, en China, los desechos médicos aumentaron seis veces, a 240 toneladas por día durante la pandemia, sobrecargando la capacidad de incineración de la ciudad, de 49 toneladas diarias.

Un solo hospital en Jordania multiplicó por 10 sus desechos médicos diarios, atendiendo solo 95 pacientes por COVID.

Si las cifras históricas indican el futuro, menos de 10 por ciento de los plásticos utilizados durante la pandemia se reciclarán alguna vez, y más del 70 por ciento llegarán a los vertederos o al ambiente. De 1950 a 2015, la producción fue de 8.300 millones de toneladas métricas de nuevos plásticos, y si estas tendencias continúan, para 2025, habrá suficiente plástico para cubrir cada metro de costa en todo el mundo con 100 bolsas.

La contaminación plástica impacta el ambiente marino y las comunidades humanas. En particular, las comunidades vulnerables soportan de manera desproporcionada las consecuencias de la degradación ambiental causada por la contaminación por plásticos, desde la producción hasta los desechos, insistió el Pnuma.

Los plásticos, que se componen principalmente de monómeros derivados de hidrocarburos fósiles, no son biodegradables. Cuando se desechan, no se descomponen ni se asimilan mediante procesos biológicos, y aún divididos en pedazos cada vez más pequeños conservan muchas de sus propiedades originales.

Desde la extracción de petróleo hasta la eliminación de plástico, existen tres impactos externos principales: degradación del ecosistema debido a fugas, especialmente en el medio marino, emisiones de sustancias tóxicas en la producción y la incineración de materiales, e impactos en la salud y ambiente.

El informe resaltó que el empleo "omnipresente" de plásticos de un solo uso es un tema de justicia ambiental, pues perjudica a los más vulnerables, y "planteará obstáculos sustanciales para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)".

Se afectan en particular los ODS 1 y 2, erradicación de la pobreza y hambre cero, el 14, protección de ecosistemas marinos, y el 16, sobre acceso a la justicia para todos, así como la vida de los ecosistemas terrestres y los espacios urbanos.

El otro caso es el de la guerra inter imperialista USA-Rusia que tiene a Ucrania como escenario. Además de las horrorosas imágenes que muestran el desastre humano y material de la guerra, el impacto del conflicto en el uso de combustibles fósiles es más que notable. El conflicto USA-Rusia en Ucrania nos muestra un contexto global de aceleración de lucha por recursos, áreas de influencias y neocolonias, que se hace altamente competitivo.

Esta guerra tiene efectos en el problema del cambio climático, en la seguridad alimentaria, en la crisis energética y las posibilidades y formas de la transición energética, en el costo de

la vida o en la muy delicada crisis ambiental. Pero la mayoría de los dirigentes políticos, los medios y los intelectuales la justifican y se ponen al lado de una de las dos superpotencias nucleares empeñadas en una lucha por poder, recursos e influencia geopolítica.

Prácticamente mientras comenzaba a desarrollarse la guerra USA-Rusia en Ucrania se finalizaba y publicaba el Sexto Reporte de Evaluación del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), en el cual se hacía un nuevo llamado de alerta señalando que, si no se toman las urgentes medidas para enfrentar el calentamiento global, la crisis climática se va a magnificar, y que se nos están cerrando las ventanas de oportunidad rápidamente.

Otra vez el curso de los acontecimientos históricos contemporáneos nos abofetea revelando la paradoja de un sistema global moderno que nos ha prometido por años progreso y bienestar, y en el fondo tributa a la muerte: en medio de una agudización de la crisis climática surge esta nueva guerra. Recursos, fuerzas, energías, se están dirigiendo masivamente a esta lógica de aniquilación, como si ya no tuviésemos suficiente.

Lo preocupante es que este escenario y sus múltiples impactos presionan para relegar las políticas climáticas a un segundo plano. Alemania anuncia un extraordinario aumento de su presupuesto militar (2% del PIB); Mario Draghi apunta que similar política debe ser llevada por Italia, y así lo anuncian voceros gubernamentales de Rumania, Polonia, Irlanda, entre otros. Mismo anuncio para China, y reportes señalan que Biden pretende pedir una cifra récord al Congreso en gasto militar para 2023.

En medio de todo esto se vuelve a hablar de carbón, y los pragmatismos de la seguridad energética y militar se aferran a los combustibles fósiles. Las pretensiones estadounidenses de enviar más gas a Europa y ganar mercados que anteriormente eran rusos, se realizaría a costa de expandir el fracking en ese país, lo que aumenta las emisiones de metano, el cual tiene 80 veces más poder de calentamiento atmosférico que el CO2. A esto habría que sumarle que para alcanzar dichos objetivos se tratarían de mantener subsidios a los combustibles fósiles.

La guerra es síntoma de un sistema en decadencia, y de un modelo civilizatorio en el cual la vida en la Tierra ha quedado relegada a un segundo plano ante los objetivos de

acumulación capitalista y poder geopolítico. En nombre del desarrollo, la civilización, el progreso, la Seguridad Nacional, se ha derramado demasiada sangre, se ha devastado demasiados ecosistemas, hasta el punto de llevarnos a esta situación planetaria límite. En este sentido, Putin, Biden, la Unión Europea, Xi Jinping, finalmente encarnan variantes del mismo proyecto civilizatorio fracasado.

Para la información sobre consecuencias de la guerra USA-Rusia en Ucrania, me he apoyado en un artículo firmado por el analista venezolano Emiliano Terán Mantovani, publicado en The Washington Post y titulado: "Invasión rusa a Ucrania y crisis civilizatoria: 6 factores de un sacudón energético, ambiental y alimentario"). En ese mismo trabajo, Terán Mantovani afirma que "Alinearse a los grandes señores de la guerra no es la única alternativa. Muy al contrario, no parece haber otra opción que desertar de ella y sus lógicas; buscar la convergencia de los no alineados, abrir todo camino que se oriente a la vida. El contexto de descomposición, confusión y extravío político exige una activa participación social y ciudadana, poblaciones movilizadas demandando el básico y fundamental derecho a existir. Los cambios de fondo difícilmente vendrán desde arriba

  • Este cambio no podrá ser sólo tecnológico; debemos modificar radicalmente nuestros estilos de vida; la transformación deberá por tanto ser también cultural, una forma distinta de ser y estar en la Tierra que coloque la vida en el centro, que se base en una ética con la alteridad, una ética ambiental. No hay recetas para enfrentar un escenario tan complicado como el que nos ha tocado vivir. Hay muchas más preguntas que respuestas".

Por su parte, el columnista de opinión del New York Times, Farhad Manjoo, nos refiere que el presidente Joe Biden, en lugar de vincular la guerra con algunas referencias al cambio climático, que ha descrito en otras ocasiones como una "amenaza existencial" para la Humanidad, prefirió sepultar el tema. Como está preocupado por los efectos que las suspensiones podrían tener en el abastecimiento de combustibles, el precio de la gasolina y la inflación en general, también anunció, junto con otras 30 naciones, que se pondrán en circulación 60 millones de barriles de petróleo

Entre tanto, los críticos de derecha no perdieron la oportunidad de oro que les presentó la guerra en Ucrania para hacer hincapié en lo "absurdo" de ocuparnos del cambio climático.

La junta editorial de The Wall Street Journal señaló que "la obsesión del gobierno de Biden con el clima" es culpable de haber hecho a "Estados Unidos y Europa vulnerables a la extorsión energética de Putin" y escribió que "el grupo de presión del clima ha hecho más poderoso a Putin".

Por otra parte, con todo y su supuesta "obsesión con el clima", los demócratas del Senado estadounidense no han conseguido que se apruebe una ley para regular las emisiones causantes del calentamiento climático. Más bien, un senador partidario del carbón ha obstaculizado el proyecto de ley, y ahora el problema del cambio climático ha quedado relegado por el tema de la guerra. Algunos demócratas parecen haberse olvidado por completo del asunto: Gavin Newsom, el gobernador de California, quiere entregarles a todos los propietarios de automóviles de su estado hasta 800 dólares en reembolsos para compensar el elevado precio de la gasolina.

Pareciera que, encerrados en nuestra cárcel cultural, presos tras los barrotes de la civilización fracasada, ensimismados en nuestro engañoso y forjado mundo interior, no tenemos salvación. El tiempo pasa con un amenazante tic-tac, el colapso de nuestro hábitat se va consumando ante nuestros ojos y nosotros miramos para otro lado, aquel que nos señalan nuestros carceleros, los poderes fácticos de todos los signos.



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Néstor Francia


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