De Khashoggi a Alban o cuando los extremos se tocan

El dos de octubre de 2018 el periodista saudí y crítico de la monarquía de su país (por lo cual se encontraba autoexiliado en EEUU), Jamal Khashoggi, a pocos días de cumplir sus 60 años y de casarse, entró nervioso al consulado del Reino de Arabia Saudita en Estambul, Turquía, en lo que sería su última osadía contra una de las pocas monarquías absolutistas del mundo. A ella lo llevó el amor y también su propia irreverencia, ya que debía tramitar algunos documentos para su divorcio en el consulado de su país natal, para poderse casar con su prometida, la turca Hatice Cengiz, de 36 años de edad, quien se quedó esperando para siempre a las afueras del consulado, donde según informaciones aun no confirmadas murió torturado, desmembrado y decapitado.

Tres días después, al otro lado del mundo, en la convulsionada Venezuela, el concejal opositor Fernando Albán era detenido por el Servicio Bolivariano de Inteligencia del gobierno (SEBIN), cuerpo que sucede en sus funciones a la antigua DISIP, quien a su vez sucedió en su momento a la DIGEPOL, todas policías políticas de los gobiernos de turno. Tres días luego de su detención el gobierno informa que el concejal Albán se suicidó lanzándose de una ventana de un baño de las instalaciones del SEBIN, cuestión que levanta revuelo nacional e internacional al considerar la oposición venezolana y algunas organizaciones y gobiernos del mundo poco creíble la versión del gobierno, sobre todo por las diferentes versiones del mismo gobierno sobre el supuesto suicidio, con contradicciones que no hacen sino sembrar más sombras sobre la oscura muerte del concejal. 

Tanto Arabia Saudita como Venezuela tienen en común que son países petroleros, pero mientras el primero está entre las 20 mayores economías del mundo gracias a ser el mayor exportador de petróleo del planeta, el país sudamericano enfrenta una vertiginosa caída en su producción, con hiperinflación, pobreza extrema, emigraciones masivas y grandes casos de corrupción entre la cúpula que gobierna, pero siendo un país que no ofrece solo petróleo, sino que cuenta con importantes riquezas en su territorio, goza de la protección de sus grandes socios estratégicos: Rusia y China.  

Tanto la nación árabe como la caribeña son señaladas como importantes violadoras de derechos humanos, la monarquía absolutista por el hecho de serlo y por aplicar la Sharia, lo que permite que las mujeres no tengan ningún derecho, que el homosexualismo sea delito, que la libertad de expresión y la oposición política estén prohibidas y penalizadas, además de aplicar la pena de muerte luego de juicios sumarísimos y muchas veces por la mera sospecha, entre muchas otras aberraciones.  

Por otro lado, el gobierno venezolano se autodefine como una democracia y una revolución socialista, mientras cada vez más es señalado nacional e internacionalmente como una dictadura, a la par que arropa todos los poderes del estado, quitándole potestades a la opositora Asamblea Nacional y creando una Asamblea Nacional Constituyente sin seguir el proceso establecido en la constitución, basados en una interpretación del Tribunal Supremo de Justicia, abiertamente pro gobierno, además de protagonizar no pocos episodios de represión, persecución política, censura de medios y otras conductas poco democráticas.

Mientras que Arabia Saudita es un viejo aliado de EEUU debido a la importancia estratégica de las exportaciones petroleras de aquel país para la potencia norteamericana, la cuales están sobre el millón de barriles diarios, superado solo por Canadá; Venezuela se ha empeñado en ser un socio estratégico de China y Rusia, ya que la nación suramericana ha confrontado a EEUU y se ha acercado a sus contrapartes en el ajedrez que es la geopolítica mundial, convirtiéndose en un proveedor de petróleo a China y un comprador de armas a Rusia, pero además en un apoyador ciego de las políticas de ambas potencias, al igual que los sauditas con la política estadounidense.

Mientras los aliados de Venezuela, Rusia y China, hacen silencio sobre la extraña muerte del concejal opositor Fernando Albán, Donald Trump acaba de decir que es “creíble” la tragicómica versión del gobierno saudí de la causa de muerte de Jamal Khashoggi, cuando se afirma de manera oficial que el periodista murió “en una pelea” dentro del consulado saudita en Estambul.

Con la bendición de Donald Trump la potencia petrolera se sabe inmune luego de cometer el horrendo crimen, mientras en Venezuela su fiscal general acaba prácticamente de prohibir poner en dudas la versión oficial sobre la muerte de Albán, prometiendo consecuencias para quien insista en afirmar que no fue suicidio.

Lo único claro en ambas muertes es que no hay culpables y privan las versiones oficiales, pero con grandes sospechas (fundadas o no) sobre la responsabilidad de ambos regímenes, que siendo naciones apadrinadas por los grandes imperios mundiales pareciera que nada más pasará, más allá del dolor de los deudos de ambos muertos.

  

  

  

 



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