El absurdo entronizado

Una Venezuela al borde de la insania

Parece que Bret se ha ido, pues el día inicia con un sol radiante. Salgo de casa, tengo que ir al banco. Acostumbro tomar el autobús pero hoy tendré que caminar porque la ciudad amaneció sin transporte público debido a las protestas (absurdo Nº 1). Para llegar al banco tuve que pasar varias barricadas que le dan un matiz bélico a la ciudad (absurdo Nº 2). Cruzando una de las barricadas me saluda un encapuchado a quien no reconocí pero igual lo saludé (absurdo Nº 3). En la esquina siguiente hay una licorería, es viernes y aunque todavía es temprano y el país está inmerso en una profunda crisis económica muchas personas celebran la vida embriagándose (absurdo Nº 4). Antes de llegar al centro comercial donde está el banco veo una cola larguísima y supongo que es la del supermercado (absurdo Nº 5); le pregunto a un respetable anciano que está en la cola: ¿Señor, qué están vendiendo? Él me responde: no tengo idea, mijo; lo que sí sé es que estos hijuepu…nos quieren matar de hambre (absurdo Nº 6). Sigo avanzando y pruebo suerte con una amable anciana: ¿Doña, qué están vendiendo? Ella me contesta: dos kilos de harina pero solo van a repartir 200 números y en la cola hay más de 500 personas (absurdo Nº 7) —continúa la Señora—, pero yo no estoy en la cola del supermercado, estoy haciendo la cola para entrar al banco porque es día de pago de los pensionados. Ahí me doy cuenta que no es una cola sino dos colas que se juntan (absurdo Nº 8). Observo la cola de puros viejitos que tienen el banco a reventar (absurdo Nº 9), pero igual decido acercarme y veo una taquilla con poca gente; le pregunto al vigilante, y éste me dice que puedo pasar por esa taquilla, solo tuve que esperar media hora para que me atendieran, mientras los viejitos llevaban toda la mañana esperando (absurdo Nº 10). El cajero me dice que aunque tengo fondos no me puede dar el poco dinero que quiero sacar y que debo volver mañana para completar la cantidad (absurdo Nº 11). Lo extraño es que para retirar nuestro dinero la banca nos coloca límites pero si se trata de depositar no tienen ningún inconveniente (absurdo Nº 12).

De regreso a casa paso de nuevo por las barricadas pero esta vez no hay encapuchados, ni manifestantes y los escombros fueron arrimados a un lado de manera que más tarde se pueda volver a colocarlos; al parecer el horario de protesta coincide con las horas pico (absurdo Nº 13).

Llego a mi casa y prendo el televisor; están pasando un video donde se observa a una turba histérica que grita en coro: ¡Asesina!, mientras persigue por un centro comercial a una mujer a la que confundieron con una actriz que trabaja en el canal del gobierno (absurdo Nº 14); luego veo declaraciones de un diputado elegido por votación, vocero de un partido democrático, incitando a la población a no votar (absurdo Nº 15). Cambio a otro canal donde unos manifestantes declaran frente a muchos micrófonos que en este país no hay libertad de expresión (absurdo Nº 16) acotando que no estamos exentos de censura. Cambio de canal y veo a unos niños encapuchados tirando piedras y molotov a la policía (absurdo Nº 17). De pronto interrumpen la programación para transmitir en cadena nacional que el gobierno anuncia la lamentable muerte de un manifestante menor de edad a manos de un oficial (absurdo Nº 18). Luego, en los noticieros, el gobierno acusa a la oposición por la muerte del joven y la oposición acusa al gobierno de la muerte del mismo joven (absurdo Nº 19).

Apago la TV porque me tiene ofuscado y decido revisar el facebook para ofuscarme aún más. Lo primero que leo es el comentario de una amiga –la cual no tiene hijos– afirmando que de ser aprobada la nueva constitución el gobierno se apoderará de nuestros hijos (absurdo Nº 20). Otro amigo escribe una retahíla de maldiciones al gobierno pero somos sus amigos quienes las estamos leyendo (absurdo Nº 21). Otro plantea que hay que matarlos a todos (absurdo Nº 22). Otro amigo escribe desde Estados Unidos: ¡Mantengan la lucha! ¡Quien se rinde pierde! (absurdo Nº 23). Otro escribe que Venezuela dejó de ser un país y dicho comentario tiene muchos "me gusta" (absurdo Nº 24). Otro publica una foto muy amarillista del joven muerto y comenta: yo no suelo apoyar este tipo de imágenes pero esto tiene que verlo el mundo entero (absurdo Nº 25).

Es de noche. Ha sido un día de turbia normalidad (absurdo Nº 26). Me dispongo a tomar un baño para acostarme; lamentablemente será con agua fría porque el gas no lo traen desde hace meses (absurdo Nº 27). Después del baño me meto en la cama dispuesto a dormir, pero los vecinos tienen una rumba con karaoke a todo volumen que no me deja conciliar el sueño (absurdo Nº 28). Sé que en esté país hay leyes para regular tal tipo de atropellos pero esas leyes no se cumplen (absurdo Nº 29). ¿Y si llamo a las autoridades? (absurdo Nº 30).

Cualquiera pensaría que tuve un día lleno de absurdos, pero realmente me quedo corto, más bien cortísimo. La lista de cosas absurdas en este país es tan larga que hacerla sería otro absurdo.

El absurdo ha ganado terreno en Venezuela, nadie puede negarlo; las estructuras y los sistemas de valores que construimos para mantener el orden social están bajo ataque. La verdad es que no entiendo como los venezolanos hemos soportado todo esto; o nuestro nivel de resilencia es sobrehumano, o llevamos el absurdo en la sangre, o estamos resemantizando nociones como cotidianidad, identidad, ciudadanía, orden, convivencia, tolerancia, política y libertad, o solo estamos sufriendo un breve episodio psicótico colectivo.

Tampoco debemos olvidar que detrás de todos estos absurdos existen lógicas oscuras que pueden iluminarse bajo la lupa del discernimiento.

Finalizaré recordando un cuento de Khalil Gibran de su libro El Loco, donde cuenta la historia de un reino muy próspero cuya única fuente de agua fue contaminada con una maléfica poción y todos los habitantes, excepto el rey, enloquecieron por beber agua de aquella fuente. El pueblo enloquecido empezó a quejarse del gobierno y a despotricar del rey, así que éste optó por tomar la misma agua, y también enloqueció. De esa manera todo volvió a la calma y vivieron felices.

oscuraldo@gmail.com



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